Los pasados 31 de mayo y 1 de junio se sucedieron dos amplios artículos de opinión en El País destinados a embestir contra el gobierno de Hugo Chávez por no renovar la concesión a la cadena RCTV. Eran de Sergio Ramírez, escritor y miembro de la Junta de Gobierno sandinista que derrocó a Somoza, y […]
Los pasados 31 de mayo y 1 de junio se sucedieron dos amplios artículos de opinión en El País destinados a embestir contra el gobierno de Hugo Chávez por no renovar la concesión a la cadena RCTV. Eran de Sergio Ramírez, escritor y miembro de la Junta de Gobierno sandinista que derrocó a Somoza, y de Joaquín Villalobos, líder del FMLN salvadoreño, residente en Oxford desde la década de los noventa.
El primero parece que se fue a México vio una entrevista a otro ex guerrillero reconvertido, el venezolano Teodoro Petkoff, escuchó la respuesta de una diputada partidaria de Chávez y se animó a escribir contra el gobierno de Venezuela. Insinúa que si el ejemplo de no renovación de RCTV cundiera en América Latina sentiría «nostalgia por lo chocarreros juicios fingidos delante de jueces de togas negras, en los que se ventilan a grito pelado conflictos familiares; por los edulcorados programas de entrevistas donde las amas de casa lloran sus penas delante de entrevistadoras implacables; por los longevos concursos de aficionados con premios vistosos, autos deportivos relucientes y viajes al fin del mundo, ofrecidos por presentadoras de sonrisa congeladas; por las telenovelas venezolanas donde las heroínas y las malvadas, sobre todo las malvadas, se levantan ya maquilladas de la cama, y los escenarios de casa ricas parecen siempre las salas de exhibición de una tienda de muebles». En este referente cultural se ha convertido el que fuera líder sandinista con tal de criticar a Hugo Chávez.
En cuanto a Joaquín Villalobos, quien abandonó San Salvador para ir a estudiar a Oxford a finales de los noventa al ver que no podía destrozar el FMLN y ya nunca volvió a su país, se dedica a criticar a toda izquierda que se mueva con la «legitimidad» que le da haber sido guerrillero. También aparece ahora súbitamente preocupado por el ocio televisivo de los venezolanos al observar el «golpe a la identidad cultural venezolana» que supone no renovar la concesión a un canal de televisión donde nunca se vio un negro ni una mujer sin tetas operadas. Según Villalobos, «sustituir las telenovelas y el entretenimiento de los pobres por una patética programación ‘revolucionaria’ es tan grave como dejarles sin comida». Y es que ya se sabe, los pobres lo que necesitan como alimento son telenovelas.
Por supuesto que Ramírez y Villalobos son libres de opinar lo que consideren, de abandonar su ideario revolucionario y subsistir con esa tan rentable profesión de ejercer de antiizquierdista. Lo indignante es la política del diario El País de contar como única opción de opinión en sus páginas con reconvertidos al neoliberalismo. Aunque probablemente sean ellos los que más se ajusten al ideario y principios del periódico, criticar a la izquierda en nombre de la izquierda mientras el resto de la prensa critica a la izquierda en nombre de la derecha. Al fin y al cabo, esa es la pluralidad existente en los medios de comunicación.