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La inflación no existe es que los precios aumentan (A. Fernández)

El tomate y la psicopateada kirchnerista

Fuentes: Rebelión

  «Acá, en la Argentina, para que ustedes lo tengan claro, el índice está perfecto; se lo ha supervisado perfectamente; lo hemos hecho auditar. Hablamos del índice del Indec y del índice de la oposición. Estamos en un proceso electoral. Entonces, como no saben qué hacer, han inventado esta idea del índice de la oposición».( […]

 
«Acá, en la Argentina, para que ustedes lo tengan claro, el índice está perfecto; se lo ha supervisado perfectamente; lo hemos hecho auditar. Hablamos del índice del Indec y del índice de la oposición. Estamos en un proceso electoral. Entonces, como no saben qué hacer, han inventado esta idea del índice de la oposición».( declaraciones del presidente Kirchner)
 
El presidente Kirchner y su candidata esposa han considerado que las mediciones realizadas por el Indec «están perfectas». Es decir que la generalizada certeza de que los índices de inflación son mentirosos, es apenas una «sensación popular»alejada de la realidad kirchnerista, caracterizada, en su momento, como «el paraíso» por el ministro Fernández.
 
Enredado en sus propias contradicciones y en su febril objetivo electoral, el kirchnerismo, realiza toda una suerte de malabares discursivos para concluir en una doble y falsa lectura sobre el fenómeno del aumento de precios: por un lado lo politiza, acusando del problema a sus «opositores», por el otro lo psicopatea.
 
Si el problema inflacionario, es el simple producto de la campaña electoral opositora; el presidente Kirchner debería pensar seriamente en ir haciendo las valijas matrimoniales y despidiéndose de La rosada después de octubre, ya que, en contra de todos los pronósticos, a una  oposición que tiene la suficiente capacidad como para despertar semejante adhesión a sus denuncias sobre el fenómeno inflacionario -logrando influir en forma tan contundente y decisiva en la opinión del electorado- no podemos dejar de considerarle grandes posibilidades electorales que, al menos, la ubicarían en una segunda vuelta junto al «caballo del comisario», con lo cual quedaría desmentida la pretensión cristinista de correr sola; cosa que el presidente, según afirma cotidianamente, rechaza de plano.
 
Pero si en el aspecto político el presidente no parece acertarle a la lógica, en el aspecto sociopsicológico parece no irle mejor.
Cuando el presidente, su esposa y el gabinete en pleno consideran a las mediciones del Indec como una muestra de la más elevada perfección estadística, en contra de lo que piensan y perciben  la mayoría de los mortales  en nuestro país,  no hacen otra cosa que acusar a la sociedad de estar atravesando por un extraño fenómeno de enajenación de la realidad; una especie de psicosis colectiva, producto quizás de la falta de consumo de tomates o calabaza en su dieta cotidiana. Esta ocurrencia, le ha venido costando hasta acá, la perdida de gran parte de su caudal electoral, pero el presidente es un hombre impulsivo e insistente que no casualmente cuenta entre sus amigos a tipos como Varizat.
Kirchner, su candidata esposa y, por supuesto, sus compinches de ruta, actúan de esta manera como esos hombres torpes y un poco cortos de entendederas que al golpearse con un objeto, le adjudican a la cosa una intención en contra de su persona y entre maldiciones y lagrimas vuelven a golpearlo, con lo cual, sólo contribuyen a aumentar su dolor.
 
Las mediciones del Indec, sin embargo, son cuestionadas por razones más simples que por los motivos conspirativos o de una sociedad ausente del principio de realidad que se le adjudican desde el gobierno. Las mediciones del Indec son cuestionadas y rechazadas por el hecho de ser falsas.
No existe trabajador que,  invirtiendo el 70 u 80% de sus salarios en la compra de alimentos, pueda ignorar la cualidad fugaz que han adquirido, en la actualidad, los billetes de 100 pesos.
 
La oposición con Kirchner
 
El kirchnerismo debería ser un poco más agradecido con la oposición burguesa y de centroizquierda que lo acompaña, reconociéndoles, en principio, el gran favor electoral que le prestan al no plantear seriamente ninguna medida coherente en contra de la carestía.
Mientras los «opositores» devenidos en «consumidores indignados» organizan campañas de boicot al tomate; los incrementos de precios del resto de los productos de la canasta familiar continúan su carrera alcista.
La idea del conjunto de las ONG antitomate, es dirigir la real preocupación popular por los incrementos de precios al camino de la protesta mediática evitando, de esta manera, que la protesta tome la calle y los lugares de trabajo.
Si los «consumidores opositores», pretendieran que su campaña tuviera algún viso de seriedad y que las mercaderías estuvieran al alcance de los sueldos, deberían ponerle fecha a un gran «piquete nacional antiinflacionario» en lugar de posar su «indignación» frente a las cámaras de televisión en las puertas de alguna verdulería de barrio. No lo hacen, ni lo harán. Y esto por una razón muy simple, cualquier lucha en contra de la inflación pasa necesariamente por el inmediato aumento de salarios, ajustados al costo de vida, y los llamados «consumidores organizados» no están dispuestos a franquear las barreras salariales dispuesta por las empresas capitalistas.
La voluntad de aparecer como «consumidores responsables», que exigen del mercado que cumpla con sus leyes pero que no se cometan excesos, es una vieja práctica distraccionista saludada como eficiente por los propios formadores de precios y hasta por el propio presidente Kirchner.
 
La llamada oposición, no esta dispuesta a explotar el descomunal aumento del precio del tomate ( la papa, la calabaza y el resto de alimentos) para movilizar políticamente a las masas e infringirle una derrota política al kirchnerismo tanto en las urnas como en la batalla contra el alza de precios. Sus protestas pueden ampliarse al resto de las hortalizas, pero  de ninguna manera tomarán un carácter de lucha sistemática, abandonando las veredas de las verdulerías y ganando las calles, porque una lucha tenaz en contra de la carestía movilizaría fuerzas populares que a ninguno de los candidatos les interesa convocar.
La oposición usa propagandisticamente el tema de los precios para juntar alguno que otro voto de los consumidores, aunque en la intimidad permanece como un rehén del mercado.
 
Rehenes de la inflación y de la hipocresía
 
Tanto el kirchnerismo como el resto de sus supuestos opositores son rehenes de la inflación y de la hipocresía de los índices.
En principio, la política de superávit fiscal, saludada por todos como un gran logro de la gestión actual, se basa fundamentalmente en la recaudación del IVA.
El indiscriminado aumento de precios arrastra necesariamente el indiscriminado aumento en la recaudación del IVA que, como se sabe, lo pagan fundamentalmente los sectores populares y lo cobran, subsidios y prebendas mediante, los empresarios que participan en las cenas y en el pedido de explicaciones, a los principales candidatos, sobre cuales van a ser las acciones que terminaran incrementando sus ganancias.
De cada 100 pesos que cobra el trabajador 21 pesos vuelven al estado en forma de IVA. La cuenta es simple por cada kilo de tomates, antes del aumento, el estado recaudaba o,60 ctvos. mientras que, en la actualidad, recauda 2,10. El mantenimiento y crecimiento del superávit fiscal se realiza desangrando los salarios obreros.
 
Ya es vox populi que el costo de los bienes y servicios aumentará con mayor ímpetu después de las elecciones. A partir de noviembre, le llega el turno al aumento de las tarifas, mientras otros rubros como alimentos, vestido seguirán en su loca carrera ascendente.
Sin embargo, es para la aplicación de este plan que la candidata apeló al «Pacto social» abriendo una brecha enorme entre las camarillas burocráticas de las centrales obreras.
Aparentemente la única fórmula de gobierno que maneja Cristina para parar la inflación es la concertación y la concertación es, como hemos denunciado desde estas paginas, un pacto corporativo entre el kirchnerismo sindicalistas y empresarios para tirar abajo los sueldos y descargar todo el peso de la «crisis de crecimiento» sobre las espaldas de los trabajadores. Experiencia que obtuvo un rotundo fracaso en las décadas del ´70 y que terminó en el celebre rodrigazo  del 75 y con la llegada de los Von Wernich al poder en el 76.
Los Kirchner, creen que el superávit fiscal acumulado, les permitirá, en esta oportunidad, hacer posible lo que a don Celestino Rodrigo no se le dio en su momento, esto es, devaluar salarios, basándose en la inflación,  generando un colchón de ganancias capitalistas que les permita volver a un ciclo de «inflación cero» sin recesión. Pero, para que este plan pase, es necesario que los trabajadores renuncien a su propia subsistencia cosa que, por lo que se ve entre la nueva clase obrera, muy difícilmente suceda sin que se produzcan fuertes enfrentamientos sociales.