Converge por estas horas en Buenos Aires el gran capital internacional. Un derroche sideral de dinero para escenificar una farsa y ocultar con ella la realidad de la disputa interimperialista, cada día más grave, más riesgosa para la humanidad. No habrá un acuerdo de los 20 en torno a los temas que oficialmente se tratarán. […]
No habrá un acuerdo de los 20 en torno a los temas que oficialmente se tratarán. Se trata de una lucha por alineamientos y posicionamientos en torno a los cinco principales actores del escenario mundial: China, Estados Unidos, Alemania, Rusia, Japón. La naturaleza singular de los sistemas chino y ruso no niegan el hecho principal de un feroz combate geopolítico.
Como espejado, es igualmente farsesco el papel de un inopinado «pensamiento crítico» que días atrás se presentó como contrafigura del G-20. Nombres conocidos de este cónclave fueron las ex presidentes de Argentina y Brasil. Atribuir a Cristina Fernández y Dilma Rousseff un pensamiento crítico es una fantochada. Y no sólo por el registro intelectual de ambas, sobre todo la primera, sino porque fueron ellas las responsables de que el G-20 adquiriera el protagonismo que hoy tiene.
Es inaceptable que personas y agrupamientos que se presentan como «progresistas» -algunos incluso «revolucionarios»- hayan callado en ese encuentro la responsabilidad de Fernández y Roussef frente al hecho de que la cumbre se realice este año en Buenos Aires, factor indisolublemente asociado a la regresión política que ha sufrido buena parte de América Latina en los últimos años.
Aunque el G-20 fue fundado en 1999, no adquirió su actual envergadura hasta 2008, cuando frente al colapso de la economía mundial capitalista, desde Washington articularon un agresiva intervención para aunar diferentes fracciones de la burguesía e implementar una táctica contraofensiva.
Téngase en cuenta que en aquel momento Hugo Chávez convocaba desde Caracas a una reunión del Alba con el objetivo inverso al de Washington: aunar a los explotados y oprimidos del continente, crear una moneda virtual latinoamericana (el Sucre) e iniciar una fase nueva y superior de la unión regional por un camino opuesto al saneamiento del capital, punto de partida para una transición regional al socialismo.
¿Qué hicieron Fernández y Rousseff, con total respaldo del llamado kirchnerismo y del Partido de los Trabajadores? Es por demás sabido: dieron la espalda al Alba y acudieron al llamado de George Bush. ¿Puede ser que tantos intelectuales y políticos hayan omitido este dato fundamental a la hora de iniciar un nuevo capítulo en la historia del pensamiento? ¿Es pensable la afirmación de un genuino pensamiento crítico basado en el ocultamiento y la mentira?
Pues es justamente eso lo que ocurrió en un miniestadio en la Capital argentina, con la participación de una dos mil personas para aplaudir los discursos inaugurales de las ex presidentes, quienes obviamente con respaldo intelectual muy diferentes, expusieron su condena a la reunión del G-20, al FMI y a los gobiernos que los sostienen. Al igual que intelectuales y políticos que las acompañaron, ni una ni otra pareció comprender la conexión entre aquella decisión de atar a Brasil y Argentina al tanque de guerra imperialista en 2008 y la penosa suerte sufrida por ambas, con una derrota electoral en un caso y un golpe blanco en el otro.
Pero no fue sólo la suerte política del kirchnerismo y el PT la que rifaron con tal opción estratégica en un momento crucial. El salto al último vagón imperialista era a la vez abandonar el Alba, condenar al aislamiento regional a la Revolución Bolivariana, optar por el dólar frente al Sucre. Es inaceptable que se calle esto cuando se llama a la población a movilizarse contra el G-20. ¡Suena a hueco ahora, en vísperas de otro gran estallido de la economía mundial, el lamento por el lugar hegemónico recuperado por el gran capital!
En numerosas y muy diferentes ocasiones he defendido la política de frente único antimperialista, basada en el acervo teórico y práctico de la IIIª Internacional. Con más premura que nunca es hoy necesario concretar una política de esa naturaleza a escala regional y global. ¿Pero han de ser quienes en un momento decisivo de la historia reciente optaron por subordinarse al imperialismo la cabeza y símbolo de un frente antimperialista? ¿Se estructurará un frente único antimperialista en torno a una candidatura presidencial? Proponerlo es mucho más que un error. Utilizar el sentimiento antiyanqui de las masas para posicionarse frente a una elección es, también, más que equivocarse: es contribuir al triunfo del enemigo.
@BilbaoL
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