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Honduras: Al diario «El País» se le sale el golpismo

Fuentes: Rebelión

El buque insignia del Grupo PRISA, el diario de Madrid «El País», publica este lunes un editorial de esos que hay que guardar, porque revela en toda su dimensión la doble moral y la ideología acomodaticia al poder económico, de éste que trata de presentarse como un diario «de prestigio», defensor de los valores democráticos […]


El buque insignia del Grupo PRISA, el diario de Madrid «El País», publica este lunes un editorial de esos que hay que guardar, porque revela en toda su dimensión la doble moral y la ideología acomodaticia al poder económico, de éste que trata de presentarse como un diario «de prestigio», defensor de los valores democráticos y unta de barniz progresista una línea editorial que en nada se diferencia a la derecha más casposa.

El editorial de este lunes, 29 de junio de 2009 se titula «La vuelta del golpe» (http://www.elpais.com/articulo/opinion/vuelta/golpe/elpepuopi/20090629elpepiopi_1/Tes), y es interesante porque la dirección editorial del diario «El País» comienza escribiendo lo evidente: que en Honduras se ha producido un golpe de estado militar completamente denostable y reclamando la restitución del presidente legítimo, Manuel Zelaya… PERO «El País» no se queda ahí. Y subrayamos este pero, porque ahí está el núcleo de la intencionalidad que ha configurado la forma como este diario ha presentado, o mejor dicho, desfigurado la realidad de Honduras durante toda la última semana, desde que los brazos civil y militar de la oligarquía hondureña desafiaron al presidente y sabotearon una consulta popular, una sencilla pregunta al electorado hondureño sobre si estaba de acuerdo o no con la posibilidad de que se pudiera convocar a un referéndum para preguntarle a la ciudadanía si quería una Asamblea Constituyente.

No era -como presentó «El País»- el asunto de la reelección presidencial o la «perpetuación en el poder del presidente», lo que estaba en juego, ni lo que las élites que siempre han gobernado Honduras rechazaron hasta el punto de quebrar la legalidad constitucional. «El País» lleva una semana presentando al presidente Manuel Zelaya como un «provocador» desafiante a las instituciones democráticas, incluso cuando estaba ya en marcha el golpe militar, con la desobediencia expresa de los militares y su negativa a distribuir las urnas para la consulta del domingo. Por eso, incluso después de conocer el brutal secuestro del presidente y de la canciller, la agresión a los embajadores de Cuba y Venezuela en Honduras por los militares golpistas, y el apagón informativo, el toque de queda y la persecución de dirigentes sociales desatada, el diario «El País» no puede evitar llegar a la conclusión de que el golpe militar es repudiable, pero de alguna forma, «Mel se lo buscó».

«Pero aunque la condena ha de ser inequívoca y se debe exigir el inmediato regreso del presidente a Tegucigalpa para reasumir funciones, porque el Ejército no es quien para juzgar los actos de Zelaya, no parece que pretenda amodorrarse en las instituciones. Y lo cierto es que ayer domingo el presidente o los militares, unos u otros, iban inevitablemente a violar la legalidad. Zelaya, con una consulta no prevista por la Constitución, y a la que se habían opuesto el Congreso, la autoridad electoral y el Supremo, y los militares tomándose por su mano una justicia que no les corresponde. El Ejército, que ha detenido a la mayoría de los miembros del Ejecutivo y patrulla las calles, parece estar detrás de la designación por el Congreso del presidente de la propia Cámara, Roberto Micheletti, como sucesor de Zelaya. El objetivo sería quitarse el golpe de encima».

El rotativo estandarte de la socialdemocracia española rechaza única y exclusivamente, el aspecto militar del golpe, mientras avala a los protagonistas civiles de la asonada: la Corte Suprema, el Congreso y el poder electoral.

¿Por qué «El País», un diario «progresista», «demócrata», que hace 30 años incluso veía con simpatía la lucha de los pueblos nicaragüense y salvadoreño por su liberación nacional contra los escuedrones de la muerte, toma hoy partido por la más rancia oligarquía hondureña? Todos sabemos que esta clase política es cómplice del sangriento papel que Honduras ha desempeñado en América Central durante el último siglo, y ahora se aferra a sus privilegios y recurre a sus gorilas, formados por el Pentágono en la Escuela de las Américas, para preservar por la fuerza lo que el pueblo hondureño está desafiando: un marco jurídico-político excluyente, que blinda los privilegios de la clase dominante y es apenas un remedo de democracia.

«El País» revela el porqué de su sesgo en el último párrafo de este sabroso editorial:

«Lo que aquí se dirimía era, en definitiva, el equilibrio de fuerzas en América Latina, de forma que si Zelaya se salía con la suya en la consulta reeleccionista, ganaba terreno el chavismo en América Central, donde ya la Nicaragua de Daniel Ortega hace las veces de fiel escudero del presidente venezolano. Y la misma semana pasada se celebraba, con la asistencia de Zelaya, una solemne ceremonia en Venezuela para subrayar el ingreso de Ecuador en el ALBA, la alternativa económica de Chávez al ALCA que domina Estados Unidos. Pero sea cual fuere el conflicto de ideologías en Iberoamérica, algo ha de quedar claro: los problemas de la política los solventan los políticos, y el Ejército, calladito y encerrado en sus cuarteles».

Ahora conocemos cuál es, según «El País», el pecado del presidente constitucional de Honduras: haberse adherido al ALBA, favoreciendo la correlación de fuerzas de la izquierda latinoamericana frente a los intereses de Estados Unidos. Y sabemos también que el diario «El País» se opone única y exclusivamente a la intervención de los militares en política, pero avala completamente las tesis de la oligarquía golpista que controla el poder legislativo, judicial y electoral. Es decir, que si lo que hubiéramos presenciado hubiera sido una destitución del presidente por estos poderes, no habría, según el diario «El País», mayor conflicto.

Ante esta confesión tan obscena de la ideología que corre por las venas editoriales de este panfleto burgués, lo único que nos resta por añadir, es que «El País» soltó una mentira muy, muy grande y vergonzosa en este mismo editorial, cuando escribe:

«¿Acaso puede tener hoy futuro el golpismo militar en América Latina? La última asonada con éxito se produjo en Ecuador el año 2000, cuando una acción conjunta de fuerzas armadas y movimientos indígenas depuso al presidente Jamil Mahuad, y la siguiente oportunidad ya no pasó de intentona, con ocasión de que el Ejército venezolano depusiera al presidente Hugo Chávez, aunque volvió al poder 48 horas después. La condena era general en América y Europa».

«¿La condena era general en América y Europa?» No, señores de «El País», hasta los jóvenes tenemos memoria de lo que ocurrió hace siete años, esa mentira sí no cuela.

La condena no fue general. El gobierno de Estados Unidos avaló el golpe de Estado contra el presidente legítimo de Venezuela, Hugo Chávez, pero fue después de que lo hiciera el cómplice gobierno español del inefable José María Aznar, quien se demoró más en reconocer a los golpistas que el propio ex presidente y amigo carnal (de uña y carne, no sean maliciosos) de connotados golpistas venezolanos, y gurú del diario «El País», Felipe González.

Lo que fue general en América y Europa fue el apoyo al golpe de Estado en Venezuela, con la excepción de Cuba. Ésa es la verdad que no puede ocultar «El País», como tampoco puede borrar de las hemerotecas y de los archivos digitales su vergonzoso editorial del día 13 de abril de 2002. Lo reproducimos a continuación, para volver a dejar constancia de la iniquidad, de la traición de este diario a los más elementales principios democráticos, por no hablar de los pueblos y de los oprimidos, que hace ya muchos años que no tienen en «El País» a un defensor, ni a un observador «objetivo».

Golpe a un caudillo (http://www.elpais.com/articulo/opinion/Golpe/caudillo/elpepiopi/20020413elpepiopi_2/Tes)

13/04/2002

«Sólo un golpe de Estado ha conseguido echar a Hugo Chávez del poder en Venezuela. La situación había alcanzado tal grado de deterioro que este caudillo errático ha recibido un empujón. El ejército, espoleado por la calle, ha puesto fin al sueño de una retórica revolución bolivariana encabezada por un ex golpista que ganó legítimamente las elecciones para, convertirse desde el poder en un autócrata peligroso para su país y el resto del mundo. Las fuerzas armadas, encabezadas por el general Efraín Vásquez, han obrado con celeridad al designar como jefe de un gobierno de transición a un civil, Pedro Carmona Estanga, presidente de la patronal venezolana, a la vez que destituía a los mandos militares compañeros y amigos del depuesto presidente.

Aprovechando la ola de hartazgo de tanta gente con la corrupción del anterior sistema de partidos, Chávez arrasó en las urnas, para hacer luego un uso abusivo de ese poder, con un autoritarismo que llegó incluso a las aulas de los colegios. Su final se veía venir tras las cada vez más numerosas declaraciones de diversos militares, el deterioro de la situación económica y la marea de protesta de la clase media, que creció con la aprobación en diciembre pasado de 49 decretos-leyes de inspiración castrista. Chávez introdujo varios centenares de asesores cubanos en Venezuela, al tiempo que suministraba a La Habana petróleo gratuito, un grifo que ahora se cierra.

La gota que colmó el vaso y levantó a los militares fue la represión protagonizada por la policía y francotiradores adictos a Chávez, que causaron 15 muertos y un centenar de heridos el jueves, en la tercera jornada de una huelga general que unió paradójicamente a sindicatos y empresarios. La protesta recibió un impulso extraordinario cuando paró la estratégica compañía Petróleos de Venezuela (PDVSA) y Chávez ordenó por televisión el cese de algunos de sus directivos. El régimen chavista ha sido tan desastroso que ni siquiera ha sabido gestionar con eficacia esta riqueza nacional, que le convierte en el cuarto exportador mundial, lo que puede obligarle en los próximos meses a bombear y refinar a pleno rendimiento para llenar las cajas de su hacienda pública, en contra de la voluntad de otros países de la OPEP (Organizazión de Países Exportadores de Petróleo), temerosos de que caigan los precios.

La resistencia civil contra Chávez, que atacó a los medios de comunicación y amenazó con nacionalizar las cadenas privadas de televisión, en cuyas emisiones irrumpía, se había organizado en redes que constituyen una esperanzadora semilla de desarrollo de una sociedad civil, y que utilizaron Internet como ‘trinchera de la modernidad’. Esta resistencia pacífica esperaba una salida constitucional, aunque fuera para cambiarla a continuación. Por desgracia, lo ocurrido demuestra que en Venezuela el ejército sigue siendo el árbitro de última instancia. A la luz de los hechos, hay que elogiar al menos la decisión de la cúpula militar de ceder el poder a un civil, aunque resulte singular que el elegido sea el presidente de la patronal.

Vaciadas las cúpulas de los partidos políticos tradicionales, es necesario convocar elecciones cuanto antes y redactar una Constitución que restablezca el equilibrio de poderes que Chávez eliminó a su medida, como hiciera Fujimori en Perú. El nuevo presidente interino, Ricardo Carmona, se ha comprometido a nombrar un Gobierno de concentración ‘con gente intachable’ y a convocar elecciones en el plazo de un año. Además de preparar la transición, tendrá que abordar sin demagogia algunos de los graves problemas sociales que padece el país.

Chávez ha jugado con fuego dentro y fuera. La sombra de EE UU -que importa de Venezuela un 13% del crudo que consume y que ayer le acusó de buscar su propio final- se puede presentir detrás de lo ocurrido. Chávez no parecía haberse percatado de cómo ha cambiado el mundo tras el 11-S: evitó condenar los atentados de Nueva York y el Pentágono, viajó a Bagdad para expresar su apoyo de Sadam Hussein, apoyó la guerrilla colombiana de las FARC, estrechó sus relaciones con Castro y acogió a Montesinos, la mano negra de Fujimori. Retrospectivamente, no es la mejor muestra de acierto que Aznar, al recibirle en Madrid en 1999, subrayara su ‘profunda confianza’ en Chávez. Tiene ahora, como presidente del Consejo Europeo, una ocasión para que la UE contribuya a la instauración en Venezuela de un régimen democrático normal y estable. Sería bueno que Chávez y algunos de sus colaboradores detenidos rindieran cuentas de sus desmanes autoritarios y corruptos ante los tribunales de su propio país. Su experiencia, como la de Fujimori, debe servir para que se difunda la lección de que la democracia no son sólo votos, sino también usos».