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La agenda mediática global, censura y desenfoque

Fuentes: CEDSALA

El primer conglomerado mediático mundial por ingresos publicitarios es Google, según la ratio de 2015 de Zenith Optimedia, seguido de Walt Disney Company, Comcast, 21th Century Fox y CBS Corporation. El listado confirma algunas tendencias de fondo. Primero, la concentración cada vez mayor de los emporios comunicativos: el volumen de Google supera en mucho al […]

El primer conglomerado mediático mundial por ingresos publicitarios es Google, según la ratio de 2015 de Zenith Optimedia, seguido de Walt Disney Company, Comcast, 21th Century Fox y CBS Corporation. El listado confirma algunas tendencias de fondo. Primero, la concentración cada vez mayor de los emporios comunicativos: el volumen de Google supera en mucho al de los dos siguientes competidores. Además, el «buscador» se beneficia del uso cada vez mayor de «tablets» y «smarthpones», lo que pone de manifiesto un modelo de «consumo» de la información: fragmentada, parcial, vertiginosa, irreflexiva, decontextualizada y de «impacto». El informe permite entrever el auge de los BRICS: dos de las empresas que más crecen son Baidu (el «google» chino) y el grupo Globo (el mayor de Brasil). También de las redes sociales (los ingresos de Facebook crecieron un 63% en 2014).

Suele argumentarse, con bastante razón, que los grandes grupos comunicativos se han sofisticado a la hora de defender sus intereses y los de las clases dominantes. De hecho, la «tijera» decimonónica es una manera demasiado evidente de ejercer la censura. Se ha descubierto que resulta más eficaz la sutileza, aparentar juegos de pluralidad (con programas y tertulianos de diferentes colores) e incluso invertir en medios de distinta línea editorial. Pero esto no excluye la censura directa.

El proyecto Censored 2015 destaca las 25 noticias más censuradas por la prensa convencional estadounidense. Entre otras, el incremento de la acidificación de los océanos por las emisiones de dióxido de carbono, lo que pone en riesgo la vida marina. Otra noticia que no ha merecido relevancia mediática es que en los diez países que reciben la parte mollar de la ayuda exterior de Estados Unidos se practica la tortura. Tampoco se hicieron eco los medios de las informaciones de WikiLeaks sobre la participación de la industria petrolera, farmacéutica y del ocio en la redacción y negociación del Tratado Transpacífico (TPP).

Pero la opacidad absoluta y el silenciamiento de la información no es siempre la práctica elegida. En ocasiones es suficiente con «seleccionar» qué asuntos se le ofrecen a la opinión pública como información del día. A partir de los estudios de McCombs y Shaw en 1972, esto cristalizó en la Teoría de la Comunicación de Masas como «Agenda Setting». «La prensa, en la mayoría de las ocasiones, no tiene éxito diciendo a la gente qué ha de pensar, pero continuamente tiene éxito diciendo a sus lectores sobre qué han de pensar», afirmaba McCombs. Sin embargo, dado que en la aldea global es difícil que queden cuestiones fuera de «agenda», los medios aplican también la técnica del «desenfoque». Por ejemplo, los bombardeos impulsados por Arabia Saudí en Yemen no se explican (en los medios convencionales) por los intereses de una monarquía absoluta aliada de Estados Unidos, ni tampoco se hace hincapié en la hecatombe humanitaria. Ningún líder de opinión se plantea que pudiera haber crímenes de guerra. La información se «desenfoca» de la cuestión esencial.

No se ocultaron ni se eliminaron de la agenda los ataques de Israel sobre la franja de Gaza en el verano de 2014. Pero a pesar de los 2.100 palestinos muertos (entre ellos más de 500 menores de edad), Israel continuaba siendo para los medios «la única democracia de la región» que, a lo sumo, cometía «excesos» frente a las agresiones «terroristas» promovidas por un gobierno «integrista». En la técnica del «desenfoque», en la que se privilegian los aspectos que interesan a los grandes poderes económicos, políticos y mediáticos, desempeña un rol capital el lenguaje. La cuestión es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes, decía Alicia, a lo que respondía Humpty Dumpty: «No, no, lo importante es saber quién manda». Repetida hasta la saciedad esta escena de «A través del espejo», los medios la utilizan cotidianamente a la hora de informar.

Tal vez sea en los conflictos y guerras «globales» cuando la maquinaria propagandística se emplee con toda su virulencia. Tanto en Yugoslavia (1999) como después en Afganistán, Iraq, Libia y Siria la guerra (o posibilidad de la misma, en el último caso) se «vende» como «humanitaria», recuerda la politóloga Ángeles Diez. Se plantea, además, un esquema absolutamente maniqueo en el que un «tirano» -connotado con todas las maldades del mundo, aunque fuera un antiguo aliado- se enfrenta al eje de la «libertad» y la «democracia».

En Ucrania se han repetido estos motivos propagandísticos. Calificaciones como «régimen», «terrorista» o «intervención militar» tienen un significado muy claro, que responde al interés de quien manda sobre las palabras. El análisis comparativo de discursos aclara muchas dudas. Cuando Obama intervino en la 68 Asamblea General de la ONU, sus palabras sobre Siria recordaban las de Bush durante la guerra de Iraq: «Lo que está sucediendo en Siria es algo que no habíamos visto antes»; «Manifestaciones pacíficas de la oposición han sido reprimidas por la dictadura»; «no toleraremos el uso de armas de destrucción masiva».

En América Latina es difícil encontrar ejemplos de países no alineados con los intereses de Washington y cuyos gobiernos se libren de la satanización. Con independencia de la opinión que se tenga del gobierno de Cuba, las críticas mediáticas a la llamada «dictadura» no dejan espacio para reconocer que Cuba ha sido el primer país del mundo en eliminar la transmisión de madre a hijo del VIH/SIDA y la sífilis (en 2015). O que la esperanza de vida en la isla se sitúa en los 78,4 años, y que entre 1963 y 2009 cerca de 135.000 profesionales de la sanidad cubana colaboraron en 109 países. Por último, ¿qué rol se le reserva al ciudadano consumidor de medios? «Se busca la suma pasividad del receptor hasta el punto de vista de que la pasividad sea una de sus connotaciones definitorias, y cualquier elemento que la altere se convierta en una molestia (…); la mayor eficacia (del modelo) consiste en que el receptor deja de ser paulatinamente consciente de que es víctima de la corrupción», afirmaba Vázquez Montalbán en «Historia y Comunicación Social».

Fuente original: http://www.nodo50.org/cedsala/