Hace poco más de dos semanas se aprobó, en Ecuador, la ley de Comunicación, que luego de más de cuatro años de estancamiento en la Asamblea Nacional se ha convertido, desde ya, en punto de crítica de ciertos organismos burocráticos internacionales (CIDH, SIDH, SIP, etc.), algunos reconocidos personajes de los medios transnacionales (CNN) y unos […]
Hace poco más de dos semanas se aprobó, en Ecuador, la ley de Comunicación, que luego de más de cuatro años de estancamiento en la Asamblea Nacional se ha convertido, desde ya, en punto de crítica de ciertos organismos burocráticos internacionales (CIDH, SIDH, SIP, etc.), algunos reconocidos personajes de los medios transnacionales (CNN) y unos pocos países llamados defensores de la libertad de expresión (EEUU).
Uno de los mayores debates surgidos en Ecuador se refiere a la difusión de la información, como un servicio social y público o no; al ser un servicio social y público debería ser el estado el agente garantizador de ese derecho; sin embargo, desde el gobierno se afirma que al ser un servicio social y público debe estar regulado desde el estado, con diferentes organismos y mecanismos, para garantizar el cumplimiento de los derechos de las y los ciudadanos, y no depender únicamente del estado, por ello aún existen medios privados, públicos y comunitarios.
Ahora bien, en este corto escrito analizaremos el concepto de «opinión pública» que ha sido manipulado y mal utilizado en defensa de intereses particulares. Entre todas las definiciones que podemos otorgar al concepto «opinión pública», creemos que la más concreta, para nuestro contexto, es verla como un «criterio o posición sobre determinado aspecto social, económico o político, asumido como generalizado con su difusión a través de los medios de comunicación.»
Históricamente la opinión pública ha dependido de un sector o estrato particular de la sociedad, anteriormente provenía del monarca, del estado, del gobierno, del presidente, de un político, de una personalidad o celebridad; empero, actualmente y desde hace algún tiempo, la opinión pública se genera desde los medios de comunicación.
Debido a la falta de legitimidad de toda la estructura social, económica y política, producto de los continuos fracasos del sistema económico mundial, se ha generado un vacío de representatividad, que fue tomado por los medios de comunicación autodenominados los «portavoces ciudadanos».
Con el desarrollo tecnológico y con intereses económico-políticos de por medio, los medios de comunicación han convertido a los ciudadanos en consumidores de información, diversión, deportes, conocimiento, publicidad, opinión y toda la diversidad de contenidos mediáticos actuales; los medios de comunicación no venden programación, venden consumidores a los auspiciantes y productores.
Nuestra sociedad llamada del «conocimiento», es una sociedad «mediatizada», atravesada transversalmente por una dependencia ciega a lo electrónico-tecnológico; la sociedad de hoy de gran parte del mundo, brinda mayor confianza y legitimidad a la información vertida por los medios de comunicación que por sus propios gobiernos, sean buenos o malos.
Entonces, la opinión publicada de los «mass media» se convierte en verdadera con el simple hecho de haber sido difundida ampliamente por televisión, radio, prensa escrita, internet, etc. La simple aparición de un acontecimiento en un televisor, computador, periódico, etc., le da una existencia «real» para gran parte de la sociedad, ignorando que subrepticiamente la opinión y el hecho mismo son manipulados conscientemente para beneficio particular.
El encubrimiento de un acontecimiento permite al medio de comunicación cumplir una doble función con la opinión publicada (que pasó a llamarse pública), la primera: mantener la imagen de portavoz ciudadano, defensor de los derechos, de imparcial y objetivo, independiente, y la segunda, la de defender, disimuladamente, sus intereses particulares, conociendo de antemano y largamente que los medios de comunicación están vinculados con los sectores oligopólicos
Más allá del fraude mediático que construyen diariamente los «mass media», la llamada «opinión pública», jamás pasó por los criterios ciudadanos, mucho menos por una interacción social; por ello, a más de no ser una opinión pública, no representa mayoritariamente al «público espectador», ni en sus criterios e intereses económicos, políticos, culturales, sexuales, étnicos, genéricos, etarios o identitarios. Su único carácter público, fue haber sido avalado por un medio de comunicación y su enorme capacidad de difusión.
La opinión pública se debe construir socialmente en espacios de interacción social, de discusión y debates; espacios que se van perdiendo en una sociedad informática y mediatizada. Sólo con ciudadanas y ciudadanos bien informados y fundamentados se puede elaborar una opinión pública y no publicada, los medios de comunicación, tanto privados como públicos, deben dotar de herramientas de información a la sociedad para la recuperación de la noción de lo «público», que no sólo surge desde la institucionalidad gubernamental, sino desde la actividad social que defiende los intereses comunes de una sociedad.
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