El INDEC acaba de publicar la inflación de enero. El Índice de Precios al Consumidor en el primer mes de 2022 fue de 3,9% y acumula 50,7% en el último año.
La telefonía e Internet lideraron las subas, pero los alimentos y las bebidas subieron 4,9%. “Por qué fallaron todas las recetas para bajar la inflación y qué se necesita para erradicarla”, es el título de la nota escrita por el economista Martín Redrado en el portal iProfesional de este lunes. Para reflexionar sobre estas opiniones y sobre el porqué de la inflación, en apariencia irremediable de Argentina, Red Eco Alternativo conversó con otro economista, Julio Gambina.
La inflación en Argentina se ha constituido desde hace años en un mal que parece no tener solución. Su impacto erosiona los ingresos de quienes menos tienen y profundiza la pobreza y la exclusión.
Pareciera algo inentendible para la mayoría. Lenguajes técnicos que nos alejan de poder pensarla en forma más sencilla.
Es que la inflación no es un problema económico y su abordaje debe venir desde la política. Su solución no es a través de medidas monetarias ya que su origen está en el tipo de estructura económica que tiene nuestro país. Y si no se cambia eso, la inflación será un sube y baja, con más subidas que bajadas. Porque lo central es cómo está constituido el núcleo del poder económico en Argentina.
Para combatir la inflación, “hemos probado toda clase de instrumentos: tipo de cambio fijo y flotante, control de la cantidad de dinero, controles de precios, déficit cero y Ley de Responsabilidad Fiscal, por solo mencionar algunos. Pero ninguno dio resultado”, afirma Martín Redrado, quien fue presidente del Banco Central de la República Argentina durante la presidencia de Néstor Kirchner y varios años del mandato de Cristina Fernández de Kirchner.
El economista detalla luego los dos modelos que, a su juicio, han sido aplicados por nuestro país para enfrentar la inflación. Uno, el modelo de “inserción al mundo”, para lo cual “el país se financió emitiendo deuda, con niveles crecientes de tasas de interés que agudizaron las recesiones”. En el otro modelo, “la financiación se hizo con emisión monetaria”, provocando devaluación de nuestra moneda y “generando saltos inflacionarios”.
Para Redrado el primer modelo privilegió la Argentina exportadora y el segundo, la focalizada en el desarrollo del mercado interno. Su conclusión, en el artículo, es que ambos modelos para combatir la inflación no dieron resultado.
“La nota de Redrado no dice mucho”, comenta Julio Gambina a Red Eco. “Habla de las políticas económicas aplicadas en los últimos 40 años, pero es su lectura de cuáles han sido las políticas de los últimos 40 años, no toma en cuenta el problema estructural de la organización económica de la sociedad, de la estructura económica social. De lo que cambió a partir de la dictadura militar, del plan Martínez de Hoz”, afirma.
“Por ejemplo, él termina hablando que el problema de la inflación es, por un lado, la emisión de deuda y, por el otro, la emisión monetaria. Se queda en políticas monetarias, cambiarias, pero no analiza la estructura económica social de transnacionalización y extranjerización de la economía argentina. Porque, aunque sostenga y diga que algunos gobiernos han favorecido la inserción internacional y otros el aliento al mercado interno, nunca en los últimos 40 años después de la dictadura militar, se dejó de ser un sector que primarizó sus exportaciones, que se insertó de manera subordinada y dependiente en el mercado mundial, y en todo caso la inflación lo que expresa es una disputa por la apropiación de la riqueza socialmente generada, por la plusvalía”, agrega.
¿Qué pasa en los otros países de la región? ¿No ocurre lo mismo?
En su nota, Redrado hace referencia a Venezuela y Argentina como los dos países de mayor inflación de la región.
“No tiene que sorprender que Argentina y Venezuela tengan altas tasas de inflación. También Cuba. Sin embargo, Redrado no menciona el caso de Cuba, cuando ha sido el tercer país de alta inflación en 2021”, acota Gambina a Red Eco.
Además, señala que en otros países de la región ocurre lo mismo, pero con la diferencia de que en esos lugares el núcleo del poder económico está más estabilizado: “Por ejemplo, en el caso de Perú hay disputa política por quién gobierna, pero no está puesto en riesgo la dominación económica. Hay un nivel de estabilización de ese poder económico en Perú o en Chile. Brasil, en el que el tema es un poco más discutido, está empezando a aparecer un problema de inflación más importante. De alguna manera eso también va a empezar a pasar en Colombia”.
En esta línea de reflexión, donde es determinante analizar la centralidad del poder económico y su efecto sobre las economías de los países, Gambina amplía su enfoque con relación a la Isla caribeña: “En Cuba, Venezuela y en Argentina, si algo está en discusión, no es sólo la política, no es solo quién gobierna, sino el rumbo de la economía. Hay una intencionalidad no solo desde el bloqueo a Cuba por reorientar la política económica cubana para reorientar la economía cubana, en un sentido de favorecer inversiones privadas del capital externo y modificar la organización económica de Cuba. Pongo el ejemplo de Cuba porque Redrado ni lo menciona, pero tiene un tema de inflación importante”.
El poder económico es un debate claramente político. Si miramos lo sucedido en Argentina, “los grandes privilegiados en la convertibilidad fueron los capitales externos, apropiadores de empresas privatizadas de servicios públicos que tenían excedentes en pesos y los cambiaban en su equivalente en dólares. El proceso de devaluación con (Eduardo) Duhalde y subsiguientes favoreció a las corporaciones transnacionales que producen en Argentina con destino al mercado interno y al mercado mundial”, ejemplifica Gambina.
“Recordemos que en 2001 muchos de nosotros decíamos ni dolarización, ni devaluación. Porque parecía que la devaluación era lo demandado por los sectores populares. En realidad, fue lo demandado por el capital privado que asienta el desarrollo de su producción en el propio país. Y por eso los sectores industriales fueron los grandes favorecidos, y dentro de los industriales, los más concentrados. Claro, eso genera empleo y por eso generó la posibilidad de consenso en el Kirchnerismo”, agrega Gambina.
Volviendo al ex presidente del Banco Central, Redrado afirma en su nota que “lo único que hasta ahora no se hizo fue establecer un programa de convergencia de todas las variables macroeconómicas dentro de un plan de estabilización y crecimiento”.
Para Redrado, el camino es aplicar políticas públicas que sean parte de acuerdos empresariales y sindicales: “Esto exige lograr consensos básicos no solo entre la dirigencia política, sino también en el conjunto de la sociedad”.
Gambina pone blanco sobre negro en el tema de la búsqueda de consensos: “Siempre es bueno el consenso. Pero ¿cuándo hay consenso? Cuando alguien es hegemónico. Él pide consenso de empresarios y trabajadores. Para que haya consenso entre empresarios y trabajadores tiene que haber alguien que sea el que establece las condiciones”.
Y pensando en cómo se expresa esa hegemonía en la Argentina de hoy, y el camino del movimiento popular que desde la dictadura hasta hoy se ha caracterizado por la defensiva, Gambina remarca que “es el capital el que tiene la batuta, por eso avanzó la pobreza, la flexibilidad salarial y de hecho, hay inflación pero hay deterioro de los ingresos populares, o sea que de ninguna manera la inflación favorece. En algunos años puede ser que los salarios de los sectores bajo convenios colectivos se mantengan al mismo nivel, pero no es la pauta de los ingresos populares en su conjunto”.
“Qué impide una solución distinta”, se pregunta Eduardo Sartelli en su nota «El ‘vamos viendo’ como política de Estado«. El Director de Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales se responde: “La respuesta es sencilla: el sujeto que tiene que implementarla, la burguesía argentina (incluyendo aquí al capital extranjero que opera en el país) no encuentra rentable otra cosa, porque el problema es ella misma. En la Argentina, los que sobran no son los ‘planeros’, lo que sobra son capitales inútiles, rubro en el que caben casi todas las empresas que operan en el país, otra vez, incluyendo a las extranjeras” .
Compartimos esta visión. Creemos que es necesario salir del corsé que nos proponen economistas con recetas monetarias las cuales, ya está probado, no son efectivas para bajar la inflación. Es necesario avanzar – aún con los límites que nos impone el capitalismo – en medidas de cambios de estructura productiva y control sobre los nichos de poder económico. Si bien no es quizás la solución de fondo, al menos podemos pensarla como un paso para mitigar el padecimiento de quienes menos tienen.
Fuente: http://www.redeco.com.ar/nacional/economia/35121
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