El lunes 10 de diciembre se emitió en el Canal Cuatro el reportaje elaborado por el periodista Jon Sistiaga sobre la situación en Iraq. Se trataba de un documental anunciado a bombo y platillo y al más puro estilo hollywoodiense. Toda la maquinaria PRISA anunció el evento de la noche: entrevista en El País, apertura […]
El lunes 10 de diciembre se emitió en el Canal Cuatro el reportaje elaborado por el periodista Jon Sistiaga sobre la situación en Iraq. Se trataba de un documental anunciado a bombo y platillo y al más puro estilo hollywoodiense. Toda la maquinaria PRISA anunció el evento de la noche: entrevista en El País, apertura de un foro en Internet para que Jon contestara a los internautas después de ver el reportaje, varios periódicos Web repican entrevistas a Sistiaga, por supuesto la página web del Canal Cuatro, entrevistas en la Ser, el periódico gratuito ADN le hace una entrevista que se publica on line, Caja Madrid.com le dedica su crónica social, la fundación telefónica a través de su red educativa virtual (educared) y en campusred (periodico digital de la universidad) se ocupa de Sistiaga y también otros grupos mediáticos se hacen eco, como El Mundo que anuncia el reportaje. Ese mismo día El País dedica dos páginas completas de la sección de Internacional a un reportaje escrito de Jon Lee Anderson, también reportero de guerra, al «conflicto de Iraq» con el encabezamiento «En las entrañas de la guerra», la primera parte del reportaje fue publicada el domingo.
Todo este despliegue puede parecernos habitual, normal, una estrategia típica de las empresas mediáticas para ofertar sus productos estrella, ya sean noticias, reality shows o películas. Pero no por estar normalizadas las estrategias de marketing hemos de renunciar a preguntarnos por los objetivos perseguidos y por sus efectos. Porque, efectivamente, los intereses económicos hacen de los productos periodísticos unas mercancías sujetas a las lógicas del mercado pero cuando los poderes económicos y los poderes políticos coinciden es necesario indagar más allá de las razones del mercado. El profesor Serge Halimi recoge el chiste periodístico según el cual la diferencia entre un médico y un periodista es que el primero envenena a uno por vez, mientras el segundo envenena a millones al mismo tiempo; y nos dice, no se trata de un chiste sino de una realidad estructural, inherente al mundo de los medios. Es por esta verdad estructural – que convierte a los medios de comunicación en algo más que corporaciones dedicadas al beneficio y les asigna el papel de maquinarias de guerra-, decimos que por esta razón es necesario ocuparse con algo más de detenimiento del reportaje de Sistiaga.
Con sólo analizar el anuncio publicitario de El País podríamos hacerles algunas sencillas preguntas: ¿Por qué ahora este reportaje sobre Iraq? ¿A qué se debe que a un periodista se le permita pasar diez días con el ejército estadounidense? ¿Cómo es posible que un periodista que estuvo a punto de ser asesinado, como su compañero José Couso, por el ejército estadounidense se preste a convivir con ese mismo ejército?
El anuncio, que ocupa toda una plana, está dividido en dos. La primera parte muestra a dos soldados parapetados detrás de sus armas mirando por los visores como a punto de disparar, la foto está tomada desde un lateral y dos haces de luz blanca vertical nos indican que se trata de una instantánea en la que el fotógrafo se ha visto obligado a tomar un contraluz; es además un contrapicado (desde abajo), lo que señala que el fotógrafo estaba agachado al lado de los tiradores. Inmediatez y riesgo son las connotaciones de la foto. La cabecera del la foto es el título del reportaje «Sargento: ¿a qué estamos disparando?» El texto es el anclaje de la foto, nos dice que se trata de un ejército (sargento), y la situación es de peligro (disparos) pero la pregunta está dirigida no al sargento, sino al lector, incitándole a querer saber más, a tratar de contestar, es decir, a ver el reportaje. La pregunta en sí misma es significativa, los soldados le preguntan al sargento «a qué» le disparan, no a «quien», cuando es más que evidente que los soldados disparan a seres humanos no a cosas. Pero de esta forma, el título del reportaje neutraliza el imaginario y el efecto de la foto: soldados armados disparando.
A la parte segunda del anuncio llegamos conducidos por uno de los haces de luz blanca que va directamente hacia la cabeza de Jon Sistiaga que aparece vestido con una blusa azul celeste, sonriente, con los brazos cruzados, mirando al espectador y con un reluciente reloj negro. Las connotaciones de esta foto son de tranquilidad a pesar del fondo rojo ya que la expresión del periodista es relajada, afable; no va vestido como un reportero de guerra sino como un modelo que podría estar posando para un anuncio de relojes o de ropa del Corte Inglés. Al lado del periodista el texto va dando las claves de lo que se espera del lector, que vea el reportaje, es decir, que se convierta en audiencia, que su implicación, su acción sea la de mero espectador: «practica cuatro», dice el texto. En letras grandes la cita «Hoy a las 22h00», después la indicación del espacio donde se emitirá «Especial Noticias Cuatro»; el espacio nos señala el carácter de lo que verá el espectador «noticias», actualidad, pero además «especial», es decir, algo único, singular. Es la mejor forma de hacer vendible un producto: actual y único. Después se repite el título del reportaje, por si algún lector ha perdido la pista de lo que debe buscar, y finalmente el párrafo con la sipnosis de lo que verá: «Jon Sistiaga ha convivido durante diez días, en primera línea de fuego, con una unidad del ejército estadounidense en Iraq». Ya tenemos con la sinopsis el cartel completo, las claves del producto: el héroe se llama Jon Sistiaga, el español intrépido y arriesgado que está en primera linea de fuego, el peligro se llama Iraq. No aparecen ni la palabra guerra ni ocupación, sólo se sugiere el conflicto con las palabras ejército y primera línea de fuego. De esta forma se evita dar nombre al conflicto, y sobre todo hablar de la ocupación. Se habla de convivencia en vez de periodista empotrado que es la terminología apropiada para un periodista que se incorpora a una unidad del ejército, que es protegido por este ejército y que ve, filma y cuenta lo que el ejército en el que se empotra consiente. Utilizar este término hubiera sido contraproducente para determinada audiencia «progre» y hubiera descalificado a Sistiaga que de ser un periodista independiente en los primeros días de la guerra habría pasado a ser un periodista en las filas del invasor. Además, se consigue descontextualizar el reportaje, evitar que se confunda con los reportajes que hicieron en su día los famosos periodistas empotrados en el ejército invasor.
Sin ver el reportaje ya tenemos un abanico amplio de preguntas y respuestas sobre la composición química del producto que recibirán nuestras mentes, por lo menos en el aspecto de ser una mercancía con bajos costos de producción y con una rentabilidad garantizada a través de una postproducción amplia y eficaz.
Una de nuestras preguntas iniciales era por qué ahora tantos reportajes sobre Irak y por qué este en concreto en los medios «progres» o de influencia PRISA. A menos de tres meses de las elecciones parlamentarias en nuestro país alguien podría pensar que sería una buena idea hablar de Iraq, ya que algo tuvo que ver en la decisión de votar contra el PP de mucha gente de izquierdas. También podría ser una sugerencia de los propios estadounidenses que se sienten tan mal tratados por el sentimiento antinorteamericano de la población del reino de España. O podría ser una sugerencia del propio Canal Cuatro, o del grupo PRISA, bien vista por la embajada estadounidense. Puede que haya sido una idea del propio Sistiaga, en busca de notoriedad, reconocimiento personal, o simple cuestión de honorarios; pero de lo que no caben dudas es de la coincidencia de los intereses Sistiaga con los intereses Canal Cuatro (grupo PRISA), los del gobierno español y, desde luego, los de Estados Unidos, con tan mala prensa entre la población española.
Por otro lado, para incidir en las mentes bienpensantes que se opusieron a la guerra de Iraq y que albergan ese sentimiento antiestadounidense tan resistente ¿quién mejor que Jon, que estuvo a punto de ser asesinado por el ejército estadounidense que mató a su compañero José Couso el 8 de abril del 2003? ¿Quién mejor que un tipo de prestigio entre sectores de izquierda que publica libros en homenaje a su compañero José Couso? Ciertamente, a Jon había que buscarle una coartada, o la buscó él, para que pudiera contar lo que tenía que contar sobre el ejército estadounidense sin que cayera su credibilidad, por eso el propio Sistiaga ha insistido hasta la saciedad en todas las entrevistas que le han hecho en que «era la única forma de que un periodista pueda entrar hoy en una zona convertida en un avispero: empotrado al ejército estadounidense que está en primera línea del conflicto»; poco importa si la gente sabe o no que a día de hoy hay muchos otros periodistas que están cubriendo lo que ocurre en Irak sin estar empotrados, pero eso es otra historia. Lo importante es que Jon era la persona ideal para su Canal de televisión y para los intereses estadounidenses que aceptaron, integraron, guiaron a Jon y supervisaron su trabajo. De hecho, en una de las entrevistas que le han relizado afirma que iniciará el año en Estados Unidos, en Kentucky para hacer un reportaje sobre la cultura de las armas en la sociedad estadounidense.
Si un periodista «convive» con un ejército no es probable que vaya a ser crítico con sus anfitriones, por el contrario, tratará de mostrarles como seres humanos, capaces y considerados, no en vano su propia vida depende de ellos. En cualquier caso el punto de vista, el lugar desde el que se toma la foto, es clave para entender qué nos están contando y por qué.
Cuando vimos el documental la mayoría de nuestras suposiciones se convirtieron en certezas. El principal componente químico del reportaje: la humanización del ejército estadounidense. Vimos desfilar a jóvenes normales, interesados por la música, los videojuegos, amantes de sus familias, etc. eso sí, algo confusos pero porque la situación es muy confusa, según Sistiaga: está el terrorismo de Al Qaeda, las resistencias patrióticas o nacionalistas, las milicias tribales (suníes, chiis), las peleas entre las milicias….; en fin, los soldados están confusos pero el propio periodista parece que no tiene entre sus objetivos investigar ni aclarar nada a sus espectadores; es más, lo mejor es que se sientan como los propios soldados: confusos. O que acepten, como deberían hacer los iraquies, que hay un enemigo común «el terrorismo de Al Qaeda» que es quien pone bombas en mercados y al lado de las casas de la gente corriente.
Claro, tragar esa patata caliente de los soldados «haciendo labores humanitarias» es difícil para la audiencia con cierto sentido crítico y, no olvidemos, bastante anti-americana, así que de vez en cuando el periodista se pone delante de la cámara para contarnos que en realidad los iraquies que aparecen están asustados, que los soldados han disparado al señor que daba de comer a los pájaros en la azotea no por error sino porque le disparan a todo lo que se mueve en los tejados, nos dice que él le cuenta a un soldado que en Iraq antes no había tanta violencia y que había menos muertos, y que el soldado se sorprende, en fin, Jon trata de convencernos timidamente, con sus apostillas, de que él está allí como empotrado porque es la única forma de hablar de Iraq en estos momentos pero que en realidad el está en contra de la ocupación. Así, mientras todas las imágenes que vemos las de un ejército en tareas humanitarias, haciendo explosionar coches bomba que los vecinos detectan, buenos chicos, un poco ignorantes pero buenos, el periodista pone una sombra de duda en lo que vemos para hacernoslo más verosimil.
Siguiendo los patrones de los clásicos de Disney, apenas nos mostrará escenas cruentas, sólo lejanas explosiones, soldaditos que caen en la distancia; de la población civil veremos una herida en el brazo de un iraki que ha sido confundido y tiroteado pero al que los propios soldados atienden y curan. Las casas que se fuerzan son las que están vacías, la gente se ha ido -probablemente cristianos asustados, dice un soldado recogiendo fotos del suelo-, los niños les saludan, los vecinos se prestan a colaborar en lo que piden. Por supuesto, no hay sangre, no hay entrevistas a los iraquies, no hay desesperación, no hay imágenes de víctimas civiles visibles, no hay vida cotidiana angustiosa, no hay terror, no hay torturas. Si uno se fija sólo en las imágenes de este reportaje parece que por no haber no hay ni siquiera ocupación, a lo sumo, un problema de terrorismo que los soldados estadounidenses están ayudando a solucionar. Curiosamente casi no existen ni los mercenarios, son imágenes fugaces, en el reportaje de Jon, las únicas empresas que están en Iraq son las franquicias que tratan de hacerles la vida más agradable a los soldados, por ejemplo las hamburgueserías donde tratajan empleados de indonesia, paquistán …
El otro componente químico del reportaje es, como no, el terrorismo. Es el problema real de Iraq, lo que lleva a muchos iraquíes a aliarse con los estadounidenses, lo que lleva al espectador a solidarizarse con el ejército. Jon nos muestra el dolor de los soldados en el funeral de uno de sus compañeros, los civiles heridos por los estadounidenses son, ya es un clásico, errores. Jon nos dice que hay muertos civiles, claro, pero no nos los puede enseñar, él está allí para hablarnos de los soldaditos estadounidenses. Los soldaditos no saben lo que hacen, solo cumplen su deber, como hacen los buenos chicos que obedecen a sus padres; pero incluso los sargentos cumplen su deber, el que tienen con su patria, y cuidan a sus soldados, les acompañan en las patrullas, les dan ánimos. Las pequeñas contradicciones de esos buenos chicos que son cristianos al tiempo que salen a matar son resueltas por el capellán de la unidad: salen a hacer su trabajo. Los mandos tratan de definir quienes son los malos para que sus chicos no se confundan tan a menudo pero claro con una definición tan vaga «al-Qaeda» en la que entra cualquier resistencia a la ocupación pues es difícil. Así que, como en las malas películas de holywood, a los malos ni se los ve, son los de al-qaeda, o son la resistencia, o a los que se mata sin más con una etiqueta a posteriori, son, por definición, los otros. Lo que tiene que quedar claro -así lo dice uno de los sargentos-, es que los buenos «somos nosotros». Y con toda naturalidad las víctimas acaban siendo los soldados estadounidenses, a los únicos que vemos en sus ataúdes, a los únicos que vemos ser abatidos.
El «especial noticias cuatro» está dirigido como es habitual en las empresas de este grupo, a una audiencia especial que se autodefine de izquierdas, o no conservadora. Para ella se elaboran productos adecuados, light, dietéticos, con poca grasa, pocas vísceras y muy individualizados. El héroe no podía ser el ejército estadounidense porque quedaría fatal y poco digerible en el contexto español así que el héroe es el periodista que hace sus apariciones estelares delante de la cámara vestido de ninya y como hablándonos en secreto para convencernos de que está corriendo peligro su vida. Pero en el fondo, todo el discurso implícito y explícito del reportaje encaja en la posición ideológica del grupo PRISA que en plena guerra se expresaba en un editorial de El País (02/03/2003)con el siguiente titular «Descontrol militar» y nos decía que «más de medio centenar de ciudadanos iraquíes desarmados han muerto en las últimas 48 horas en un control de carretera norteamericano y en dos bombardeos». Para el editorial se trató de «esos errores siniestros» que podían hacer peligrar la imagen de los soldados norteamericanos haciendo que parecieran invasores cuando en realidad eran «soldados enviados a liberar al pueblo iraquí de la dictadura de Sadam»; y continuaba el titular diciendo que «Aunque se trate de hechos ocurridos en el marco de una situación de guerra, es necesario que una investigación establezca las responsabilidades, precisamente porque Estados Unidos no es una dictadura como la de Sadam». También en el reportaje de Sistiaga los soldados son seres confusos que cometen errores pero las intenciones son las mejores, las mismas que permiten a los periodistas empotrados producir las coartadas para los invasores: la libertad y la democracia.
La última pregunta que nos hacíamos ¿Por qué se presta un periodista que vió asesinar a su compañero José Couso por un disparo del ejército nortemericano? Aquí hay que tomar al pie de la letra la respuesta de Jon a «eldiariomontanes.es» : «Soy un profesional de la información y quería reactualizar un conflicto latente». Los profesionales qué hacen: su trabajo, como los soldados. Aparentemente no hay ideología por medio, no hay posicionamiento con unos o con otros, aparentemente. Pero todos sabemos que la realidad es la contraria, nadie trabaja sin ideología, nadie vive sin ella, y no es lo mismo trabajar curando a un enfermo que disparando o torturando, y quien se dedica a informar es responsable de lo que cuenta y de los efectos de lo que cuenta. Jon nos dice que no ha tenido censura en su reportaje, lo cual nos hace pensar que comparte plenamente la ideología de quienes le han pagado, de quienes le han autorizado y de quienes han considerado que la mercancía producida por Jon era de alto valor económico e ideológico como para pagar por ella un alto precio, y para darle la difusión correspondiente, entre estas empresas e instituciones benefactoras incluyo al ejército estadounidense y al gobierno español que, mientras financian y alientan estos productos mediáticos obstaculizan todo lo posible la actuación de la justicia en el esclarecimiento del caso Couso. Al mismo tiempo, actualizar un conflicto latente, es también un objetivo compartido entre Jon y sus pagadores, porque puestos a actualizar, hay que hacerlo en la dirección adecuada; que la gente recuerde que el PSOE nos sacó de Iraq, pero que los estadounidenses no son tan malos en el fondo y que tampoco son tan reaccionarios y, sobre todo, que nadie se ponga a hacer historia, que a nadie le de por hablar de la ocupación que continúa, de Abu Graib, de los más de medio millón de civiles irakies asesinados, de la negativa del ejército estadounidense a colaborar con la justicia española, de Guantánamo, de los soldados españoles en Afganistán, etc. En definitiva, el producto que emitió Canal Cuatro el día 10 está en perfecta sintonía con los lemas del grupo PRISA: Informar, educar y entretener; es decir: dominar y vender, que viene a ser como el evangelio del capital.