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La lucha por el poder que encubre YPF

Fuentes: Rebelión

La cuestión de YPF transciende una compra de acciones por parte del Estado Nacional para la formación de una Sociedad Anónima y apunta a la cuestión de poder. La solidaridad de grupos tan divergentes, desde los destituyentes de antaño hasta corrientes que se reivindican de izquierda, con esta medida del gobierno, generan un cuadro de […]

La cuestión de YPF transciende una compra de acciones por parte del Estado Nacional para la formación de una Sociedad Anónima y apunta a la cuestión de poder.

La solidaridad de grupos tan divergentes, desde los destituyentes de antaño hasta corrientes que se reivindican de izquierda, con esta medida del gobierno, generan un cuadro de confusión política que hace necesario un debate profundo, sobre todo, porque las posturas opuestas a la comercialización de acciones de Repsol que se escuchan y se generalizan por los medios son fundamentalmente cipayas. Mientras el 90 % de los partidos del régimen se muestran de acuerdo con esta medida por razones de «corazón».

El acuerdo crítico con la maniobra kirchnerista, de todo el arco que agrupa a la centro izquierda y a la izquierda no revolucionaria, forman un bloqueo poderoso a la toma de conciencia de lo que está disputa en toda esta cuestión «nacionalista» y sobre todo a la función de cada clase social sobre quién debe ejercer el poder, y de este modo transforman esta batalla comercial en una decisiva cuestión nacional, cuando de lo que se trata es de reforzar el rol arbitral del kirchnerismo para la aplicación de sus políticas de ajuste señaladas como «sintonía fina».

Los que se sientan a devanar el nacionalismo populista detrás del uso de esta maniobra «nacionalizadora» no consideran en sí mismo el mecanismo de análisis sincrético que los subordina, provocado por una ideología colonizada de nuestro progresismo e izquierdismo que, históricamente ha practicado un seguidismo sin principios a la burguesía nacionalista.

Como detrás de YPF se opera una cuestión de poder, este seguidismo, aun con las críticas más reservadas o abiertas, no hace más que arrodillarse ante un hecho estratégico para la lucha nacional: el de que la dominación burguesa se transforma en la dirección exclusiva para la lucha antiimperialista.

Todo cobra un carácter simbólico desde el triple circulo embanderado que rodea la siglas ypefieanas, hasta nuestra propia versión nac&pop de Rocki Balboa corriendo por Puerto Argentino, en Malvinas, y subiendo – al atleta, le falta levantar los brazos y saltar de alegría al llegar a la cúspide para reproducir el desafío de Stallonne – al Monte London, patética copia cargada emotivamente de psicología efectista, por el cual dentro de poco recibiremos un nuevo juicio internacional de los agentes de Hollywood por no pagar copyright.

La compra de acciones de YPF es, en si misma, una operación de transacción capitalista en términos comerciales desde una sociedad anónima a otra, pero que responde a una crisis más general del régimen de dominación, es decir, detrás de la compulsiva «expropiación» de YPF de lo que se trata es de un operativo político de rescate del gobierno y de su influencia entre las masas populares, derrumbado después de la catástrofe ferroviaria, la represión directa a la movilización popular y la sanción de leyes antiterroristas.

Los juicios de Repsol por la «expropiación» irán al Ciadi organismo proimperialista que viene laudando en contra de los intereses nacionales y a favor de los fondos buitres y los capitalistas internacionales expoliadores de nuestras riquezas. Poco importa para este pensamiento que agrupa de acuerdo a como soplen los vientos de las modas, que finalmente los trabajadores tengamos que pagar los costos de la demagogia y de las operaciones comerciales reprivatizadoras.

El apoyo de sectores progres y izquierdistas a esta maniobra nacionalizadora, deja de lado los intereses históricos y la misión impostergable del movimiento obrero en los países semicoloniales como el nuestro y, de esta manera, actúa como un factor de bloqueo para la comprensión de las experiencias clasistas, a las cuales son tan afectos a mencionar desde el discurso.

«Positivo pero insuficiente» es como se puede traducir esta posición política, un seguidismo sin principios y la partida de defunción de todo un sector de la izquierda nacionalista.

El sincretismo de esta posición no sólo hace olvidar que hablamos del gobierno de las megamineras, de los acuerdos con el Club de París, del pago de deuda con reservas, de los topes salariales, del impuesto al salario, de 5 mil procesados por luchar, de la corrupción de Boudou, etc.

Hace olvidar sobretodo las tareas históricas necesarias para sacar a nuestro país del atraso y del protagonista que debe lideraran esas tareas.

Reformar la propiedad de la tierra y distribuirla entre los trabajadores agrarios para expropiar a los monopolios terratenientes; desarrollar un plan de obras públicas que conduzca a una plena ocupación con salarios iguales a la canasta familiar; reparar el colapso energético provocado por una lluvia de abril, que condeno a la miseria material a miles de familias trabajadoras; nacionalizar los bancos y el comercio exterior, vehículos de la fuga del ahorro nacional; democratizar las organizaciones obreras y establecer su control sobre los actos de gobierno y de voracidad capitalista, no se compensan con la compra del 51% de las acciones de una empresa, es más ni siquiera con la compra del 100%,

Tanto en Argentina como en Bolivia las operaciones de compra o recompra de acciones de empresas consideradas estratégicas por los respectivos gobiernos han recibido el aval de las potencias imperialistas. Y forman parte de un proceso de recapitalización sobre la base de la reprivatización y de la exacción vía aumento de tarifas al pueblo.

El acuerdo con las principales multinacionales está en marcha, tanto en Argentina, un poco más retrasado debido a que se procuró por ley del parlamento, como en Bolivia donde fue saludado por el propio Repsol-Brufau.

Evo Morales sitiado por la lucha obrera campesina recurre en Bolivia a una maniobra similar en demagógica «nacionalización» cristinista y con los mismos costos para el pueblo boliviano.

El gran problema de este proceso, es que en definitiva los gobiernos se hacen cargo de suculentas deudas con vencimiento en un futuro inmediato, en el caso de YPF superan los 9000 millones de dólares de la propia Repsol, suma todavía sometida a una auditoria, más los 3000 millones de Esquenazi que funcionó como testaferro del kirchnerismo en épocas recientes y que se transformó en un verdadero dólarducto de fuga de capitales en base al giro de utilidades de la empresa.

Que YPF es una empresa vaciada y descapitalizada, tanto desde el punto de vista estructural como financiero, no le quedan dudas a nadie; el monto de deudas que se heredan con la formación de una sociedad anónima del estado pasa directamente al conjunto social y será pagada con el hambre la sangre y el sudor de los argentinos. Sin embargo, el gobierno consideró que sin esta compra accionaria el país se «volvía inviable». Las deudas acumuladas pasan de este modo a computarse como pasivo estatal haciendo que el crecimiento deficitario se cubra con la caja de organismos como el AnSes, las obras sociales o la reserva nacional.

Los que apoyan esta comercialización accionaria deberían pensar que la viabilidad del kirchnerismo torna inviable la vida de los trabajadores con jornales de 20 a 50pesos por día.

El triste espectáculo de una izquierda entregada a estas maniobras avasallantes del modismo del «vamos por todo» tiene un contraste digno en las declaraciones del Frente de Izquierda el único agrupamiento que utilizo la tribuna obrera del Primero de Mayo para denunciar sin cortapisas el carácter antipopular de ceder el poder a un nacionalismo decadente de asociados multimillonarios.

No es casual que en este Primero de Mayo tanto la burocracia sindical como el kirchnerismo hicieran mutis por el foro.

La presidenta extorsionó a los trabajadores diciendo que cuiden el trabajo porque se viene tiempos difíciles y que es preferible ganar poco que no ganar nada. La presidenta apela al fantasma de la desocupación para disciplinar a la clase obrera; no entiende que justamente la desocupación fue l que dio lugar a la huelga del Primero De Mayo y que las ocho horas de trabajo reivindicadas en 1886 son el equivalente actual al reparto de horas trabajo, sin bajar el salario, que haga frente a los despidos y las suspensiones.

La burocracia esta enredada en sus propias disputas, mientras las paritarias decretan aumentos de menos del 18 % cuando la inflación es el doble que eso; cuando crecen los despidos y las suspensiones.

La burocracia no está en condiciones de conmemorar el Día Internacional los trabajadores, no s´lo como dicen los diarios por sus propias disputas patronales, sino y fundamentalmente porque no tiene ninguna respuesta para las bases obreras. El nivel de descomposición de esta gente se hace patente cuando Gerardo Martínez, secretario general de la UOCRA, acusa a sus propias bases de drogones o cuando un Yasky se presenta en un acto oficialista junto a la presidenta que acusó de vagos a los docentes.

Los trabajadores en tanto buscan su salida. La manifestación obrera en Plaza de mayo, el primer día de mayo, es la expresión de que la lucha por el poder está planteada en los términos de una realidad que supera a las maniobras.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.