En América Latina –a partir del siglo XXI– la contienda electoral se consolidó como la única vía posible para llegar a gobernar los estados nacionales. Muy atrás quedó, por el momento, la idea de hacerse del poder por la vía de la lucha armada (más allá de sus variantes), como así también, a través de golpes de estados de carácter cívico-militar para implementar dictaduras como las que azotaron América del Sur y Central en el siglo XX. Sí, aparecieron, sin embargo, los “golpes blandos” que se dieron en Paraguay, Ecuador, Brasil, Bolivia, etc., con el objetivo de socavar los procesos de gobiernos de carácter popular, y que provocaron una dinámica particular de alternancia en los gobiernos de los estados de América Latina.
Estas alternancias se manifiestan en la puja de dos modelos: uno con exclusión social y represión, alineado a los intereses de EEUU, con una entrega total de la soberanía y el otro con inclusión social y garantía de derechos, apostando a que la dinámica interna avance en el ejercicio de la soberanía con la mirada puesta en la región. Aunque ambos modelos en pugna son – objetivamente – empujados por una dinámica mundial que implacablemente avanza en la concentración y centralización de las riquezas. Estas características de concentración y centralización son buscadas y profundizadas en los proyectos políticos encarnados por las derechas liberales, y no han podido ser resueltas por los gobiernos populares de nuestra patria grande.
Desde este punto de partida, y sin dejar de mirar la disputa en el plano internacional que puede definirse como un proceso hacia el fin del unilateralismo (hegemonía estadounidense) y la clara aparición de un mundo multipolar, la coyuntura electoral 2023 en Argentina se disputa entre dos grandes alianzas políticas-electorales: Unión por la Patria (UxLaP) y Juntos por el Cambio (JxC).
Las dos alianzas asumen la batalla electoral en el marco de un descontento generalizado de una porción importante en nuestra sociedad (que define elecciones) y que se refleja en un abstencionismo electoral que supera la media de los últimos años. En este contexto, las elecciones provinciales, arrojaron resultados a favor de ambas alianzas. Los resultados jugados hasta ahora dejan un final abierto a siete días de las P.A.S.O.
Nadie tiene asegurada la victoria en las urnas, y este 13 de agosto, más allá de definir las y los candidatos que van a representar a cada alianza en las elecciones nacionales del 22 de octubre del 2023, se verá qué espacio queda mejor perfilado y qué candidato tiene mayor proyección. Por eso es necesario decidir, sin distracción alguna, cuál es la alianza política-electoral, y fórmula que conviene para los intereses de las mayorías.
Es claro que la alianza de Juntos por el Cambio tiene la interna más dura para definir cuál será su candidata o candidato para la presidencia, y representa cabalmente el espacio político de la derecha liberal. La alianza de Unión por la Patria representa al espacio político de carácter popular, peronista y progresista. Entre ambas fórmulas, la de Grabois-Abal Medina cobra relevancia porque retiene votos en Unión por la Patria y la de Massa-Rossi se lleva todas las probabilidades de ganar las PASO de UxP. Para llegar bien a Octubre, necesitamos tener el triunfador de las PASO de TODO el arco electoral.
Para lograr este propósito hay que votar a Unión por la Patria en su fórmula Massa-Rossi. Esta decisión no deja de ver, ni pretende esconder, las contradicciones propias de la alianza política electoral y/o de la figura presidencial de Sergio Massa, que implica resquemores por su historial y recorrido político.
Estamos ante un proceso eleccionario que seguramente tendrá tres instancias y en el cual deberemos militar, recorrer y convencer cuerpo a cuerpo y voto a voto con el objetivo central de que la derecha liberal, representada tanto en Bullrich como en Larreta-Morales, no gobierne en la Argentina, y que sea Unión por la Patria quien gobierne durante el próximo mandato presidencial.
Votar a Massa-Rossi, cuando la decisión no parte de una práctica electoralista, no es error ni una declinación. El pragmatismo electoral no es un pecado. La política electoral es parte, del despliegue de tácticas que hacen a determinada estrategia . Cualquier estrategia que haga a la defensa de nuestra Patria y la dignidad de nuestro Pueblo no puede regalarle 4 años al modelo macrista.
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