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El caso RCTV en el país de al lado

Ficción, realidad y fantasía

Fuentes: Rebelión

Ficción   En Caracas, en el sector de Altamira y Los Chorros, desde inicios del gobierno del presiente Hugo Chávez van ocurriendo una serie de homicidios que tiene como víctimas a jóvenes de las clases poseedoras, cometidos por unos cada vez menos misteriosos grupos auspiciados y frecuentemente armados y entrenados por la Guardia Nacional, o […]

Ficción
 
En Caracas, en el sector de Altamira y Los Chorros, desde inicios del gobierno del presiente Hugo Chávez van ocurriendo una serie de homicidios que tiene como víctimas a jóvenes de las clases poseedoras, cometidos por unos cada vez menos misteriosos grupos auspiciados y frecuentemente armados y entrenados por la Guardia Nacional, o el mismo ejército bolivariano. La cifra de muertos puede acercarse a cien. Son asesinados estos muchachos cuando frecuentan los sitios de esparcimiento de su vecindario o pasean en sus ruidosas motos Harlem, a balazos o la mayoría de las veces con armas blancas para no causar demasiada alarma. También los vecinos de estos sectores deben encerrarse en sus casas a eso de las ocho de la noche, pues estos sicarios los amenazan constantemente de que si violan este ‘toque de queda’, pueden tener violentas represalias. Uno de estos homicidas es excepcionalmente capturado y juzgado por las autoridades judiciales, quienes a pesar de ser venales en favor del gobierno, concluyen que este sujeto es parte de grupos obstinados en el control violento de los suntuosos barrios. Incluso el sentenciado afirma con ostentosidad tener la protección de personajes del alto gobierno. Se acusa permanentemente a la Guardia Nacional de estos sectores de la capital permitir a estos matones amedrentar a los transeúntes en las calles, de quienes así mismo se sabe que están en la nómina de PDVSA. Otro también sorprendentemente detenido, agrega detalles de su accionar mortífero: no pueden matar más de tres cada día. El pánico se apodera de los habitantes de los barrios mencionados y sus alrededores, quienes no pueden huir del país a causa de la prohibición en tal sentido.
 
Nada dicen los medios de comunicación de gran penetración adictos acríticamente al régimen, como la televisión, violando todos los postulados de la deontología periodística y de sencilla sensibilidad humana; pero en los raros casos en los que estos graves hechos son mencionados, lo son como si fueran curiosidades aisladas; los muertos que caen a diario en las calles bien pavimentadas son descritas como producto de diferencias de los muchachos por las competencias de surf, intrigas amorosas, vendettas entre industriales o poderosos comerciantes por trampas en sus negocios, la mayoría de las veces como resultado de riñas entre pandillas de drogadictos; por tanto ni siquiera son investigados con algo de minuciosidad por los organismos correspondientes. A duras penas quienes tocan este tema en los medios de difusión mencionan esto como ‘Masacre silenciosa‘ o ‘Jovenes asesinados en lujoso sector de Caracas’ sin más explicaciones. Hay así mismo en estas zonas de la capital se han presenciado asesinatos de dirigentes gremiales de industrias, no citados ni por sus nombres en la omnipresente mediática oficialista.
Las reclamaciones de los familiares de las víctimas por estos homicidios, no son tenidos en cuenta. En la misma Caracas los medios hacen caso omiso de las ONG que denuncian tan delicados atentados contra la vida humana hasta el cansancio; a las madres en especial no se les tiene en cuenta a pesar de sus solitarias marchas por la Plaza Altamira. Los medios controlados mediante múltiples subterfugios, verdades a medias y los silencios más cobardes, forman una barrera informativa que impide ver la dimensión exacta de los crímenes. En los extraños eventos en los cuales se refieren en algo al tema, lo hacen indefectiblemente dando la voz a las mismas autoridades que son acusadas de complicidad e incluso autoría de los delitos. En estas entrevistas siempre se aprecia una gran indiferencia por la suerte de los fallecidos, por parte de quienes visten uniformes. Hay desdén y menosprecio poco disimulado por las víctimas y la suerte de sus parientes de parte de entrevistadores y entrevistados.
 
Más aun, la televisión dominada trapaceramente por el oficialismo chavista, prefiere hablar en sus noticieros de temas frívolos, intrascendentes, como concursos de belleza, cantantes mediocres, o sobre las grandes ligas de béisbol, a tratar estos asuntos de ‘orden público’. Todo se va en información pobre, fragmentada y abiertamente tendenciosa, que hace ver al gobierno como totalmente aparte de estas y otras tantas infamias.
 
Con un panorama así, la oposición al gobierno venezolano tiene todos los espacios informativos del mundo, horas y horas en CNN, FOX, TVE, DW, BBC, Televisa, metros y metros de papel en el NY Times, El País, El Mercurio, etc., centenares de artículos en páginas electrónicas de todos los géneros, se escuchan agresivas entrevistas a funcionarios oficiales venezolanos en la cadena de radiodifusoras del Grupo Prisa. La Unión Europea a petición de la bancada del Partido Popular, ni más faltaba, clama por sanciones en procura de la caída de tan cruel régimen. El programa de la Voz de América Foro Interamericano crea una sección especial dedicada al tema de Venezuela con la participación continua del ‘especialista’ en Latinoamérica John D. Negroponte. La Corte Interamericana de Justicia abre de oficio expedientes copiosos contra el jefe de estado venezolano y sus subalternos con rápidas y ruidosas condenas. Las amenazas de una intervención militar son una realidad cercana; la fuerza expedicionaria se alista. Un aislamiento internacional tiene acogida hasta por regímenes simpatizantes del proceso revolucionario venezolano. Los periodistas que cohonestaron con estas villanías son condenados por todos los tribunales de ética de sus pares, y los ciudadanos del común los señalan con desprecio como cómplices necesarios de los crímenes descritos.
Realidad
 
Pues bien esta pesadilla de guerra, crueldad y manipulación ya narrada, por supuesto que no ha sucedido en Venezuela, realmente ocurrido y en una circunstancias peores, exactamente el país al lado de Venezuela, el del gobierno ‘aliado’ incondicional del gobierno estadounidense, el de miles de millones de dólares de ayuda para la guerra, el de la economía neoliberal, en Colombia.
Allí en un sector de la capital Bogotá llamado Ciudad Bolívar, y otro contiguo, Cazucá en el municipio de Soacha, una zona pobre en una región del país donde de acuerdo a las estadísticas oficiales la mitad de la población tiene esta condición, han sido muertas unas 600 personas de acuerdo a los datos más optimistas, otros hablan de que tan sólo en 2004 son 850, organismos oficiales del gobierno de municipal de Bogotá aseguran que son 1.286 [1] en su sector. De Cazucá se dice a su vez que han sido muertos unos 210 seres humanos[2]. Los asesinatos de, principalmente, jóvenes y menores de edad, han sido denunciados insistentemente por pobladores de estos sectores y diversas ONG. Los organismos policiales atribuyen insistentemente estos hechos a ajustes de cuentas entre pandillas[3], como en una letanía.
 
Hechos tan escalofriantes, como el que uno de los pocos homicidas capturado, y vinculado a un grupo paramilitar diga: ‘ Yo mate a 137 personas[4] son mimetizados para el público en resumidas reseñas periodísticas. Bajo este régimen del terror, caen también sindicalistas junto con sus esposas[5]. Los moradores acusan directamente a los tristemente célebres progubernamentales paramilitares, seguidores acérrimos del Presidente Uribe Vélez y sus antinacionalistas e injustas políticas de estado.
No causa una mínima curiosidad para las salas de redacción de los medios que el sicario confeso afirme ante la juez: ‘ si yo me pongo ha hablar de todo lo que pasó allá (en Ciudad Bolívar), aquí cae gente que ni se imagina’ [6]. A este personaje se le sentenció a 28 años de prisión, pero ningún sabueso de la información se ocurrió averiguar por los patrocinadores de este hombre en sus crímenes, tal vez, porque como dijo, delataría a miembros importantes del poder. Estudios del gobierno de Bogotá afirman que se les paga a estos asesinos de entre 300 mil a 600 mil pesos mensuales[7] por sus ‘trabajos’. Los paramilitares circulan sin obstáculos vigilando los barrios con el aval de la policía y el ejército [8]. Por su parte los patrocinadores de estos homicidas de una u otra manera han sido revelados por jefes paramilitares como el afamado Mancuso: Chiquita Brands, Bavaria, Postobon, las dos últimas empresas propietarias o socias de los canales concesionarios de la televisión comercial y reconocidos defensores del gobierno de Uribe Vélez. Hablan los habitantes de estas barriadas sobre sus libertades:
 
No se puede salir por la tarde y nos toca acostarnos a las ocho de la noche y en donde todo tiene que estar apagado. Todos tenemos miedo de salir a la calle.’[9]
 
Se dice en escondidos espacios del aparato mediático que estos crímenes son una ‘Masacre silenciosa’[10] o son referidos con simplismo descontextualizador como simplemente ‘Jóvenes asesinados en populoso sector de Bogotá’ [11]
 
La masacre gota a gota de Ciudad Bolívar y sus barrios aledaños como Cazucá en Soacha en el corazón del país, es apenas enunciada como si se tratara de una rareza, un extraño comportamiento metereológico, un dato más en las estadísticas. Incluso el numero elevado de muertes no hace que el periodista de los canales de mayor difusión, el único diario nacional, o las oligopólicas cadenas radiales, realice alguna investigación periodística que ubique en el justo contexto una bellaquería como esta en la situación de una nación en guerra: centenares de homicidios que ya van siendo miles, en un pobre y marginado sector de una ciudad, que en una gran paradoja tiene un alcalde al cual llaman los más despistados <>, y cuyo orwelliano lema es ‘Bogotá sin indiferencia’. Los residentes no pueden salir de estos barrios, no tienen recursos para ello. Y más bien los lugares que habitan son uno de los sitios preferidos de refugio de los dos millones de desplazados existentes en Colombia y de los cuales prácticamente tampoco se habla en los medios. Huyen de masacres nada imaginarias, pues los relatos de años atrás y las fosas comunes recientemente encontradas confirman esta despiadada realidad aún más[12]. Los relatos de sobrevivientes y confesos victimarios llevan a unas, léase bien, ¡diez mil personas asesinadas [13]! Estas historias a su vez describen atrocidades que avergonzarían cualquier sociedad, como ejecuciones de víctimas con desmembramientos, infanticidios, torturas y un largo etcétera[14].
 
Los relatos del dominio paramilitar derechista prohijado por las fuerzas armadas oficiales en Colombia deberían conmover, pero la anestesia emanada de las salas de redacción, cumpliendo órdenes de los poderes locales y foráneos hace las veces de pesada venda cegadora de la mayoría de la población.
 
De nada ha valido incluso la condena al gobierno colombiano de acuerdo del veredicto del Tribunal Internacional Contra la Impunidad: Casos Ciudad Bolívar y Cazucá [15], por complicidad en estos crímenes y abusos. Los medios colusionados ni lo han nombrado, a pesar de estar integrado por personas de trayectoria en la defensa de los derechos humanos tanto a nivel internacional como local. Si esto ocurre a pocos kilómetros de la sede de los pomposos y corroídos poderes públicos colombianos, como canales y periódicos, ¿qué podrán esperar los familiares de las víctimas de los alejados departamentos de Sucre, Córdoba, Putumayo, Meta, etc.?
 
Aquí, en el caso colombiano, el Partido Popular guarda un conveniente silencio sepulcral. No hay sanciones internacionales a un gobierno que de muchas formas ha prohijado la ocurrencia de tales crímenes, aparecen muy pocas imágenes, voces y declaraciones de los miles de familiares de víctimas, no hay tribunal periodístico de ética que se pronuncie contra tamaña autocensura y manipulación. Ningún gobierno europeo se manifiesta con firmeza y claridad para rechazar tan graves atrocidades; el mal recordado Negroponte hace grandilocuentes declaraciones pero para respaldar al gobernante dócil[16], Foro Interamericano habla del estado de los derechos humanos en Colombia como si se refiriera al atropellamiento accidental de un transeúnte: un asunto marginal. Ni un centímetro en la gran prensa norteamericana y europea que coloque el asunto en su dimensión y responsabilidades. Para los canales internacionales de intricadas siglas, nada demasiado destacable ocurre en aquella esquina de Suramérica. Los periodistas colombianos de los grandes medios con esa mezcla grotesca de manipulación e ignorancia que ya forma parte de su estilo, se proclaman adalides de la libertad de expresión, y a la vez se autocensuran sin reatos de conciencia, y no obstante pretenden dar lecciones sobre su oficio.
Los voceros del poder, los entes mediáticos al servicio del dinero, estos autoproclamados como la ‘prensa libre’ y ‘bien informada’, que abogan por la ‘libertad de expresión’, para nada se interesan de estas muestras de una guerra de esas denominadas de baja intensidad a pesar de su barbarie. Llama la atención en cambio, su actitud extremadamente solícita, para hacer cubrimientos de hechos que afectan a sus patrones. Allí si hay enviados especiales de esos expertos en elaborar informes que favorezcan a un sector predeterminado, con tiempo abundante y semblante de actuar con objetividad. Con tristeza en la última semana de mayo en Colombia fue puesta en escena toda una estratagema destinada a desacreditar la medida de recuperación de una parte del espacio radioeléctrico por parte del estado venezolano. Despliegues a protestas en Caracas con tomas cuidadosas para hacer ver a unos cuantos como si fueran millones; micrófonos abiertos a quienes hablaran en contra del gobierno venezolano, cuando en el gobierno de Uribe son recortadas todas las declaraciones populares contra su régimen. Se escucharon verdaderos panegíricos laudatorios a las novelas que emitió RCTV durante el tiempo que usufructuó el canal 2, como una prueba de su calidad como medio de comunicación, un risible argumento para la no renovación de su concesión expresado con toda seriedad, insultando la inteligencia de quienes lo escucharon. Se presenciaron en espacios privilegiados las repetidas sobreactuaciones de los dueños de los equipos de RCTV como si fuera el suceso más importante por esos días en Latinoamérica, un continente en escalada de movimientos sociales que son silenciados en la más que mediocre televisión comercial colombiana. La cruda realidad de un país atravesado por las injusticias más indignantes, una vez más se ocultó, pero en esta ocasión para dar cabida a los intentos mediáticos de desestabilización de un gobierno con un abrumador respaldo popular con el fin de regresar al estado anterior de cosas; o tal vez mutar a la desgraciada situación colombiana de guerra, una fantasía en la cual parece encontrarse empeñado el gobierno estadounidense y los ricos de una nación que poco a poco está cambiando en contra de estos intereses, que sobradamente a través de la historia sabemos los latinoamericanos, no son ni remotamente los de la mayoría.
 
En Colombia en vez de la atroz realidad local de muchos que sufren por directas causas humanas, se ha entregado en estos últimos tiempos, las lúgubres visiones del sueño de la oligarquía venezolana, una como todas las latinoamericanas, indolente y superficial y de la cual los medios privatizados son los voceros de sus más egoístas fantasías.


NOTAS
[1] La primera cifra es un estimativo aparecido en el boletín número 19 de la Oficina Asesora de Comunicaciones Bienestar Social del Distrito, la segunda del Equipo Nizcor octubre 22 del 2004, la tercera del organismo oficial Veeduría Distrital de Bogotá reseñada en El Tiempo de mayo 8 de 2007.
[2] Semana 13 de junio de 2005
[3] Nizkor ibidem
[4] Dick Emanuelsson. ‘Así se Asesina y Paramilitariza Bogotá’. Rebelión 29 de junio de 2005
[6] Emanuelsson. Ibidem
[7] Nizkor
[8] Emanuelsson. Ibidem
[9] Emanuelsson. Ibidem
[10] Semana. Ibidem
[11] El Heraldo (Barranquilla) diciembre 30 2006.
[12] El Oriente Antioqueño Territorio de Ejecuciones Extrajudiciales . Rebelión Altercom mayo 24 2007; se habla de 74 muertes en esta zona de 2002 a 2006.
[13] El Tiempo 22 de mayo de 2007.