Nuestros medios de comunicación se han adaptado rápidamente a la reelección de Bush y al inicio de su segundo mandato. Tal vez la primera reacción ha sido la respuesta a la exigencia del «Comité Powell para la Asistencia a una Cuba Libre», que proclama la urgencia de organizar la transición inmediata hacia una Cuba totalmente […]
Nuestros medios de comunicación se han adaptado rápidamente a la reelección de Bush y al inicio de su segundo mandato.
Tal vez la primera reacción ha sido la respuesta a la exigencia del «Comité Powell para la Asistencia a una Cuba Libre», que proclama la urgencia de organizar la transición inmediata hacia una Cuba totalmente colonizada por los EEUU. Esa urgencia, que como compromiso de la administración Bush proclamaba el ahora cesado secretario de Estado, ha sido asumida al pie de la letra por los medios de comunicación, como primer dato empírico de un proceso inevitable que debe apoyarse inmediatamente. Es una expresión de fidelidad empresarial por encima de todo. El impacto de la «diplomacia pública» y de la «diseminación de la información» a los que se refiere el documento mencionado, sin duda también el ruido del dinero que también está esparciendo la USAID, está estimulando una feroz campaña contra Cuba.
En las últimas semanas, los canales de televisión y los periódicos se han lanzado a una colaboración entusiasta con el programa del Comité para la Asistencia a una Cuba Libre. Lo han hecho sin mencionar, ni mucho menos analizar o comentar, el contenido del Informe Powell. Claro que su contenido de colonialismo rancio y de métodos similares a los que se están empleando en Iraq, tiene que mantenerse en secreto. La información y el debate público de los planes de Bush contra Cuba provocarían sin dura un rechazo generalizado. De modo que la Falsimedia incrustada y sus profesionales libres se limitan a divulgar consignas e información extremadamente manipulada.
La información sobre Cuba ha llegado a tener rasgos claramente criminales además de una irracionalidad extrema. Explica bien cuál es el papel de los medios.
La segunda reacción ha sido el apoyo mediático al que podría denominarse Plan Libertad, el engendro neofascista con que ha detallado Bush los objetivos para el segundo mandato.
El incremento del la agresividad, las amenazas generalizadas y el descaro en proclamar el derecho de los EEUU a convertirse en legislador, juez y verdugo universal, no ha tenido ninguna respuesta crítica en los medios sino todo lo contrario Falsimedia ha demostrado su unidad funcional y su estructura de participación y dependencia, compromiso empresarial y complicidad con el Imperio.
La sumisión de los grandes medios de comunicación a la estrategia de dominación mundial de EEUU se manifiesta en el discurso con el que se presentan los planes de la nueva etapa presidencial.
Los titulares, sacados, como ejemplo, del País, son muy significativos:
«EE UU ofrece diálogo a los aliados y firmeza contra seis tiranías»
«Condoleeza Rice asegura que la hora de la diplomacia ha llegado»
«Bush jura el cargo con la promesa de extender la libertad en el mundo»
«Bush no descarta el empleo de la fuerza nuclear si Irán adquiere armas nucleares».
Se aceptan como válidos los criterios neofascistas que sobre democracia, libertad, tiranía, y delitos internacionales, emplea Bush y sus secuaces.
La tercera prueba de la «calidad informativa» de Falsimedia ha sido la de las elecciones en Iraq. Aquí el espectáculo es absolutamente vergonzoso.
El discurso único ha hablado de los esfuerzos de los EEUU para garantizar unas elecciones democráticas, obstaculizadas por la acción terrorista. Las elecciones en un país invadido y en guerra abierta con el invasor, definidas, organizadas y controladas por el ejército ocupante y por un gobierno designado también por los EEUU, establecen -según versión unánime de los medios- un buen punto de partida para la recuperación de la soberanía y el establecimiento de la democracia.
Las evidencias absolutas sobre los motivos de la guerra y la invasión de Iraq desaparecen para dar paso a un discurso legitimador que margina la resistencia y el esfuerzo supremo de un pueblo.