Recomiendo:
0

Inmenso surtido radiofónico en España

Fútbol, Toros o Radio María

Fuentes: El Inconformista Digital

Para los que nos criamos con la radio, aprendimos a buscar en los libros las palabras que nos sonaban en la radio, crecimos con la radio y no podemos vivir sin un receptor cerca de nuestros ocios y más nimios hábitos cotidianos, los fines de semana – a partir de las horas vespertinas- están llenos […]

Para los que nos criamos con la radio, aprendimos a buscar en los libros las palabras que nos sonaban en la radio, crecimos con la radio y no podemos vivir sin un receptor cerca de nuestros ocios y más nimios hábitos cotidianos, los fines de semana – a partir de las horas vespertinas- están llenos de silencio. El fútbol patrio ocupa todas las emisoras de las grandes cadenas nacionales y no hay otra alternativa, para quienes desistimos de ser informados de las incidencias deportivas, que apagar el dial. Así, año tras año, lustro tras lustro, desde que a los directivos de las grandes empresas mediáticas se les perdió en la memoria aquel viejo concepto de alineación esgrimido en tiempos del Caudillo como herramienta crítica contra la dictadura.

Claro que de aquel fútbol artesanal -tan apegado a la intemperie de los estadios y al sudor de los colores- al de nuestros días -tan inflado de talonario y mercadotecnia-, media un abismo. El de entonces estaba muy lejos de constituir el multimillonario y multinacional negocio, aún en creciente expansión, que configura hoy sus estructuras. Esto, naturalmente, ha influido decisivamente para que la marejada radiofónica de los fines de semana role en esa única dirección: fútbol a todo pasto en todas y cada una de las cadenas nacionales y en sesiones intensivas de tarde y noche, con una única, persistente y vocinglera cantinela: vomitar a grito pelado las supuesta emoción que comporta cada lance de los partidos en juego, por insignificantes que éstos sean.

Tengo entendido que el número de oyentes seguidores de las distintas variedades de carruseles deportivos vigentes en España -uno por cada cadena convencional- rondaba no hace mucho los dos millones, centenas de mil arriba o abajo. Ciertamente, teniendo en cuenta el carácter monográfico de la programación, dicha cifra es más que respetable y obliga a una cobertura informativa. Siempre la hubo y siempre la habrá, al menos mientras el negocio del balompié -no el deporte- ofrezca espectáculo y en los estadios se aglomere un público más o menos encandilado con el equipo de su ciudad. Eso no me impide estimar como un despropósito o una desmesura interrumpir la programación habitual diaria, como ocurrió la semana pasada, durante varios días seguidos, a cuenta de varios encuentros celebrados en distintas fechas, por muy estimables que sean los conjuntos contendientes.

No se puede entender, o al menos personalmente no me cabe en la cabeza, por qué toda o casi toda la oferta de programación convencional de las emisoras públicas y privadas ha de estar encadenada al fútbol como única opción y no se dan alternativas más seductoras -cuando se dan- en las cadenas que sí podrían hacerlo. Esta posibilidad existe al menos en la radio pública (RNE), y de hecho la disfrutan los melómanos a través de Radio Clásica, pero apenas se ha explotado en Radio 5, donde los oyentes encuentran ofertas tan poco convincentes como el flamenco o los toros para escaparse por un rato de la histérica algarabía de los locutores deportivos.

Resulta por los menos sorprendente que un Gobierno que ha querido mostrarse como modelo de paridad, con igual reparto de carteras entre hombres y mujeres, y que una directora general -la de RTVE-, cuyo feminismo nos consta, persistan en mantener una política mediática basada en discriminar a buena parte de la población femenina -y también de la masculina no adepta al fútbol- los fines de semana, dada la carencia de oferta que colme su interés en la radio pública. Radio Nacional de España debería reconsiderar su programación en ese sentido y acordarse de paso de los niños, totalmente ausentes de las ondas casi desde los tiempos de Matilde, Perico y Periquín. De momento, el único islote de voz exento sábados y domingos de la neurasténica facundia fultbolera o los insubstanciales espacios de Radio 5 se llama Radio María. Y no nos duele admitir que la templada mesura de su religiosa prédica así como su militancia verbal son dignas de asombro en unas tardes y noches contaminadas de griterío goleador.