Revisado para Rebelión por Ferran Muiños Ballester
El conflicto entre el Partido Popular y el grupo mediático Prisa, propietario entre otras empresas del diario El País, tras el anuncio de boicot del primero por las afirmaciones del presidente del segundo, Jesús de Polanco, merece que intentemos dilucidar a dónde puede llevar y a quién beneficia.
Alguien podría pensar que los dos están sufriendo agresiones, el grupo Prisa por el boicot y el PP por las acusaciones lanzadas contra ellos por el empresario. Pero hay un principio lógico cuando dos grupos de poder se enfrentan de una forma tan ostentosa, y es que los dos esperan salir ganando algo tras el combate -o durante el combate-; si no fuera así no se complicarían la existencia. Veamos pues qué gana cada uno en este duelo.
El grupo Prisa
En contra de lo que algunos puedan creer, el supuesto boicot no tendrá ninguna trascendencia en la cifra de lectores o audiencia de los medios de Prisa y menos todavía en su cuenta de resultados. El ciudadano receptivo al llamamiento del Partido Popular sin ninguna duda no era lector de El País ni oyente de la Ser. Y en cuanto a anunciantes y empresas, ellos no saben de causas políticas, sólo económicas: si anunciarse en los medios de Prisa o tener relaciones comerciales con ellos les beneficia lo seguirán haciendo sin dudarlo. Como tampoco parece que vayan a bajar las ventas y audiencias de los productos del grupo empresarial no tienen por qué resentirse sus ingresos publicatarios.
Por otro lado, nunca es mala la publicidad. Recordemos ese dicho en periodismo de que hablen de ti, aunque sea mal. Pero además el llamamiento al boicot puede lograr despertar un llamamiento a la solidaridad con, por ejemplo, el diario. De hecho ya circularon sms con el mensaje: «Este domingo se pretende conseguir récord de lectura de El País. Respuesta a la prepotencia del PP. Participa. Pásalo» (sic). Incluso el PSOE regalaba cientos de ejemplares de El País en la su VI Convención Municipal en Madrid el pasado domingo. Lo que siempre hubiera querido poder hacer y nunca se atrevió ayer lo consiguió, y además quedó como defensor de la libertad de expresión.
Pero probablemente lo que mejor le ha venido, en especial a El País, es que, satanizado por el Partido Popular, ha logrado recuperar su pedigrí de izquierdas y progresista que tantos réditos le producen. Ya nadie se acuerda de que el editorial del diario cuando el golpe de Estado en Venezuela lo podía haber escrito el ministro de Exteriores del PP de entonces Josep Piqué sin ningún problema.
El Partido Popular
La derecha española se ha escandalizado con unas declaraciones del presidente de Prisa, pero no ha establecido ninguna acusación sobre los contenidos informativos de esos medios. Es decir, si Jesús de Polanco no hubiera dicho esas cuatro palabras afirmando que las manifestaciones del PP eran franquismo puro y duro, no hubiéramos escuchado ninguna crítica del Partido Popular a la cobertura informativa de esas manifestaciones que fueron esplendorosamente recogidas en El País.
Sin ninguna duda, han sido más agresivos y faltos de ética muchos medios de la derecha montaraz contra el gobierno: basta con escuchar la COPE y a Jiménez Losantos. O El País cuando satanizó a Julio Anguita e Izquierda Unida en la época en que su apoyo electoral podía preocupar al PSOE.
Con su arrebato, el PP logra introducir un nuevo elemento de crispación política que, acertados o no, ha decidido como apuesta estratégica hace tiempo. Además intentan inocular la idea de que son víctimas de una desigual política informativa, sin explicarlo con un estudio serio, como sí lo hicieron algunos colectivos académicos como Aideka sobre la información de RTVE en la época de Aznar. Con ese victimismo intentan despertar la adhesión y solidaridad entre los suyos, convencidos ahora del martirilogio al que sus líderes están siendo sometidos por Polanco, quien por cierto nunca se metió en política y menos para criticar a la derecha.
No piensan de forma tan diferente
En el fondo, el combate ideológico entre Partido Popular y el diario El País es sobre la atenuación de la pena a un miembro de ETA y las divagaciones sobre el atentado de Atocha. Ellos no tienen ninguna discrepancia sobre la política económica española, la reverencia a la monarquía y o el silenciamiento y desprecio de movilizaciones de trabajadores despedidos, cierres empresariales y manifestaciones republicanas, contra la OTAN, la Constitución Europea o altermundistas. Los dos satanizan por igual en América Latina a Fidel Castro, Hugo Chávez o Evo Morales y ambos laurean a Felipe Calderón o Álvaro Uribe. Los dos reconocen la evidencia de la catástrofe de la invasión a Iraq pero continúan sin criticar la ocupación en Afganistán o el golpe de Estado en Haití. Ambos niegan a los lectores la importancia de las multinacionales españolas en tragedias y empobrecimientos en países como Nicaragua (Unión Fenosa), Chile (Endesa), Argentina (Telefónica y Repsol) o Colombia (Repsol). El País y el PP comparten las políticas europeas de privatizaciones de la educación universitaria, el déficit democrático de las instituciones y las políticas económicas del Banco Central Europeo.
No estamos asistiendo a ninguna agresión a la libertad de expresión, el presidente de un grupo empresarial puede opinar lo que quiera sobre las manifestaciones del PP y un partido puede negarse a conceder entrevistas y su presupuesto de publicidad a quien considere. La única falta de libertad de expresión la tienen los altermundistas, sindicalistas, republicanos y movimientos populares mundiales que están vetados en todos los grandes medios y cuyo ideario es silenciado por los principales partidos del panorama español. Y sin embargo, Partido Popular y grupo Prisa nos quieren convencer de que ellos son las víctimas y los agredidos, un nuevo ideario común.