En su nueva película documental, La Factoría, Avi Lewis y Naomi Klein tratan de encontrar alternativas a varios de los problemas creados por la globalización del capitalismo. La primera parada es Argentina, un país que no hace mucho tiempo era rico e industrial; alumno estrella del FMI durante los años noventa, fue incluso apodado «el […]
En su nueva película documental, La Factoría, Avi Lewis y Naomi Klein tratan de encontrar alternativas a varios de los problemas creados por la globalización del capitalismo. La primera parada es Argentina, un país que no hace mucho tiempo era rico e industrial; alumno estrella del FMI durante los años noventa, fue incluso apodado «el milagro del mercado libre».
La Factoría presenta una Argentina muy diferente. Un lugar donde el pueblo es privado de la capacidad de acceder a sus cuentas bancarias, donde un treinta por ciento de la población está desempleada y un cincuenta por ciento vive en la pobreza. En esta película nos encontramos con una clara alerta: nosotros en el Oeste podríamos ir por el mismo camino.
Lewis y Klein inteligentemente contrastan las debilitadas vidas de los parados en Argentina y la desilusión contra los ostentosos y brillantes estilos de vida de los políticos argentinos, especialmente Carlos Menem, que actualmente encara juicios por corrupción. Presidente durante los años noventa, Menem, conjuntamente con el FMI, vendió el alma del país, cortó el presupuesto social, fijó el peso al dólar y vendió la mayoría de las industrias nacionales. Resumiendo, las elites de Argentina hicieron una revolución neoliberal que acabó en un total desastre social y económico.
Si bien el telón de fondo es desafortunado, las historias contadas en la película están llenas de esperanza y reclaman poder y dignidad entre el caos. Crónica de varias fábricas, La Factoría enfoca a trabajadores que han decidido ocupar esas fabricas cerradas, recuperando sus medios de subsistencia. «Ocupar, resistir, producir» es un eslogan común bajo el cual las fábricas son recuperadas y puestas de nuevo en marcha, frecuentemente con altos niveles de productividad.
La película comienza con un apocalíptico silencio frente a la puerta atollada de una fábrica. Al atravesar ésta se nos invita a echar un vistazo a las vidas y batallas de los trabajadores en diversas factorías, algunas ocupadas, otras aun luchando por recuperar su vitalidad. Rápidamente resulta evidente que hay numerosos obstáculos, particularmente la glorificación capitalista de la propiedad privada, que obstruyen el triunfo de recuperar los negocios cerrados y ponerlos bajo control de los trabajadores.
Los trabajadores, por su parte, rebaten los argumentos de la propiedad privada y llaman la atención sobre los salarios que aun les deben y los millones en subsidios que las empresas «privadas» han recibido del dinero público. El argumento es que ellos son ahora acreedores y quieren sus lugares de trabajo como recompensa. Incluso sin estos argumentos, no podemos sino preguntarnos si los «dueños» realmente tienen el derecho a sencillamente cerrar sin consultar a aquellos que trabajan allí.
La Factoría ofrece una mirada personal de la dureza del desempleo para trabajadores y familias tras el cierre de la planta La Forja, la fábrica más seguida durante la película. Tras organizarse ellos mismos, los trabajadores de La Forja sufren intensas batallas legales y políticas para reanudar el trabajo. Tras una victoria emocionante, los trabajadores consiguen un decreto de expropiación de la legislatura Provincial y ahora son capaces de reabrir la planta bajo el control de los trabajadores.
La película también muestra la fábrica de tejidos Brukman, una de las factorías ocupadas de mayor renombre. El gobierno cierra Brukman por la fuerza pero es finalmente derrotado por la presión popular. El apoyo y la solidaridad mostrada especialmente por las trabajadoras es especialmente emotiva. Tras conseguir un decreto de expropiación, Brukman ha conseguido estar de nuevo en funcionamiento.
Cerámica Zanón, otra fabrica recuperada, lleva dos años funcionando bajo el lema «un trabajador, un voto y salarios iguales para todos». Siendo una de las primeras fábricas ocupadas, la reposesión de Zanón ha sido celebrada popularmente y ha servido de inspiración para otros trabajadores. Naomi Klein y Avi Lewis anotan al final de la película que, desde el final del proyecto documental, Zanón ha incrementado la producción y ha contratado una treintena de trabajadores.
Contrariamente a otros documentales, La Factoría termina en una nota positiva, pero es algo más que una película para sentirse bien sobre Argentina. Forma parte de un proyecto político de mayor envergadura que puede enseñarnos algo sobre cómo construir alternativas locales al capitalismo corporativo global. Con el tiempo éstas podrían contener las semillas de un sistema más democrático.
Acercando este proyecto a nuestra perspectiva [Klein y Lewis son canadienses, N. del T.] hemos examinado varias compañías en Canadá que han cerrado recientemente. Al igual que en Argentina, la mayoría, si no todas, las compañías que han cerrado (da igual su eficiencia y beneficios) han recibido (mucho) dinero público y de manera regular tienen deudas ecológicas con sus comunidades.
En enero de 2004, el mayor productor mundial de aluminio, Alcan, anunció diez años antes de lo previsto que iban a cerrar su fundición en Arvida, Québec. Una breve investigación revela que Alcan ha recibido ayuda federal estimada en cien millones de dólares y ha amasado más de 600 millones de dólares canadienses en beneficios en los últimos dos años. A pesar de esto, Alcan mantiene un aplazamiento de impuestos de más de mil millones de dólares y una gran deuda ecológica, aún no compensada.
Tras funcionar perfectamente durante cuarenta años, el gigante químico DuPont ha anunciado el doce de abril que cerrará su factoría de spandex en Ontario en mayo, eliminado doscientos puestos de trabajo en el proceso. A pesar de los beneficios (18.000 millones de dólares en EEUU desde 1998 y 1.500 millones de dólares canadienses en Canadá entre 1997 y 2002) DuPont Co. ha decidido recortar costos a través de la reducción de plantilla.
[La mayoría de las acciones de DuPont Canada pertenecían a su pariente Dupont Co. hasta 2003 cuando DuPont Co. adquirió el cien por cien de DuPont Canadá.] Estos recortes son vistos como una necesidad a pesar que durante los últimos cuatro años el gobierno canadiense ha concedido más de cuarenta millones de dólares para financiar proyectos de investigación y desarrollo en DuPont a través de las organizaciones Networks of Centres of Excellence, Technology Partnerships Canada, Ontario Research Development Challenge Fund y el Centre for Automotive Materials and Manufacturing.
Celestica, una de las compañías más importantes dedicadas a la manufactura de sistemas electrónicos, ha anunciado en abril que sus operaciones en Kirkland, localidad cercana a Montreal, se cerrarán en cuatro o seis meses. Setecientos trabajadores han perdido, de momento, su puesto de trabajo y hay más recortes previstos. Celestica, en cualquier caso, continua la expansión de sus operaciones a escala global con un incremento en su producción en Asia y Sudamérica.
En los dos últimos años Celestica ha tenido un beneficio de 47 millones de dólares y un fuerte incremento en sus ingresos. Adicionalmente, Celestica ha recibido recientemente millones de dólares en I&D canadiense obtenidos con la ayuda del The Natural Sciences and Engineering Council of Canada, Youth Employment Strategy y el Ontario Research Development Challenge Fund. Adicionalmente, siendo una compañía procedente de IBM, Celestica se ha beneficiado de la historia de fondos gubernamentales de la que disfrutó aquélla.
¿Tienen los trabajadores de Dupont, Celestica y Alcan el derecho a ocupar, resistir y producir en esas factorías que han sido clausuradas? Y más importante aún: ¿podrían la comunidad y los políticos considerar la antes mencionada información sobre los beneficios y los subsidios públicos de esas compañías razón suficiente para apoyar a los trabajadores en su subversión contra la propiedad privada?
Siguiendo el lema «ocupar, resistir, producir» de las fábricas argentinas, los quinientos cincuenta trabajadores afectados de Alcan (miembros del sindicato Canadian Auto Workers) se decidieron a tomar, ocupar y mantener la planta ellos mismos. Días después del comienzo de la ocupación a finales de enero, mas de 5000 se manifestaron en Arvida en apoyo a los trabajadores. Durante la ocupación los trabajadores continuaron produciendo aluminio a un ritmo en alza. Durante este tiempo, Alcan ha dejado de enviar las materias primas, convirtiendo la ocupación a largo plazo, sin más acciones generalizadas, en impracticable. La ocupación terminó el 17 de febrero cuando Alcan aceptó algunas concesiones y obtuvo un fallo del Consejo de sindicatos ordenando a los trabajadores desmantelar la operación.
Al final la ocupación de Alcan no pudo, al contrario que las fábricas argentinas mostradas en La Factoría, ser una amenaza para la visión capitalista de las relaciones de propiedad. Sí pudo, no obstante, demostrar que los trabajadores canadienses (y sus comunidades), privilegiados en comparación con la clase trabajadora en otros países, están preparados para luchar activamente contra el control privado sobre sus medios de subsistencia.
Si los trabajadores sienten que una corporación que está cerrando está siendo especialmente deshonesta y sus contradicciones (beneficios, subsidios públicos, etc.) son flagrantes, muchos están dispuestos a tomar acciones agresivas. La ocupación de los lugares de trabajo no es meramente el medio a través del cual los trabajadores pueden recuperar sus trabajos. La ocupación, un concepto relativamente sencillo, es un rechazo a las relaciones de la propiedad privada que, especialmente si es bajo el control democrático de los trabajadores, hace avanzar significativamente la democracia económica.
En los meses próximos esperamos que La Factoría podrá verse en las comunidades norteamericanas. Más excitante resultaría, en cualquier caso, la expansión del «ocupar, resistir, producir» en los lugares de trabajo cerrados en estas comunidades. Ese sería un movimiento que verdaderamente merecería la pena apoyar.
Origen: Znet, 10 de junio de 2004. Traducido por Javier Berzal y revisado por Alfred Sola., Para obtener información sobre La Factoría visita www.thetake.org