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Sobre Rosa Montero, El País, Venezuela y Cuba

En nombre de Jesús del Gran Poder y de Bush Imperator

Fuentes: Colectivo Cádiz Rebelde

Rosa Servil Trabajar para Jesús Polanco no debe ser cualquier cosa. Las palabras tienen que agruparse y cargarse de odio, servir a estrategias establecidas, acudir a determinados frentes de batalla. Venezuela y Cuba son dos de ellos. Así que, a la larga, de combate en combate, de objetivo en objetivo, de mentira en mentira, trabajar […]

Rosa Servil

Trabajar para Jesús Polanco no debe ser cualquier cosa. Las palabras tienen que agruparse y cargarse de odio, servir a estrategias establecidas, acudir a determinados frentes de batalla. Venezuela y Cuba son dos de ellos. Así que, a la larga, de combate en combate, de objetivo en objetivo, de mentira en mentira, trabajar para Polanco no sólo imprime determinado carácter sino que define, constituye, conforma, determina. Rosa Montero de Jesús del Gran Poder, por ejemplo.

Rosa es uno de los casos de determinación más extrema. El suyo es un ejemplo de profunda y completa corrupción intelectual. Montero rinde tributo periódico de vilezas a Jesús del Gran Poder que en el fondo transmite el vasallaje a un poder superior: el de Dios Padre, el de Bush Imperator.

El ejemplo de Montero lo es también de cómo se manejan ciertos medios de comunicación -El País en este caso- en los asuntos en los que sus empresas tienen intereses directos, asumen los de la élite empresarial mundial de la que forman parte, o en los que son cuestiones estratégicas para el Imperio. Nada que se pueda calificar, ni remotamente, por una sola línea, de «objetividad informativa»: puro trabajo de manipulación y de diseño de opinión, con técnica impecable y lenguaje para los «progres» que han acampado en el antiguo territorio enemigo, que han pedido -como dijo de manera certera Belén Gopegui- «que por favor les dejen estar en el sitio de los que han ganado».

Rosa Servil ha entrado desde hace muchos años en la disciplina del Gran Poder y sus opiniones son tan previsibles como desvergonzadas. Repite una y otra vez -ella sí- extremando cada vez más, la deshonestidad y el descaro. Transmite injurias y rencores inducidos, y sin duda muy rentables, que se han ido convirtiendo en obsesiones personales. Miente sin escrúpulo alguno mientras nos adormece con un tonillo benévolo o nos recrimina con apelaciones y prédicas a la pureza y a la verdad. Rosa Montero es uno de esos escritores que han vendido su pluma, a tanto la injuria, a tanto la difamación, a tanto la mentira, a tanto la reincidencia.

En campaña contra Chávez

Allá por enero de 2003, Rosa Montero expresaba un odio irracional contra el presidente Chávez -una de sus bestias negras-. Menudo disgusto se había llevado ya Rosa cuando el presidente, apoyado por un pueblo enardecido, revirtió el golpe fascista de abril; y se llevaría pocos días más tarde cuando Chávez resistió y salió de nuevo triunfante del lock out empresarial y el sabotaje petrolero. Los héroes de Montero -Carmona, militares de Altamira, Carlos Andrés Pérez, Coordinadora Democrática- se manifestaron en abril como unos fascistas de manual: liquidación de la Constitución y de todos los poderes del estado, incluyendo todos los cargos representativos, proclamación de un poder ilimitado en manos de Carmona, detenciones, allanamientos y apaleamientos; y como unos auténticos criminales -bloqueando y saboteando la distribución de alimentos- en diciembre y enero.

En defensa de esos gorilas y oligarcas que expresan con un indisimulable y escandaloso lenguaje racista y modos mafiosos, la Rosa Servil rompía sus propios códigos: reclamaba un golpe militar, un gobierno fascista, contra un presidente reelegido y reconfirmado en múltiples procesos electorales.

Por aquellos tiempos, 7 de enero de 2003, escribía Rosa Montero, cosas como ésta:

«Y es que en nuestras dudas sobre el conflicto de Venezuela se cuecen unas cuantas confusiones que los españoles arrastramos. Como, por ejemplo, la pervivencia del viejo y raído tópico de la revolución latinoamericana… Pero la confusión más importante es la de los límites del juego democrático: si a Chávez le han elegido por mayoría, nos decimos, entonces no hay nada más que hablar.

Sin embargo, a mí me parece que una democracia no es sólo un sistema de votaciones, sino sobre todo un sistema de derechos. Esto es, una democracia no consiste únicamente en que gane el representante de la mayoría, sino que además los derechos de la minoría han de ser respetados. No hay que sacralizar las urnas sin más; Hitler subió al poder por medio de los votos, pero perdió toda la legitimidad democrática por sus crímenes. No estoy diciendo que Chávez haya llegado ni mucho menos a los excesos del nazismo; pero su desgobierno y su demagogia autoritaria están hundiendo el país; los medios de comunicación están amenazados y los círculos bolivarianos, próximos al régimen, aterrorizan a media población. La crisis venezolana no es un asunto de pobres contra ricos, sino de una incipiente clase media democrática contra el caudillismo.»

Rosa Servil se lanza furiosa contra el «viejo y raído tópico de la revolución» -que al parecer le quita el sueño- y calla sobre otros tópicos mucho más protegidos y dañinos que ella conoce muy bien, como el de la democracia representativa o el de la libertad de prensa.

A partir de ahí elimina del aceptable «juego democrático» a Chávez con el razonable recurso de compararlo con Hitler. Con total abstracción de la impunidad absoluta con la que, según todos los observadores internacionales mínimamente imparciales, trabajan los medios de comunicación -los «Cuatro jinetes del Apocalipsis»- que participaron directamente en el diseño virtual y real del golpe de abril, Montero recuerda con solidaridad a los medios de comunicación venezolanos -amenazados según dice-, y a «media población aterrorizada» por los Círculos Bolivarianos.

«Aquí no hay ricos contra pobres -seguramente esa división social es para Montero otro tópico como el de la revolución latinoamericana- sino una incipiente clase media democrática contra el caudillismo».

Sólo le faltó a Rosa Montero cerrar su artículo con un rotundo ¡Viva Carmona!

Rosa Acorralada

Otro momento culminante del trabajo de Montero -esta vez en el pellejo de Rosa Acorralada– fue su columna: «Incorrección» contra Belén Gopegui. El cinismo en el que flota la periodista de Polanco es probablemente insuperable. Montero coloca la «corrección política» -las opiniones sostenidas por el poder- en el campo de la izquierda. Nada menos. Y del apoyo a la revolución cubana. Otra vez el «espejismo del paraíso revolucionario» vuelve a atormentarla. Rosa Acorralada no concibe otro ideal que el del capitalismo neoliberal.

Se refiere primero a Gopegui, a la que acusa falsamente de imitadora y reiterativa: «Asegura Gopegui que defender tal cosa -la revolución cubana- hoy es políticamente incorrecto, una frase que ha sido repetida hasta la saciedad por periodistas y críticos» -por cierto en la entrevista que le sirve de base para la diatriba, Gopegui no emplea la expresión que le atribuye Montero-. Seguidamente la acusa por «ese afán suyo de adoctrinar al mundo».

Frases manoseadas y adoctrinamiento, no está mal para empezar.

Después Montero habla de sí misma y aconseja con total desvergüenza:

«Para mí el sentido de la literatura consiste precisamente en intentar descubrir el sentido de las cosas. Es un viaje de conocimiento, y ha de ser lo más puro y radical posible: uno no puede comenzar ese viaje de exploración llevando ya las respuestas previamente. Los novelistas deberíamos ser como el niño del cuento que se atreve a decir (y a ver) que el Rey está desnudo; pero si estás cegado por tus propias ideas y tus inevitables prejuicios, lo único que conseguirás es ver solamente un tipo de traje».

El contraste entre lo que dice aquí y lo que se deduce de la cita anterior sobre Venezuela es extremadamente violento pero ninguna contradicción limita el «trabajo» de demolición en el que se emplea a fondo Rosa Acorralada.

Montero después de señalar que es el pensamiento de izquierda el que enmarca la corrección política, pide la cabeza de Rafael Conte, el responsable de concederle la palabra a Belén Gopegui. La cita no tiene desperdicio:

¿Qué es lo políticamente correcto? Pues aquel conjunto de valores convencionales que el poder sostiene en un momento dado. La cultura de este país y de Occidente ha estado en manos de la izquierda desde hace décadas. Y ese poder de izquierdas siempre apoyó a Cuba. Quienes fueron de verdad políticamente incorrectos fueron aquellos que, en años mucho más ortodoxos, se atrevieron a criticar a Castro, como Vargas Llosa o Solzhenitsyn; y pagaron un elevado precio por ello. Las críticas a Cuba, dentro de la izquierda más formal, empezaron sólo el año pasado, a raíz de las últimas y ya escandalosas barbaridades represivas del régimen castrista. Y esas críticas han sido y son débiles, titubeantes, dolorosas, porque a esa izquierda le apena perder el consolador espejismo del paraíso revolucionario. En EL PAÍS del sábado, Rafael Conte alababa del libro de Gopegui, sobre todo, esa reivindicación castrista, con la que dice estar de acuerdo. Y es el crítico literario más importante del periódico más importante de España. O sea, que los mandarines culturales siguen creyendo, contra toda evidencia, en el Edén de la revolución cubana, que es lo mismo que creer en el cielo cristiano, una cuestión de dogma y de fe. ¿Que la opinión de Gopegui es políticamente incorrecta? Hombre, pues no. Eso, precisamente, no.

Rosa Mil Veces Infame

Las expresiones más duras sobre la falta de respeto a la verdad resultan débiles ante la penúltima hazaña de Rosa Montero.

En un artículo publicado el día 26 de octubre: «Linda», la «periodista» Montero recoge un dramático suceso ocurrido en Venezuela y lo manipula de tal manera que queda en evidencia su absoluta degradación.

El secuestro durante tres meses, las violaciones sistemáticas y las terribles torturas a las que fue sometida Linda Loayza, una mujer de 21 años, y el resultado del juicio en el que un tribunal absuelve al seguro culpable, le sirve para lanzar una soflama antichavista desmesurada e indigna.

La enumeración de las torturas que sufrió Linda -en las que vuelca un comprensible y fácilmente compartido horror humanitario- «mordeduras, quemaduras de cigarrillos, golpes, cortes y mutilaciones varias, fractura severa del maxilar, labios arrancados con un alicate, pabellones de las orejas destruidos, un ojo desviado, costillas rotas, pezones cercenados, desgarro vaginal. Le han tenido que hacer nueve operaciones y las secuelas aún son evidentes, empezando por sus dificultades para hablar por la falta de un pedazo de lengua.», le sirven para la increíble inculpación de alguien absolutamente ajeno a esas brutalidades: Hugo Chávez.

También le sirve a este fin denigratorio la increíble actitud de los jueces que Montero califica de «acomodaticio miedo ante el poder». En el contexto que dibuja Rosa Infame, tal calificación es una segunda referencia acusatoria al presidente Chávez. No le importa a la periodista que ese mismo poder judicial sea el que declaró la inexistencia del golpe del 11 de abril, una sentencia escandalosa dirigida precisamente contra el presidente de Venezuela que fue emitida por el Tribunal Supremo. En aquél momento los secuaces de Polanco celebraron como prueba de inocencia de los golpistas -habían ocupado cívicamente un «vacío de poder»- aquella sentencia que chocaba con multitud de pruebas distribuidas por el mundo.

Con las siguientes palabras construye una falsa y terrible acusación:

«A menudo, la crónica de sucesos de un país puede ofrecer un fiel retrato de la situación de esa sociedad y de su nivel democrático.»

«Un caso terrible, en fin, que retrata a la perfección la Venezuela de hoy: el machismo atroz de los militarotes como Hugo Chávez, el acomodaticio miedo de los jueces ante el poder, la estructura social caciquil y abusiva.»

Esa infamia, absolutamente insuperable, es sostenida y apoyada por el medio -El País- que se negó durante días a publicar una carta de indignada protesta de Yolanda Rojas Urbina, la Cónsul de Venezuela en España(1). El apoyo de Falsimedia es absolutamente necesario. Una canallada como ésta necesita de una absoluta impunidad incluso ante lectores ya «socializados» por columnistas tan deshonestos como Rosa Montero.

(1) La carta de Yolanda Rojas Urbina puede verse en Rebelión: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=6862; el texto del artículo de Rosa Montero, está publicado: http://www.cadizrebelde.com/internacional.htm