Hace dos o tres generaciones las personas progresaban en su profesión si eran capaces de manipular adecuadamente cosas que con posterioridad se convertían en objetos de consumo. La comunicación, aun siendo importante, estaba lejos de tener la relevancia de la que disfruta hoy. La globalización ha transformado la sociedad; la revolución tecnológica y el autodesarrollo […]
Hace dos o tres generaciones las personas progresaban en su profesión si eran capaces de manipular adecuadamente cosas que con posterioridad se convertían en objetos de consumo. La comunicación, aun siendo importante, estaba lejos de tener la relevancia de la que disfruta hoy. La globalización ha transformado la sociedad; la revolución tecnológica y el autodesarrollo de la fuerza trabajadora han llevado al mundo a creer en los símbolos.
Es la era de la percepción: muchos analistas sociales llaman a ésta la época de la manipulación de símbolos. Más importante que el producto en sí de una industria (todos son similares) las empresas desarrollan marcas y sellos de fábrica, para competir entre ellas. El resultado es la importancia cada vez mayor de la imagen, y ésta exige la elaboración y distribución de mensajes que le generen valor psicológico al producto. Es un valor agregado de carácter psicológico, no transforma el producto, pero genera mayores niveles de venta y por lo tanto mayor beneficio.
De manera similar funciona la noticia. En la actualidad los medios de comunicación no informan, construyen espectáculo y distraen. Venden sus índices de audiencia o sus niveles de incidencia a la publicidad, a las grandes empresas y multinacionales, más allá de sus propios procesos de concentración.
Los controles sobre la información
El desarrollo tecnológico ha generado la necesidad de expertos que manipulen símbolos, a la vez que se reduce la necesidad de técnicos y operarios que manejen máquinas. La percepción ha pasado a ser un valor de primer orden en el proceso de producción, de igual manera que lo es también en la elaboración de ideas.
Las empresas, las instituciones y los gobiernos necesitan de imagen, viven de ella para valorar sus productos, conservar su poder o mantener vigente su gobernabilidad. Se invierte y gasta tanto en imagen porque a través de la comunicación se influye, se manipula y se persuade.
El sector de la comunicación está saturado de técnicos que cuidan el aspecto estético del medio; que un periódico esté bien diseñado, que el escenario de un estudio de televisión sea atractivo, o que los spots publicitarios sean efectivos. Para todo ello existen especialistas en la forma y lo estético (técnicos, diseñadores, correctores de estilo, productores de publicidad…).
Y por otro lado están los expertos, que cubren el aspecto ideológico, intervienen en la manipulación de la información. Deciden qué es noticia y qué no, la importancia de una noticia, el espacio que va a ocupar, la decoran, eligen la foto, ilustración o efecto de sonido que va a acompañarla. Deciden en definitiva, el impacto de la noticia, pero no de acuerdo a su importancia, sino desde sus intereses ideológicos, es decir, los intereses económicos e ideológicos de los grupos propietarios del medio.
Los medios de comunicación ya no necesitan domesticar cotidianamente a sus empleados, estos por inercia cumplen su papel de defensa de los intereses ideológicos de su patrón. En el desestructurado mundo laboral de la comunicación, donde el freelance, el autónomo y el becario imperan, quien rompe con esta dinámica sin más es separado del medio.
Tanto técnicos como expertos trabajan en un mismo proceso de comunicación. Similar al proceso productivo, donde están los obreros y los expertos, ambos necesarios en el proceso de producción, en la comunicación todo está planificado, cada quien conoce su función y se buscan resultados.
«En retórica (léase comunicación) nada hay gratuito, los mensajes, sus elaboradores y sus emisores persiguen algo muy concreto. En el caso de la publicidad se trata de promocionar mercancías, de asegurar su venta; en el caso de los mensajes políticos hay que asegurarse la adhesión a tal idea o partido, en el caso más general de la ideología hay que reafirmar el apoyo a un sistema de vida, aun, y por lo tanto, cuando el mismo esté perjudicando de alguna forma a quien lo adquiere mediante una suerte de automatismo. La monopolización del sentido implica otras monopolizaciones: la de los medios de producción, la de la educación, la de los mayores beneficios sociales, la de la fuerza… En síntesis: el monopolio del poder» (Daniel Prieto Castillo, Retórica y Manipulación Masiva).
El poder mediático
El alejamiento de la realidad de los periodistas y la premisa imperativa del negocio (intereses del grupo o de la publicidad), han hecho predecir a muchos autores la extinción o la muerte del periodismo ético.
«Lo que antes se llamaba el cuarto poder ahora es más bien el segundo. Pero sus funciones han cambiado: el cuarto poder era la censura de los otros tres, mientras que aquí el segundo se plantea en términos de influencia global y general sobre el funcionamiento de las sociedades. En la actualidad se considera que el poder se ha desplazado esencialmente hacia la esfera de la economía y, dentro de ella, hacia el ámbito financiero. Los mercados financieros son los que, en definitiva, dictan y determinan el comportamiento de los responsables políticos» (Ramonet, La tiranía de los medios).
La lógica del cuarto poder, en su misión cívica de calibrar el funcionamiento de los tres poderes, ha pasado a la historia. Además esos tres poderes hoy se han transformado y son, en orden de importancia: el económico, el mediático y quedando a la cola, el político.
La estructura del poder ha sido transformada. Es la globalización, y ésta tiene entre otros, tres pivotes fundamentales: lo económico financiero, lo militar y lo ideológico. En todas, la comunicación desarrolla un papel fundamental.
En lo económico financiero, siendo el entorno donde se dictan y determinan la mayoría de decisiones, de manera especial a los actores políticos y de manera general al conjunto de la sociedad, la comunicación tiene un papel principal. El nuevo capitalismo se mueve a base de información, la cual se ha convertido en un producto de intercambio.
En lo militar: todo lo que se oponga a la globalización es acusado de terrorismo, satanizado en los medios de comunicación, y por lo tanto justificadas las actuaciones de amenaza, chantaje o agresión militar que se ejerzan sobre el enemigo.
Lo ideológico es el ámbito por excelencia para los medios de difusión. Estos se han convertido en el aparato ideológico de la globalización económico capitalista. Ya no sólo porque la información tiene hoy valor mercantil, sino porque los medios poseen el control sobre la opinión pública y las reacciones ciudadanas.
El control de la fabricación y distribución de la información es el intento de control de las conciencias y por lo tanto, de las conductas.
No han dejado de tener vigor viejas palabras: «Las ideas dominantes de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes, es decir, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad resulta ser al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante. La clase que controla los medios de producción intelectual, de tal manera que en general las ideas de los que no disponen de medios de producción intelectual son sometidos a las ideas de la clase dominante» (Carlos Marx, La Ideología Alemana).
Un nuevo modelo
El interés por los medios de comunicación se ha manifestado a través de absorciones o fusiones entre grandes grupos, pero ha provocado también el interés de otras muchas empresas dedicadas a sectores diferentes. Junto a los mercados financieros, la comunicación se ha convertido en uno de los grupos más dinámicos de la economía global.
Durante los ochenta y noventa el sector creció de forma importante. En 1999 cinco empresas europeas, entre las que se encontraban Sogecable, Canal Plus y Mediaset, duplicaron su valor.
Las comunicaciones son un sector donde invertir, sobre él afluyen múltiples empresas que van desde el sector armamentístico hasta la banca. Siendo claramente constatable la influencia del poder económico sobre el contenido, además de la censura que conlleva formar parte de un grupo empresarial.
La independencia, valor esencial del periodismo y base de la legitimidad de su poder, desaparece ante la incuestionable libertad de empresa en el ámbito de la comunicación de masas.
Construir contrapoder
A pesar del abrumador poder mediático, avanzan por doquier experiencias que, tejiendo redes poco a poco, van teniendo cada vez mayor capacidad de incidencia social. Por poner algunos ejemplos:
En América Latina las radios comunitarias cubren importantes segmentos de poblaciones locales y cuando se unen en cadena para transmitir sus noticieros o programas especiales llegan a importantes sectores de la población, causando incidencia en los públicos. Las radios comunitarias, en el ámbito local, son un importante contrapoder, que ha logrado resistir la represión de diversos gobiernos, que han intentado eliminarlas quitándoles frecuencias y permisos. Esas pequeñas radios de alcance limitado, se han convertido en sujetos políticos de sus comunidades.
También universidades e instituciones educativas han descubierto el potencial de los medios de comunicación para divulgar su punto de vista y los estudios e investigaciones de sus centros educativos, así como dar espacios a un público variado.
Ejemplos claros los tenemos en El Salvador, donde la Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas» (UCA), con su emisora en frecuencia modulada YSUCA, de alcance nacional, y su programa de televisión Miradas, contratando espacios en canales de televisión privados, además de la serie de revistas especializadas con que cuentan, se han convertido en importantes generadores de opinión pública.
En el caso de las televisiones el ejemplo de Venezuela puede ser el más significativo. En 2002 los medios de comunicación desarrollaron una estrategia para crear una atmósfera pregolpista. En la víspera del golpe la prensa ya no desarrollaba trabajo informativo. Los periodistas y editorialistas más importantes eran líderes de la oposición política, un escenario donde la ética profesional se vio reducida a la inexistencia..
Tras el fracasado golpe la política gubernamental permitió que movimientos sociales y el Estado crearan una plataforma mediática para evitar el monopolio absoluto de los medios de comunicación privados. Desde entonces, se ha vivido un proceso de democratización importante de las comunicaciones, un cambio de paradigma comunicacional, donde radios populares, prensa barrial, agencias contrainformativas y televisiones comunitarias están teniendo un importante desarrollo. Destacando este último, hay ya más de 13 emisoras que transmiten por frecuencia de aire en diferentes regiones, desde canales campesinos en zonas rurales, paralelamente al desarrollo de otras tantas experiencias en barrios urbanos.
En Europa la apuesta más fácil para la comunicación alternativa ha sido Internet. Solamente en el Estado español tenemos un buen panorama: Rebelión, Nodo50, Kaos en la Red, La Haine, los Indymedia, Insurgente, etc., así como un importante número de blogs de contrainformación, y múltiples páginas web de organizaciones políticas y colectivos sociales, cargadas de noticias.
A efectos de prensa escrita el escenario se estrecha bastante. En el ámbito europeo, el periódico Il Manifesto fue el primer y más influyente ejemplo de iniciativa mediática y proyecto político en sí mismo, que pretendía transformar la política, y más específicamente que las instituciones políticas de la izquierda italiana se abrieran a relaciones creativas con los movimientos sociales.
Podríamos reconocer en Europa algunos proyectos más de similar formato pero de menor envergadura que Il Manifesto. En el Estado español el más relevante en este sentido, fue el periódico Liberación, que tuvo una existencia efímera. Veinte años después ha surgido el proyecto Diagonal, un periódico de ámbito estatal, bien hecho y con una gestión horizontal y participativa. Cumplidos dos años de su nacimiento, se valida como una alternativa que poco a poco va superando sus tres frentes más débiles, el formato quincenal, la centralidad del proceso informativo (falta de estructuras más allá de Madrid) y fundamentalmente su fragilidad económica.
En la actualidad la importancia de los medios de comunicación alternativos es vital. Están poco a poco siendo instrumentos creativos para establecer conexiones entre diversos tipos de resistencia, expandiendo nuevas iniciativas y exponiendo al poder a otra forma de crítica que la realizada desde los medios masivos.
(Artículo publicado por la Revista Pueblos, nº 26, jun/07).