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Artes y oficios burgueses para usar la “información” como arma opresiva

Ética y estética del espionaje

Fuentes: Rebelión

No deben ser pocos los que piensan que hay que espiar a algunos «por el bien de todos». Sólo así se explica el gasto descomunal que anualmente se hace en materia de cámaras ocultas, organización de cuerpos policiacos o militares especializados en «escuchas» telefónicas y en contratación de detectives privados. ¿Qué derecho les asiste? Algunos […]

No deben ser pocos los que piensan que hay que espiar a algunos «por el bien de todos». Sólo así se explica el gasto descomunal que anualmente se hace en materia de cámaras ocultas, organización de cuerpos policiacos o militares especializados en «escuchas» telefónicas y en contratación de detectives privados. ¿Qué derecho les asiste? Algunos justifican su lógica del espionaje con argumentos mercantiles, otros los justifican con argumentos conspirativos o represores… son todos lo mismo, todos son argumentos sectarios. Son agentes de espionaje estructural los banqueros, los empresarios, los clérigos y los terratenientes. La moral burguesa. «En 1987 la humanidad despilfarró cerca de 20 mil millones de dólares en actos de espionaje».1 Espían hasta para mentir.

Nadie está a salvo de las perversiones de los espías. Se los ha legitimado de mil maneras a pesar de tratarse de oficios ilegales. Hay películas, leyendas y defensas de todo orden para hacer pasar por necesario un mal destructor y criminal que, en no pocas ocasiones, arruina vidas enteras. El repertorio de estilos en espionaje incluye al contra-espionaje, al espionaje falso, al espionaje inventado y al espionaje masivo. Se espían los negocios, las oficinas gubernamentales, los confesionarios y las «vidas privadas»… hay expertos en espiar y expertos en inventar espionajes. Unos creen que descubren la «verdad» y otros inventan «verdades» para que los espías crean que las han descubierto. Sonría lo estamos filmando. Es un negocio descomunal. La CIA y el espionaje de EEUU se «privatizan»: «En la actualidad la industria de los «ejércitos privados» es un fabuloso negocio capitalista que mueve más de US$ 100.000 millones al año y cuya órbita de decisiones se encuentra en el lobby de negocios que controla la Casa Blanca y el Pentágono.»2

Para espiar se han inventado los objetos más inverosímiles. Hay anteojos para espiar, bolígrafos, adornos… cualquier cámara o micrófono puede ser camuflado con el fin de servir a los fines más aviesos tanto como a los más estúpidos. «El Departamento de Defensa estadounidense pidió al Congreso de su país que destine 5 mil millones de dólares en el presupuesto de 2012 para el desarrollo de pequeñas aeronaves a control remoto, parecidas a insectos y pájaros, para una nueva generación de drones, o aviones militares no tripulados.»3 Toda una tecnología especializada en espiar a diestras y siniestras. En cada uno de esos objetos el capitalismo hace patentes y latentes su moral y su ética delincuencial. La decadencia misma.

Se ha vuelto una especie de moda, casi un distintivo de clase y una forma de status, exhibir el poder de espionaje que se desarrolla en algunas oficinas gubernamentales y empresariales (que suelen ser lo mismo). Y le llaman «inteligencia de los negocios». Algunos se ufanan del catálogo de herramientas y víctimas conquistadas para espiar, de día o de noche, incluso las actividades más intrascendentes. Manía burguesa desarrollada al máximo y que hunde sus raíces en la historia de la lucha de clases como una de las tantas maneras de secuestrar, manipular e inventar información, verídica o falsa, para explotar, saquear, reprimir y humillar a los pueblos. «En 2006… el coste de las actividades de espionaje y vigilancia de EE.UU. subcontratadas a contratistas ascendió a 42.000 millones de dólares, o sea a cerca de un 70% de la suma estimada de 60.000 millones que el gobierno gasta cada año en actividades de inteligencia en el exterior y en el interior del país…»4

Toda forma de espionaje deberá ser objeto de juicio y justicia social-revolucionaria. Espiar ha sido una práctica descarnada que ha costado millones de vidas y que se ha instalado con cinismo e impunidad cada día más desafiantes y delincuenciales. Deberemos contar con paradigmas de control, y sanción socialistas, capaces de combatir de raíz todas las patologías del espionaje que se han incubado en la mentalidad de los pueblos. No es un chiste.

Usan los avances tecnológicos, también, para producir imágenes, sonidos, episodios e historias que jamás existieron. Espían para robar fragmentos de la realidad y para difamar sin límites. Es ese, entre otros, el calibre de la enfermedad de «poder» autoritario y destructivo que ha hecho metástasis con el capitalismo. Su objetivo es demoler la psicología de las personas y de los pueblos. Pero la revolución socialista es el antídoto. Hay pruebas a raudales que, aun en estados incipientes y de transición, muestran su poder de neutralización y de victoria. Por lo pronto no hay que creerles una sol apalabra, una sola imagen… por lo pronto todo lo que no salga de las filas de la lucha emancipadora es digno de sospecha y de combate. Por lo pronto toda nuestra desconfianza al «discurso del patrón». Diariamente.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.