En este mundo del siglo XXI se nos dice que vivimos en una aldea global, pero debemos preguntarnos si esto tiene sentido cuando tres cuartas partes de la humanidad no tiene acceso a los beneficios que la otra cuarta parte disfruta. También se nos dice que vivimos en la sociedad de la información, ¿es posible […]
En este mundo del siglo XXI se nos dice que vivimos en una aldea global, pero debemos preguntarnos si esto tiene sentido cuando tres cuartas partes de la humanidad no tiene acceso a los beneficios que la otra cuarta parte disfruta. También se nos dice que vivimos en la sociedad de la información, ¿es posible decir esto cuando tres cuartas partes de la sociedad africana no tienen acceso a electricidad y por tanto a internet?
Los medios de comunicación masiva utilizan la información para preparar al receptor de tal forma que la descodificación del mensaje sea a favor de sus intereses. Insistir en el zapato que una persona de origen kurda le tiró al presidente turco Erdogan lleva a no visualizar el drama del pueblo kurdo. La presentación del pueblo palestino tirando piedras y cohetes artesanales lleva a preparar las condiciones para ser reprimidos, pues no se habla del derecho a la resistencia ante la potencia ocupante, tal como reconoce la carta de Naciones Unidas. Mientras más personas descodifiquen de la misma manera un signo, más fácil será el proceso de persuasión. Así, se resaltaba en titulares que Bin Laden era deleznable, pero se ocultaba que durante años trabajó para la CIA. En los medios de comunicación hay expertos ideológicos que son quienes manipulan la información: deciden qué espacio dar a una noticia, qué es noticia y qué no, cómo titularla, qué fotografía debe acompañarla, en qué página situarla y por cuánto tiempo, es decir, cómo situar el producto comunicativo de acuerdo a los intereses ideológicos y económicos del medio. Así, muchos trabajadores de los medios de comunicación cumplen su papel, bien por convicción o por supervivencia. Quien incumpla esa dinámica sufrirá la rescisión de su contrato.
Son estos mismos medios los que en el Estado español se ufanan de defender la democracia, una democracia que permitió que Díaz Ferrán siguiera al frente de la CEOE mientras cerraba sus empresas y dejaba a miles de trabajadores en la calle y usuarios perjudicados, una democracia que oculta algunas de las actividades de los miembros de la monarquía o que ataca despiadadamente a personas u organizaciones sociales cuando confrontan con sus intereses, como ocurre estos días con las manifestaciones en Madrid bajo la consigna «rodear el Congreso de Diputados» o con las manifestaciones promovidas por el 15M en Barcelona en 2011 para presionar a los diputados del parlamento catalán. Siempre se trata la noticia a favor de los poderosos: ¿Dónde están los perjudicados por estos señores o instituciones? El tratamiento de los medios presenta la noticia como un ataque a la democracia, una democracia que ellos secuestran y presentan con un perfil de ser la única posible, donde las organizaciones sociales y personas que cuestionan hechos concretos son presentados como «radicales y antisistema». La mayoría de los medios de comunicación se rigen por este modelo: la necesidad de impedir que las reglas que rigen el presente sean comprendidas en su cabalidad para que través de la reflexión sobre el pasado poder actuar cara al futuro. Para nuestra desgracia estamos viviendo en una época donde las palabras son desvirtuadas y desnaturalizadas. Hoy en día, los perdedores somos los que no acatamos esas reglas del establishment. No es de extrañar que así actúen, pues los medios de comunicación realmente son empresas de comunicación que se deben a sus grandes accionistas, que a su vez son las grandes corporaciones y grupos financieros que como tal sólo les preocupa obtener el mayor beneficio en el menor tiempo posible y al menor coste. Sin sus préstamos y/o anuncios publicitarios hoy los medios no podrían existir.
Así, el objetivo para muchos medios no es informar sino manipular, tal como ocurre con otros objetos que se mueven en el mercado. Muchos objetos se parecen, el objeto se vuelve invisible y lo que importa es la marca, de ahí la venta de su imagen que impacta en nuestra psique y hace que comparemos un producto no por lo que es sino por lo que parece. De este modo muchos medios no pretenden informar sino distraer. Después de una larga jornada de trabajo uno vuelve a casa y no quiere preocupaciones o cuestiones que le lleven a indagar en los porqués de las cosas, uno quiere evadirse y para ello se consume sin reflexionar como una píldora que relaja. Pero esa píldora emite mensajes que predisponen nuestra forma de actuar y pensar. La comunicación tiene como fin influir y/o manipular y eso la convierte en un arma poderosa. Siempre pretende persuadir al receptor para que acepte la visión de las cosas que ella propaga. ¿Por qué se ataca a Hugo Chávez como antidemócrata pese a ser presidente gracias a unas elecciones supervisadas y avaladas por la comunidad internacional y en cambio se presenta como demócrata al cuestionado presidente Porfirio Lobo que llega a su cargo después de un golpe de Estado en Honduras?
Ante estas situaciones los medios de comunicación nos tratan como receptores pasivos y nosotros actuamos como tales: en general no contrastamos la información, somos informados por un solo medio y reproducimos lo que en él se nos dice. No vamos a las fuentes. Así creemos que tenemos opinión propia y que de acuerdo a ella actuamos y en muchos casos lo que en realidad ocurre es que lo que pensamos, decimos, decidimos y optamos viene marcado por la agenda de los medios.
Dentro de los medios de comunicación la televisión se ha convertido en el medio más influyente. La imagen lo invade todo y pareciera que lo que no sale en televisión no existe. Los espectadores se han vuelto más vulnerables a las emociones que a los argumentos. La televisión se convierte en actor político. De ahí el gran poder político que han acumulado la cadena FOX en EE.UU, Televisa en México o la Red Globo en Brasil.
La televisión unifica simbólicamente a la sociedad: su programación suministra información y condiciona la vida cotidiana de la gente al establecer pautas de conducta a seguir.
No es preciso ser especialmente perspicaz para reconocer el enorme poder que tienen los medios de comunicación. En su conjunto eligen lo que es noticia y lo que no. Eliminan situaciones de la vida real a su conveniencia o resaltan otras que son intrascendentes. Imponen la Agenda Pública: Lo que la clase política y la gente común discute. En sus manos está encumbrar o derrumbar personas, impulsar nuevas ideas o desechar proyectos. Sus palabras se constituyen en las únicas que tienen derecho a participar en el debate público. Y sólo es actual aquello que se puede dominar desde el punto de vista del cómo se muestra de principio a fin. Todo aquello que está sujeto a dudas, a preguntas, a posibles interpretaciones no es actualidad. De ahí su responsabilidad y su enorme poder. Porque: ¿Son los medios y los periodistas independientes o responden a grupos económicos? ¿Se atrevería un periodista a criticar a una multinacional que le aporta al medio mucho dinero en publicidad y que debido a ello podría retirarla?. Charles Prestwich Scott editor de The Guardian afirmó: «la primera obligación de un periódico es evitar la tentación de creerse con el monopolio de la verdad».
El lector que abre un periódico, sintoniza un programa de radio o conecta con un canal de televisión ha optado consciente o inconscientemente por confiar en un determinado «mediador» para que le transmita la información. Uno de los grandes mitos de nuestro tiempo es el que afirma que vivimos en la sociedad de la información, disfrazando el hecho de que lo que se transmite a la sociedad se basa en gran medida en la ocultación de una parte sustancial de ésta. En este contexto de los medios de comunicación se mueve como pez en el agua el diario puntero de la prensa española «El País» que se autoproclama «El periódico global en español». Muchos de sus lectores, entre los que me incluyo, cada vez estamos más cansados de su prepotencia, desinformación y manipulación y creo que hay que señalarlo directamente como un medio de comunicación contrario a los intereses de los y las trabajadores del Estado español y contrario a las causas progresistas en el mundo de hoy. Casi todo lo que he señalado hasta ahora se le podría aplicar a este diario que salió a la luz el 4 de mayo de 1976 de la mano de la familia Polanco, seis meses después de la muerte del dictador Francisco Franco y al principio de la transición española. Rápidamente se supo situar como el periódico estatal de las clases medias y se consolidó en la época de los 80 con el apoyo a los sucesivos gobiernos de Felipe González del que recibió múltiples favores que le ayudaron a situarse como el periódico no deportivo de mayor difusión en el Estado español. Este periódico pertenece al grupo PRISA, dueño de multitud de medios de comunicación tanto en el Estado español como en América Latina (AS, Rolling Stone, Cadena Ser, etc), así como de la editorial Santillana. Su actual presidente ejecutivo es Juan Luis Cebrián, el Consejero Delegado es Fernando Abril Martorell y su presidente honorario Ignacio Polanco.
En los últimos años el grupo PRISA ha entrado en una crisis profunda, llegando al año 2011 con las mayores pérdidas de su historia que algunos expertos sitúan en 451 millones de euros. Está situación llevó a que en los últimos años entrarán como accionistas el Holding norteamericano Liberty Acquistion, los bancos HSBC, Grupo Santander y la CAIXA y la multinacional Telefónica. En medio de esta situación Cebrián anunció más de 200 despidos en 2012 que se sumarían a los 2500 despidos del año anterior. Los trabajadores han denunciado que la compañía trata de saltarse el acuerdo de mínimos alcanzado en 2011 y de rebajar las condiciones que se ofrecieron a los trabajadores y trabajadoras.
A lo largo de estos últimos años El PAIS ha ido girando más a lo que ellos llaman «centro político» que intentaría sumar parte del programa del PSOE y del PP dándole espacios relevantes a personas significativas del Partido Socialista y a personas situadas ideológicamente a la derecha como Vargas Llosa o Bernard Henry Lévy. Así mismo ha mantenido un apoyo constante a Ruíz Gallardón. Esto se vio plasmado en las últimas elecciones legislativas en España donde el periódico mantuvo a lo largo de la campaña un equilibrio entre plumas significativas y contenidos programáticos de los dos partidos mayoritarios. Después del triunfo del Partido Popular, dedicó páginas enteras a entrevistas de los nuevos ministros.
Es conocida la línea editorial de ataque constante al expresidente del gobierno Rodríguez Zapatero, sus ataques al diario Público hasta contribuir a su cierre, su defensa de la monarquía y su sostén a la política estadounidense e israelí en el mundo árabe.
Podemos citar como ejemplo el beneplácito mostrado al ataque militar a Libia y el apoyo a la oposición pronorteamericana de Siria a la par que silencia la invasión de tropas de Arabia Saudí en Bahrein o pretende mantenerse equidistante en los conflictos que mantiene Marruecos con el Pueblo Saharaui o en la ocupación de Palestina por Israel. Así mismo son constantes los ataques a los gobiernos del ALBA a los que acusa de todos los males que acontecen en América Latina, al gobierno cubano y a las políticas de Néstor y Cristina Kirchner. En este último caso el ataque se concretó por la nacionalización por parte del gobierno argentino de la mayoría de las acciones de la multinacional española Repsol-YPF, situación que fue reseñada en el diario con una información aparecida el 17 de abril de 2012 como «operación de acoso y derribo contra Repsol-YPF» y el intento democratizador del espacio de los medios de comunicación a través de la nueva ley de servicios de comunicación. Así en un artículo del 26 de agosto de 2010 se dice: «La prensa argentina, en el punto de mira» y a continuación se resalta el siguiente párrafo «Nunca como en estos días el Kirchnerismo argentino se pareció tanto al chavismo venezolano». En este caso El País oculta los intereses del Grupo PRISA al lado de su aliado estratégico el grupo argentino CLARÍN.
Uno de los grandes hitos que fijó este periódico en su deriva fue el editorial del 10 de octubre de 2007 que tituló «Caudillo Guevara». En él se hace un ataque furibundo a la figura de un personaje que por sus escritos y su práctica es muy relevante para todas aquellas personas que desde hace 50 años y a lo largo de todo el mundo, aspiran a construir un mundo más justo y progresista. Como escribió Fernández Buey, al director de El País al día siguiente, «esta editorial constituye un insulto a la inteligencia y a la sensibilidad».
Pero donde realmente El PAÍS ha desarrollado una línea sistemática de confrontación, desinformación e injerencia política descarada es en el caso de Venezuela desde que asumió la Presidencia Hugo Chávez, gracias a una ola de popularidad que cambió el clásico sistema bipartidista que había gobernado el país desde 1958 y que había secuestrado la política con una alternancia entre los partidos Acción Democrática, de corte socialdemócrata y COPEI, de corte socialcristiano. El ataque al Presidente Hugo Chávez tuvo su punto álgido cuando este periódico asumiendo posiciones golpistas se convirtió en vocero de sus proclamas en el Estado español y así en su editorial del 13 de abril de 2002, bajo el título «Golpe a un Caudillo» dice textualmente:»Sólo un golpe de estado ha conseguido echar a Hugo Chávez del poder en Venezuela. La situación había adquirido tal grado de deterioro que este caudillo errático ha recibido un empujón». Posteriormente pide que Chávez «rinda cuenta de sus desmanes autoritarios y corruptos ante los tribunales». Esta línea de ataques ha marcado una constante en contra del presidente venezolano y de los logros positivos de la revolución bolivariana que tiene momentos relevantes en períodos de gran trascendencia para el país sudamericano. Así, su presidente recibió fuertes críticas del diario con motivo del referéndum constitucional de 2007. Pero es ahora cuando se está a unos días de la celebración de las elecciones presidenciales del 7 de octubre que enfrentan al actual presidente Hugo Chávez con el candidato opositor Henrique Capriles cuando, de nuevo, el diario El País en lugar de informar de dichos comicios, toma partido a favor del candidato opositor y abre el periódico del viernes 28 de septiembre dedicándole la segunda página con el título «Chávez teme una derrota electoral», la página siguiente con el título de «El FMI revela que Caracas está vendiendo sus reservas de oro» y le da toda la página de opinión al candidato opositor para que ofrezca su punto de vista ante los comicios electorales. Por si esto fuera poco, en su edición del día siguiente, sábado, aparece una información que bajo el título de «asesinados a tiros dos militantes de la oposición venezolana», se hace eco de las acusaciones de la oposición venezolana al gobierno por tales hechos a pesar de que el ministro de justicia Tarek el Aissami dice que se está investigando y que los responsables serán capturados y puestos a disposición judicial. Esta campaña se intensifica en la edición de este lunes 1 de octubre al aparecer en portada una noticia, que firmada por su corresponsal en Caracas se titula: «La oposición a Chávez toma Caracas con una exhibición de fuerza». La noticia de portada se complementa con la totalidad de las páginas dos y tres.
Dados estos antecedentes suponemos que el diario El País seguirá haciendo campaña contra el Presidente Hugo Chávez en los días que faltan para las elecciones y uno se pregunta ¿Cuál será el editorial de este periódico el lunes 8 de octubre si Hugo Chávez gana las elecciones presidenciales? Nos tememos que no variarán la línea editorial emprendida desde 1998, fecha en que fue elegido presidente del país por primera vez, ya que están firmemente comprometidos en que haya un cambio de rumbo para que sus amigos «demócratas» venezolanos lleguen al gobierno usando la fórmula que crean más conveniente y ellos puedan empezar a hacer grandes negocios editoriales y de comunicación de la mano de su entrañable socio venezolano, empresario e inversionista, Gustavo Cisneros.