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La cara y la cruz de El Mundo

Fuentes: Rebelión

Una fórmula clásica que a todo/a alumno/a de periodismo se le enseña en primero de carrera es la de introducir en la contraportada (la última página del periódico, la primera si se le da la vuelta y se lo empieza por el final) una noticia denominada «gancho» que suele ser una noticia curiosa, una noticia […]

Una fórmula clásica que a todo/a alumno/a de periodismo se le enseña en primero de carrera es la de introducir en la contraportada (la última página del periódico, la primera si se le da la vuelta y se lo empieza por el final) una noticia denominada «gancho» que suele ser una noticia curiosa, una noticia morbosa o una foto de una mujer desnuda. Los periódicos deportivos suelen optar por lo último (p.e. la «chica del AS» a la que acompaña titulares que sus autores suelen considerar ingeniosos del tipo: «A Manolita no le gusta quedarse fuera de juego» o «Sharah Sheila confiesa que no le importa que le metan goles»). Otros periódicos como La Vanguardia optan por lo primero e incluyen unas entrevistas frecuentemente muy interesantes con personajes a menudo curiosos. En el periódico El Mundo, si bien el contenido de la contraportada (que allí llaman «La última») va variando entre los tres tipos -la semana pasada aparecía allí una noticia morbosa sobre un concursante televisivo que había resultado ser un parricida, el miércoles 11-02-09 una noticia curiosa sobre un ladrón que ha obtenido una reducción de condena por enseñar sus métodos a la policía, etc.-, la tendencia es, manifiestamente, hacia el último de esos tipos, el del AS.

El jueves 12-02-09 en «La última» de El Mundo aparecía una noticia titulada: «Una ‘conejita’ muy rebelde» dedicada a informar acerca de la vida laboral-sentimental de Kendra Wilkinson la cual -según reza la entradilla- «Fue chica Playboy, pero abandonó la mansión de Hefner por insatisfacción sexual y ahora quiere enseñar su ‘reinserción’ en un programa de televisión». La agudeza del articulista -Yago Portillo- puede admirarse en esa posibilidad que deja abierta de sustituir «reinserción» por aquello otro en lo que una gran parte de los lectores están pensando, sobre todo después de ver la foto que acompaña al artículo, en la cual aparece su protagonista luciendo únicamente un sujetador rosa y una amplia sonrisa. El contenido del artículo no tiene desperdicio (sólo lamentar que Yago confunda al orden de los lagomorfos con el de los rodentia y considere «roedores» a los conejos pero, al fin y al cabo, es un periodista, no un zoólogo; en cambio lo que tiene menos disculpa es el laísmo en que incurre Portillo al decir que Wilkinson quería que «dejaran de prestarla atención sólo cuando se quitaba la ropa» -aunque Wilkinson sea el objeto más inmediato de la atención de los telespectadores, en la frase sigue siendo sólo un objeto indirecto y una persona humana, y es a ella a quien debemos prestarle atención).

El viernes 13-02-09 en «La última» de El Mundo aparecía una noticia titulada: «Agatha Christie con tacones», dedicado a la llegada a España de Fetish de Tara Moss «el debut literario de esta ex ‘top model’ canadiense» que aparece en la foto vistiendo una minifalda, unas medias de rejilla negras y un escote que excede lo generoso. El artículo nos informa de que Tara Moss abandonó el modelaje para «dedicarse a lo que de verdad le satisfacía intelectualmente: escribir» y la autora -Leticia Blanco- entrecomilla «intelectualmente», no se sabe si para ser más literal o para que no se confunda ese tipo de satisfacción con la que perseguía Kendra Wilkinson al abandonar a Hefner en el artículo anterior. Por lo demás, la obra de Moss es una de esas originales y casi radicalmente vanguardistas historias de un «psycho-killer» que siente especial debilidad por los tacones de aguja», pero que en lugar de ir a comprarse unos y -en su caso- insertarse el tacón en el orto, parece que se dedica a asesinar brutalmente a sus portadoras -que casualmente son supermodelos- hasta que le pille la heroína -una tal Vanderwal o algo así.

Pero el que se lleva la palma es el artículo de «La última» de El Mundo del 17-02-09 titulado «El padre de las chicas de silicona». Trata de un tal Hideo Tsuchiya «el empresario japonés lleva décadas fabricando muñecas sexuales cada vez más sofisticadas».

El artículo comienza contando como el tal Hideo le quita la cabeza a una de sus muñecas hiperrealistas de silicona de tamaño natural para ponérsela al cuerpo de otra «menos tetona»: «El hombre la agarra por el pescuezo y le arranca la cabeza de un tirón. Acto seguido, clava el cráneo en otro cuerpo bastante menos exuberante ‘mucho mejor ahora’, sonríe satisfecho». No se piense que el Chuchilla éste es un psycho-killer; es el respetable dueño de una empresa floreciente que fabrica muñecas hinchables de lujo adaptadas a los deseos o demencias del cliente: «Muchos japoneses sienten atracción por la inocencia, algunos hasta me piden niñas de cinco años» explica Chuchilla y luego -según cuenta la reportera- «tuerce una mueca» (aunque ¡no aclara si se las fabrica o no!). Según parece este Chuchilla ha dado con «la mujer ideal»: «no habla, no da problemas, es como una mascota, pero aún mejor, porque ni siquiera molesta a los vecinos» y un poco después sigue afirmando que: «los japoneses ven a la mujer como algo de su propiedad. Cuando ésta les es infiel la decepción es absoluta y el amor se convierte en odio hacia todo el género femenino». «Por ello -aclara Virginia Casado, la autora del artículo- «estos hombres prefieren mantener sexo -debe querer decir «tener sexo» o «mantener relaciones sexuales»- con un agujero de silicona antes que buscar una amante o pagar a una prostituta». Pero lo más espeluznante -quitando la cara del propio Chuchilla que aparece en la foto con una de sus creaciones, con el torso desnudo y la mano en las cercanías del paquete del empresario- está por llegar, en la continuación del artículo en la página 24 del mismo diario. Después de contar que cada muñeca hichable cuesta del orden de los 5000 euros, Chuchilla relata una graciosa anécdota: «Uno de mis clientes quiso deshacerse de su muñeca por vergüenza ante su familia y decidió tirarla al río. A los pocos días un pescador encontró una pierna flotando y llamó a la policía pensando que era un cadáver».

No vale la pena esforzarse en buscar el más mínimo comentario crítico en el artículo de Casado. Nada acerca de la brutal violencia simbólica, de la objetualización radical de la mujer que trasudan este tipo de costumbres, de la profunda psicopatología sádica de la que son síntoma. Se trata de una periodista y como tal no opina, informa desprejuiciada y amenamente de un simple hecho curioso y da ocasión a la aparición de la foto de un cuerpo de mujer desnudo (aunque sea de goma).

En la portada del mismo periódico (El Mundo 17-02-09) con el titular «La vileza y la cólera» aparecen las fotografías del asesino confeso de Marta del Castillo y de uno de los cómplices que le ayudaron a arrojar su cadáver al Guadalquivir («la vileza»), así como la de los sevillanos que se congregaron para insultar a los implicados («la cólera»).

Se trata, obviamente, de dos noticias que no tienen nada que ver una con otra, por eso la una está en la primera página y la otra en «La última». Son como la cara y la cruz de una moneda. Cada uno y cada una puede elegir cuál es cuál.
Por cierto, que la frase del día de ese mismo ejemplar de El Mundo es muy bonita: «El comportamiento es un espejo en el que cada uno refleja su propia imagen». Es de Goethe y todo.