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Políticas públicas en cultura y comunicación

El poder de planificar la descolonización

Fuentes: Rebelión/Instituto de Cultura y Comunicación UNLa

Sin estar vencido el Estado burgués está agotado. En sus propias contradicciones el aparato jurídico-político ideado para configurar a las sociedades, con su ideología y sus herramientas «rectoras» de la acción pública y del Gobierno, todavía trata de defenderse imaginando innovaciones en materia de «políticas públicas» y pretendiendo una ciencia del Estado para darse sobre-vida […]

Sin estar vencido el Estado burgués está agotado. En sus propias contradicciones el aparato jurídico-político ideado para configurar a las sociedades, con su ideología y sus herramientas «rectoras» de la acción pública y del Gobierno, todavía trata de defenderse imaginando innovaciones en materia de «políticas públicas» y pretendiendo una ciencia del Estado para darse sobre-vida bajo el modelo económico-social neoliberal de tipo «pos-estatal». En semejante contradicción les urge una «nueva forma de gobierno» adaptada a sus estertores y agonías. El Estado burgués, que se supuso garante de derechos (Estado de Derecho) queda en la miseria de sí mismo con las tesis neoliberales que quieren desterrarlo de sus reinos y responsabilidades históricas. Se ahogan sus instituciones bajo la acción del «mercado» dispuesto a regir los destinos de la sociedad (con un Estado delgado o ausente) que desespera ante las crisis de gobernabilidad capitalista. Agoniza el Estado mientras «lo público» está más vivo. Cultura y Comunicación son factores demasiado serias para dejarlas en manos de los Gobiernos. Alerta con quienes se disfrazan de «independientes» para hacer de Cultura y Comunicación otro negocio.

Una parte del problema es quedarse en la confusión de que las Políticas de Cultura y Comunicación (sin dividirlas) bajo el control del Gobierno, no se distingan de las políticas de Cultura y Comunicación públicas. El Gobierno, bajo el capitalismo, tiene por finalidad usar todos los medios para garantizar que no colapse «el sistema». Vigilarnos para paliar los miedos de los poderes fácticos y vivir de eso. Pero hay iniciativas «públicas» como lo son algunos «Movimientos Sociales» empeñados en imprimir marcas históricas nuevas, democratizando los medios de producción cultural y comunicacional. Es indispensable estar alertas con los espejismos «democráticos» con que se camuflan las llamadas «redes sociales» (de propiedad privada) y su tecnología arrolladora. Diferenciarlos de los llamados «Sistemas de Medios Públicos» que suelen ser en realidad gubernamentales. Hay que tener cuidado con esta distinción teórica y práctica. Y no convertir los derechos -adelgazados por el neoliberalismo- en negocios.

Este no es un debate nuevo pero es un debate que crece en su vigencia. Especialmente cuando se agudizan las urgencias por encontrar modelos de lucha contra la hegemonía tecnológica y semántica y sus agresiones a los Estados Nacionales obedeciendo el dictado imperial de de Estados Unidos. Lo advirtió el «Informe MacBride», en 1980, mientras denunciaba cómo los mercaderes de la información son los mercaderes de un sistema económico e ideológico en decadencia radicalmente contrario al empoderamiento de colectivo. Por eso es que urge tomar conciencia de la importancia de democratizar los medios de producción cultural y de comunicación. Impulsar una etapa nueva sin la exclusividad de la propiedad privada ni de la gubernamental. «Un Solo Mundo Voces Múltiples».

Con independencia relativa de los Gobiernos los pueblos deben desarrollar y ejercer si derecho a la Cultura, a la Información y a la Comunicación, tienen que exigir su derecho y su responsabilidad a participación en la creación de otra Cultura y Comunicación. No hay democratización posible sin una actitud participativa y hay cada vez más conciencia de que el poder de la Cultura y la Comunicación no puede seguir delegado en Gobiernos ni Empresarios incluso cuando algunos Gobiernos han dado pasos revolucionarios o progresistas de gran significación para sus pueblos. Ahí, con más ganas. » No es lo mismo hablar de Revolución Democrática que de Democracia Revolucionaria. El primer concepto tiene un freno conservador; el segundo es liberador » Hugo Chávez. Urge ir a un Nuevo Orden Mundial de la Cultura, la Información y la Comunicación. Sin capitalismo.

Ya no es posible el debate sobre la Cultura y la Comunicación sin decidirse a tocar intereses ideológicos y económicos porque está en juego la identidad colectiva, la conciencia sobre la realidad y nuestro papel frente a ella. «En la demora está el peligro». Especialmente porque el debate supera los intereses minoritarios de la actividad empresarial para hacer visibles los intereses colectivos en materia de Cultura, Información, Educación y esparcimiento des-mercantilizados. Ya no podemos caer en la trampa de pensar que defender una Cultura y una Comunicación emancipadas y emancipadoras depende principalmente de criticar la Cultura y la Comunicación mercantilizadas. Urge ir más allá. Asamblea Nacional de Cultura y Comunicación.

Dejar que sea el Gobierno el único responsable de la impulsar políticas de Cultura y Comunicación es silenciar las voces «públicas» que hablan y luchan por democratizar con iniciativas activadas, en diferentes partes de mundo, y en las que se insiste en ampliar la participación de los pueblos y sus luchas en el uso de herramientas de Cultura y Comunicación sin tener que pedir permiso para intervenir. Esas movilizaciones son un indicativo de la fortaleza de los poderes sociales y de su carácter «Público» desde dónde se haca cada vez más urgente instruir «Políticas Públicas» sin tutelaje gubernamental aunque eso ni implique su indiferencia a los problemas de Estado. Es urgente des-colonizarnos.

Hoy está más claro que nunca que la lógica de alienación nace de la lógica de la guerra, especialmente de la Guerra Económica contra los pueblos y su adlátere la Guerra Ideológica. De lo que se trata es de planificar la des-colonización para ocuparnos de la Cultura y la Comunicación emancipadoras y sirvan, objetiva y mediblemente, al mejoramiento de la Justicia Social, las condiciones de vida y el desarrollo intelectual de los pueblos. No su esclavitud.

No podemos confiar, sólo en las «Redes Sociales» ni debemos fetichizarlas, aunque ayuden en muchas tareas emancipadoras. Solas no pueden producir los cambios. Eso no implica no usarlas, implica usarlas con un plan político, es decir un conjunto de «Políticas Públicas», democráticas, participativas y comunitarias, hacia una geopolítica con formas de lucha social contra la desinformación ya que la Cultura y la Comunicación pública no son sinónimo de Gubernamental.

Con la democratización de las herramientas de producción cultural y comunicacional, en América Latina, y la multiplicación de los medios comunitarios, el fortalecimiento de los alternativos y la posesión de los Estados de nuevas bandas del espectro radioeléctrico, podemos enriquecer realmente los debates. La Cultura y la Comunicación deben ser una acción política democrática y democratizadora participativas. Y allí está el gran desafío. No hablar más de Políticas de Cultura y Comunicación confundidas (o reducidas) con acciones gubernamentales, pero tampoco abandonarlas porque de lo que se trata es de que los medios del gobierno sirvan a los intereses y necesidades de los pueblos. Nada menos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.