Hay gente que si no existiera, uno la debiera inventar. Y uno de esos casos es el del representante estadounidense -republicano por Florida- Connie Mack. La primera vez que supimos de él fue cuando ni siquiera existía Telesur, o sea que todavía estaba en proyecto. Fue entonces cuando Mack, en guerra preventiva, arremetió contra la […]
La primera vez que supimos de él fue cuando ni siquiera existía Telesur, o sea que todavía estaba en proyecto. Fue entonces cuando Mack, en guerra preventiva, arremetió contra la idea misma, y solicitó que el gobierno estadounidense hiciera lo posible para impedir la diseminación de la señal de Telesur que, según él, tenía una programación antinorteamericana.
Lo cierto es que aún ni siquiera tenía programación. En esa oportunidad agradecimos la labor propagandística del parlamentario estadounidense y aclaramos que no pertenecía al cuerpo de promotores de Telesur.
Luego, cuando Telesur ya estaba en el aire, tuvimos la oportunidad de entrevistarlo un par de veces. Él no entendía que lo entrevistáramos porque nosotros sí creemos en la democracia, en el debate de las ideas, en la posibilidad de que nuestros telespectadores conozcan más de una interpretación de los hechos.
Cada vez que habla públicamente Connie Mack nos deja una sensación de ternura o de vergüenza ajena. Es que este digno legislador estadounidense ostenta un admirable exceso de ignorancia. (Lamentablemente no es el único).
El 21 de junio, Mack volvió al ataque y señaló que «Como la ventana de la prensa libre en Venezuela cierra, La Voz de América jugará un papel crítico para conseguir la verdad sobre lo que está sucediendo en Venezuela (…) Cerrando la mayor y más vieja cadena de televisión en el país, (Hugo) Chávez está enviando un mensaje al resto de los medios de comunicación que tiene el poder para hacer lo que le plazca con las estaciones de radio y televisión», dijo Mack, al pedir queLa Voz de América realice más transmisiones hacia Venezuela y América Latina.
En Venezuela -en el 2006- la relación en televisión VHF era de un canal público por 20 canales privados, pero en la UHFel sector privado tenía 28, seis canales el público y 44 el comunitario (con limitadísimo alcance). En la radio AM la proporción era 36 estatales a 143 privadas, pero en FM el privado tenía 440, el comunitario 167 y el público 10. ¿Cómo es eso de que en Venezuela no hay medios privados? Quizá Mack confunde Venezuela con la base naval estadounidense de Guantánamo.
¡Qué forma de insultar a los 48 canales de televisión privados y a las 476 radioemisoras comerciales del país!
A nadie le puede caber la menor duda (quizá sí a los Mack) que el espectro radioeléctrico es un patrimonio de la humanidad y los Estados son soberanos en su administración, en función del interés nacional y general. Sin duda, es falaz la idea de que las empresas son propietarias del espacio radioeléctrico, como quieren mostrar los medios comerciales de comunicación.
En mayo de 2007 se dio en Venezuela una nueva versión del golpe continuado comenzado en 2002, cuando con la excusa de la democrática decisión del fin de la concesión de una televisora privada -Radio Caracas Televisión (RCTV)- se puso en marcha un renovado plan de desestabilización al mejor estilo serbio.
Los papeles se renovaron: la dirigencia opositora tradicional pasó a un tercer plano, un canal de televisión asumió la conducción política y la provocación al gobierno en busca de una respuesta que los victimizara ante la opinión pública -nacional e internacional- y el lanzamiento como protagonistas (y carne de cañón) de los estudiantes, en especial de las universidades privadas, que, paradójicamente utilizan las posibilidades de la total libertad de expresión en el país para protestar contra la supuesta falta de esos derechos.
La polémica desatada dejó en claro la forma de operar de las derechas latinoamericanas, que consiste en repetir los mismos argumentos que expiden las usinas globales de los Estados Unidos y Europa. Olvidan que la libertad de expresión tiene una larga y triste historia en este continente e incluye un amplio abanico de violaciones que incluye desde periodistas desaparecidos, asesinados y torturados hasta ese pertinaz goteo de despidos, siempre avaladas por el empresariado mediático, cómplice -salvo honrosísimas excepciones- de las genocidas dictaduras militares.
En Venezuela, los medios fueron factor decisivo para crear las condiciones que alentaron el golpe de Estado de abril de 2002, y luego desataron una feroz ofensiva para promover, estimular y mantener el paro y el sabotaje petrolero, además de silenciar la reacción popular que regresó al presidente constitucional al poder.
Hoy es obvio que el tema de los medios de comunicación tiene que ver con el futuro de nuestras democracias: es que una dictadura mediática, digitada desde el Norte, intenta suplantar a las dictaduras militares de pasadas décadas.
Lo que Mack pedía eran más fondos para que desde La Voz de América se difunda información sobre Venezuela y para Venezuela y, quizá, ver la posibilidad de que puedan reeditar la siempre y continuadamente fallida experiencia de Radio Martí, de bloqueo y manipulación mediática contra Cuba.
Es parte de la política de insistir en su necesidad (la de ellos) de que sigamos viéndonos con ojos extranjeros (en este caso estadounidenses), y poder mantener el mensaje hegemónico en nuestros países. No extraña la insistencia de que en Venezuela sea la »sociedad civil» la que de la cara, y que a nadie sorprenda que organizaciones del gobierno estadounidense, como el Albert Einstein Institute o la NED, con distintas experiencias en lo que es la resistencia cívica y como usarla para fomentar cambios políticos, son las que financien a periodistas y grupos opositores para que realicen su tarea de desestabilización.
O quizá, lo que quiso decir Mack es que realmente RCTV era La Voz de (Norte) América y, ahora que quedó afónica, sus buenos amigos le van a dar una ayudita desde Washington.
Lo que Mack busca son más fondos quizá para poner en marcha, en asociación con el ex presidente del gobierno conservador español José María Aznar y sus repetidores latinoamericanos, una ContraTelesur (o quizá TeleNorte), como ya lo había esbozado él mismo dos años atrás.
Es que Telesur se ha convertido en una piedra en el zapato mediático del Norte, con su mensaje alternativo al pensamiento único, al mensaje y la imagen únicos. Es que Telesur ha visibilizado en casi dos años una serie de hechos, realidades y procesos de nuestras sociedades que habían sido ocultadas durante años por los medios comerciales de comunicación. Es que Telesur acompaña el proceso de integración de nuestros países e insiste en la necesidad de destacar la diversidad y la pluralidad latinoamericanos.
Los derechos humanos no pueden existir sin la libertad de palabra, de prensa, de información, de expresión. La transformación de esas libertades en un derecho individual o colectivo más amplio, a comunicar, es un principio evolutivo en el proceso de democratización.
Hoy en día, la lucha por la democratización de la comunicación pasa por la reconstrucción del espacio público sudamericano (privatizado y vaciado durante décadas), que reúna a los medios estatales, regionales, educativos, universitarios, legislativos y comunitarios, a usuarios y productores independientes. Y no darse cuenta de ello es ostentar un exceso de desinformación.
Hay cosas que pasan en América Latina y que los medios comerciales tratan de ignorar: la nueva ley de radiodifusión en Uruguay que regula y reconoce la existencia de un tercer sector en la radiodifusión: la radio y TV comunitaria; la creación del canal educativo Encuentros en Argentina; la decisión de la Suprema Corte de Justicia de México contra la obscena ley de radio y televisión aprobada en el gobierno Fox, y la decisión del gobierno de Brasil de avanzar hacia la conformación de una televisión pública nacional.
Y lo que temen hoy los Aznar, los Mack, los empresarios que durante décadas detentaron el poder mediático en América Latina, es que después de esta decisión legal y ajustada a derecho en Venezuela, se suceda el efecto dominó: el temor es por lo que vendrá… en Ecuador, Bolivia, Argentina, Nicaragua, y por qué no, en Brasil.
De todas formas, acompañamos la (silenciosa) protesta de centenares de empresarios venezolanos de la comunicación social, invisibilizados y descalificados por este legislador floridense, que siguen en Venezuela con medios que a veces recuerdan que son servicios públicos, pero que pocas veces olvidan, en su mayor parte, que son parte de la oposición político-mediática al proceso de cambios estructurales del gobierno bolivariano.
La verdad es que cada tanto reconforta escuchar a Connie Mack: sabemos que vamos por la senda correcta. Aun cuando todo exceso, incluso el de ignorancia, es malo.