«Me dijo (Sánchez) que se iban a abstener, me siento engañado«. Con su sinceridad habitual -faltaba más-, el ex presidente Felipe González hacía esas declaraciones a la cadena SER el miércoles pasado. Minutos después el resto de medios del Grupo PRISA rebotaba con fuerza la noticia y a continuación lo hacían en tromba los otros […]
«Me dijo (Sánchez) que se iban a abstener, me siento engañado«. Con su sinceridad habitual -faltaba más-, el ex presidente Felipe González hacía esas declaraciones a la cadena SER el miércoles pasado. Minutos después el resto de medios del Grupo PRISA rebotaba con fuerza la noticia y a continuación lo hacían en tromba los otros medios y las redes sociales.
Las palabras del eterno intrigante González parecían ser la contraseña acordada -como lo era ‘Duque de Ahumada’ para los golpistas del Tejerazo- porque sólo horas más tarde 17 barones de la Ejecutiva Federal del PSOE presentaban conjuntamente su dimisión para forzar la caída de Pedro Sánchez, según su torticera interpretación de los estatutos del partido.
A pesar de las rivalidades políticas y personales que mantienen entre sí varios de esos barones -y baronesas-, quienes vienen orquestando desde hace ya mucho tiempo la operación acoso y derribo de Sánchez consiguieron con su medida el objetivo buscado: unir en un frente común al grueso de los críticos a Sánchez.
Para ello provocaron un impacto mediático que llegó a todos los confines del -mal llamado- mundo desarrollado, centrado en mostrar al máximo líder del PSOE como el único responsable de los desastrosos resultados electorales del partido, como el aventurero que se atrevía a intentar, tímida y tardíamente, tantear la posibilidad de presentar una propuesta de Gobierno alternativo progresista que impida seguir gobernando al PP.
¡Qué barbaridad, a quién se le ocurre algo semejante!, que diría Susana Díaz, quien criticaba estos días a «aquellos que se han cegado con los fogonazos de los partidos nuevos«. Algo parecido a lo que decía González: «la dispersión del voto no ha aportado nada bueno a España» ¿Qué opinará Rivera, que le permitió a Susana Díaz ser presidenta de Andalucía sobre su alusión a los «partidos nuevos»? ¡Ah!, es que hay partidos nuevos, y partidos nuevos-viejos, viejísimos, es eso, hay que saber diferenciar.
Toda esta operación de acoso y derribo contra Sánchez lo ha convertido en un izquierdista de toda la vida, un radical, un extremista.
La trama urdida por el Señor X -perdón, el que fuera presunto Señor X, que el otro día parecía a punto de confesar al fin con eso que dijo de «a pesar de lo que hicimos en el País Vasco, tá, pá, pá»-, junto con Cebrián, los señores del IBEX35 y los fondos buitre y otros accionistas de PRISA, ha estado sin duda bien coordinada.
Esa trama empezó en realidad hace mucho, mediáticamente al menos desde 2014, cuando Felipe González, sentado entonces en su poltrona en Gas Natural y desde el púlpito de PRISA lanzó la provocadora idea de una «gran coalición» entre el PP y el PSOE, indicándole así el camino a seguir al entonces secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba.
Posteriormente F.G. fue diluyendo esa propuesta y apostando abiertamente para que el PP o el PSOE dejaran gobernar a aquel de ellos que resultara más votado. En definitiva, lo importante era mantener el bipartidismo, lo que garantizaba tranquilidad para el Poder real del país.
«Ni el PP ni el PSOE deberían impedir que el otro gobierne«, decía González el 26 de enero de 2016 -en El País, por supuesto-, a cuatro columnas en portada y gran despliegue interno.
De ese segundo planteamiento F.G. pasó dos meses después a declarar en otra entrevista a El País, cuando se le preguntó tras el pacto entre el PSOE y Ciudadanos a qué tercera puerta tendrían que tocar para tener mayoría: «No tengo preferencias entre el PP y Podemos«. Al que hasta dos décadas antes había sido secretario general del PSOE le daba lo mismo que su partido compartiera el poder con la derecha o con la izquierda.
Sin embargo, en su tercera postura en dos años González ya acabó con cualquier ambigüedad. Pidió a Sánchez que se olvidara de intentar un gobierno alternativo progresista con «leninistas 3.0» y «los que quieren romper España«. González reclamó públicamente al secretario general de su partido que se abstuviera ante la segunda intentona de investidura de Rajoy permitiéndole gobernar. Y, según González, Sánchez se comprometió a ello. Por ello se habría sentido «engañado» cuando el líder socialista se negó rotundamente a abstenerse. Se hubiera comprometido o no en aquella conversación -varios analistas aseguraban que esa iba a ser efectivamente la postura del PSOE- el hecho es que Sánchez y su equipo decidieron finalmente plantarse y dejar de bajar y bajar la cabeza una y otra vez como lo venían haciendo.
Y esto desencadenó la crisis.
Cebrián, punta de lanza de la ofensiva
El Grupo PRISA, y muy especialmente El País, ha tomado partido de una forma más abierta que nunca en la escena política nacional y en esta crisis interna del PSOE, porque Cebrián, como González -socio de este en muchos negocios y miembro del Consejo Editorial- y los principales accionistas se juegan mucho en esto.
Juan Luis Cebrián, presidente ejecutivo de PRISA, que en pleno ajuste y despidos de personal en 2014 se aumentaba un 35 % su sueldo -hasta 1,5 millones de euros anuales- y se aseguraba un bonus por jubilación de 1,2 millones anuales, ha logrado en abril pasado que la Junta de Accionistas prorrogue su vinculación con el holding hasta 2020.
Sin embargo, Cebrián no puede estar tranquilo, sabe que Amber Capital, el fondo buitre que controla el 16 % del capital y que tiene como consejero a su fundador, Joseph Oughourlian, va a por él, acusa a Cebrián de ser el principal responsable de la crisis por la que atraviesa PRISA. Por ello para Cebrián es clave estar bien con el poder, «con los de toda la vida», y le da lo mismo en definitiva que gobierne el PP o el PSOE, siempre que este sea dócil y cómplice.
Los titulares de portada de El País, el tratamiento a la información política nacional y los editoriales ya han perdido la más mínima fachada de objetividad, van a degüello contra Sánchez, contra Iglesias, las Mareas, los nacionalistas, sin intentar siquiera guardar las formas.
En las últimas semanas El País y el resto de medios del poderoso holding PRISA sacan chispas en sus titulares y editoriales: «Los críticos se preparan para frenar los pactos de Sánchez«, «Los líderes del PSOE harán frente al plan de Sánchez«, «Sánchez, dispuesto a un congreso para hacerse fuerte en el cargo«, «Sánchez pasa al ataque para eliminar la crítica en el PSOE«, «El PSOE se alza ante el intento de Sánchez de retener el cargo«, «Sánchez se atrinchera tras su cese«, son algunos de los grandes titulares de las últimas portadas de El País.
Sin embargo, fue el editorial «Salvar al PSOE» del pasado jueves 29, que tenía como subtítulo «El cese inevitable y legítimo de Sánchez es la única salida para el partido«, el que desbordó la indignación de la Redacción de El País y de dirigentes socialistas como Josep Borrell.
Ese mismo jueves el Comité de Redacción de El País mantuvo a última hora una reunión con el director del periódico, Antonio Caño, para transmitirle el malestar suscitado entre numerosos periodistas ante el tono insultante y partidista empleado contra Sánchez, al que se le llegó a tildar de «insensato sin escrúpulos que no duda en destruir el partido que con tanto desacierto ha dirigido». En ese editorial se le acusaba igualmente de «populista» por «convocar a los militantes para atrincherarse en el cargo«. Es loable que la Redacción reaccionara así aún en los tiempos que corren, en los que los EREs, la precarización del trabajo y la pérdida de derechos laborales dificulta en todos los grandes medios las protestas internas, la actividad sindical y la reivindicación de la cláusula de conciencia.
«El Comité no entra a valorar la línea ideológica del periódico, pero sí los calificativos utilizados en este texto, que exceden el equilibrio y mesura propios del estilo editorialista de El País», dice en uno de sus pasajes el comunicado del Comité de Redacción del periódico.
El texto explica cuál fue el resultado de la reunión con Antonio Caño: «El encuentro, mantenido a última hora de la tarde, apenas duró un minuto. El director argumentó que no acepta ningún debate ni con el Comité ni con la Redacción sobre la línea editorial y que es el único responsable de la misma«. Esta es la idea de periodismo libre e independiente que defiende PRISA. ¿La reivindicará también en su costoso Máster de periodismo?
Días atrás recordábamos en otro artículo (http://vientosur.info/spip.php?article11679) que el Consejo Editorial, del que forman parte, entre otros, González y ahora también Rubalcaba, es clave en la decisión de la línea editorial, pese a que Caño se atribuye la responsabilidad exclusiva de los editoriales.
Ese agresivo editorial, que quedará sin duda como una más de las grandes manchas que cosecha El País en su historia, y ya son muchas, ha provocado también que veteranos dirigentes socialistas, como Josep Borrell, ex ministro de González, reaccionaran con ira: «Me da pena el comportamiento de El País. Que yo sepa, el Grupo PRISA no puede cesar al secretario general del PSOE«.
Y es verdad, los Estatutos del PSOE no lo prevén, aunque por momentos lo pareciera.
Roberto Montoya, periodista y escritor, es miembro del Consejo Asesor de VIENTO SUR
Fuente: http://vientosur.info/spip.php?article11737
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