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El sesgo informativo a favor de Israel y en contra de lo islámico

Fuentes: Rebelión

Es cada vez más inocultable que la objetividad periodística no existe y que cada mensaje y cada mensajero, tanto el individuo cuya firma aparezca como el aparato o la institución desde donde se lo brinda, seleccionan, inevitablemente, los contenidos. Subsiste, empero, un par de núcleos problemáticos, aun concediendo esta situación de que la verdad no […]

Es cada vez más inocultable que la objetividad periodística no existe y que cada mensaje y cada mensajero, tanto el individuo cuya firma aparezca como el aparato o la institución desde donde se lo brinda, seleccionan, inevitablemente, los contenidos.

Subsiste, empero, un par de núcleos problemáticos, aun concediendo esta situación de que la verdad no se alcanza nunca, ni para siempre.

En primer lugar, que los emisores de noticias suelen escamotear la explicitación de tales limitaciones y, al contrario, suelen presentar sus síntesis como «la realidad».

Sus sesgos informativos como la verdad.

En segundo lugar, una deontología comunicacional tendría que evaluar como lo admisible acercarse lo más posible a «la verdad», a «la realidad», aunque sea de modo incompleto y por ello, siempre insatisfactorio. El escamoteo de información es, en ese sentido nefasto y la deliberada emisión de medias verdades, también.

Esto sucede con todas las cuestiones imaginables, pero lógicamente se acentúa con algunas cuestiones particularmente sensibles… a determinados intereses.

Aunque abundan los ejemplos con la explotación de los trabajadores, con el destrozo ambiental, con la vida y salud de los famosos, vamos a examinar un conflicto que entendemos es «rico» en tales sesgos. El palestino-israelí.

Con una peculiaridad y es que buena parte del sesgo informacional, que es abrumadoramente a favor de Israel, se lleva a cabo con llamativa unanimidad entre prensa conservadora y progresista.

Examinemos ejemplos. Pero antes reparemos en algunos rasgos básicos de la violencia desatada en Palestina, que son precisamente los que brillan por su ausencia en las coberturas mediáticas habituales.

El investigador Mazin Qumsiyeh [1] se ha tomado el trabajo de rastrear diversos hechos de violencia acaecidos allí y su cronología a menudo escamoteada: los primeros sabotajes a oleoductos provienen del año 1932 y los hacen… sionistas. Vaya sorpresa.

El primer asesinato político, para Qumsiyeh (ibíd.) es del año 1944 y fue realizado contra ingleses… por judíos sionistas. Aquí corresponde una corrección, porque exactamente 20 años antes se produce lo que se conoce como el primer asesinato político en Palestina. Y es también realizado por la Haganá , que entonces se estaba constituyendo y que será con el tiempo el Ejército «de Defensa» del Estado de Israel (como se ve el lenguaje orweliano viene de lejos). Pero no sobre ingleses o árabes palestinos, sino sobre Jacob de Haan, un poeta judío no sionista, que mantenía cordiales relaciones con las redes árabes palestinas. Y no comulgaba con el sectarismo sionista, es decir con su racismo estructural. [2] Pero podemos seguir con el listado de Qumsiyeh: el primer ataque terrorista a buses de pasajeros civiles data de 1947 y fue realizado por sionistas contra palestinos; de la misma época provienen los primeras bombas contra población civil en bares y cafeterías y otra vez fue obra de judíos sionistas contra población palestina… ¿pero en qué quedamos? ¿no son los palestinos los terroristas?

En 1948, se producen los primeros atentados en trenes. Otra vez, son los sionistas los que golpean de ese modo. El primer atentado a aviones en el área es de 1954 y fue llevado a cabo por quienes habían devenido israelíes, sobre sirios.

Como se ve, si de algo carecieron los palestinos que encararon la lucha mediante atentados fue de originalidad. Salvo en un aspecto, significativo: las acciones terroristas sionistas e israelíes han barrido, o tratado de barrer, siempre vidas ajenas. Las acciones que en los ’60 y ’70 encararon algunos palestinos fueron a veces del mismo tipo, pero a veces fueron mediante inmolación; «pagando» o expiando, como dirían los socialrevolucionarios rusos, su atroz acción con la propia vida.

La revulsiva compilación de Qumsiyeh nos advierte de la enorme falsedad del clisé habitual; israelíes democráticos y pacíficos atacados por palestinos, brutales, rabiosos y fanáticos. Al margen de preguntarse si puede haber algo más fanático que pretender un territorio porque un dios (Yahvé) se lo ha gestionado; porque el sionismo, inicialmente laico, buscó rápidamente ligarse con la religión judía para «garantizar» esa tierra, a través de «Las Escrituras» cedidas por Yahvé al «pueblo elegido».

Con tales recaudos, examinemos «la info». Y empecemos con un ejemplo que no proviene de la cuestión planteada, sino de otra, íntimamente ligada, que fue la destrucción de Irak, con «bandos» casi idénticos y el mismo sesgo: Occidente en lucha contra la «barbarie» oriental. Irak, Afganistán, Pakistán, son trágicos ejemplos donde abunda el mismo sesgo que advertimos en Palestina.

· EE.UU. invade Irak en marzo de 2003. Destrozan el país, que estaba postrado y exhausto por los doce años previos de bloqueo y bombardeos luego de la masacre de la «Tormenta del Desierto». [3] El ataque ocasiona miles de víctimas iraquíes, la mayoría población civil. En el mismo momento en que hombres, mujeres, niños, están siendo diezmados por el fuego de EE.UU. (y del Reino Unido), el principal diario argentino nos informa que dos militares estadounidenses han muerto durante el ataque: «Crece la ofensiva aliada en el sur: dos marines caen en acción [4] Pocas veces se puede medir así lo que vale la vida de un occidental en vidas de esos otros no occidentales también llamados humanos.

Y ahora ingresemos al nudo palestino:

· Una foto muestra niños apedreando un tanque inmenso. Lo habitual: niños palestinos apedreando un tanque totalmente invulnerable a las piedras. Y el título: «Los palestinos escalan la guerra con una nueva bomba antitanque«. [5] Con la cual habrían inutilizado precisamente un rodado blindado israelí. Israel se ha convertido en uno de los principales traficantes de armas del mundo entero, basándose en el enorme campo de prueba para sus nuevos diseños armamentísticos que constituye los cuerpos y territorios palestinos. Por el tamaño poblacional, seguramente es, per capita, el principal productor de armas del planeta. Pero a Página 12 se le ocurre destacar en letra cuerpo catástrofe «una nueva bomba antitanques»… palestina. Todas las armas nuevas, atroces, israelíes no aparecen ni en ése ni en otros titulares con peso similar: proyectiles de uranio empobrecido, cancerígenos, bombas de fósforo, con tungsteno, bombardeos para contaminar el territorio convirtiéndolo en fuente de enfermedades, «de eso no se habla».

· «Gaza se parecía a Bagdad, en otro día de violencia entre palestinos«· El título que asimila Gaza a Bagdad, es de 2007, y omite los verdaderos polos de la contradicción. Hay que situar la noticia: en el caso iraquí se trata de estadounidenses u occidentales (Primer Mundo) e iraquíes; en Gaza, en cambio, se trata de palestinos antiisraelíes y palestinos convertidos en cipayos, que han sido cooptados por el Estado de Israel. El conflicto real, es entonces, entre israelíes, judíos sionistas por un lado, y palestinos, musulmanes, cristianos, agnósticos y hasta judíos antisionistas y antiisraelíes por el otro. El título citado escamotea entonces que en 2006, Israel coloca a testaferros en su lugar. [6] En enero de ese año elecciones limpias, con veedores internacionales, otorgan el triunfo a Hamas y desde Israel se ordena de inmediato la detención de decenas de elegidos en las urnas y mantiene en vigencia el gobierno de la OLP en general y de Al Fatah en particular, que acababan de perder las elecciones. Ante semejante golpe de estado, Hamas reacciona y reconquista el gobierno de la Franja de Gaza, algo que no puede hacer en Cisjordania, pese a haber ganado las elecciones también en ese territorio. El circuito mediático principal hablará siempre, sistemáticamente, del «golpe de estado» de Hamas en la Franja de Gaza. ¡Valga recorte de la realidad!

· En 2004 el Estado de Israel empieza a edificar un muro de unos 700 u 800 km . de extensión, de 8 metros de altura y con muy contados portones de acceso y cruce. Alegando inseguridad. Un resultado ha sido la asfixia aun mayor de la perseguida actividad económica y comercial palestina, amén de la profundización de la política de destrozo social −etnocidio−, que viene llevando a cabo el estado israelí desde 1948 y que se iniciara bastante antes con las aliah sionistas sobre la población autóctona. Los portones de acceso al muro se han convertido en lugares de impotente espera y menoscabo de la dignidad, de ignominia, pero Página 12 [7] nos relata alegremente que «el ‘muro’ israelí retrocede un poco«. En rigor, el muro no retrocede ni un milímetro, pero las unidades militares israelíes se retiran entonces tras sus incursiones en campamentos o aldeas palestinas (desde donde se encaraba una resistencia armada).

· Refiriéndose a ese mismo muro, erigido por el Estado de Israel aduciendo razones de seguridad, aunque trazado en el terreno de modo tal que le ha hecho perder mucho más territorio a la ya tan menoscabada población palestina, leemos, otra vez en Página 12, «la buena onda»: hablándonos de «Nuevos y viejos muros» en el suplemento futuro [8] se conduele Daniel Paz: «[…] el Muro de Berlín, los barrios privados, las paredes contra la inmigración ilegal, las barreras entre palestinos e israelíes […]», concediéndole a los palestinos una copaternidad que no han tenido, como si palestinos e israelíes estuvieran en igualdad de condiciones y no se tratara de una colonización, usando hasta el mismo lenguaje sionista: «colonos de los asentamientos».

· Ya sabemos que hace rato el periodismo, los medios de incomunicación de masas, sirven más para modelar opinión pública que para informar. Los mimadictos a «la gran democracia de Oriente» usan permanentemente informes desasosegantes, con Israel siempre a punto de ser invadida, atacada, destrozada, aunque las secuencias históricas han sido las más de las veces lo opuesto: invasiones preventivas (como la de 1956), acciones de copamiento rápido, tipo blitzkrieg (como la de 1967), operativos de «limpieza» (como los de 1948, 1982). Pero cuando faltan hasta los más débiles elementos de intranquilidad, ¿a qué recurre el tipo de prensa que venimos examinando?: al condicional de los tiempos verbales. «Hezbolá e Irán atacarían Tel Aviv«. [9] La «noticia» ya tiene cuatro años, es vetusta y jamás se la pudo verificar en la realidad (aunque hace apenas días, con motivo de la ordalía siria, ha reaflorado otra vez).

Ingresemos al texto propiamente dicho: «Una lluvia de misiles disparada por el Hezbolá chiita libanés y por Irán caerían sobre Tel Aviv y su región en caso de una hipotética guerra con Israel, según un informe oficial israelí.»

Maravilla de maravillas.

Inmediatamente sobrevienen las preguntas lógicas: en caso de guerra, ¿qué podrían enviar, en lugar de lluvia de misiles, los enemigos?: ¿lluvia de flores, de pelotas de tennis, fuegos artificiales?

Y sobre todo, en caso de guerra de Israel con quien sea: ¿qué enviaría Israel sobre «su enemigo»? Tiene que ser algo distinto, tal vez tortas de crema, puesto que tanto sorprende lo que harían hipotéticos enemigos…

Otro esguince semántico: el texto «republicano» habla todo el tiempo de la guerra de diversos actores (islámicos, todos ellos) con Israel. Pero la historia nos cuenta algo bastante diferente o en todo caso complementario, y es la guerra de Israel contra diversos «actores», que han tenido, tienen, la mala costumbre de resistir invasiones, apropiaciones, expropiaciones, avasallamientos.

• Informando Página 12 [10] de lo «qué dicen los palestinos que resisten la tregua«, titula una nota a cuatro columnas −es decir cubriendo casi todo su ancho de página−: «Terroristas y a mucha honra«. Se refiere a acciones violentas desencadenadas a partir de la llamada Intifada Al-Aqsa. [11] Denominan «terroristas» a quienes, armados, están dispuestos a matar y morir en sus enfrentamientos con las fuerzas armadas israelíes, tanto las oficiales como las irregulares y que extienden la violencia hasta la población civil del ocupante. Lo cierto es que la violencia impone una presencia aterradora.

El sesgo aquí se expresa en que no se conoce un solo título de Página 12 dedicado a informar de quienes, sociológicamente hablando, son y han sido, con ese lenguaje, terroristas sionistas que «a mucha honra» han cometido todas las tropelías que han ejecutado. No sólo que no se les conoce o reconoce tales títulos sino que desde Página 12 han polemizado con algunos otros medios gráficos que lo han planteado (y estoy recordando una polémica con el cotidiano Sur, Buenos Aires, en los ’90, en que apenas se barajaban estos calificativos en términos históricos; terrorismo sionista de la década del ’40). Es todavía más difícil abordar las acciones terroristas israelíes actuales hasta por una cuestión lexical: Israel, como EE.UU., se ha cuidado mucho de calificar de «terroristas» a quienes llevan a cabo sus operaciones liquidando, envenenando, haciendo explotar autos, teléfonos o alguna otra instalación usada por combatientes o resistentes palestinos al Estado de Israel. En todo caso, se los denomina «agentes secretos», «operativos del MOSSAD», «personal en tareas especiales», jamás terroristas.

• Análogamente Clarìn [12] ha publicado, por ejemplo, una foto a todo color ocupando la mitad del ancho de página: una «abuela» palestina blandiendo, amenazante, una pistola (sus brazos a medias sostenidos por un hombre más joven atrás). Es una madre que acaba de perder a un hijo. El gesto es de rabia. Nada similar hemos visto jamás de fotos de colonos judíos o soldados israelíes blandiendo un arma, amenazando. A lo más, exhibición de armamento, a menudo de enorme complejidad y potencia, pero sostenido con «objetividad».

Durante las décadas de los ’60 y ’70, el guerrillerismo asumido por la dirección palestina apostó a la lucha armada de una vanguardia con apoyo, pero sin protagonismo más directo de «la gente». Esa línea política no parece haber sido la más fértil, porque se fue agotando políticamente y fue dejando un aparato, primero en la OLP y luego en la Autoridad Palestina, arteramente sostenido y financiado por Israel. Los intentos de enfrentar la colonización sionista con violencia a su vez le permitió a la dirección israelí presentar a la sociedad colonialista como agredida. Una total inversión de la realidad. Las intifadas, tanto la desatada en 1987 como la del 2000 reasumieron las formas civiles y callejeras de resistencia social. Con el despliegue de tales acciones, entiendo que se ha ido visualizando más el carácter invasivo del asentamiento sionista en Palestina. Es posible incluso que el recrudecimiento de los abusos y la militarización provenga de la sensación que tienen los colonialistas que los natives son cada vez más tenaces defensores de la tierra que le están arrebatando. Y tengo la impresión que hay cada vez más opinión pública que visualiza de qué lado está la represión y de qué lado la resistencia.

• Un pequeño ejemplo del sesgo occidentalista en Afganistán:

Página 12 [13] en un recuadro anónimo nos habla de «Bajas británicas en Afganistán«. Y nos cuenta que «soldados británicos que desarrollaban tareas [sic] en el sur murieron […] debido a [una] explosión.» El eufemismo para mencionar las tareas de la invasión y la ocupación posterior es conmovedor. Y el origen de la info debe ser porque entre los cuatro muertos había una «primera mujer militar muerta«, británica, claro. ¿Adónde habría ido a parar esta mujer militar ahora muerta? A este país, Afganistán, «arrasado por la guerra«. ¿Se ve la «ecuanimidad» y el «pudor» que esconde a los verdaderos responsables del estado del país afgano? No fue arrasado por militares británicos y estadounidenses, contra la opinión de tanta población civil británica y estadounidense, sino «por la guerra».

Clarín [14] titula «Israel: ultraortodoxos y árabes, al servicio militar«. Nada extraño que en una democracia con conscripción hagan el servicio militar también religiosos y gente de diversos orígenes étnicos o lingüísticos. Clarín presenta la noticia bajo esos presupuestos.

Nos aclara en el subtítulo: «Hasta ahora, por distintas causas, estaban exceptuados», con lo cual podríamos suponer que los fundamentalistas judíos podían estar exonerados del uso de armas como objetores de conciencia (algo que no se aplica tan así, puesto que entre sectores de la extrema derecha religiosa los hay muy afectos a las armas), y que los árabes fueran exonerados por una desconfianza básica del estado que se proclama judío y totalmente antilaico, hacia población que no pertenece a su «comunidad».

La noticia entonces, superando aquellas excepciones o autoexcepciones procuraría democratizar la conscripción… Al parecer, la medida es fruto de que otros sectores de población israelí están cansados de llevar los trajines de la ocupación y la actividad militar en tanto un sector de la población, muy piadoso, estudia únicamente la Biblia. En una palabra, reclaman una ampliación de brazos para portar armas.

¿Y con los árabes y «el temor de que se pasaran al enemigo en caso de enfrentamiento con árabes«? (ibíd.). Nos enteramos en el último parrafito: a los árabes se les hará cumplir «una especie de servicio social«.

¡Acabáramos! Nada de armas, nada de «servicio militar» entonces. Un título falso de toda falsedad. Y lo del «servicio», un recurso más, a ver si se puede seguir ahondando el zanjón, institucional, político, entre la población palestina del área israelí y la población palestina de los «territorios ocupados» (y de los expulsados en general).

El título nos hablaba como si de un estado multiétnico se tratara. La realidad sigue siendo la que se configuró en 1948: un «estado judío» al 100%, aunque tanto le pese, y con razón, a judíos que rechazan el racismo y la garantía de la inmobiliaria de un dios para gestar el embrollo forjado en el Mediterráneo oriental.



Notas

[1] Compartir la tierra de Canaán, Pluto Press (Londres, 2004) y Editorial Canaán, Buenos Aires, 2010.

[2] Noam Chomsky, «Gaza 2009. ‘Exterminad a todas las bestias'», 1 / 2 / 2009. De Haan pertenecía a lo que se llama «el antiguo Yishuv», la judería residente en Palestina desde tiempo inmemorial, ajena al proyecto colonialista del sionismo.

[3] Se estima que esa corta incursión, en 1991, de una coalición occidental con apoyos de estados árabes archirreaccionarios le significó a Irak la pérdida de 300 000 hombres y a EE.UU. una treintena de soldados. Irak había terminado una guerra agotadora de ocho años con un enemigo jurado, Irán, apenas dos años antes (1981-1989, en que por lo menos murió un millón de militares o militarizados, entre iraníes e iraquíes).

[4] Clarín, Buenos Aires,  22 / 3 / 2003.

[5] Página 12, Buenos Aires, 16 / 2 / 2002.

[6] Como ya lo había hecho cuando la matanza de los campamentos palestinos de Sabra y Shatila, a cargo de un ejército libanés del sur, cristiano maronita, que fungió como mano de obra del ejército sionista.

[7] 9 / 4 / 2002.

[8] Página 12, supl. futuro, 3 / 2 / 2007.

[9] La República, Montevideo, 25 / 3 / 2008.

[10] 23 / 3 / 2002.

[11] Probablemente el lector recuerde que esta rebelión comenzó a fines del 2000, por la provocación de un desfile con unos mil policías encabezado por Ariel Sharon en santuarios islámicos (la mezquita de Al-Aqsa, precisamente), desfile rechazado vivamente por la población palestina del lugar que de inmediato fue duramente reprimida con decenas de muertos (ninguno israelí), comprobándose que la inmensa mayoría de los heridos (y muertos) habían recibido balazos por encima de la cintura. Ese episodio dio lugar al levantamiento civil más formidable que generaron los palestinos, ya muy autonomizados de los aparatos políticos e ideológicos que hasta entonces habrían procurado representarlo.

[12] 16 / 3 / 2002.

[13] 19 / 6 / 2008.

[14] 9 / 7 / 2012.

Luis E. Sabini Fernández  es periodista, editor, integra el equipo docente de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.