A Fidel, que aún nos alumbra con sus ocurrencias Cuando a un trabajador lo echan, se dice que se va a la calle. Irse a la calle no sólo significa manifestar y gritar contra el vulgar mandadero de los mandantes y ellos mismos, sino quedarse sin trabajo y pasar a ser un desocupado, un […]
Cuando a un trabajador lo echan, se dice que se va a la calle. Irse a la calle no sólo significa manifestar y gritar contra el vulgar mandadero de los mandantes y ellos mismos, sino quedarse sin trabajo y pasar a ser un desocupado, un marginal, un muerto de hambre. La calle sugiere tráfico, transitar y ocupar un espacio efímero, transitorio.
Por eso, si bien es necesario hacerse escuchar en la calle, es necesario asentarnos en nuestro propio espacio. ¿Y cual es nuestro propio espacio como laburantes e hijos del pueblo? El lugar donde trabajamos y en donde residimos.
Fuente y territorio
En los inicios del capitalismo en nuestro país y aún ya avanzados los años, las empresas fabriles se asentaban en un territorio determinado, que se iba poblando en sus alrededores con casitas humildes, refugio de los trabajadores. Junto con ellos, un sinfín de comerciantes y otros trabajadores de servicios brindaban la logística necesaria para que las familias pudieran sobrevivir. La fuente de trabajo, fundamentalmente industrial, y el territorio donde se asentaban los trabajadores se situaban en un mismo espacio. Por ello, cuando estallaba un conflicto gremial, todo el barrio o la comunidad aportaba para que los trabajadores triunfaran, puesto que toda ella era parte / o sobrevivía por/ el salario que cobraba el trabajador o la trabajadora. A medida que se fue complejizando el sistema, nacieron refugios industriales en donde se afincaron empresas, y los trabajadores ya no se hallaron en el mismo espacio. Así como los patrones ya no vivían en la fábrica o empresa, y ni siquiera eran conocidos en ella, muchos trabajadores tampoco habitaban el barrio donde esta se asentaba. Por ello, ante un conflicto, el barrio no participaba, puesto que no se hallaba o se hallaba poco vinculado con los laburantes de la empresa. Los «dormideros» alejados de los centros industriales o comerciales alejaron al territorio de la fuente de trabajo. Y comenzó la división entre territorio y fuente, lo que fue aprovechado por patrones y burócratas para que, ante un conflicto, los compañeros quedaran aislados y sin apoyo logístico.
Malambo
Zapatear sobre la tierra es afianzarse en un espacio. El malambo, danza masculina, hace que el zapateo despierte a la tierra, hembra y madre, vejada y violada por el saqueador y explotador local y extranjero, y se afinque en ella, expulsando al invasor de ese espacio. En otras danzas, el zapateo -como en la chacarera, el gato y el chamamé- es símbolo de afincamiento sobre el espacio. No hay tránsito sino aparcamiento, no hay pasada efímera, sino afincamiento. El afincarse sobre el espacio es disputárselo al que quiere ocuparlo. En el caso de las empresas donde laburan los yugantes y los territorios en que habitan, el ocupar unas y liberar los otros es símbolo de ejercer poder. Por eso la toma de la fábrica, el Ministerio, el Congreso, la oficina o el territorio, permite adversar al enemigo en el mismo espacio que pertenece al que lo conoce y defiende, y que actuando en forma coordinada, contribuye a dispersar las fuerzas propatronales. Tomar una fuente de trabajo fabril, ministerial, institucional, comercial, financiera u otras es combatir en el espacio propio, en disputa con el propietario virtual, privado o estatal, que vive de la explotación de sus trabajadores o mantiene la institución gracias a sus esfuerzos. Sobre todo, fuentes de trabajo en donde se despiden compañeros.
Ejercer el poder sobre un territorio, en donde conjuntos de trabajadores y sus proveedores logísticos habitan, es liberarlo del control ajeno. Vigilarlo, hermosearlo, asegurarlo para una mejor vida de sus habitantes por sus habitantes mismos, es disputar su control al Estado burgués -y/o a mafias de cualquier tipo- que en los territorios más pobres y miserables tienen a la policía y otras fuerzas represoras como su expresión fundamental en un caso, o sus aliadas, en otros.
La burocracia sindical, de triste y prolongada historia, en relación con la traición de los trabajadores ocupados; y el accionar criminal y de cooptación del narco, creación institucional anglosajona -fundamentalmente yanqui en los últimos 60 años- con los marginados y desocupados que habitan villas de emergencia, asentamientos y barrios carenciados, son elementos fundamentales de neutralización del aluvión popular y la organización de unos y otros para ejercer el Poder Popular y dar al traste con el enemigo de clase y nación.
Ganar la fábrica y el territorio es tarea fundamental. Uno y otro deben ser los diques populares que embolsan la bronca organizada. Las calles deberán ser el rio torrentoso en donde se exprese el júbilo, la bronca y se socialice la información sobre las fuentes de trabajo y territorios liberados, a fin de ser imitados por todos.
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