Como en los clásicos interrogatorios policiales, el programa Contacto del martes 22 contó con un policía malo y uno bueno. El primero, Emilio Sutherland, hizo gala de una batería de lenguaje discriminatorio contra el pueblo mapuche. Las expresiones «terroristas», «clima de temor», se reiteraban al compás de una música incidental siniestra, al tiempo que se […]
Como en los clásicos interrogatorios policiales, el programa Contacto del martes 22 contó con un policía malo y uno bueno. El primero, Emilio Sutherland, hizo gala de una batería de lenguaje discriminatorio contra el pueblo mapuche. Las expresiones «terroristas», «clima de temor», se reiteraban al compás de una música incidental siniestra, al tiempo que se pasaban hasta el hartazgo imágenes de incendios de tractores y bodegas.
El poli bueno, Juan Francisco Riumalló, jugaba con los niños mapuche, intentando describir el «lado humano» de un conflicto que no nació en la década de 1990, como sugiere el reportaje.
«¿Guerrilla en Arauco?», tenía un objetivo muy claro, coherente con el tratamiento que los medios nacionales dan al mal llamado «conflicto mapuche». Descontextualizado, ahistórico, el documento de Canal 13 insiste en representar las demandas del pueblo mapuche como un problema policial, con derivaciones militares.
Y desde esa perspectiva resultó doblemente discriminatorio. Las fuentes más consultadas: los fiscales del Ministerio Público, cuyas declaraciones ponen en evidencia que para ellos el principio de objetividad establecido en la ley es letra muerta. Su tono más bien respondía a la doctrina de la seguridad nacional, al enemigo interno. Era esperable, como contrapunto, escuchar el testimonio de abogados defensores, historiadores y sociólogos, pero naturalmente no ocurrió. El discurso antiterrorista no admite réplica.
Las entrevistas a miembros de la Coordinadora Arauco Malleco y a comuneros mapuche ocuparon espacios muy reducidos en relación a la extensión del reportaje. Y aquí es necesario anotar que derechamente se negó la existencia de las otras múltiples organizaciones y dimensiones de la lucha del pueblo mapuche.
Las palabras «represión» o «militarización» no tuvieron cabida. Sólo descripciones vagas e insuficientes de la realidad de los allanamientos y el hostigamiento policial. Así, por ejemplo, se entrevistó a una sicóloga que se ocupaba de los «niños víctimas de la violencia directa o indirecta a causa de enfrentamientos con carabineros», en palabras de Riumalló.
Tal fue la asimetría, que se ocuparon 10 minutos para relatar con lujo de detalles, el asalto a la casa de los cuidadores de un fundo. Para referirse al homicidio de Matías Catrileo, perpetrado por carabineros, 5 segundos.
Más aun, en la larga descripción del «clima de temor» que presuntamente afectaba a los propietarios del fundo San Sebastián, se mencionó el crimen de Jaime Mendoza Collío como un simple elemento de contexto, apenas parte del paisaje.
Al margen de la pobre calidad periodística del programa Contacto, parece evidente que se recurrió a ciertos principios de la propaganda, atribuídos a Joseph Goebbels. Vulgarización, simplificación, silenciación, que seguirán siendo eficaces en la medida que no se de la palabra a quienes sostienen demandas legítimas. Que se abra un debate democrático, lo que parece muy lejano.
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