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Daniel Varizat, una victima de la fe pingüina

El problema docente

Fuentes: Rebelión

  Cuando Daniel Varizat metió primera en su lujosa 4 x4 y, acelerador a fondo, envistió contra la columna de docentes y estatales santacruceños, no hizo otra cosa que ser consecuente con su ideología política y con el método, que en la intimidad de su conciencia, considera correcto para terminar con «el problema docente». Hablamos […]

 

Cuando Daniel Varizat metió primera en su lujosa 4 x4 y, acelerador a fondo, envistió contra la columna de docentes y estatales santacruceños, no hizo otra cosa que ser consecuente con su ideología política y con el método, que en la intimidad de su conciencia, considera correcto para terminar con «el problema docente».

Hablamos del «problema docente», sepan disculpar el mal trago aquellos que se reconocen afines al discurso nacional y popular, como en otras épocas se habló del «problema judío», el «problema migratorio», el «problema subversivo», «el problema piquetero»…y tantos otros problemas que la lucha de clases le presenta a la burguesía.
 
Algunos medios, desbordados de analogías, en el intento por naturalizar la situación, creyeron encontrar en la tentativa de asesinato del ex ministro kirchnerista, un Michael Douglas patagónico que frente a una situación «emocionalmente violenta» entra en pánico y reacciona en forma desbordada, atropellando a casi 20 personas, entre adultos y niños, de las cuales, 5 trabajadores terminan hospitalizados y una de ellas, Marta Guillarmaz, de 52 años debatiéndose entre la vida y la muerte.
 
En definitiva, algunos medios parecen querer convencer a la opinión publica que Varizat habría tenido una tarde de furia. Eso lo explica todo.
 
Antecedentes

Daniel Varizat, es un kirchnerista de la primera hora. Según se informa acompaña a Kirchner en su carrera política desde los años 70. A fines de los años 90, y por pedido del actual presidente, fue designado senador por Santa Cruz; ya en ese momento mostró una clara vocación por la utilización de vehículos pesados para atropellar las marchas docentes. En el 2000 los docentes santacruceños se movilizaron por una serie de reivindicaciones referidas a la estabilidad laboral y otras; fue el senador Varizat, el encargado de organizar una contramarcha con «pesados» provinciales destinada a disolver los reclamos de los maestros a golpes de cadenas y trompadas.
 
Los acontecimientos del 2001 lo encontraron otra vez como legislador, esta vez con una banca de diputado. En Santa Cruz, como en el resto del país, los trabajadores y pueblo salieron a la calle al grito de «que se vayan todos». «Todos» en Santa Cruz, era Kirchner y el resto de funcionarios que venían manejando la provincia con una mezcla de prebendas y represión a los luchadores. Varizat y el «Rudy» Ulloa, otro socio incondicional de K, volvieron a encargarse en esta oportunidad de despejar las calles de Gallegos de cualquier manifestación popular que alterara sus pingüinos negocios con la petrolera Repsol.
 
La llegada de Kirchner al poder en 2003 significó un engordamiento de los sectores reaccionarios en la provincia y un reflujo de los sectores populares. Repsol había triunfado poniendo a su candidato en la Rosada; los reclamos obreros y de los trabajadores del estado deberían esperar al menos un año más, antes de reiniciarse.
 
La muerte de 14 trabajadores en la mina de Río Turbio el 14 junio del 2004, marcó un punto de inflexión en la nueva situación política que se abre. Kirchner interviene directamente en el conflicto nombrando a Daniel Peralta, actual interventor de la provincia, como interventor de la mina del Turbio.
 
Sólo por la complicidad de la burocracia degenarista de ATE, y el retiro demagógico de la concesión a Taselli, en la administración de la mina, el conflicto minero tuvo un corto alcance, con lo cual quedó garantizada la impunidad de los responsables de los 14 mineros muertos; aunque marcó el comienzo de un estado de malestar y movilización obrera, que encuentra su continuidad en la etapa de rebelión por el cual viene atravesando la provincia hasta la actualidad.
 
En febrero del 2006, los petroleros de la localidad de Las Heras sostienen un conflicto de varios días en contra de los descuentos a los que son sometidos sus salarios por el «impuesto a la pobreza». El conflicto petrolero en Las Heras tiene trascendencia nacional a partir de la sospechosa muerte del policía Sayago. Pero el kirchnerismo muestra, en este conflicto, la larga garra represiva en todo su esplendor. Mientras el presidente se dispone a descolgar cuadros de genocidas carcamanes y a fundar museos de la memoria, para regocijo del progresismo porteño, en Las Heras grupos de gendarmes y civiles aterrorizan a la población. Detienen y golpean sin ningún tipo de contemplaciones a trabajadores, mujeres y jóvenes, casi niños.
 
Santa Cruz no es puerto Madero

Kirchner, conocedor de los avatares provinciales en Santa Cruz, se dedica a lavarse la cara en Buenos Aires como un hombre de los DD.HH, acompañado del tilingilage progre, que le hace de comparsa, creyendo que con esto logra atragantar a los comensales de Puerto Madero. En Santa Cruz las cosas son diferentes; allí se lo conoce desde hace años, es un prodigio de nepotismo y de arreglos caudillescos para con sus socios.
La lucha docente de este año coloca al kirchnerismo patagónico en un estado de alerta máximo. La ruptura de los acuerdos comerciales entre el presidente y el gobernador Sergio Acevedo en marzo del 2006, no hace más que mostrar una camarilla en un vertiginoso estado de descomposición. Con Carlos Sancho en el poder, volvemos a encontrarnos con Varizat como ministro de gobierno, encargado de reprimir movilizaciones de trabajadores del estado. Varizat es el encargado de la hipótesis que dice «que los trabajadores municipales, diestros en el manejo de barretas, cuando van a las movilizaciones las dejan caer sobre sus pies». Ah!! con el inefable Varizat.
La caída de Sancho, abre toda una sucesión de crisis que el kirchnerismo intenta tapar interviniendo la provincia mediante una serie de malabares anticonstitucionales, que colocan a Daniel Peralta como interventor votado por nadie, esta crisis institucional es rápidamente comprendida por los trabajadores santacruceños, los que profundizan sus luchas. Petroleros, Deseado entre otros.
Pese a los acuerdos firmados por la dirección de ADOSAC (gremio docente) con Peralta, que fijaban una tregua en los reclamos hasta el 31 de agosto, los docentes siguieron en estado de movilización y mantuvieron instalada la carpa de la dignidad; que el mismo día en que Varizat aceleraba sobre los cuerpos de trabajadores, recibió dos bombas molotov que casi logran quemarla completamente.
Sin duda el kirchnerismo va a pasar a la historia como el régimen que más sangre de educadores regó por las calles
La huelga docente, y las distintas huelgas de petroleros y marineros, se transforman en el más alto punto de intervención de los trabajadores dentro del panorama político provincial, cuyas consecuencias, hasta hoy, nos llenan de expectativas.
La seriedad con la que la burguesía analiza el conflicto en el sur, queda demostrada en el rol protagónico que intentan reservarle a la iglesia católica, personificada en el obispo de Río Gallegos, Carlos Romanin.
La preocupación central del monseñor está dada en que los acontecimientos no superen un cierto umbral que los vuelvan incontrolables. Romanín aparece como un reaseguro transitorio para que el actual interventor de la provincia, Daniel Peralta, no vuele por los aires profundizando de esta manera un estado de desgobierno, en una provincia en la que luego de la hegemonía de los Kirchner, no existen partidos políticos burgueses que estén en condiciones de encausar a las masas hacia la vía electoral.
Luego de casi 5 meses de huelgas y manifestaciones callejeras, los Kirchner volvieron a Santa Cruz. El «Boxing de Río Gallegos» fue el lugar elegido para moralizar la tropa que, durante estos meses, aparecía como atolondrada por los acontecimientos. Embriagados de fe pingüina, los Varizat, los Peralta, los Sancho encontraron la oportunidad de volver a mandar en las calles de una ciudad que les devolvía una mirada hostil. «Ahora van a ver; ahora que desembarcó el jefe, van a ver». «Llegó la hora de poner las cosas en orden» pensó Varizat, mientras apretaba el acelerador.