La red de médicos que trabajan en las zonas sojeras aseguran que cambió el patrón de enfermedades. La tasa de abortos espontáneos llega al 19 por ciento. Afirman que aumentan la infertilidad y los nacimientos con malformaciones. Después de 15 años de fumigaciones sistemáticas, los equipos de salud de estos pueblos detectan un cambio en […]
La red de médicos que trabajan en las zonas sojeras aseguran que cambió el patrón de enfermedades. La tasa de abortos espontáneos llega al 19 por ciento. Afirman que aumentan la infertilidad y los nacimientos con malformaciones.
Después de 15 años de fumigaciones sistemáticas, los equipos de salud de estos pueblos detectan un cambio en el patrón de enfermedades:
«Los problemas respiratorios son mucho más frecuentes y vinculados a las aplicaciones, igual que las dermatitis crónicas; de la misma manera, los pacientes epilépticos convulsionan mucho más frecuentemente en época de fumigación, son más frecuentes la depresión y los trastornos inmunitarios. Se registran altas tasas de abortos espontáneos (hasta del 19%) y aumentó notablemente las consultas por infertilidad en varones y mujeres.
Los rebaños de cabras de los campesinos y originarios registran, en algunas zonas, hasta un 100% de abortos vinculados a la exposición con pesticidas. Se detecta también un aumento de trastornos tiroideos y de diabetes. Cada vez nacen más niños con malformaciones, especialmente si los primeros meses del embarazo coinciden con la época de fumigaciones», señala un informe de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados. Son poblaciones de La Pampa, Salta, Jujuy, San Luis y Catamarca y casi en su totalidad en Chaco, Santiago del Estero, Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires, Corrientes y Entre Ríos.
Los pueblos fumigados también presentan un cambio en sus causas de muerte. «Según los datos de los registros civiles a los que hemos podido acceder, encontramos que más del 30% de las personas que mueren en estos pueblos fallecen por cáncer, mientras que en todo el país ese porcentaje es menor a 20%», consigna el trabajo firmado por el doctor Medardo Avila Vázquez.
En el informe señalan que en los últimos diez años, la frontera agrícola se ha expandido casi en un 60 por ciento. En ese marco, se aplican cantidades cada vez mayores de agroquímicos en un territorio donde conviven con los cultivos transgénicos más de 12 millones de personas.
La abogada ambientalista Graciela Gómez viene recopilando evidencia para alertar sobre el uso irracional de los agroquímicos y registró algunos casos que además patrocinó. En esas fotos puede verse un camión transportando cereales al puerto, en los peajes y en cualquier lugar de la ruta, donde paran y realizan el «voquilleo«, que es sacar la tapa donde ponen las pastillas de fosfinas para que no sean encontradas en la descarga del puerto. «Convierten al conductor en un cómplice más de las cerealeras que cuando uno de los camioneros muere, jamás se hacen cargo de ello», señala la letrada.
La lucha de Areco
«Los vecinos de Areco comenzaron la lucha en el 2000», dice Carlos Villar a Tiempo Argentino. «Todas sus casas lindan con una empresa de fertilizantes y agroquímicos. Luego supimos que teníamos al lado de nuestras casas no solamente ruidos y polvillo impregnado de agroquímicos, entonces juntamos testimonios, en dos días hicimos una encuesta de 50 personas, de las cuales 40 presentaban algún tipo de patología: dolores de cabeza, tos, cuadros de alergia, broncoespasmos y otros males que fue presentada Acción Social, entregada luego al director Salud.» A Carlos y a los vecinos jamás les llegó una respuesta. Hicieron una denuncia penal y civil, y lograron una clausura de 25 días. «En el término de dos años han fallecido en Areco diez personas de distintos tipos de cáncer, problemas de tiroides, quistes, próstata, cáncer de mamas y páncreas, en un radio de 200 metros a las cerealeras, otras han sido tratadas o operadas actualmente de las mismas patología, incluso el mismo denunciante Carlos Villar es una de las víctimas operadas», describe Gómez y agrega que «uno de los casos que más me impactó del viaje es el de Pedro Héctor Heredia. Tenía 53 años, falleció el 12 de febrero de 2009 en San Antonio de Areco. El hombre trabajó en el campo con máquinas cosechadoras. Comenzó con descomposturas y dolores. Finalmente le diagnosticaron ‘vasculitis por agroquímicos‘.
La misma muerte de Néstor Vargas de Vera, Santa Fe, y el sufrimiento actual de Fabián Tomasi en Basavilbaso, Entre Ríos, desidia del empleador a la que los jueces hacen vista gorda.»
En Areco, la cerealera Granel ya fue clausurada. El intendente Francisco Durañona anunció en una conferencia el 16 de febrero pasado la inminente sanción de una ordenanza con la «Prohibición total de la fumigación aérea en Areco» que estaría pronta a sancionarse. Todavía no hay ordenanza.
Otro vecino de Areco recientemente fallecido es Juan Carlos Fernández. El 2 de abril, a la edad de 59 años, el «Gallego» como le decían, dijo adiós. Días antes tenía que ir a la radio para hacer una entrevista con otros afectados y hablar de su insuficiencia respiratoria y su posible viaje a Córdoba a tratarse con profesionales sobre agroquímicos, que había ofrecido contactar la doctora Gómez los últimos días de marzo. Nunca llegó a la radio, se limitó a escuchar a los vecinos hablando de la contaminación y envió su último SMS a la radio: «¡Viva la soja, muera el hombre!«
Problemas respiratorios severos
El caso de Víctor Fernández, un vecino de la localidad de Albert i, provincia de Buenos Aires, es otro de los tantos que acuden a la abogada Gómez: «Su casa está a cinco metros de un campo que se siembra con soja y otros transgénicos, y desde hace seis años con cada siembra se fumiga por lo menos tres veces en cada cosecha. En el año 2011 estuvo a punto de morir por problemas endócrinos y respiratorios severos.» Este caso está siendo investigado por la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires, El caso que movilizó al Defensor del Pueblo y dio nacimiento a la Resolución 32/2011 es el del niño Estanislao Milesi de Mercedes, que fue fumigado a los dos años y se lo diagnosticó con leucemia.
«Todo vale, menos la vida»
Los Laureles es una localidad sobre la Ruta 1, entre Reconquista y Romang. Los aborígenes ocupan un barrio de unas cuatro manzanas a 100 m de la ruta, y esa calle, lleva directo al centro. Todos los que viven allí, son «fumigados» a esa escasa distancia, sin escapatoria. Esto es cosa habitual en otra Colonia aborigen mocoví Rahaclaglaté, del Paraje La Lola, Santa Fe, donde, como en otros tantos lugares del país, el negocio de la soja no descansa. En noviembre de 2009 Gómez denunció que allí dos días antes, un productor llegó hasta esa gente y les dio un aviso con ribetes macabros: «Que encierren los animales porque iban a fumigar y que si se morían, no se pagaban». «Todos los años denuncian cómo matan a sus gallinas, y sus pocos animales cada vez que llueve, flotando muertos, secando todas sus huertas, pero a nadie le importa, porque son aborígenes . Pero no es sorpresa en Santa Fe todo tiene un valor, menos la vida», dice la abogada Gómez.
En colonia La Lola crecen las denuncias por fumigaciones.
Hay aviones que riegan los cultivos, o «mosquitos» que fumigan frente a la escuela del lugar, a pocos metros de las casas. Se realizaron estudios. Sin embargo, hasta el momento, no se dio a conocer el informe que fue elaborado por la Agencia Santafesina de Seguridad Alimentaria, la ASSAL.
Hace poco menos de un mes, tanto el Parlamento Europeo como el BID aceptaron peticiones encaradas en el marco de la justicia internacional por parte de la doctora Gómez, para regular el uso de los pesticidas en todo el territorio argentino. Tal vez, la única esperanza que les queda a las víctimas del sistema agroexportador.