Para desgracia mía y en cierta parte gracias a mis instintos masoquistas, todo hay que decirlo, me tragué el programa de Pablo Motos donde hace poco «entrevistó» al presidente en funciones Mariano Rajoy, ya no tanto por ver la «seria entrevista de corte inquisitorial» realizada, más bien por intentar comprender cuál es el afán de […]
Para desgracia mía y en cierta parte gracias a mis instintos masoquistas, todo hay que decirlo, me tragué el programa de Pablo Motos donde hace poco «entrevistó» al presidente en funciones Mariano Rajoy, ya no tanto por ver la «seria entrevista de corte inquisitorial» realizada, más bien por intentar comprender cuál es el afán de realizar una entrevista donde lo que se busca es la complacencia del entrevistado, lavarle la cara y de paso rejuvenecerlo de cara a la segunda vuelta de unas elecciones generales que cada que se suceden huelen más y más a la podredumbre de los programas sensacionalistas típicos de Telecinco.
Del mismo modo, no puedo dejar de pensar en el capítulo final de una serie que sigo, que no es otra que «Orange is the new black«; ésta trata el tema penal femenino desde una perspectiva cómica-dramática. La cuestión de mi observación es la muerte de una de las protagonistas, al final del capítulo 12 de la temporada 4, ésta se nos va presentando como una muchacha joven, culta, guapa, de una familia acomodada, instruida en 3 idiomas, a fin de cuentas una persona de clase acomodada que comparte las características societalmente aceptadas y valoradas, que por portar la ínfima cantidad de apenas 15 gramos de marihuana es condenada a llevar una estadía X en una cárcel de mínima seguridad. Desde esta perspectiva, el espectador va acercándose cada vez más a esta personaje al llegar a considerarla, asumiendo el discurso y la construcción hecha de ella a lo largo de la serie, como una igual o al menos que podría ser cercana a la realidad de cada quien. Por ello en el momento de su muerte, que no es otra cosa que un homicidio, la pena y la tristeza afloran.
He ahí la cuestión. Al morir esta protagonista, con toda la construcción hecha de ella, la pena se cierne sobre nosotros.
Pero, y si en su lugar hubiese muerte una de las otras reclusas X, de las cuales no se sabe ni nombre ni historia, tan solo que existen porque ocupan un espacio en la institución carcelaria. Seguramente no nos habría aportada nada, quizá expectación por ver la reacción de sus compañeras pero dudo que fuese más allá. Del otro lado, si la muerta fuese una de las otras personas que no han gozado de tan «buen perfil» en la construcción de su personaje, es decir, construidas bajo el paradigma culpabilizador imperante, donde la personaje muerta suma un conjunto de características que la hacen pertenecer a los «otros», de clase trabajadora, adicta a determinadas drogas que no gozan de status como podría ser el crack, poseedora de estigmas, con un físico que no concuerda con los patrones establecidos, con un nivel económico bajo y que aun por encima su condena tiene que ver con algún prejuicio social; en suma, desvalorizada e infravalorada por no poder permitirse pertenecer a lo construido como «correcto» pero aun así conocida a lo largo de la serie. ¿La pena y tristeza por la muerte de ésta prevalecería? Quizá la pena podría surgir pero en comparación con la otra personaje, más querida, sería apenas una pizca. La empatía que podríamos tener con ella sería, con mucho, menor; ya que, y creo que es lo importante a subrayar, para una parte de las personas espectadoras de dicha serie se nos ha presentado como ajena a nosotras, o al menos se ha intentado presentarla de esta manera.
He ahí el gran poder y victoria de los discursos y de la comunicación comercial y hegemónica en general. Lograr establecer a las espectadoras desde una posición pasiva y receptiva, donde no puedan contribuir a la construcción de los discursos masivos y así predisponer la absorción cual esponja la información vertida sobre ellas.
El ejemplo más claro y más a mano, debido a la 2º vuelta de las elecciones generales, y tras los resultados cosechados el 26J, lo tenemos con el trato de los medios de comunicación masiva con el Partido Popular y con Unidas Podemos, aparte de lo cansino y recurrente del tema de Venezuela, ETA y demás clichés mediáticos para demonizar e intentar, con éxito en algunos casos, atemorizar y shockear a quien mame dicho discurso.
A Unidas Podemos se las ha criminalizado de todas las formas y con todos los medios posibles, se las ha construido desde una perspectiva culpabilizadora, acusándolas de mil vilezas, hostigando con discursos falaces y sin fundamento a las personas que forman su opinión gracias a estos mismos medios y por ende cayendo en ellos. Los medios masivos de comunicación, con excepción de algún discurso aislado en este mar tormentoso, han demostrado ser los legítimos heraldos del periodismo sectario, oportunista y sin fiabilidad que por desgracia es el que está impregnado a ellos como un cáncer, y por ende, en la sociedad española.
Al PP en cambio se le ha intentado, por todos los medios a disposición, lavar la cara para presentarlo como la solución y salvación de los problemas en España, construyendo a dicho partido desde el miedo y la aceptación de que es la normalidad, estabilidad y lo mejor para el conjunto de las personas en dicho país. Goza esta perspectiva de una visión demasiado amable para una organización que cada día que pasa y que con cada noticia que sale a luz se asemeja más a una organización criminal. El último ejemplo, sin necesidad de recurrir a la maltrecha TVE, fue el señor Pablo Motos y su partidista entrevista.
Aquí tenemos entonces, delimitada y clara, la labor de la mayoría de medios masivos que al emplear su discurso, parecen guionistas de una serie televisiva, construyen lo señalado desde varias perspectivas, que de una forma u otra van calando en las personas y la sociedad, por lo tanto, en los discursos empleados por cada una de nosotras.
Por todo lo dicho, suscribo las sabias palabras proferidas por Macolm X: «Si no estais prevenidos ante los medios de comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido».
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