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La calle

Fuentes: Rebelión

El escenario más novedoso y destacado de la situación política actual es la evaluación, por parte del oficialismo, de la movilización popular como problema político inmediato, alarmante y con efectos desestabilizadores. Esto, no deja de ser uno de los problemas más interesantes y profundos de cualquier debate social, ya que la ocupación de la calle […]

El escenario más novedoso y destacado de la situación política actual es la evaluación, por parte del oficialismo, de la movilización popular como problema político inmediato, alarmante y con efectos desestabilizadores. Esto, no deja de ser uno de los problemas más interesantes y profundos de cualquier debate social, ya que la ocupación de la calle compromete a todos los sectores sociales.

Para el oficialismo, lo que le pone una cuota dramática al resto de su mandato está dado por la forma en que evolucionen los hechos en la calle.

Sin duda, que un gobierno, que se considera asimismo como popular, empiece a descubrir maniobras «desestabilizadoras» y se sienta amenazado por cada una de las manifestaciones callejeras no deja de implicar de por si una definición política concluyente cuyos resultados empiezan a aparecer evidentes.

La transición, entre la pasada tesis kirchnerista acerca de la concreción de un frente «destituyente» de la derecha oligárquica, a la actual tesis de una conspiración desestabilizante de la «zurda loca»,  debe someterse a análisis, porque es el propio gobierno el que se encarga de definir la situación política como una situación transicional.

Los medios burgueses, se encargan de hacer visible algo que ya se venía anunciando desde hace bastante tiempo atrás -y que muy pocos habían tomado en cuenta- a la izquierda del kirchnerismo hay un mundo y entonces se interrogan desconcertados acerca de cómo hará el oficialismo para frenar el proceso «que lo corre por izquierda».

Al peronismo, como un nuevo capricho de la historia, lo vuelven a sobrevolar los viejos fantasmas del pasado, que creyó haber aniquilado por decreto presidencial. Y sea porque son tiempos de farsa o sainete, hoy les toca defender a los viejos derechistas y burocráticos dirigentes sindicales, a los imberbes que ayer fueron echados de la plaza al grito de «que pasa general, que está lleno de gorilas el gobierno popular».

La cerrada defensa de la burocracia sindical, realizada por la presidenta el mismo día en que les solicitó suspender la marcha de la CGT en contra de los trabajadores, es absolutamente reveladora de la orientación que el kirchnerismo está dispuesto a darle a los acontecimientos: el principal enemigo para el gobierno popular, es la manifestación de las tendencias democráticas e independientes que se viene dando en el seno de los sindicatos y en los lugares de trabajo. Para el progresismo kirchnerista, la defensa de los Moyano, Caló, Daer, Belén, es una prioridad, porque son estos sectores los que hacen potable la gobernabilidad. Brillante e ilustrativo: la democracia burguesa se sustenta en la capacidad de probados derechistas del campo sindical, los cuales tienen lo más destacado de su currículo en las páginas dedicadas a su complicidad con los golpes de estado y en la facilitación de identidades de luchadores obreros a los esbirros de la dictadura, para defender su institucionalidad.

La institucionalidad kirchnerista depende entonces de un Juan Belén, adjunto de la CGT y ahora famoso dirigente metalúrgico, que llamó a exorcizar nuevamente al movimiento obrero de la «zurda loca y la cuarta internacional».

Belén es un paradigma de estos pilares democráticos que sostienen a la presidenta. El viejo burócrata, a poco de habérsele soltado la cadena, afirmó, sin rectificar sus declaraciones, haberse sentido traicionado por  su «subconsciente» a la hora de hacer estas imputaciones en contra del cuerpo de delegados del Sindicato del subte, la Comisión interna de Terrabusi y los maestros de la Ctera, tratando de dar una explicación psicopatológica a una posición ideológica; por supuesto que nadie cree en semejante pose de ingenuidad.

En realidad a Belén su «subconsciente» no lo traicionó, lo salvó.

Debe tenerse en cuenta que lo de «loca» siempre es más moderado que el «zurda de mierda», viejo grito de guerra que los burócratas sindicales lanzan desde siempre en contra de aquellos que demandan la democratización de los sindicatos. Belén actúo de acuerdo a los tiempos que corren, tratando de amenazar con una sonrisa en los labios.

Lo que es importante saber de esta anécdota, es que el «subconsciente» de los Belén no se han «curado», en tiempos nacionales y populares, de la ideología de la triple A y que estas declaraciones no hacen más que ratificarlo; en buenas manos pretende dejar el kirchnerismo el futuro de la institucionalidad democrática.

La lucha por las calles y el control de los lugares de trabajo es una preocupación central de la burocracia sindical y de los movimientos oficialistas. Fue el propio Néstor Kirchner el que pretendía dejar su impronta en el acto convocado por la CGT en contra de los trabajadores. En la evaluación final, que llamó a retirada, se pueden destacar dos motivos: el primero, que polarizar con la izquierda, dejando la defensa del espacio de la lucha por la democratización de los sindicatos a la movilización independiente de los trabajadores, podría ayudar a acelerar el proceso antiburocrático ya que la burocracia sindical tiene suficientes antecedentes como para invitar a movilizarse en su contra, no solo a trabajadores «de izquierda» sino a diversos sectores sociales que la repudian. Segundo, porque el peronismo sindical movilizado podía terminar a los tiros, como en San Vicente, y en este sentido darle también un fuerte empujoncito a los sectores que denuncian las prácticas mafiosas de los burócratas.

La cuestión es que la calle todavía, y por un largo rato, seguirá sin la presencia de oficialistas si no contamos, por supuesto, a las patotas oficialistas o el personal uniformado que responde ordenes del ejecutivo.

La democratización de los sindicatos será parte de una fuerte discusión en los tiempos que vienen; la calle y los lugares de trabajo serán los escenarios elegidos para tal fin. La vieja burocracia de la CGT y la no tan vieja  de la CTA tendrán reservados sus congresos  cerrados y regimentados para intentar, expulsiones mediante, frenar el vigoroso proceso de debate que se viene verificando entre las bases de los gremios privados y estatales.

El resto de trabajadores, que aun ven este proceso de lejos, tendrán en la calle la expresión más viva de lo que esta en juego en este debate.

El piquete, la huelga y la manifestación callejera adornaran el paisaje urbano por largo tiempo; es que quizá, el tiempo de la democratización sindical que se adelanta y acelera se trasforme necesariamente en un freno a la velocidad de un transito rutinario en un capitalismo en crisis. 

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.