El viejo refrán de «no crea todo lo que lee» (que debería ampliarse a «todo lo que vea») es el consejo más urgente ahora, ya que la Casa Blanca ha elevado a nuevos niveles el viejo arte de la propaganda, contratando a «periodistas» para difundir y promover sus intereses políticos como «noticia» objetiva. Van por […]
El viejo refrán de «no crea todo lo que lee» (que debería ampliarse a «todo lo que vea») es el consejo más urgente ahora, ya que la Casa Blanca ha elevado a nuevos niveles el viejo arte de la propaganda, contratando a «periodistas» para difundir y promover sus intereses políticos como «noticia» objetiva.
Van por lo menos seis casos en los que «periodistas» han sido contratados por el gobierno, o que son parte íntima de los sectores que directamente apoyan a esta Casa Blanca, cuyo propósito es difundir «noticias» que son nada más que propaganda oficial.
Dos de ellos eran columnistas sindicados en periódicos pagados por el Departamento de Salud y Servicios Humanos para promover la iniciativa del presidente y fortalecer el «matrimonio». Otro era un comentarista negro, Armstrong Williams, quien promovía las reformas de educación de la Casa Blanca hasta que se divulgó que había aceptado un contrato por más de 240 mil dólares en total por sus servicios.
Por otro lado, Karen Ryan y Alberto García fueron los «periodistas» que pretendían evaluar los detalles de la iniciativa de reforma del programa de salud Medicaid promovida por Bush el año pasado en unos llamados «video-comunicados de prensa» distribuidos a estaciones de televisión locales por CNN y otras empresas, y transmitidos por lo menos en 50 emisiones por todo el país como cápsulas de noticias. Lo que no se reveló fue que eran productos elaborados bajo contrato con el gobierno federal.
Voceros pagados como reporteros
La agencia de investigaciones del Congreso, la GAO (Government Accountability Office), descubrió que este no era el único caso, ya que había por lo menos otro más en donde el gobierno elaboró «paquetes de noticias» de televisión empleando a voceros pagados en el papel de «periodistas» para promover iniciativas gubernamentales -en este segundo caso sobre la política antinarcóticos- pero violando la ley federal al no divulgar que eran productos elaborados y financiados por el gobierno.
Como resultado, la GAO emitió una advertencia general la semana pasada recordando a todas las agencias del gobierno que no pueden producir programas de noticias de televisión sin declarar abiertamente que el mismo gobierno es productor de esas «noticias». Es ilegal que el gobierno produzca y difunda este tipo de publicidad sin divulgar su papel dentro de Estados Unidos (lo cual no es cierto si lo hace para consumo en el extranjero).
Por lo tanto, en los dos casos investigados se violó la ley, aunque al parecer no hay castigo. Además, la GAO concluyó que estos no fueron casos aislados, ya que la táctica de relaciones públicas de difundir «video comunicados de prensa» por agencias federales es cada vez más común.
La enorme empresa de relaciones públicas Ketchum en Washington fue la encargada de organizar la producción de uno de estos programas de «noticias» y el contrato con el comentarista Williams se encuentra bajo investigación federal. La empresa ha captado unos 97 millones en contratos del total aproximado de 250 millones que el gobierno de Bush ha gastado en relaciones públicas. Estos contratos solo representan una pequeña parte de ese total, y aún no se sabe en qué se invirtió el resto, o sea, se debería suponer que hay muchas mas «noticias» y/o «periodistas» prefabricadas circulando por este país.
Por otro lado, un mini escándalo estalló a principios de este mes cuando se descubrió que un «periodista» con credenciales emitidas por la Casa Blanca, era más y menos de lo que pretendía. Jeff Gannon trabajaba en la fuente de la Casa Blanca y se le conocía por sus preguntas «suaves» que funcionaban para promover el mensaje de la Casa Blanca y criticar a sus enemigos. El vocero de la Casa Blanca y hasta el mismo presidente lo reconocían en las conferencias de prensa (incluso, hizo una pregunta a Bush en la primera conferencia de prensa al inicio de su segundo periodo).
Pero se reveló que Gannon se llamaba realmente James Guckert, su empleador era un sitio de Internet llamado Talon News conformado por voluntarios del Partido Republicano, cuyo contenido es casi exclusivamente comunicados de prensa del partido y de la Casa Blanca, y tiene el mismo dueño que el sitio GOPUSA, grupo fiel al Partido Republicano. Pero «Jeff» está vinculado con sitios pornográficos para hombres y aparentemente también trabajaba como escort sexual.
Aún no se sabe cómo fue que alguien así funcionara como «periodista» promotor de la Casa Blanca, cuyo vocero dijo no tener idea de cuál era la identidad real de tal «Jeff», sin ser descubierto. Pero si es cierto que en la Casa Blanca no sabía quién era, también provoca la pregunta de cómo logró obtener la credencial de prensa y tener acceso privilegiado en medio de las nuevas medidas de seguridad impuestas después del 11-S.
Este gobierno ha determinado, en el contexto de la llamada «guerra contra el terrorismo», que los medios son un frente más en la batalla, algo que se constató en la invasión de Irak, con la táctica de «periodistas incrustados» y un centro de prensa diseñado por expertos en relaciones públicas de Hollywood. El recién estrenado documental Armas de Decepción Masiva del veterano periodista Danny Schechter ofrece amplia evidencia del uso de la propaganda y la manipulación (e intimidación) de los medios durante la guerra (vea http://www.wmdthefilm.com/mambo/index.php para más información). Frank Rich, crítico cultural del New York Times, escribe que gran parte de los actos noticiosos realizados por el equipo de Bush son diseñados y tienen un guión para controlar la imagen y el mensaje. No sólo se generan las «noticias» por medio de «periodistas» y programas disfrazados de noticieros, sino que hasta las conferencias de prensa a veces siguen un guión.
Recuerda además que muchos de los actos de la campaña presidencial donde supuestamente había «foros» para un intercambio entre él público y el presidente estaban coreografiados, ya que sólo dejaban pasar a participantes que habían confirmado que eran simpatizantes y sus preguntas habían sido evaluadas con anticipación, y donde los periodistas no tenían derecho a la palabra.
«Es una estrategia brillante», escribió Rich. «Cuando el gobierno de Bush no está empleando el dinero de contribuyentes para comprar sus propias noticias falsas, hace todo lo posible para dejar fuera o criticar a los reporteros reales, quienes podrían decirle a los estadunidenses lo que está ocurriendo en lo que, por lo menos en teoría, es su propio gobierno». Agregó que «los conservadores, que supuestamente deploran el postmodernismo, ahora dan la bienvenida a un nuevo mundo valiente donde es aceptado que no puede existir una realidad empírica en las noticias, sólo la realidad que ustedes quieren escuchar (o la que ellos quieren que ustedes escuchen)».
Tal vez por todo esto ya no resulta sorprendente cuando uno se entera que la quinta cadena nacional de televisión más grande en Estados Unidos es… WalMart. Según el New York Times, las televisiones dentro de las tiendas de WalMart ahora «informan» a los millones de clientes de la tienda no sólo de las promociones del día, sino hasta ofrecen noticias importantes. Ahí queda comprobado algo poco novedoso a estas alturas: que las noticias son cada vez más un producto ofrecido al consumidor, y que a los «fabricantes» de la noticia les interesa más cómo vender su producto a un «mercado», que cumplir con el deber de informar a la ciudadanía para que esta pueda participar plenamente en lo que dicen que se llama «democracia». ¿Pero cuándo el gobierno es el fabricante?
La «democracia» está a la venta en el pasillo cinco.