Traducción para Rebelión de Loles Oliván
Hoy en día se ha vuelto lugar común escuchar comentarios como los siguientes: «¡No es serio que me preguntes sobre algo cuyo origen es Al-Yasira!», «¿Es razonable basar tus argumentos en un artículo de noticias de Al-Yasira?», «¿Te sientes cómodo contigo mismo trabajando para Al-Yasira?», «¿Puedes decir lo que piensas o plantear objeciones si trabajas para Al-Yasira?», «¿De verdad pierdes el tiempo viendo Al-Yasira?».
El envío cotidiano de docenas de enlaces de Internet que nos dirigen a escándalos profesionales, políticos o morales asociados con lo que Al-Yasira emite se ha convertido en una rutina. ¿Se sorprendería alguien si le preguntaran «¿has visto la forma en que el presentador de Al-Yasira ha puesto interrogado al invitado de la oposición siria?».
Lo que ha cambiado es que ahora es posible encontrar a muchos opositores del régimen sirio -especialmente entre los militantes de los comités locales de coordinación- que rechazan cualquier intento de implicarse en las emisiones de Al-Yasira.
No atacan el canal ni reclaman que se boicotee, y aprecian que apoye firmemente a los opositores al régimen. Pero no quieren que se les culpe de lo que un activista describe como los «desastres cotidianos» que cuentan en su emisión. Ello incluye secuencias fabricadas o montadas por la cadena a cambio de recompensas financieras. Incluye asimismo la aparición de supuestas figuras de la oposición cuyos antecedentes no se conocen y de los que no se sabe «en nombre de quién hablan ni qué ideas promueven». Incluye igualmente los intentos por parte de Al–Yasira de exagerar la magnitud del estado de represión.
Hoy por hoy resulta difícil encontrar un periodista profesional dispuesto a defender el comportamiento de Al–Yasira no sólo en Siria sino también en Túnez, Egipto, Libia, Yemen y Bahréin. Algunos de los periodistas árabes de más alto perfil cuyas apariciones en Al–Yasira solían ser relevantes rechazan ahora las invitaciones de la cadena. Se dan cuenta de que han sido utilizados como instrumentos en un juego sucio. ¿Se ha preguntado alguien, por ejemplo, por qué Al–Yasira ha dejado de colaborar con Muhamed Hassanein Heikal?
También es nueva la oleada de dimisiones que se han producido en Al-Yasira. No se han limitado a los individuos que pueden hacer frente a las consecuencias financieras, ya que Al-Yasira paga a sus empleados mucho más de lo que ganarían en otros canales. La proporción de dimisiones, las reales y las que están en consideración, ha dejado el control editorial efectivo del canal en manos de una camarilla cuya profesionalidad e integridad ha quedado en entredicho hace tiempo. Día a día se ha hecho cada vez más obvio que se está expulsando a quienes se niegan a trabajar sin observar las mínimas normas de profesionalidad y credibilidad. Otros han perdido su entusiasmo por poner en marcha nuevas ideas o involucrarse en proyectos de trabajo. Se han convertido en simples empleados que rezan a Dios día y noche para que salvarse de ser asignados a otro desastre.
El problema de Al-Yasira no es su posición política. Está en su derecho de tenerla. Su problema es que ha asestado un golpe a cada intento genuino de crear medios de comunicación árabes fuertes y razonablemente independientes. El canal no permitirá debate alguno sobre lo que ha ocurrido en su seno y nos ha devuelto a los días de medios para los que «ninguna voz se eleva por encima del sonido de la batalla». Pone en entredicho los motivos de quien quiera que le critique, defiende errores fatales con una ingenuidad fingida y al mismo tiempo se niega a admitir que su «lógica justificación» de lo que está ocurriendo hoy en día es que «aplicamos la política de quien nos financia. Y punto».
Que unos cuantos millones de espectadores boicotearan el canal más famoso del mundo árabe o no supondría obviamente crearle una crisis de audiencia. Pero debido a la política de Al-Yasira la escena de los medios de comunicación árabes requiere en este momento de una reorganización radical. Es una tarea que le corresponde a quienes tienen la capacidad y los recursos financieros y humanos para producir más medios de comunicación profesionales, es decir, que resulten más creíbles y susciten debate entre los espectadores. No es necesario que sea un grupo, un Estado, o un medio de comunicación. Es una tarea igualmente para todos los que sufren dilemas diarios y están de acuerdo en combatir a Al-Yasira a través de medios de comunicación que son aún menos profesionales y creíbles.
Retrasar la adopción de tal decisión es no entender que los medios de comunicación seguirán siendo hasta nuevo aviso la primera línea de ataque, o de defensa, en la batalla de la opinión pública.
Ibrahim al-Amin es editor de Al-Ajbar
Fuente: http://english.al-akhbar.com/content/al-jazeera%E2%80%99s-identity-crisis