“Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”.
Abraham Lincoln
En nada se ha empeñado más la ideología dominante que en esconder la expoliación del opresor sobre el producto del trabajo y sobre las riquezas naturales. Esconder, asimismo, crímenes y torturas en nombre de sus prerrogativas y codicia sin par.
En el derrotero de la prensa genuflexa al establishment capitalista neoliberal está claro el desarrollo minucioso del sistema de falacias, que acompaña la acumulación del capital y el despojo de quien no cuenta más que con su fuerza de trabajo para alimentar a su prole. Hay una mistificación de la facticidad para tratar de hacerla creíble, situación que muchas veces ha proliferado en una “verdad” acrítica e irreflexiva tejiendo una red de falacias inmune a la comprobación.
De acuerdo al escritor Buen Abad “Esa catarata de mentiras que vemos hoy desplegarse como parte del paisaje ideológico dominante, es un modelo de distorsión alambicado y perfeccionado (también) por catervas de intelectuales, académicos y científicos serviles al modelo de engaño que la burguesía necesita, diariamente, para darse sobrevida. En los cenáculos de esos «notables» se prohijan vocabularios y tipologías para rastrear minuciosamente los efectos de sus engaños, que van feneciendo, para asesorar en la producción de «novedades» capaces de ratificar, profundizar o ensanchar engaños «exitosos». Nada nuevo. En el top ten de las falacias burguesas tenemos, por ejemplo:
Estados Unidos ganó la Segunda Guerra Mundial, había armas de destrucción masiva en Irak, el «Fin de la Historia» y el paraíso de la «economía de mercado», la portada del diario El País, de España, sobre la muerte de Hugo Chávez, la niña Frida-Sofía inventada por Televisa, de México, el apoyo del Papa a Donald Trump, los médicos cubanos son espías, según la prensa oligarca argentina.
Detrás de cada invento producido en las entrañas de la ideología dominante, están los intereses mercantiles más perversos en la historia de la humanidad. Eso también ha roto sus propios límites y se ha perfeccionado. El nivel de las mentiras también exige perfeccionar a sus mentirosos y por eso se los entrena en la producción y en la distribución de falacias. Algunos, mercenarios de la falsedad, están dispuestos a ir siempre más lejos y son capaces de arreglar cualquier escena o texto para halagar a sus amos y sentirse «líderes de opinión farsante». Anhelan liderear la agenda de las mentiras y hacer de eso un negocio suculento. Tal cual el grupo Clarín, BBC, CNN, Televisa, tv Azteca… y toda la mafia del plan cóndor mediático, que opera en Latinoamérica y en el mundo entero. Donde hay bases miliares hay bases mediáticas. Son ocho los dueños del 90 % de los mass media mundiales”.
Ya en el poder, el partido nazi controló no sólo la prensa y la radio, sino también el cine, el teatro y otras formas de expresión artística y cultural. La propaganda nazi, dirigida por Joseph Goebbels, no consistió solamente en bombardear acerca de las bondades del nazismo, sino también en atacar a sus rivales políticos y esconder las miserias del régimen. Un ejemplo lo constituye el famoso incendio del Reichstag de 1933, que hoy en día todavía se desconoce si fue producido por miembros del Partido Comunista de Alemania o por los propios nazis, aunque mayoritariamente se acepta esta última versión. El atentado al parlamento alemán fue utilizado por Adolf Hitler para aprobar la llamada Ley Habilitante, que le dio poderes absolutos sobre el país. Las tácticas de propaganda nazis marcaron un antes y un después, guiando el sendero de gobiernos posteriores en todo el mundo. Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, se continuaron empleando noticias falsas, que siguieron durante toda la Guerra Fría.
Es en esta época en la cual la extrema derecha resurge apoyada por el bloque occidental, bajo el paraguas de la OTAN, la CIA y el MI6, elaborando lo que se conoció como estrategia de la tensión, que tenía como objetivo la manipulación de la opinión pública con tácticas como la represión, el miedo, desinformación y propaganda.
Algo muy probado es que se organizaron dos operaciones: Cóndor en América Latina y Sudamérica, y Gladio en Europa.
La Operación o Plan Cóndor tuvo como objetivo el apoyo directo a regímenes autoritarios y dictatoriales de derecha y extrema derecha, así como la colaboración y coordinación mutua entre ellos. Esto explica el ascenso de Augusto Pinochet en Chile (1973), Alfredo Stroessner en Paraguay (1954), Juan María Bordaberry en Uruguay (1973), Hugo Banzer en Bolivia (1971), Humberto de Alencar en Brasil (1964) o Jorge Rafael Videla en Argentina (1976).
Por su parte, la Operación Gladio fue desarrollada para entrenar en secreto a grupos paramilitares en Europa para, teóricamente, impedir una eventual invasión de las tropas soviéticas. En la práctica, sin embargo, se dedicaron a acciones terroristas, infiltración, torturas y un sinfín de acciones en todos los países europeos que tenían como objetivo desacreditar a todos los partidos y movimientos políticos no afines a la política estadounidense. El ascenso al poder de Georgios Papadopoulos en Grecia (1967), diferentes atentados y ataques en países europeos, así como la aparición de grupos terroristas, se relacionan con esta operación.
En ambas operaciones, se sabe que se dio una colaboración estrecha con grupos y partidos de extrema derecha y que se utilizaron diversas estrategias de desinformación. De hecho, en la Operación Gladio se refugiaron antiguos simpatizantes nazis que gozaron del favor del bloque occidental.
Ya con la Guerra Fría finalizada, se comprobó que los países que se autoproclamaban democráticos no han tenido problemas en recurrir a grupos de ultraderecha y a tácticas de manipulación informativa con tal de frenar movimientos e ideas que no se alinearan con las políticas imperantes en el momento.
Si bien es cierto que la variedad de fuentes de información fueron aumentando, en realidad han estado al alcance de un grupo muy selecto de personas, que además han ido progresivamente agrupándose en amplios conglomerados mediáticos dando una apariencia de diversidad que no es tal. Y si bien es cierto que con la veracidad de sus informaciones ponen en juego su propio prestigio, es evidente que sus sesgos y sus poco sutiles intereses marcan una dirección concreta. Un ejemplo se vio durante los atentados del 11 de marzo de 2004 en la estación de tren de Atocha de Madrid; incluso cuando se demostró que fue una célula yihadista como represalia por la entrada de España en la Guerra de Irak, ciertos periódicos como El Mundo, así como personalidades y políticos -de ideario conservador- insistían en que fue la banda terrorista ETA.
Los medios de comunicación y partidos tradicionales intentan desprestigiar, criminalizar, atacar o ignorar de muchas maneras las nuevas opciones políticas y movimientos sociales que son refractarias a aceptar las políticas neoliberales totalizantes. La extrema derecha, relegada en muchos casos a posiciones políticas minoritarias y marginales, continúa contando con muchos recursos. Sigue estando apoyada, en unos casos por lobbies económicos, personalidades importantes y, en otros casos, por el aparato del Estado, total o parcialmente. Y cuando no, países o gobiernos extranjeros.
Así entra en escena la “derecha alternativa”, en la que el supremacista blanco Richard B. Spencer, presidente de una de las fundaciones supremacistas más grandes de Estados Unidos, el Instituto de Política Nacional, le otorga su actual significado.
Quienes se identifican con esta derecha, desarrollan su principal actividad en Internet y a través de redes sociales. Entre sus ideales destacan su oposición a cualquier tipo de ideología progresista, promoviendo el antifeminismo, anticomunismo, antiinmigración, racismo, antisemitismo y nacionalismo, pero también haciendo énfasis en el proteccionismo económico y, de forma vaga, contra el liberalismo y los movimientos conservadores actuales, a los que consideran vendidos al establishment, por ser demasiado liberales y progresistas.
Donald Trump retomó la estrategia de la propaganda masiva mediante fake news como base principal, pero utilizó las redes sociales o WhatsApp propalando mensajes que contenían falsedades sobre inmigración, cambio climático, armas, economía, etc. en función de los gustos personalizados de los potenciales votantes.
Por otra parte, encontramos las declaraciones de Jair Bolsonaro, entre las cuales se encuentran ensalzar las torturas a comunistas o la dictadura militar brasileña de 1964. Durante su campaña se apoyó en el servicio de mensajería de Whatsapp para difundir hasta 1.000 mensajes al día con datos y noticias inventadas. Se divulgó un ataque reiterado, masivo y denigrante a los medios tradicionales, además de mentiras sobre temas diversos.
En España, sucedió el caso que implicó al exministro del Interior Jorge Fernández Díaz quien, durante el gobierno de Mariano Rajoy, se rodeó presuntamente de una serie de personalidades dentro de los mandos policiales (entre ellos el excomisario José Manuel Villarejo, en prisión por diferentes casos de corrupción), la llamada “brigada patriótica”, a los que se les encargó fabricar pruebas e información falsa para atacar a rivales políticos, que después serían filtradas a diferentes medios de comunicación afines, entre ellos, OkDiario y El Confidencial, y que han sido fuentes de fake news. De esta forma, se emitieron fake news contra Podemos y contra partidos políticos independentistas catalanes entre 2016 y 2018 que cobraron fuerza durante la celebración del referéndum de autodeterminación de Catalunya del 1 de octubre de 2017. Durante ese periodo se difundieron masivamente noticias falsas aprovechadas por un partido político de extrema derecha hasta ese momento con amplia irrelevancia política: Vox. Diversos análisis y estudios, entre ellos, uno realizado por la Unión de Seguridad de la Unión Europea, ha concluido que Vox ha utilizado amplios recursos para manipular las redes sociales con bots y cuentas falsas para la difusión de información falsa y en mensajes de WhatsApp. Mensajes y fake news centrados especialmente en datos falsos sobre políticos y partidos rivales, sobre inmigración, sobre el feminismo y sobre hechos concretos.
En América, existen organizaciones de extrema derecha pero cuyos discursos, ideas y votantes a menudo son asumidos por partidos de amplio espectro de derecha conservadora y neoliberal. De la misma forma, asumen también el uso de fake news, es el caso del Movimiento Demócrata Social de Bolivia o Chile Vamos en Chile.
En total, se estima que más de 30 países han sufrido esta plaga en los últimos años. Mayoritariamente por parte de partidos y movimientos de extrema derecha.
La posverdad describe el hecho de fabricar noticias de manera sistemática y organizada en base a la distorsión de la realidad o a la creación de datos falsos para apelar a las emociones y bajos instintos de la gente y así desarrollar un imaginario o incluso una “subcultura” o “corriente” que favorezca la manipulación de las personas hacia un determinado objetivo político, económico y/o social. En esta posverdad hay un patrón: culpabilizar a los sectores más débiles de la sociedad. Y así poder vender la mentira de que los grupos privilegiados de la misma son, en realidad, las víctimas. Para ello, suele culparse especialmente a sectores cuyas demandas estaban empezando a ser escuchadas y a los movimientos que los apoyan; como por ejemplo: personas inmigrantes, trabajadores, colectivo LGTB o las mujeres. Y, de esta forma, que luchen por conservar sus privilegios y así dividir a la sociedad. Una estrategia que, aprovechando la desconfianza, los miedos y la falta de cultura general, ahondan en el antiintelectualismo, el desprecio al diferente y en la pérdida de derechos. Desconfianza y miedo alimentado por los medios. Así, de pronto se han popularizado un conjunto de mentiras alentadas por la ultraderecha que, aunque fácilmente desmontables, desdibujan en cierto modo la realidad. Mentiras como que el fascismo o el nazismo son de izquierdas.
El caso de Chile
El golpe de Estado realizado el 11 de septiembre de 1973 y los posteriores 16 años de torturas, ejecuciones, desapariciones y persecución política, estuvieron justificados durante más de una década por noticias falsas y montajes comunicacionales de los diarios El Mercurio, La Segunda, La Tercera, Las Últimas Noticias y los canales de radio y TV controlados directamente por la Junta Militar (todos los medios opositores fueron censurados, mientras que sus periodistas fueron torturados, ejecutados y exiliados); a modo de ejemplo:
– La Tercera, 22 de septiembre, 1973 “Al descubierto el siniestro Plan Z”: primera fake news de la dictadura. El “Plan Z” fue un invento para justificar, frente a los ojos del mundo, el golpe de Estado y las imágenes de arrestos masivos que recorrían la prensa a nivel internacional. El mismo Federico Willoughby (primer vocero de la Junta Militar) reconoció que se trató de una “gran maniobra de guerra psicológica”. Los supuestos objetivos del plan eran el asesinato de varios oficiales y sus familias para la toma del “poder total”.
– La Segunda, 9 de febrero, 1977 “No hay tales desaparecidos”: entre fines de noviembre y mediados de diciembre de 1976, hubo 13 detenciones a militantes el Partido Comunista y del MIR. El general Raúl Benavides Escobar (ministro del Interior en ese momento), indicó a los tribunales que las y los desaparecidos “habían salido a pie a Argentina por el paso Los Libertadores”. Dicha versión fue difundida por la prensa, y no fue hasta años más tarde que se comprobó que el “grupo de los trece” fue aniquilado por la DINA en el cuartel Simón Bolívar. El abogado querellante de esta causa, Nelson Caucoto, reveló que dicho cuartel se mantuvo en desconocimiento porque ninguno de quienes allí estuvieron prisioneros lograron sobrevivir.
– Las Últimas Noticias, 20 de marzo, 1976 “Óptimo trato a presos políticos”: en 1976, el presidente de la Corte Suprema, José Eyzaguirre y el ministro de Justicia, Miguel Schweitzer, recibieron autorización para visitar Tres y Cuatro Álamos (Puchuncaví) y Villa Grimaldi. Dichas visitas sólo sirvieron para demostrar la existencia de los centros de detención (negados por el régimen hasta ese momento), pues se trató de una maniobra publicitaria para negar las torturas y desapariciones. Bajo el discurso de Eyzaguirre de “combatir el terrorismo” pero con “respeto a las garantías del imputado”, fueron desacreditadas las versiones que apuntaban a las vejaciones de los militares y su complicidad en las desapariciones. Mostrando a la prensa que los presos políticos estaban, supuestamente, en buenas condiciones.
– La Tercera, 23 de julio, 1975 “El MIR ha asesinado a 60 de sus hombres”: es la misma noticia publicada en La Segunda con el titular “Exterminados como ratones”. Tras la desaparición de 119 personas entre el 27 de mayo de 1974 y el 20 de febrero de 1975, la presión de delegaciones internacionales de Derechos Humanos y de obispos chilenos llevó al régimen de Pinochet a realizar un sofisticado montaje que cruzó la cordillera, la denominada “Operación Colombo”. El mayor del Ejército Raúl Iturriaga Neumann se reunió en la ciudad de Buenos Aires con el agente Enrique Arancibia Clavel en abril de 1975. Entre ambos prepararon un montaje para hacer creer que el ex gerente de Chiquicamata, David Silbermann, habría sido asesinado en la capital argentina, aunque en realidad fue secuestrado por la DINA. El montaje fue realizado con un cadáver anónimo dejado en un sótano, con un cartel con las palabras “Dado de baja por el MIR”, de esa forma también lo hicieron con otros tres cuerpos. Así, la dictadura con la prensa inventó una supuestas “purgas” miristas, instalando la versión de que los 119 desaparecidos fueron asesinados por su propia organización, cuando se trató en todos los casos de secuestros de la policía secreta de Pinochet.
El dominio occidental de las noticias globales sigue siendo aplastante. La agencia noticiosa rusa RT tiene un presupuesto de 300 millones de dólares anuales sin que exista una red que coordine sus mensajes con, por ejemplo, la china CCTV, la televisión iraní o TeleSur. Pero la red occidental sí es una suma de aparatos bastante coordinados. En su informe sobre Rusia y muchos otros temas, la Deutsche Welle tiene un presupuesto de US$350 millones, la francesa RFI, US$380 millones, la BBC US$524 millones y la casi totalidad de noticiarios de Estados Unidos, que lleva décadas emitiendo en casi todas las lenguas de la ex URSS (y son muchas lenguas), muchos más cientos de millones. Y todo ello sin contar con los medios privados y sin tener en cuenta la enormidad que representa Hollywood, que, como se dice “es la continuación de la política de Washington por otros medios”.
Por otra parte, ¿pueden actualmente las poderosas organizaciones dedicadas a los derechos humanos, tales como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, servir como guías de protección e imparcialidad en cuestiones de defensa de derechos fundamentales de las personas? Muchas veces no pueden. La misma autoridad que poseen las organizaciones de derechos humanos, con su apariencia de principio y neutralidad, se ha convertido en una mercancía demasiado valiosa para que los poderosos la dejen pasar. ¿El resultado? Las organizaciones de derechos humanos han sacrificado su credibilidad y se han convertido en una parte sofisticada de la maquinaria de la política exterior de Estados Unidos, se encuentran constantemente del lado del imperio, a pesar de las contradicciones y contorsiones que tal postura requiere. Amnistía no le dio a Chelsea Manning la designación de “presa de conciencia”. Los representantes de Amnistía le dijeron al periodista Joe Emersberger en 2013 que su investigación estaba en curso, y que no estaban seguros de si Manning había «dado a conocer información de manera responsable”. Por el contrario, el líder de la oposición venezolana Leopoldo López, que dirigió múltiples intentos de golpe de Estado violentos contra el gobierno, fue rápidamente declarado prisionero de conciencia por Amnistía Internacional. ¿Fueron, acaso, sus intentos de golpe de estado conducidos de una manera más responsable que la denuncia de Manning?
Finalmente, aunque organizaciones de toda ideología han utilizado en algún momento las fake news, son los movimientos de extrema derecha los que mayoritariamente han depositado sus esperanzas en este tipo de artilugios, ya que estos le han servido para perpetuar su tiranía de privilegios en perjuicio de los más desposeídos.