Siguiendo con su estrategia de seleccionar con cuidado en los «Wikileaks» los elementos que corresponden a su linea editorial derechista y resolutamente pro-americana, el diario madrileño El País acaba de convertir el complot para asesinar al presidente Evo Morales, en una conspiración del propio gobierno boliviano. Y lo hace a partir del supuesto testimonio de […]
Siguiendo con su estrategia de seleccionar con cuidado en los «Wikileaks» los elementos que corresponden a su linea editorial derechista y resolutamente pro-americana, el diario madrileño El País acaba de convertir el complot para asesinar al presidente Evo Morales, en una conspiración del propio gobierno boliviano. Y lo hace a partir del supuesto testimonio de un informante anónimo de la Embajada norteamericana en La Paz, citado en un reporte repleto de inexactitudes y omisiones.
Maite Rico, la analista encargada de esta tarea en la sucursal madrileña de la cadena Prisa, logró retorcer el contenido de unos tres informes de alta mediocridad, ni secretos sino «confidenciales», de la embajada USA dirigido al correspondiente canal burocrático del Departamento de Estado, para llegar a la conclusión que «EE UU sospecha que el Gobierno de Bolivia simuló una trama terrorista» en este caso comprobado de intento de magnicidio.
El material del rotativo español que se pretende «global» surge justo cuando la Fiscalía boliviana acusó a 39 personas de haber mantenido nexos con mercenarios extranjeros que planeaban asesinar al presidente Evo Morales y balcanizar el país. La amplia investigación de la Fiscalía reveló los nexos políticos y militares del boliviano-croata-húngaro Eduardo Rózsa Flores, muerto en un tiroteo con la policía el 16 de abril de 2009 en un hotel de la ciudad boliviana de Santa Cruz.
«Una fuente cercana al caso»… y a la embajada USA
Usando un estilo de novela policiaca donde «un comando de élite de la policía boliviana irrumpe en el hotel Las Américas de Santa Cruz» y «veinte minutos más tarde, los cadáveres semidesnudos de tres hombres yacen tiroteados en sus habitaciones», Rico calienta el lector antes de entregar el pedazo de información llegado a la embajada desde Santa Cruz, ciudad donde los propios diplomáticos hicieron todo para alentar una secesión que fracasó.
Según la redactora, una «fuente cercana al caso», que llama luego «un testigo», ofreció a la Embajada de EE UU «una versión muy diferente» a la de las autoridades bolivianas. Según el reporte de este «contacto», sin dudas remunerado, los mercenarios implicados en el caso «fueron contratados en realidad por los servicios de inteligencia bolivianos para montar una falsa trama terrorista y justificar la persecución desatada después contra los dirigentes de Santa Cruz, bastión opositor al Gobierno».
«Según este relato, recogido en un cable de mayo de 2009, los mismos servicios secretos liquidaron a Rósza, Magyarosi y Dwyer (sus cómplices) para borrar pistas y sembraron pruebas falsas. Los otros dos, Tadic y Toaso, salvaron su vida porque no estaban al corriente de la trama y porque las autoridades los utilizarían como testigos para apuntalar el montaje».
En otras palabras, la policía boliviana contrató a los mercenarios para luego asesinarlos. Sigue otra «revelación» donde los dos mercenarios sobrevivientes son torturados.
Rico lo confiesa: «La embajada asegura que no tiene forma de comprobar la versión, pero añade que la fuente es un personaje bien situado y con una trayectoria solvente».
Que una embajada extranjera disponga de una red de espías, informantes, corresponsales y otros colaboradores – tal como lo denunció en su momento el ex agente CIA Philip Agee no sorprende en nada a la periodista de El País.
Un testigo que se la sabe toda, salvo lo que ignora
Dejando de nuevo el contenido de los cables que supuestamente justifican el titulo que encabeza su creación literaria, Rico afirma que «el caso ha estado salpicado de irregularidades desde el principio», y empieza a reunir de forma descabellada fragmentos de información que «pegan» con su tesis.
Regresa luego al «testigo» cuyas afirmaciones no se pueden averiguar. Según el misterioso personaje, que a lo mejor ni existe, «quien realmente contrató a Rózsa fue el coronel Jorge Santiesteban, entonces jefe de Inteligencia de la policía, y su segundo, el capitán Walter Andrade».
«No se sabe cuál era el vínculo entre Rózsa y Santiesteban. Lo cierto, según el testigo, es que el coronel dirigió el asalto al hotel y asesinó a los tres hombres «para borrar huellas».
Todo en el texto de El País tiene como propósito atacar y desacreditar el trabajo de la Fiscalía.
«En toda buena conspiración que se precie, no podía faltar EE UU. La embajada se muestra preocupada desde el primer momento. Y sus temores se confirman a principios de este año, cuando el fiscal general anuncia que había encontrado unos correos electrónicos de Rósza que demostraban que tenía contacto con la CIA», escribe Rico con evidente intencionalidad.
El propósito del texto de El País es evidente. Al utilizar afirmaciones de un ciudadano boliviano que informa una embajada extranjera hostil, acerca de temas que tocan la seguridad del estado – algo que corresponde a la definición del espionaje en cualquier parte del mundo – el periódico de la cadena Prisa vinculada a la extrema derecha española, intenta desaparecer decenas de informaciones reales, comprobadas, documentadas que han demostrado un complot criminal detrás del cual la CIA no puede ser ausente.
¿Belovai o Belovays? Al funcionario se le falla la memoria
La lectura del texto original en ingles de los cables «confidenciales» citados por El País revelan algo bien diferente de la imagen proyectada por la «analista» Rico.
El resumen del caso Rosza hecho por el autor del cable, sin dudas un subalterno del subalterno, es reducido a un nivel elemental, muy superficial y comporta errores tan groseros que el apellido del ex espía húngaro Istvan Belovai, nombrado en el caso, que se convierte (¿a proposito?) en «Belovays» sin nombre.
Se sabe desde meses que el agente de la CIA Istvan Belovai, asesoraba la conspiración de Eduardo Rosza. Lo reveló la computadora del paramilitar. La correspondencia electrónica entre Rozsa y Belovai, fue estudiada meticulosamente por el centro de investigación boliviano Datos & Análisis, de Cochabamba.
Lo que no puede ignorar El País es que Belovai – un ex oficial húngaro de inteligencia – falleció el 6 de noviembre de 2009, en Denver, Estados Unidos, justo cuando se reveló en Bolivia la existencia de esta correspondencia.
Uno de los cables norteamericanos hace sin embargo una interesante revelación que no menciona El País al confirmar, con sorprendente ingenuidad, que el representante de la Human Rigths Foundation en Bolivia, Hugo Achá Melgar, era un informante de la embajada y que diplomáticos fueron a visitarlo en dos oportunidades en Santa Cruz después del intento de asesinato.
Según el cable, Achá se queja entonces de no poder viajar a la capital por miedo de ser arrestado, precisamente en relación con el complot. Resulta que Achá radica hoy en Estados Unidos donde recibe toda el apoyo de los servicios norteamericanos a pesar de haber sido denunciado en su país como uno de los principales financistas de la Guerra Terrorista que se quiso armar en Bolivia.
Achá Melgar estaba entonces en contacto constante con quién dirigía desde Nueva York las actividades de la fundación fachada de la CIA que representaba, el terrorista cubanoamericano Armando Valladares.
«La relación entre Hugo Achá Melgar y Valladares es directa, pues este abogado se jactaba públicamente de ello -era co-conductor de un programa de televisión muy visto en Santa Cruz, donde solía referirse a Valladares como su «dilecto amigo personal». De hecho a partir del nexo directo entre Achá Melgar y Valladares se produjo la llegada de «observadores internacionales» -agentes anti-castristas- a Santa cruz durante el referéndum de enero 2009 y por lo visto entre esos «observadores» estuvo también Belovai», recuerda el antropologo e investigador boliviano Wilson García Mérida.
Valladares, el terrorista de origen cubano arrestado en La Habana con Carlos Alberto Montaner en diciembre de 1960 mientras dirigían atentados en las tiendas y cines de la capital, por cuenta de la CIA, manejaba su organización subversiva desde el propio Empire State Building, de Nueva York, sin la menor interferencia del FBI.
Lo que no aparece en las filtraciones seleccionadas por El País y que este tampoco juzgo necesario mencionar, es que entre los cabecillas del Consejo Supremo que dirigió la conspiración para asesinar a Evo Morales se encontraba el influyente empresario de Santa Cruz, Branko Marinkovic, croata de origen, hoy refugiado en Estados Unidos y el gerente del Centro de Arbitraje y Conciliación de Santa Cruz, Alejandro Melgar Pereira, que lo acompaña en este mismo destino del Norte.
En cuanto a Rózsa Flores estuvo en contacto con UnoAmérica, organización fascista de América Latina encabezada por Alejandro Peña Esclusa, detenido este 5 de julio por funcionarios del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), tras un operativo realizado en su residencia de Caracas donde se le decomisó un kilogramo de explosivo C4 y 100 detonadores.
De esto, El País prefiere no hablar.
Los informes de embajadas destinados a la burocracia del Departamento de Estado tienen un valor limitado, en particular los que no llevan altos niveles de seguridad, y no transitan por ahí los informes top secretos destinados a las más altas esferas de la Agencia Central de Inteligencia que comportan elementos de real peso.