Tal vez suene a perogrullada remarcar sobre la influencia sobredimensionada que tienen hoy los medios de comunicación en la vida de las personas y la sociedad. Los centroamericanos lo hemos vivido, sin embargo, de forma aguda y perentoria en estos días, en el marco del conflicto fronterizo que se ha desatado entre Nicaragua y Costa […]
Tal vez suene a perogrullada remarcar sobre la influencia sobredimensionada que tienen hoy los medios de comunicación en la vida de las personas y la sociedad. Los centroamericanos lo hemos vivido, sin embargo, de forma aguda y perentoria en estos días, en el marco del conflicto fronterizo que se ha desatado entre Nicaragua y Costa Rica.
Los medios de comunicación, antes que informadores han sido verdaderos gestores de una opinión pública sesgada y fanatizada. A ellos se han sumado las llamadas redes sociales que, como en todas partes, han adquirido un protagonismo inusitado impensable hasta hace pocos años.
En ambos países, «los malos», cargados con todas las características negativas que el imaginario social puede concebir, se encuentran al otro lado de la frontera. Por el contrario, todo lo positivo se carga en la cuenta propia. La forma como se determina al contrincante o a sí mismos depende de los valores que la cultura de cada país catalogue como positivos o negativos.
Los medios de comunicación de Costa Rica identifican al enemigo con el presidente nicaragüense Daniel Ortega, el cual es cargado de epítetos como corrupto, oportunista, violento y traidor. En este sentido no hay fractura: todos coinciden en que él y sus ambiciones políticas son las causantes del problema. El pueblo nicaragüense es «perdonado» por algunos pues, siendo como es ignorante, desinformado y pobre, no ha podido sino elegir a quienes los manipulan groseramente. Muchos otros, sin embargo, ven no solo a Ortega sino a todos los nicas como escoria que invade (de diversas formas, ya sea armada o como migrantes) a Costa Rica. En este país, no hay prácticamente nadie que piense que el gobierno costarricense y los grupos de poder que se sirven de él, puedan tener alguna intención «impura», es decir, que sea ajena a la noble y patriótica intención de defender el suelo patrio de la invasión nicaragüense.
Una situación similar pasa en Nicaragua, en donde todas las fuerzas políticas y sociales han cerrado filas en torno a la idea de que los costarricenses han demostrado históricamente que quieren adueñarse de territorios limítrofes, y que esta no es una excepción. Desde esta posición, ya una parte del territorio que legítimamente pertenecía a Nicaragua, el Guanacaste, fue anexada a Costa Rica en el siglo XIX, y lo mismo querrían hacer los ticos ahora con el rico y estratégico río San Juan, en donde siempre ha existido la posibilidad latente de construir un canal interoceánico similar al de Panamá.
Los medios de comunicación no es que hayan dado cuenta de estas posiciones, sino que han sido protagonistas principales en la construcción de esas percepciones con enormes titulares e, incluso, fabricando las noticias. Esto último quedó pasmosamente en evidencia cuando un canal de televisión costarricense convocó a los vecinos de una comunidad fronteriza para que marcharan con banderas en oposición a la «invasión» nicaragüense. Las veinte personas que concurrieron, entre las que se contaban amas de casa asustadas y escolares, fueron filmadas y entrevistadas para luego insertar la «noticia» como evidencia del miedo de los habitantes de la zona limítrofe pero, al mismo tiempo, de la firmeza con la que rechazaban la «invasión».
Otro medio de comunicación, esta vez escrito, publicó una primera página de antología el domingo 7 de noviembre. Mientras los titulares hacían referencia estridente a las maldades de los nicaragüenses invasores, la foto que se desplegaba bajo ellos mostraba el agradecimiento del pueblo costarricense hacia los militares colombianos que ayudaban a los damnificados por las intensas lluvias de días anteriores.
La manipulación de los sentimientos nacionalistas es grosera e impertinente, pero nadie parece darse cuenta, creándose corrientes de opinión que se alimentan a sí mismas erigiendo escenarios ficticios que sirven de marco a la histeria colectiva.
Del siglo de los nacionalismos hemos entrado al de los medios de comunicación.
Rafael Cuevas Molina es Presidente AUN-Costa Rica
Fuente original: http://connuestraamerica.blogspot.com/2010/11/la-era-de-los-medios-de-comunicacion.html