La orden judicial de secuestrar la revista española El Jueves debido al carácter injurioso de su viñeta de portada merece además de las valoraciones jurídicas algunas reflexiones de carácter práctico. En primer lugar, y más asombroso, es que el objetivo del juez era evitar la difusión de la portada de la revista y, precisamente esa […]
La orden judicial de secuestrar la revista española El Jueves debido al carácter injurioso de su viñeta de portada merece además de las valoraciones jurídicas algunas reflexiones de carácter práctico. En primer lugar, y más asombroso, es que el objetivo del juez era evitar la difusión de la portada de la revista y, precisamente esa parte de la revista, es la que más se ha propagado con su decisión puesto que ha sido reproducida en cientos de medios. De forma que lo que verdaderamente ha sufrido el secuestro y ocultamiento han sido todas las páginas de la publicación menos la portada objeto del supuesto delito.
Con la reproducción de la portada hemos asistido a la curiosa situación de contemplar periódicos, revistas y televisiones que nos decían que «publicar y difundir esta viñeta, tal y como nosotros estamos haciendo ahora, está considerado un delito por el juez del Olmo merecedor de la incautación de la publicación». De forma que mediante la difusión del chiste, los medios están informando de que es delictivo difundirlo. En realidad sucedió algo parecido cuando hace años Batasuna difundió un vídeo de ETA, la dirección de la coalición política fue encarcelada y el resto de los medios difundían el mismo vídeo ilegal para informarnos de por qué fueron encarcelados los dirigentes de Batasuna.
Si se hubiese cumplido estrictamente la medida judicial, la policía y la Guardia Civil debería haberse personado en aproximadamente cinco mil quioscos del país para incautar la revista, lo que hubiera demostrado un operativo tan espectacular como ridículo. Supongo que no se cumpliría esa orden del juez ya que la revista se agotó en los puntos de venta mucho antes, es decir, la decisión logró que desapareciera la revista de los quioscos, pero no mediante el secuestro sino mediante la aceleración de las ventas y, por tanto, la difusión, objetivo a evitar por el juez.
No solamente se demostró que todos los medios podían difundir la viñeta menos los que la habían encargado e ideado, sino que se dispara la venta de la revista en las subastas de internet y se observan pujas que llegan hasta los 2.500 euros por un ejemplar. De nuevo la orden judicial como medida para producir dinero en lugar de para evitar la difusión de un chiste.
La decisión del juez incluía otra orden, la «destrucción de los moldes». Pero lo que denominan «moldes», las planchas que sirven para imprimir miles de veces una página de la revista, ya no existen en los métodos tecnológicos de impresión actuales. De ahí, el comentario satírico del autor, quien dijo que tendrían que cortarle las manos que es lo más parecido a la función de las planchas que existía hoy.
Y, por último, tres días después se amplia la orden judicial al cierre de la página web. O tal y como dijo el dibujante y coeditor de la revista, Oscar Nebreda, «entonces se acuerdan de la página web» y ordenan su clausura.
Estas dos últimas anécdotas son pruebas del carácter trasnochado de la decisión judicial, que inmediatamente pidan la incautación de una pieza de impresión que hace años que dejó de existir, pero necesiten tres días para decidir intervenir en otro medio de difusión -internet-, que es el más importante en nuestros tiempos.
Huelga decir que la decisión de clausura de la web de El Jueves es repetir la sinrazón del secuestro físico de la revista, todas las webs del mundo pueden tener el chiste en cuestión expuesto menos la página oficial de quienes la idearon y encargaron. Se daría el caso de que si el dibujante incluyese la viñeta en su página personal se ordenaría su retirada, pero en cambio yo, que no la he ideado ni tengo los derechos intelectuales, sí podría incluirla en la mía.
En cualquier caso, todos estos dislates y situaciones absurdas se ven superadas por la mayor de todas y más grave: que en España el jefe del Estado es una persona -obligatoriamente hombre- cuyo único mérito es pertenecer a una determinada familia, que no tiene ninguna obligación de cumplir las leyes (no tienes responsabilidad legal) y que decir algo, aunque sea verdad, es delito si daña su prestigio. Y que mientras todos estábamos ocupados por esto, al rey le regalaban un barco de un millón de euros, precisamente por eso, por ser rey.