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Fidel Castro e Ignacio Ramonet dialogan sobre la prensa en Cuba

Fuentes: Rebelión

Usted me mostró la impresionante documentación que lee y consulta cada mañana para seguir de cerca los acontecimientos del mundo; decenas de cables y de artículos traducidos de la prensa internacional. Y a este respecto quisiera que hablásemos de la información en Cuba. La impresión que se tiene es que, aunque hay excelentes periodistas, hay […]

Usted me mostró la impresionante documentación que lee y consulta cada mañana para seguir de cerca los acontecimientos del mundo; decenas de cables y de artículos traducidos de la prensa internacional. Y a este respecto quisiera que hablásemos de la información en Cuba. La impresión que se tiene es que, aunque hay excelentes periodistas, hay muy poca información crítica sobre lo que pasa en Cuba. ¿Cuál es su opinión sobre esto?

Fidel- Mire, sinceramente, nuestros órganos de prensa no están en manos de los enemigos de la Revolución, ni en manos de agentes de los Estados Unidos. Están en manos de revolucionarios.

Nuestra prensa es revolucionaria, nuestros periodistas, en la radio, en la televisión, son revolucionarios. Nosotros tenemos muchos periódicos, cada organización tiene su órgano de prensa: los trabajadores, la Juventud, el Partido, los campesinos, las Fuerzas Armadas. Hay decenas de periódicos, y todos son revolucionarios.

La impresión que se tiene al leerlos, o al escuchar la radio o ver el noticiero de televisión, es que todo va bien, que sólo se consiguen éxitos, victorias, que no hay problemas, que nadie está descontento. Es un poco extraño porque imagino que en el propio seno del Partido debe haber debates, y discrepancias y discusiones con mayor fuerza crítica.

Mire, aquí ha habido durante bastante tiempo la tendencia a suponer que los señalamientos críticos, la denuncia de las cosas mal hechas, hacían el juego al enemigo, ayudaban al enemigo y a la contrarrevolución. Hay temor de informar sobre algo, porque se piensa que puede ser útil al enemigo. Y nosotros hemos descubierto que en la lucha contra los hechos negativos es muy importante el trabajo de los órganos de prensa. Y hemos estimulado el espíritu crítico. Llegamos a la convicción de que es necesario desarrollar mucho más el espíritu crítico. Y yo he estimulado al máximo ese espíritu crítico porque es un factor fundamental para perfeccionar nuestro sistema.

Claro, sabemos que hay inconvenientes, pero queremos una crítica responsable. Y a pesar de las posibles consecuencias, todo es mejor que la ausencia de críticas.

¿Ese deseo de crítica responsable podría ir hasta la autorización de la libertad de prensa que muchos reclaman?

Si usted llama libertad de prensa al derecho de la contrarrevolución y de los enemigos de Cuba a hablar y a escribir libremente contra el socialismo y contra la Revolución, yo le diría que no estamos a favor de esa «libertad». Mientras Cuba sea un país bloqueado por el imperio, atacado en permanencia, víctima de leyes inicuas como la Helms-Burton o la Ley de Ajuste Cubano, un país amenazado por el propio presidente de los Estados Unidos, nosotros no podemos dar esa «libertad» a los aliados de nuestros enemigos cuyo objetivo es luchar contra la razón de ser del socialismo.

¿Unos medios libres serían considerados incompatibles con la Revolución?

En esos medios «libres», ¿quién habla? ¿De qué se habla? ¿Quién escribe? Se habla lo que quieren los dueños de los periódicos o de las televisiones. Y escribe quien ellos deciden. Usted lo sabe bien. Se habla de «libertad de expresión», pero en realidad lo que se defiende fundamentalmente es el derecho de propiedad privada de los medios de divulgación masiva. Aquí, en Cuba, se lo digo con franqueza, no existe la propiedad privada sobre los medios de divulgación masiva. Pero las distintas organizaciones de masas disponen de sus propios medios: los estudiantes tienen el suyo, los obreros, los sindicatos, los campesinos, hasta los militares. Todo el mundo tiene su órgano de información, y creáme que publican con mucha libertad lo que creen conveniente publicar.

En vez de cuestionar nuestros modos, que son el resultado, la consecuencia de más de cuarenta años de resistencia contra nuestro poderoso vecino, valdría la pena preguntarles a nuestros ciudadanos si se sienten o no se sienten libres.

Hay periódicos extranjeros que también están censurados y no se difunden en Cuba.

Mire, aquí se difunden muchos periódicos extranjeros, norteamericanos y europeos. Periódicos importantes, serios.

Nosotros en eso somos más tolerantes de lo que se dice. Se encuentran en muchos puntos de venta y se pueden comprar con divisas. Los turistas los compran y todo cubano que dispone de divisas los puede comprar y difundir. Eso no es un delito. Nadie le tiene miedo aquí a lo que puedan decir contra la Revolución esos periódicos, o los canales de información como CNN que mucha gente capta sin problemas.

Pero no podemos gastar nuestros recursos -porque tenemos otras prioridades que son la energía, la alimentación, la salud- en importar esa prensa extranjera. Ese tipo de importación no es en absoluto una prioridad para nosotros. Y puede ocurrir que se limite la circulación de tal o cual publicación porque está haciendo sistemáticamente campañas contra nosotros, contrarrevolucionarias. Está difundiendo calumnias, mentiras y falsedades, está tratando de dividir, de crear enfrentamientos. Eso no lo toleramos.

¿Por qué vamos a aceptar que circule aquí un periódico contrarrevolucionario?

Porque, mire, ellos, que tanto hablan de libertad de prensa, cuando algunas de las cosas que denuncia Cuba no conviene que se sepan, tampoco las publican. Porque usted sabe que cada órgano se debe a una línea, y las líneas las trazan los que controlan, los que son propietarios de esos medios, unos con más libertad, otros con menos; aunque hay también, no se puede negar, mucha gente independiente.

¿Usted está satisfecho con el nivel crítico de la información aquí?

Bueno, no sé si usted ha podido seguir en detalle nuestros órganos de información, pero yo le digo que mi más importante fuente de información sobre lo que pasa en el país, mejor que los informes que me envían el Partido u otros órganos de Estado, la que más aprecio, es la de los periódicos. Me mantiene al día de cualquier cosa que ocurra. Y yo los leo todos los días, al final del día.

Usted me habla de espíritu crítico, pero yo me pregunto: ¿dónde está el espíritu crítico en la prensa de tantos países que pretenden más democráticos que nosotros? ¿Dónde está el espíritu crítico de esos periodistas y de esos canales de televisión, en Estados Unidos, que han apoyado, como verdaderos voceros de propaganda, la guerra del presidente Bush contra Iraq?

La verdad, la ética, que deberían ser el primer derecho o atributo del ser humano, ocupan cada vez menos espacio. Los cables de prensa, los medios, la radio, la televisión, los teléfonos celulares y las páginas de Internet descargan un torrente de noticias de todas partes a cada minuto. No es nada fácil para un ciudadano seguir el curso de los acontecimientos. Apenas si la inteligencia humana puede orientarse en ese vendaval de noticias.

Esos órganos de información que se pretenden libres y críticos pero que dependen de la publicidad y que nunca critican a sus anunciantes, yo digo: ¿Por qué se gastan tantos miles de millones de dólares en publicidad? ¿Cuánto se podría hacer con mil millones de dólares de los que se despilfarran en publicidad?

Aquí usted tiene un país cuyo PIB (Producto Interno Bruto) no aparece el aporte de un centavo por publicidad, ni en los periódicos, ni en la televisión, ni en la radio, nosotros no tenemos ningún tipo de publicidad comercial.

¿Qué papel han desempeñado esos medios de difusión masiva, desgraciadamente, en Estados Unidos y en muchos lugares del mundo?, y no los estoy atacando. Los que saben, como usted, el efecto que tienen en las mentes esos medios masivos, pueden comprender que aquí esos medios son usados para educar, para enseñar, para crear valores. Y yo tengo la convicción total, por la experiencia vivida, de que los valores pueden ser sembrados en el alma de los hombres, en la inteligencia y en el corazón de los seres humanos.

Nosotros no andamos con hipocresías de ninguna clase, hablando de la «libertad de la prensa» europea. Nosotros soñamos con otra libertad de prensa, en un país culto, en un país que posea una cultura general integral y pueda comunicarse con el mundo.

Porque quienes temen el pensamiento libre no educan a los pueblos, no le aportan, no trata de que adquieran el máximo de cultura, conocimientos históricos y políticos más variados, y aprecien las cosas por su valor en sí, y porque lo saquen de sus propias cabezas. Ahora, deben tener los elementos de juicio para poder sacar las cosas de su cabeza.

Cuando surgieron, los medios masivos se apoderaron de las mentes y gobernaban no sólo a base de mentiras, sino de reflejos condicionados. No es lo mismo una mentira que un reflejo condicionado. La mentira afecta el conocimiento; el reflejo condicionado afecta la capacidad de pensar. Y no es lo mismo estar desinformado que haber perdido la capacidad de pensar, porque ya te crearon reflejos: «Esto es malo, esto es malo; el socialismo es malo, el socialismo es malo». Y todos los ignorantes, todos los analfabetos, todos los pobres, todos los explotados diciendo: «El socialismo es malo». «El comunismo es malo.»

No enseñan a leer y a escribir a las masas, gastan un millón de millones en publicidad cada año para tomarle el pelo a la inmensa mayoría de la humanidad -que, además, paga las mentiras que se dicen-, convirtiendo al ser humano en persona que, al parecer, no tuviera ni siquiera capacidad de pensar, porque las hacen consumir jabón, que es el mismo jabón, con diez marcas diferentes, y tienen que engañarla, porque ese millón de millones no lo pagan las empresas, lo pagan aquellos que adquieren los productos en virtud de la publicidad. Gastan en crear reflejos condicionados, porque aquel compró Palmolive, el otro Colgate, el otro jabón Candado, sencillamente porque se lo dijeron cien veces, se lo asociaron a una imagen bonita y le fueron sembrando, tallando el cerebro. Ellos que hablan tanto de «lavado de cerebro», lo tallan, le dan una forma, le quitan al ser humano la capacidad de pensar.

¿Van a hablar de «libertad de expresión» en países que tienen un 20 por ciento, un 30 por ciento de analfabetos, un 80 por ciento entre analfabetos plenos y analfabetos funcionales? ¿Con qué criterio, con qué elementos incluso, opinan, y dónde opinan?

Si mucha gente culta e inteligente cuando quiere publicar un artículo no hay manera de que se lo publiquen, y lo ignoran, y lo aplastan, y lo desacreditan. Se han convertido esos grandes medios en instrumentos de manipulación.

Nosotros los poseemos, y partimos de la absoluta convicción de que usamos tales medios para educar, para desarrollar los conocimientos de las personas. Esos instrumentos desempeñan un papel en la Revolución, han creado conciencia, conceptos, valores, y no los hemos empleado forzosamente bien. Sabemos, sin embargo, lo que pueden y conocemos lo que ha logrado la Revolución, entre otras cosas, porque dispone de los medios.

Ahora, no vamos a creer la historia de que esos medios en Occidente están destinados a crear valores de solidaridad, sentimientos de hermandad, fraternidad, espíritu de justicia.

Exponen los valores de un sistema que por naturaleza es egoísta; es, por naturaleza, individualista. Mientras más preparación tiene alguna persona puede comprender que los problemas de este mundo, cada vez más complicados, no se resuelven si no se educa a la gente.

Aunque usted es hostil al culto de la personalidad, y lo ha denunciado a menudo, los medios en Cuba evocan con frecuencia su persona, ocupa usted un lugar importante en el contenido de los medios. ¿Eso le molesta?

Mire, le voy a decir lo siguiente: yo, contrariamente a lo que algunos piensan, no aparezco mucho en público. No tengo costumbre de salir en el noticiero de televisión cada día, y pueden pasar hasta quince días sin que aparezca en los periódicos. Salgo cuando se trata de algún acto conmemorativo en el que tengo que hablar. O cuando llega a Cuba algún visitante, un Jefe de Estado. O cuando ocurre algún acontecimiento extraordinario, como un ciclón devastador, por ejemplo.

Le aseguro que no me agrada mucho estar saliendo en los diarios, en la televisión o en la radio. Aquí no se le rinde culto a la noticia sobre el Jefe de Estado, nada de eso. Se escribe de manera bastante natural. Yo diría que los medios hablan de mí con respeto, pero con familiaridad. Nadie me ve como una figura encaramada en el Olimpo. Mucha gente me ve como un vecino, conversan contigo.

Por naturaleza, soy hostil a todo lo que pueda parecer un culto a la persona, y usted puede constatar, ya se lo he dicho, que en este país no hay una sola escuela, fábrica, hospital o edificio que lleve mi nombre. Ni hay estatuas, ni prácticamente retratos míos. Aquí no hacemos retratos oficiales. Es posible que, en alguna oficina, alguien haya puesto una foto mía, pero es una iniciativa personal y en ningún caso esa foto es un retrato oficial. Aquí ningún organismo del Estado gasta dinero y pierde tiempo realizando y repartiendo fotos oficiales mías o de cualquier dirigente. Eso, en nuestro país, no existe.

Yo ando en constante guerra con los responsables de los medios para no aparecer en la prensa o en los noticiarios. Usted observará que uno de los líderes del mundo que menos sale en los medios de su país, soy yo. No me gusta aparecer en los medios. Ni me gusta que me pongan títulos y cargos, que sí «Presidente del Consejo de Estado y de Ministros» o «Primer Secretario del Partido». Tengo muchos conflictos con mi gente porque todo eso no me gusta. Porque, a mí, afortunadamente, la gente me llama Fidel. Y soy el primero en estimular el espíritu crítico.

Los que me conocen y conocen mis discursos y mis ideas, saben que soy muy crítico, muy autocrítico con eso, y que he combatido con intransigencia toda manifestación del culto a la personalidad o del endiosamiento.

Los medios de comunicación masiva, en manos del Estado, han servido muchas veces para difundir propaganda.

Nosotros queremos usar esos medios para elevar el nivel cultural general. Estamos creando para eso nuevos canales educativos. A través de ellos, el programa «Universidad para todos» imparte cursos de idiomas y otros muchos de variadas materias aparte de programas escolares. En 2003 inauguramos el tercer canal televisivo, que es para la educación, y en 2004 hemos lanzado el cuarto canal, también educativo. La televisión es una verdadera y no bien utilizada forma de transmitir masivamente conocimientos.

Usando los medios audiovisuales, usándolos exhaustivamente, entramos en la etapa de manifestación no para sembrar veneno o difundir propaganda, no para que otro piense por uno; porque si se usan incorrectamente determinados medios, le suprimen al ciudadano la opción de pensar, porque piensan por uno y le dicen qué color es el que tiene que usar, si la falda debe ser larga o corta, si la tela de moda es ésta o la otra. La publicidad sí es propaganda, porque envían el mensaje desde allá sobre lo que debemos usar, qué refresco tenemos que tomar, vienen y nos dicen qué cerveza debemos tomar, o qué marca de whisky o de ron. Nadie quiere que sus hijos se entretengan o se recreen aprendiendo a consumir drogas, o viendo violencia y cosas absurdas, que envenenan la mente de ese niño.

¿Cree usted que los Estados, en el mundo de hoy de las nuevas tecnologías, aún pueden controlar la información?

Cada vez menos. Hoy hay nuevas formas de transmitir y de recibir mensajes. Hay satélites que pueden bajar una señal, hay Internet que puede permitir enviar un mensaje a cualquier rincón del mundo porque, realmente, en general, los que tienen Internet tienen también electricidad, teléfono y posibilidades de comunicarse.

Y no debemos subestimar a esas capas intelectuales, que en el mundo son decenas y decenas de millones, que no son necesariamente una clase explotadora y rica. Hay que ver, recuerde, por ejemplo, allá en Seattle; recuerde Québec, recuerde Génova, Florencia, Porto Alegre.; recuerde las movilizaciones contra la globalización neoliberal ya en cualquier parte del mundo, han sido organizadas a través de Internet, por personas que tienen cultura y tienen conocimientos. Y hay muchas cosas que amenazan hoy la vida del planeta, aparte de las guerras, los cambios de clima, la destrucción de la capa de ozono, el calentamiento de la atmósfera, el envenenamiento de la atmósfera, de los ríos y de los mares, que amenaza la vida de todo el planeta y contra eso todos los pueblos del mundo se movilizan y tienen una causa común con los latinoamericanos, con los norteamericanos y con los europeos.

Hoy hay medios de comunicarse con el mundo que nos hacen menos víctimas o dependientes de los grandes medios de difusión masiva sean cuales sean, privados o del Estado, porque hoy; teniendo esa red de Internet en el mundo, todos los que tienen una aspiración, un objetivo, harán causa común, sean de países subdesarrollados o ricos. También esa red se puede utilizar con las peores intenciones, como al parecer lo hicieron los autores de los atentados del 11 de septiembre.

Tomado del libro «Fidel Castro. Biografía a dos voces». Editorial Debate