Tras identificar, en el primer artículo, las claves de la victoria y realizar un balance de su proyecto de gobierno, en este segundo vamos a desentrañar las principales variables de su éxito actual y a visibilizar las dinámicas de resistencia y las perspectivas a medio plazo.
¿Éxito? Tras más de un año de gobierno y teniendo en cuenta la política de tierra arrasada que ha llevado adelante Milei, cualquiera podría pronosticar que el apoyo inicial que tuvo se hubiera erosionado considerablemente. Sin embargo, si se dan por válidas las encuestas, y también la propia percepción del campo progresista (intelectuales, movimientos…), Milei sigue manteniendo el mismo respaldo que al principio. ¿Cómo explicar todo esto?
Por un lado, como dice Morresi, cada sector que lo apoyó siente, por ahora, que está cumpliendo: controló la inflación, está reduciendo la plantilla del Estado… Por otro lado, y esto es mucho más importante, el proceso de derechización sociológica al que aludía Morresi, se traduce en que algunas de sus ideas-fuerza han logrado afianzarse en la mentalidad de amplios grupos sociales. La ‘batalla cultural’ a la que apelan Milei y su gente, no es más que la batalla de ideas (Fidel Castro) en la que izquierdas y derechas se disputan el sentido común, los valores hegemónicos y la centralidad política. Las percepciones en torno al Estado, al Mercado, a las clases sociales, a lo comunitario, etc. son de vital importancia en esta disputa.
Capitalismo neoliberal y clase trabajadora. Andrés Ruggeri, antropólogo y referente del campo de las empresas recuperadas, señala que hay cambios estructurales que se vienen dando desde décadas atrás y que explican los cambios sociológicos actuales. Afirma que el capitalismo neoliberal que se impone en el país desde la década de los 70 del siglo pasado ha transformado la clase trabajadora. Por un lado, indica que es significativo el crecimiento del trabajo informal, que ha pasado de representar un 30% de la fuerza laboral a aproximadamente el 50% del total. Esto ha provocado una fragmentación de la clase trabajadora y ha hecho crecer un tipo de trabajador/a muy vulnerable al discurso ultraliberal. Los/as jóvenes del capitalismo de plataforma son especialmente carne de cañón del discurso pro-mercado: “el mercado aparece como lugar de oportunidades, mientras que el Estado impide tu crecimiento, además de financiar a los vagos”.
El capitalismo neoliberal no solo rompe la unidad de clase, sino que produce un nuevo tipo de sociedad, en la que la pérdida de conciencia de clase avanza vertiginosamente. Según Ruggeri, en Argentina desde los años 40 la identidad peronista, aunque no fuera expresamente de izquierda, no era una identidad liberal, individualista, sino colectiva y sindical. Eso se ha ido fracturando cada vez más. El joven repartidor que trabaja 10 horas al día en una bicicleta, no tiene derechos laborales, ni vacaciones pagadas, ni seguro médico si se enferma, pero se cree su propio jefe, se cree libre, reflexiona Eva Verde del Frente Popular Dario Santillán. Ese sujeto, paradójicamente, se ha convertido en el símbolo del votante de Milei.
Conflicto intra-clase. Si el relato de la explotación capitalista de diluye, se abre la puerta a la “guerra de pobres contra pobres”, como advierte Rodolfo Pastore, economista y profesor de la Universidad Nacional de Quilmes. El explotador capitalista desaparece de la ecuación y el enemigo del trabajador informal es el formal, porque disfruta de unos privilegios (que ya no son considerados derechos) inaceptables (vacaciones pagadas, etc.).
El discurso es aún más perverso, porque según Morresi, aflora “resentimiento” contra otras franjas de la clase trabajadora: resentimiento contra el empleado público, porque vive mejor que yo gracias a sus “privilegios”; contra el que recibe ayudas sociales, porque vive igual que yo sin trabajar. Milei instrumentaliza este resentimiento para justificar su programa de recorte de “privilegios” (sic), su receta distópica: “si no lo tengo yo, entonces, que no lo tenga nadie”.
Estado ausente. A todo lo anterior se suma una percepción cada vez más negativa en relación al Estado y lo público. Una de las banderas del kirchnerismo fue el “Estado presente” frente al “Estado ausente neoliberal” de los noventa (Ruggeri) y durante la primera década del proceso de cambio (2003-2013) trajo mejoras sociales indiscutibles. Sin embargo, de ahí en adelante, y sobre todo durante los gobiernos de Macri y Fernández, se produce un deterioro sustancial del papel del Estado, además de las contradicciones que se venían arrastrando. Por eso, en la última década y, especialmente entre las generaciones más jóvenes que no vivieron la “década ganada”, existe un sentimiento colectivo de que lo público no funciona.
Morresi asegura que la insatisfacción con lo estatal es muy grande, sobre todo entre la gente pobre del interior del país: “voy al hospital y no me atienden; la escuela de mis hijos está cerrada por huelgas o mal estado de la infraestructura; el transporte público no pasa y llego tarde al trabajo”. Este acumulado de insatisfacciones lleva a la siguiente reflexión: el Estado me tiene que dar salud, educación y servicios públicos y no me los da (o no me los da dignamente), pero me cobra como si me los diera. A esto hay que agregar, siguiendo a Pastore, que no solo es que el Estado no ha estado para garantizar derechos, sino que cuando ha estado, bastantes veces lo ha hecho de manera clientelar.
Núcleo de verdad. Pastore advierte que en este relato anti-estatal y ultra-liberal hay un núcleo de verdad, que tenemos que reconocer. Por eso tiene efecto. Sin embargo, también se produce una disociación con la realidad. La anécdota que cuenta la profesora Bottini, de la Universidad de Quilmes, es muy paradigmática. En una clase, ella reivindicó que había que defender los derechos adquiridos, y un estudiante de sectores populares le respondió: “ningún derecho que vos querés defender tiene que ver con mi vida. En mi familia nadie tiene derechos”. Por una parte, tenía razón, pero por otra no, ya que estaba estudiando gratis en una universidad pública y no era consciente que estaba disfrutando de ese derecho.
Comunidad. Otro terreno en disputa, no solo discursivo sino también material, es el de lo comunitario. Además del discurso individualista anti-colectivista de Milei y las nuevas subjetividades proclives a interiorizarlo, hay que analizar qué sujetos se están disputando el control de los barrios populares. El reconocido intelectual Atilio Borón alerta del espacio vacío que dejaron la izquierda y la teología de la liberación y la inserción paralela de las iglesias evangélicas y del narco. Por un lado, las nuevas iglesias combinan un discurso emprendedurista y antifeminista y, por otro lado, el narco avanza cooptando para sus redes a jóvenes que estaban condenados a la precariedad. Desde el Frente Dario Santillán, alertan de la preocupante situación: “en América Latina, si desmantelas las políticas públicas avanza el narco”.
¿Cómo hacerle frente? A pesar del programa de shock mileista y de los citados cambios sociológicos, hay que destacar las movilizaciones populares que se han dado en todo este tiempo. Paula Klachko destaca las 3 huelgas generales, la multitudinaria marcha en defensa de la universidad pública, las manifestaciones de marzo del día de la mujer trabajadora y de conmemoración de la dictadura y, la masiva movilización antifascista de febrero.
Sin embargo, no ha sido suficiente para erosionar al gobierno. Además, gran parte de las/os entrevistadas/os manifiestan su preocupación por la disputa interna que se está dando actualmente dentro del peronismo entre Cristina F. Kirchner y su posible sucesor, el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof. Por su parte, el movimiento popular, según Eva Verde, está en una etapa de resistencia y subsistencia, ya que la prioridad actual es dar de comer a la gente en los barrios (tras el desplome de los programas sociales) y apoyar psicológicamente para que la gente no se quiebre.
Fuego amigo. Paradójicamente, la mayor debilidad de Milei es él mismo, según Feierstein. Por un lado, se ha enfrentado a cierto sector de la clase dominante, concretamente al poderoso grupo mediático Clarín, posicionándose en contra de la compra de Telefónica por parte de Telecom (controlado por Clarín). Por otro lado, la estafa de las cripto-monedas ha provocado una mega-demanda de inversores en EE.UU. Feierstein cree que Milei “se puede autoametrallar los pies”, pero no significa que la salida venga por la izquierda.
Nueva época, nuevas recetas. En cuanto a la inevitable pregunta (¿qué hacer?) (Lenin), desde el sindicato ATE tienen claro que “no estamos en el 91 (al inicio del gobierno neoliberal de Menem), ni en el 2001” (a punto de estallar el Argentinazo). Es una nueva época y casi todas las personas entrevistadas coinciden en que no se puede vivir del pasado. Un pasado además que los más jóvenes no disfrutaron. Hace falta un proyecto de futuro, con nuevas estrategias. En el ámbito político-partidario, Gonzalo Armúa propone una renovación profunda, gente más joven, y sobre todo, “gente que se parezca más a nuestro pueblo”, ya que actualmente “la mayoría de los diputados no viajan en transporte público, sus hijos no van a la escuela pública, no utilizan el hospital público. Hay una brecha muy grande entre la sociedad y la política”. En cuanto a la política de base, Federico Díaz, sindicalista, tiene claro que hay dar prioridad de nuevo a trabajar en los barrios, involucrándose y construyendo desde lo colectivo.
Luismi Uharte. Grupo de investigación ‘Parte Hartuz’ (área de estudios de América Latina)
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