El 18F y la impunidad de la casta judicial. El control de las calles y el golpismo «suave». Las tensiones económicas de fondo y una crisis que sigue su curso.
Como ya se ha mencionado aquí la marcha del 18F expresa, claramente, un contenido reaccionario que intenta dar una salida por derecha a la crisis política e institucional en curso. Como lo vienen señalando -día a día- los distintos informes que el progresismo K debe sacar a la luz para deslegitimar la movilización, sus convocantes están manchados por la relación con los poderes políticos de turno de las últimas décadas, la complicidad en la impunidad -incluso de la misma causa AMIA- y por su participación en todo tipo de negociados turbios.
La impunidad de los fiscales -y la prepotencia con la que actúan- es el resultado de las nulas transformaciones realizadas en el ámbito de la «Justicia». La «década ganada» lo fue también para jueces y fiscales. Nada lo evidencia mejor que la historia de los convocantes al 18F, que transitaron muchos de sus años bajo el menemismo.
Este domingo los editorialistas K -sin mucha contradicción- lo vuelven a poner de manifiesto. Martín Granovsky realiza un breve racconto por la vida de Germán Moldes, uno de los fiscales convocantes al 18F: menemista de la primera hora y amigo de los negocios turbios, supo continuar su «carrera» bajo el kirchnerismo como un «operador silencioso» en los pasillos de Tribunales. Mario Wainfeld, en la misma edición, nos ilustra señalando que «un grupo de fiscales, casi todos desprestigiados, lanzó la convocatoria a la marcha del 18-F. Se dice a su favor que tienen años de experiencia, lo que disimula que fueron compadres del menemismo. Con tanto rodaje, algún ingenuo podría preguntarse por qué no ascendieron en el generoso escalafón de Tribunales. Para quienes anidan en Comodoro Py una explicación es que son más poderosos con ese rango y lugar que en un cargo superior». Otros «ingenuos» podrían creerse la mística discursiva contra las corporaciones.
Esa casta, intocada por décadas, es la que está hoy en el centro de las operaciones políticas contra el gobierno nacional. Lo confirma la imputación del fiscal Pollicita contra CFK, el canciller Timerman y el resto de los señalados en la acusación del fiscal Nisman. Que la imputación avance de la mano del Juez Rafecas, o que sea desestimada, constituyen un dato de orden secundario. Lo central es el daño político que está produciendo al gobierno nacional, buscando condicionarlo en los próximos meses.
En esta guerra de desgaste entre gobierno y casta judicial, es el primero el que está resultando más golpeado. No podía ser de otra manera. La actual relación de fuerzas se deriva, lógicamente, de la impunidad concedida a esa casta en esta década.
A esa misma casta rinde pleitesía la oposición mediático-patronal. Ayer sábado Morales Solá escribía en La Nación que «el fiscal Gerardo Pollicita hizo ayer el más grande homenaje a la memoria de su colega muerto, Alberto Nisman. Desarticuló en poco más de 60 páginas la calificación de «débil» que el Gobierno y sus voceros habían hecho de la denuncia de Nisman sobre el presunto delito de encubrimiento de la Presidenta, de su canciller y de otros cristinistas de poca monta y peor calaña». Sin preocuparse por demostrar la «fortaleza» de la argumentación, el columnista del centenario diario adhiere sin resquemores a la acusación del fiscal. Hoy domingo, este mismo periodista rinde culto a una «justicia» que tiene «certezas y convicciones» sobre la muerte de Nisman. Certezas que desafían abiertamente la hipótesis de suicidio en el caso de la muerte de Nisman.
«La revolución de jueces y fiscales es la obra perfecta de una estirpe política torpe y engreída» culmina, sin tapujos, Morales Solá. La palabra «revolución» suena un poco fuerte. Aunque revoluciones hubo de todo tipo, hasta una «Libertadora».
Las calles en el «fin de ciclo»
Eduardo Van der Kooy escribe que «El Gobierno tiembla además cuando la gente que no es suya gana la calle. Antes poseía una capacidad de respuesta sistémica de la cual ya carece. Por ejemplo, al estallar el conflicto con el campo. Aunque se desconcertó en sus albores, cuando una multitud repudió espontáneamente el crimen del hijo de Juan Carlos Blumberg. Quedó pagando también con los cacerolazos del 2012».
También comparando con anteriores manifestaciones, Horacio Verbitsky realiza un largo periplo analizando los «antecedentes» de la marcha del 18F. Dice «algunos de los memorables precedentes de la cita convocada para el miércoles son la marcha de la Constitución y la Libertad, del 17 de septiembre de 1945; la procesión del Corpus Christi del 11 de junio de 1955; la recepción del 23 de septiembre de ese mismo año a Eduardo Lonardi, quien dirigió un mensaje trémulo de buenas intenciones a una Plaza de Mayo llena a reventar; las marchas nocturnas convocadas en 2004 por el ex ingeniero Blumberg para una reforma punitivista del Código Penal; la congregación de la Sociedad Rural frente al jardín zoológico de julio de 2008; el gran cacerolazo de noviembre de 2012 y su réplica desteñida de abril de 2013. Pese a las diferencias de época y contexto, los asistentes a todos ellos tienen notorios elementos en común.
Expresan a un sector muy significativo en la Ciudad de Buenos Aires y notorio en varias capitales provinciales, dotado de recursos materiales y simbólicos muy por encima de la media. Hoy como ayer defienden grandes principios, abstracciones avasalladas por los duros hechos de una realidad que les resulta hostil y enigmática, hasta que logran reducirla a una fórmula comprensible para su concepción binaria. Su principio básico es la buena conciencia y la generosa disposición a deponer rencillas menores en aras de los grandes valores, a unirse por la salvación de la patria o de la república, de la democracia o de la libertad, que siempre agonizan.»
La comparación de ambos columnistas a movilizaciones como las de Blumberg o el enfrentamiento contra las patronales del campo por la Resolución 125 resulta lógica. A lo largo de los últimos años el kirchnerismo debió enfrentar la llamada «pérdida del control de las calles». Aunque sería más preciso decir que tuvo que enfrentar las tendencias centrífugas en la coalición político-social que lo había llevado al gobierno en el 2011. Tendencias que tuvieron luego expresión en movilizaciones callejeras ante los límites de la oposición patronal para realizar un armado «sustentable».
Si el gobierno pudo operar distinto frente al reclamo de las patronales del campo en el 2008 se debió a que estaba recién en los inicios del primer mandato de CFK y gozaba aún, aunque ya limitadamente, del viento de cola de la economía internacional. A pesar de eso la derrota de la 125 se expresó en el enorme golpe electoral de mediados del 2009, en aquellas elecciones donde las candidaturas «testimoniales» actuaron en la vida política.
Verbitsky da por sentado que «si el gobierno no corre a modificar sus políticas como con las leyes Blumberg, si mantiene la calma, como hizo en los últimos cacerolazos y paros sindicales, al apogeo que se alcance el miércoles le seguirá el ocaso que siempre sucede en ausencia de una organización capaz de capitalizar esa energía en una opción política.» Pero que la movilización callejera no continúe no obtura el desarrollo y la continuidad de la crisis política.
La movilización, según todo parece indicar, será importante. El gobierno, al jugar la carta de la polarización, ayudó a su convocatoria. Como dice hoy Fernández Díaz, columnista de La Nación, «la gran dama es la más importante propagandista de la marcha del miércoles». Incluso, un sciolista pura cepa como Pampuro ya avisó que concurrirá, mostrando las brechas internas en el peronismo en esta coyuntura crítica.
Precisamente por eso la marcha puede significar un profundo golpe para CFK en el momento en que se acerca el final de su mandato y en el que se juegan tanto la sucesión dentro del peronismo como la continuidad del kirchnerismo como proyecto independiente luego de las elecciones de octubre. Desestimar sus consecuencias, como hacer Verbitsky, es jugar el juego del avestruz.
El engaño de la representación y el «golpismo suave»
«Hay una forma de representación política en la que el todo y la parcialidad se entreveran de modo diferente. Es la democrática o republicana. En ella, el gobernante elegido conforme las reglas por una mayoría o primera minoría pasa a representar a todos los ciudadanos, aun a los que no lo votaron. Es su mandatario, durante los lapsos y con los límites prefijados por la Constitución y las leyes. Algún teórico llamó a eso «la magia de la representación»» escribe Mario Wainfeld en una de sus columnas de este domingo, haciendo un llamado tácito a los opositores a presentarse y ganar las elecciones. Una especie de «advertencia» contra prestarse a cualquier maniobra «golpista» si alguien lograra encontrarla.
Pero la magia opera mediante el engaño. Los números de la representación (pasada) pueden mover al error en el presente. Eso y no otra cosa es la historia del kirchnerismo desde el 2012 en adelante. El 54% fungió como un espejo que devolvía la imagen de una fortaleza a que pertenecía al pasado y no al futuro. De ahí sus recurrentes errores estratégicos (varios en el último mes) y su tendencia a la polarización casi como política de estado.
No hay «golpismo» en curso sino una política de condicionar al gobierno nacional. No lo hay porque el conjunto de la clase dominante no ve sus negocios en riesgo. Por el contrario, el kirchnerismo, aunque con tironeos -como con la UIA por la negociación con China-, ha venido garantizando la rentabilidad capitalista. La Ley de Abastecimiento no pasó de un susto temporal. Su discurso «anti-buitre» va de la mano con los festejos de cada fallo que la ayuda a pagar nuevamente como el que se emitió en Londres hace pocos días. Por eso la retórica actual vuelve de manera constante sobre «la alegría». Ya no hay grandes gestas por llevar adelante. Hay que aguantar el chubasco.
Braden o Braden
Los problemas irresueltos de una estructura económica dependiente se sostienen por detrás de la enorme crisis política. La caída del precio de la soja se compensará en el 2015 por un cosecha récord. El monto de las divisas que ingresará será similar al 2014. Alcanzará «para pasar el invierno» pero sus efectos expansivos sobre la economía serán limitados. Casi como contracara de esa moneda la devaluación en Brasil golpeará sobre el comercial bilateral entre los dos países. Los «gritos» y enojos de la UIA por los acuerdos con China tienen esos elementos recesivos de fondo.
En su editorial económica de ayer, Alfredo Zaiat vuelve sobre la cuestión de los límites estructurales de la Argentina que la hacen dependiente de la entrada de dólares. Afirma que «la estructura productiva ha terminado condicionado al segundo gobierno de CFK, y lo seguirá haciendo en los próximos si no se consolida una orientación superadora y planificada de la sustitución de importaciones».
Esa opción no ha empezado a desarrollarse por lo que resulta difícil que se consolide. A confesión de partes, relevo de pruebas: once años de kirchnerismo no lograron revertir una estructura atrasada y dependiente del mercado mundial.
Impunidades
Horacio Verbitsky utiliza una nota de este domingo para denunciar a uno de los peritos elegidos por Sandra Arroyo Salgado, ex esposa del fiscal Nisman y quien estuvo presente en las audiencias convocadas por la oposición en la semana que pasó.
Allí señala que el médico forense Osvaldo Raffo actuó durante la dictadura y estuvo presente en las sesiones de tortura que sufrió el periodista Jacobo Timerman. Según el columnista de Página12, Raffo hace una descripción de las sesiones de tortura como «amables conversaciones». Según la misma nota Raffo fue uno de los médicos que efectuó la autopsia de Jorge Rubinstein, abogado y apoderado de David Graiver (uno de los propietarios de Papel Prensa antes del golpe) quien falleció de un ataque al corazón mientras era torturado. Según esa autopsia hubo «Insuficiencia cardíaca aguda como consecuencia de su propia patología; que no se han encontrado violencias externas ni tampoco internas que planteen culpabilidad de terceros».
Lo que más sorprende de la nota es que Raffo esté libre. Algo que Verbitsky no pone en cuestión ni por un momento. Los antecedentes de Raffo hablan de su responsabilidad en el genocidio de 1976-83. El silencio del periodista de Página ilustra los límites de este progresismo K.
Eduardo Castilla es comunicador social
Fuente: http://www.laizquierdadiario.com/Jueces-fiscales-e-impunidades