Y es que la duda queda cuando uno se entera de que la Asociación de la Prensa de Cádiz tiene a mano un proyecto llamado «Casa de los Periodistas», que no Casa de los Espíritus, para «acoger periodistas perseguidos por sus ideas en el ejercicio de sus profesiones, fuera de España». Quedan, por consiguiente, descartados […]
Y es que la duda queda cuando uno se entera de que la Asociación de la Prensa de Cádiz tiene a mano un proyecto llamado «Casa de los Periodistas», que no Casa de los Espíritus, para «acoger periodistas perseguidos por sus ideas en el ejercicio de sus profesiones, fuera de España».
Quedan, por consiguiente, descartados como sujetos de acogida, todos los periodistas vascos que en el «ejercicio de sus profesiones» hayan sido detenidos y torturados por la Policía, con la complicidad de la Justicia y el patrocinio del estado español que, además, los ha dejado sin medio en el que ganarse la vida y ejercer su profesión. Periodistas de radio, de prensa, de televisión que, deberán esperar a que la APC, dirigida por Fernando Santiago Muñoz, miembro de Reporteros sin Fronteras, cree en el futuro otra casa de periodistas o puntualice el término «perseguidos» que, tal vez, no afecte a los periodistas vascos ya que éstos fueron «capturados».
Quedan también descartados como inquilinos de esa Casa de los Periodistas, por razones de fuerza mayor, los 150 periodistas asesinados en el mundo durante el 2005, incluyendo 9 colombianos, haitianos y mexicanos (ninguno en Cuba); los 135 profesionales en ejercicio asesinados en el mundo durante el 2004 (ninguno en Cuba); los 83 periodistas asesinados en el mundo en el 2003 (ninguno en Cuba) y los 83 comunicadores asesinados en el mundo durante el 2002 (ninguno en Cuba).
Quedan, igualmente, descartados como profesionales con derecho a acogida en la citada casa de periodistas, los periodistas españoles que hayan muerto «fuera de España», por ejemplo Iraq, si por el medio existe una sentencia de la Audiencia Nacional declarando el siniestro un «accidente», y por haber fallecido el camarógrafo español.
También quedan descartadas como posibles inquilinas del local gaditano, las periodistas italianas que habiendo sufrido ataques «fuera de España», por ejemplo Iraq, hayan, sin embargo, sobrevivido.
Quedan descartados como beneficiarios de la casa de los periodistas, todos aquellos profesionales iraquíes sujetos al llamado «Código de Conducta» impuesto en Iraq por el administrador civil Paul Bremen y todavía vigente, para censurar informaciones «inoportunas» o «inexactas» sobre la ocupación de su país.
Tampoco podrán acceder a las ventajas de la casa de los periodistas, aquellos profesionales, españoles o no que, todos los días, «en el ejercicio de su profesión» aprenden, de la peor manera, que los medios son de quien los paga, no de quienes los hacen; aquellos periodistas con vergüenza que no siempre supieron mirar para otro lado o aceptaron la «sugerencia» del director.
¿Y si ya no queda nadie en el oficio, para qué periodistas, entonces, está maquinando su proyecto de casa esa asociación de prensa gaditana?
Respuesta: para los cubanos. O sea, para los espíritus.