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Entrevista con Miguel Riera, director de El Viejo Topo

Fuentes: Pueblos

Entrevista con Miguel Riera, director de El Viejo Topo «Yo no me considero exactamente un editor, soy un activista que se dedica a editar revistas». Así de contundente nos recibió Miguel Riera en su stand de Ediciones de Intervención Cultural dentro del Salón Liber celebrado en Barcelona durante la última semana de septiembre. Con él hablamos del panorama editorial nacional y de la salud de la izquierda española desde su larga experiencia como editor y activista.

Aprovechando el contexto de Liber en que nos encontramos, por lo que aquí se haya podido ver y hablar estos días, ¿cómo crees que se encuentra de salud el sector editorial español?

Yo no me considero exactamente un editor, soy un activista que se dedica a editar revistas. En lo que concierne a nosotros, participamos en Liber para estar, para que se nos vea. No creo que haya sido un gran Liber porque los países latinoamericanos están en una situación económica difícil y los países invitados este año son más débiles económicamente. Supongo que habrá sido un Liber flojo desde el punto de vista del comercio y, como el intercambio cultural es un segundo plato dentro del salón, no creo que se pueda decir gran cosa.

¿Qué es y cómo nació El Viejo Topo?

La revista se concibió de una manera sumamente ingenua en el año 1975. Veo un paralelismo entre la efervescencia que había en los años 70 y lo que está empezando a suceder ahora. En aquellos años cualquier joven tenía un proyecto de revista o de editorial bajo el brazo. Había un creatividad extraordinaria. En las dos últimas décadas esto había desaparecido y ahora lo estoy volviendo a notar por todas partes. En aquella época dirigía un centro de enseñanza y junto a un profesor de filosofía nos propusimos, de la manera más ingenua, hacer una revista que fuera una plataforma de debate para la izquierda que se estaba matando entre ella. Hicimos un modelo de revista que en lo político y cultural era distinta pero en el formato se parecía un poco a lo que entonces era Rolling Stone, una revista que estaba en la vanguardia del pensamiento alternativo en los Estados Unidos. El ministerio no nos autorizó, nos estuvo entreteniendo más de un año poniendo pegas y al final nos dijeron que podíamos publicar siempre que fuera una revista mensual y no semanal como nosotros queríamos, además con un precio que ahora no recuerdo pero que era descabellado. Esto nos obligó a hacer una revista con más cuerpo, con un diseño distinto, lo cual fue una novedad extraordinaria ya que fue la primera revista político-cultural con un diseño innovador y creativo. Así empezó, de una manera un poco tonta; casi se puede decir que la censura nos hizo la revista.

Con El Viejo Topo en marcha, ¿qué lugar vino a ocupar Quimera?

El Viejo Topo siempre lo dirigimos tres personas. En el año 79, personalmente sentía que la transición iba por unos derroteros y la revista estaba anclada, no acababa de cumplir las expectativas que a mí me parecía que debía cumplir en aquel momento. Ingenuamente pensé que la transición política avanzaba en una profundización de la democracia, etc. y que en cambio había graves carencias de carácter cultural. Planteé la aparición de otra revista de literatura complementaria. Como estábamos en una situación complicada porque pasaron cosas muy feas dentro de El Viejo Topo en aquella época -ya que algunas personas ya veían la posibilidad de colocarse en niveles de poder dentro de la Administración-, se decidió que no. Entonces en el año 80 dejé El Viejo Topo para desarrollar esa línea. En literatura nos encontrábamos con que en España muchísimos libros muy importantes no se habían publicado, unos por censura y otros porque el mercado había hecho que se publicaran en Argentina o en Venezuela y aquí ni siquiera se conocían. Quisimos cubrir esas carencias y establecer un diálogo con América Latina desde la nueva revista. Así me fui en el 80 de un Viejo Topo que dos años más tarde cerraría.

Se nota cierta diferencia entre aquel Viejo Topo de artículos muy largos y el de esta nueva época con más dinamismo, más aire…

A mí me sigue pareciendo largo y pesado. Seamos sinceros, El Viejo Topo se hace como se puede. Estamos hablando de una revista que sale gracias a una red exterior de gente amiga que colabora. La revista no retribuye las colaboraciones. Hay mucha gente que quiere ayudar fuera pero dentro no hay equipo. Somos una editorial con un aspecto convencional: sacamos libros, las revistas y también trabajamos para terceros. En realidad para cada una de esas áreas casi no hay nadie, prácticamente una persona por línea editorial. Entonces se trabaja muy artesanalmente y hacemos lo que podemos. Nos gustaría publicar una revista mucho mejor, mucho más ágil, mejor trabajada desde el punto de vista de la redacción…

¿Cómo se financia un proyecto así?

Vamos consiguiendo cerrar cada año con pérdidas muy moderadas que se pueden asumir. Pero desde luego un negocio no lo es.

¿Falta una política que estimule más la lectura por parte de la Administración?

Fui presidente de la Asociación de Revistas (ARCE) durante muchos años. En esa época insistía -y nadie me hizo caso- en que el reto más importante de la Asociación era conseguir que la cultura pudiera ser un elemento de prestigio. En la primera etapa de El Viejo Topo iban chavales a la universidad con la revista debajo del brazo para que se viera, era como un signo. Ahora mismo ser culto no es ningún valor añadido. Sería muy importante que la Administración consiguiera mediante los medio públicos imponer la cultura como un modelo de prestigio. En segundo lugar, la universidad es un desastre. Los alumnos, en general, leen muy poco. Las facultades no lo fomentan. Contaré una anécdota: no hace muchos años, un catedrático de crítica literaria de Barcelona me invitó a dar una charla a sus alumnos cuando yo dirigía Quimera. Pregunté ingenuamente cuántos de los alumnos de crítica literaria leían revistas culturales. Levantaron la mano cinco o seis que confesaron que leían esporádicamente alguna. Si los estudiantes de literatura creen que con leer el suplemento de los periódicos, si es que los leen, ya tienen una idea de lo que es la crítica literaria, están perdidos.

¿Qué papel cumple ARCE?

Creo que le ocurre como a tantas instituciones semioficiales que se convierten en un fin en sí mismas. Lo más importante es asegurar el modus vivendi de la gente que está al frente. No creo que ARCE aporte prácticamente nada a las revistas españolas en este momento porque la subvención que otorga el Ministerio es una ayuda a la que te puedes presentar y te conceden igual si eres de ARCE como si no lo eres.

¿Crees que desde las administraciones públicas todavía se confunde industria cultural con cultura?

Claro. Yo no estoy en contra de la industria ni en contra de los grandes grupos editoriales ni de la literatura de media o baja calidad… pero eso es una cosa y otra es cultura. La mal llamada cultura de élite tiene mala prensa en España, seguramente la izquierda tenemos buena parte de culpa en esto. Una revista no es cultural porque publique temas culturales, si no hay pensamiento crítico en ella no es una revista cultural, es una revista de la industria cultural. Hay que intervenir, modificar, influir…

Dejando a un lado tu papel de editor y centrándonos en tu lado activista que pretende intervenir en lo político y social con voluntad transformadora, ¿cómo valoras la proliferación de foros sociales a raíz de Porto Alegre?

Dentro de la confusión y del maremágnum que representan, lo veo como una gran esperanza. Estamos en un momento en que la democracia ha entrado claramente en crisis, o la pseudodemocracia ha entrado en crisis. Los partidos políticos están fuera de lugar, dentro de la izquierda no tienen proyecto político de futuro. Donde se está cociendo realmente alternativa es en ese magma que está alrededor. Que llegue a cuajar y no se disuelva como el mayo del 68 está por ver pero yo lo miro con enorme esperanza. El FMI no puede seguir haciendo lo mismo que estaba haciendo y esto no es debido a los partidos o los gobiernos, se debe al movimiento de base. La guerra de Irak ha sido un ejemplo clarísimo. La opinión pública se ha podido manifestar. En España hasta que no hubo centenares de miles de personas en la calle los grandes medios de comunicación eran muy tímidos en relación a la guerra, fue después cuando se apuntaron a la crítica. Otro ejemplo es la fuerza que han conseguido los países del sur para negociar con la OMC y reclamar que se les abra las fronteras. No hubiera podido existir sin la capacidad de influencia de todos estos movimientos sociales. Que esta capacidad sea suficiente para torcer el inmenso poder del imperio y los subimperios está por ver. Lo importante no es el foro en sí, que no es más que un lugar de reunión, remotivación y contacto, lo verdaderamente importante es el espacio entre foro y foro. Creo que deben servir para construir redes.

¿Qué opinas del intento de algunas organizaciones de erigirse en interlocutoras entre el Foro Social y el de Davos?

Tengo poca fe en ello. Las políticas internacionales se modifican en la calle. ¿Quién va a ser el interlocutor del foro? ¿Quién va a hablar en su nombre? No hay que olvidar que el foro surge por la iniciativa de unas personas y grupos, es lógico que haya una cierta inercia de que estos grupos iniciales se sientan de alguna manera un poco dueños. Pero esto va siendo desbordado, pienso que la dinámica que se lleva ahora mismo irá democratizando cada vez más el foro.

Pronto votaremos una constitución europea, ¿qué papel juega la UE en el orden mundial?

Pienso que la intención de la Unión Europea es convertirse en otro imperio a medio o largo plazo que sustituya o comparta el poder con los Estados Unidos. Tengo muy poca fe en las instituciones europeas y en la posibilidad de democratización de Europa. Se trata de repartirse el mundo. En cuanto a la Constitución yo voy a votar que no. No porque sea antieuropeo, que es lo que van a tratar de hacernos creer, tampoco porque tenga la menor simpatía por las posiciones de Le Pen y compañía… Creo que esta Constitución consagra un modelo neoliberal para muchos, muchos años. Establece una división en que los Estados van a ser responsables en los asuntos sociales y de castigar al que se enfade dentro del propio Estado y va a dibujar las directrices generales que nos conducen a la globalización que hoy existe. Pienso que hay que votar que no para que se den cuenta de nuevo, como en la guerra de Irak, que por ese camino no se puede avanzar.

Pero parece que España es el abanderado del sí…

Lo veo con pena. El PSOE ya hace muchos años que decidió que su línea política era gestionar menos agresivamente el capitalismo existente, su política económica no difiere de la del PP. Lo que me causa más desconcierto son los sindicatos y que hayan aceptado este modelo. Me parece triste. Incluso en Izquierda Unida no hace muchas semanas no estaba del todo clara la posición, se hablaba de abstención, un sí crítico… Afortunadamente al final se ha optado por el no.

¿Se puede recomponer Izquierda Unida, es necesaria?

Sí, hay un espacio sociológico a la izquierda del PSOE que necesita estar representado. Siempre va a haber en la izquierda un pequeño porcentaje de gente que vota y que no lo va a hacer por el PSOE. Claro, si el porcentaje es tan pequeño que IU se queda sin diputados en un momento dado, lo más posible es que desaparezca pero por arriba, no por abajo. Creo que Izquierda Unida ha sido víctima de muchos tópicos y de no discutir las cosas realmente en profundidad. Ha habido una pérdida de identidad de partido, su política ha sido difusa. Realmente no estoy en condiciones de saber cuál es el proyecto político de IU en este momento. No sé cuáles son sus objetivos a corto y medio plazo salvo protestar. Parece que el modelo por el que opta es el de Iniciativa per Catalunya. Aquí, irónicamente, a ICV se la define como una coordinadora de cargos públicos. Es decir un partido con proyección mediática y presencia en las instituciones pero que no necesita tener base militante. Quizás es un poco exagerada esta definición pero parece que es el modelo en que se ha inspirado IU, la prueba es la forma en la que se ha manejado lo de «verde». Creo que el remedio a todo esto está en una revolución de las bases. Si se va a volver a hacer un congreso con los delegados escogidos en listas tramposas y si se van a escoger los miembros de la nueva dirección en función de las diferentes familias se va a quedar todo en una cosa muy pequeña. No pido una renovación al cien por cien, hay personas valiosas en la dirección de IU, pero sí tiene que haber una renovación generacional y sobre todo tiene que haber un camino a las bases. Si no sucede eso, la gente se va a casa. Es lo que ha sucedido por ejemplo en Cataluña: fui fundador en la nueva etapa de Esquerra Unida y bastante miembros de la primera Dirección no están ya hoy en EUiA, es tremendo, sólo hace cinco o seis años.

¿Se echa en falta un partido republicano en España?

Los valores franquistas siguen introducidos en la sociedad española. En la transición no se produjo la famosa ruptura que pretendía enlazar con los valores republicanos o por lo menos con los valores que creíamos que tenía la República. Eso se obvió, la República fue borrada. La volatilización de esos valores permitió que luego vinieran episodios como el GAL, la corrupción… además de la pervivencia de un pseudopensamiento franquista, de derechas y reaccionario. El problema arranca de que no hay proyecto político. En las direcciones y cuadros medios de los partidos de izquierda se ha instalado la idea de que no hay nada que hacer, que esta sociedad no puede ser transformada. Se han quedado sin verdadera motivación política. Así se entiende que después los partidos sirvan para que cada uno «se arregle lo suyo». No creo que nadie entre, por ejemplo, en Izquierda Unida para tener un sillón pero una vez dentro y viendo que lo político no avanza, sí se dan situaciones de que cada uno se arregla su vida. Eso se trasmite a las bases y a la ciudadanía, no hay credibilidad ni proyecto político… Es la pescadilla que se muerde la cola.

¿Qué esperas del tripartito en Cataluña?

Verdaderamente estoy perplejo. Pasqual Maragall es una persona que los lunes, miércoles y viernes dice una cosa y martes, jueves y sábado, la contraria. A veces dice una cosa y su contraria en diez minutos, con lo cual no sabes qué es lo que piensa hacer. El tripartito es una decepción. Lo está haciendo muy bien para que el Partido Socialista se mantenga en el poder veinte años. ERC se está desdibujando, CiU también está bajando, el PP subirá pero tiene un techo claro… entonces la estrategia del PSC es acabar siendo el partido hegemónico en Cataluña y creo que lo va a conseguir. El Partit dels Socialistes tiene dos «almas»: una catalanista y otra que no lo es. La no catalanista sigue apoyando al PSC porque en realidad vota al PSOE. Eso se ve muy claro en las elecciones generales ya que hay mucha más participación que en las autonómicas. Maragall, concretamente, se considera más -creo yo- el heredero de Pujol que el líder del PSC. Muchas de las cosas que hizo Pujol, Maragall las ve con muy buenos ojos. Salvo ERC, las cúpulas de todos los partidos catalanes están en manos de la burguesía catalana de siempre, en las grandes familias catalanas de toda la vida. Tanto en el PSC como en CiU, el PP e incluso Iniciativa per Catalunya. La realidad catalana es así de extraña: aparece una gran presión de carácter lingüístico por arriba que no se traduce en lo que sucede entre la gente, hay mucha abstención… no me atrevo a pronosticar qué es lo que va hacer el tripartito en los tres próximos años, si es que sigue.

Se han creado muchas expectativas entre la ciudadanía: Estatut, financiación…

El PSC se ha metido en un lío con lo del Estatut. De hecho, las informaciones que circulan apuntan a que han decidido aparcar lo temas difíciles y que se van a discutir cuestiones como la financiación y el autogobierno en términos administrativos y financieros. Hay bastante gente que opina que el Estatut no va a poder salir adelante ya desde aquí. Los temas importantes no se discuten a fondo, por ejemplo el derecho de autodeterminación que ERC, CiU, ICV quieren que esté en el preámbulo del nuevo Estatut. Si en vez de hablar de un difuso derecho de autodeterminación, se hablara de derecho de secesión, que es de lo que en realidad es, seguramente la discusión sería otra. Pero las palabras se han torcido tanto y tienen significados tan distintos para todo el mundo que la discusión se hace absurda. Vamos a votar cosas que en realidad no sabremos qué votamos porque cada partido lo interpretará a su manera.

Barcelona es cada vez más una marca presente en todo el mundo. ¿Qué opinas del Fórum de las Culturas que acaba de terminar?

Sí, es verdad. Es una ciudad más dulce que Madrid, por ejemplo, más agradable para vivir, menos crispada, es hermosa, ha cambiado mucho en los últimos veinte años… Yo estoy con los críticos del Fórum. La población lo ha vivido como un lugar de ocio, como una especie de Port Aventura en pequeño. No hacía falta hacer los diálogos en ese «barco». No era necesario invertir 55.000 millones de pesetas ni gastarse 1.300 millones en publicidad, además de hacerlo paralelamente a un proceso de especulación urbanística en esa zona de la ciudad. De otra manera, los diálogos podrían haber sido más abiertos. La especulación podría haberse acometido exactamente igual sin la excusa del Fórum. Toda Barcelona hoy es especulación.

Una de las señas de identidad de la ciudad es ser puente de las dos orillas del Mediterráneo…

Hay una voluntad política sincera y limitada. Es necesaria porque en Cataluña un diez por ciento de la población es inmigrante, básicamente magrebí. En esta ciudad puede haber ya un quince por ciento de población musulmana. Pero al mismo tiempo que esa voluntad política es necesaria también debe asustar porque el problema árabe no es sólo el Magreb, es Palestina, es el Líbano, es ahora Irak, Turquía… Hablamos de escenarios de sangre, muerte y guerra, así que esa voluntad no creo que vaya más allá de las declaraciones y reuniones de intelectuales que, eso sí, simbólicamente son importantes.

Mirando hacia atrás las últimas décadas, ¿estás desencantado de cómo han ido las cosas?

Es la botella medio llena o medio vacía. Es verdad que si me pongo en el año 75 y miro con proyección cómo ha cambiado España, el nivel de vida, yo lo hubiera firmado en aquel momento. Si lo miro desde ahora y pienso dónde yo querría llegar, entonces es decepcionante. Esto nos debe llevar a seguir batallando y empujando y no a abandonar o tirar la toalla. Cada uno en lo que pueda hacer. Yo me he separado de la vida política porque me pareció que no aportaba nada y en cambio publicando libros puedo ser más útil.


J.O. Lombardía es periodista y Luis Nieto Pereira, coordinador de la Asociación Paz con Dignidad. Esta entrevista es una versión ampliada de la publicada en el n° 14 de la edición impresa de la revista Pueblos, diciembre de 2004, pp. 24-26.