Ya que los periodistas no lo van a hacer. Y no lo van a hacer, por razones de corporativismo exacerbado combinado con un previsible pacto de silencio ya desde la Escuela. Por eso me siento yo obligado moralmente a comparar el periodismo bien situado con el periodismo inactivo y en paro. Lo que sucede en […]
Ya que los periodistas no lo van a hacer. Y no lo van a hacer, por razones de corporativismo exacerbado combinado con un previsible pacto de silencio ya desde la Escuela. Por eso me siento yo obligado moralmente a comparar el periodismo bien situado con el periodismo inactivo y en paro. Lo que sucede en todos los oficios y profesiones. Pero ésta es especial…
Ignoro la cifra de periodistas sin colocación, los periodistas que la buscan y no encuentran refugio siquiera en los medios digitales. Ignoro cuántos han salido de la última promoción de las Ciencias de la Información, pero a buen seguro que ellos tampoco se librarán de los efectos de la crisis mundial y nacional, pero también de las lacras características de este país. Pues en España, en este sentido hay en todo añadidos preceptivos en una sociedad configurada por las artes y las argucias de los vencedores en todas las guerras…
A mí no me mueve ningún interés relacionado directamente con el asunto. No soy periodista ni hay periodistas en mi familia. Mi interés viene de lejos. Mi interés empezó al sospechar que periodistas inteligentes coexisten con otros muchos que malviven a la espera de una solución profesional para su vida y han de conformarse con bajos menesteres. Al sospechar también, que los programas televisivos están copados por unas pocas docenas de periodistas que ocupan todos los espacios durante años, cerrando el paso a nuevos colegas e impidiendo de paso que savia nueva sanee la mentalidad que impera. Y mi interés por el asunto se agudiza cuando, para colmo de una situación económica y profesional envidiable de esos privilegiados, veo a algunos de estos en cuñas publicitarias blindando lo ya confortable de sus vidas, mientras a los otros no se les da oportunidad; una oportunidad, por cierto, que nunca llegará porque si les jubilan en los audiovisuales a los que pasan de los 50, difícilmente encontrarán un empleo en un periódico, en una revista, en una radio o en una televisión después de los 40. Me pregunto una vez tras otra si habrá tanta diferencia y tanta inteligencia entre los archiconocidos y los otros. Desde luego que mi interés se ha sobreexcitado, en fin, al saber lo que intuía y que el New York Times consagra: que en España los medios tradicionales no son neutrales.
Por todo esto, no extraña lo que ha publicado el rotativo yanqui. Cuando muchos profesionales del periodismo logran la estabilidad alcanzada después de décadas, la adaptación, el acomodo y hasta el apego por un statu quo consolidado a nivel nacional explican que se sitúen ideoló gicamente más o menos a favor de lo que ya conocen y de quienes puedan garantizarles su continuidad; claro que ese posicionamiento han de mostrarlo con habilidad, con quiebros, disimulos y dosificando debidamente las manifestaciones en favor o en contra de quienes verdaderamente a ellos y a quienes les paga «interesa»…
Será ley de vida y ley social, pero a juzgar por tanto parado en periodismo, los que predican y pontifican no dan muestras visibles de favorecer el cambio político, social y económico que España pide a gritos, independientemente de encuestas asimismo sospechosas; de una España que al fin y al cabo sigue el curso de su historia siempre en manos de los mismos…
Jaime Richart, Antropólogo y jurista.
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