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La oposición, los medios de comunicación y la amenaza real de un golpe estado en Venezuela

Fuentes: Rebelión

Cada vez lo tengo más claro: la derecha venezolana, los EEUU, las multinacionales españolas y los medios de comunicación que tan fielmente las representan y las defienden, quieren derrocar a Chávez a través de un golpe de estado y no pararán hasta conseguirlo. No hay más que ver la reacción que han tenido todos estos […]


Cada vez lo tengo más claro: la derecha venezolana, los EEUU, las multinacionales españolas y los medios de comunicación que tan fielmente las representan y las defienden, quieren derrocar a Chávez a través de un golpe de estado y no pararán hasta conseguirlo. No hay más que ver la reacción que han tenido todos estos sujetos tras la victoria del NO del pasado domingo, cada uno desde su ámbito respectivo, para darse cuenta de que, efectivamente, la vía democrática no les sirve.

Primero, solo tenemos que comparar el diferente trato que los medios de comunicación españoles han dado a la victoria del NO, en relación con la campaña de acoso y derribo que durante estos últimos meses han venido realizando, sin vergüenza, ni ética ni pudor ninguno, en contra de la figura del presidente y de su gobierno, para ver que algo raro se encierra tras ello. Por increíble que pueda parecer, la repercusión que la victoria del NO ha tenido en los medios de comunicación españoles, así como los esfuerzos que han realizado para difundir la noticia, han sido infinitamente menores que los esfuerzos que han realizado a diario durante estos últimos meses para machacar la imagen del presidente. Por ejemplo, el espacio que la victoria del NO ha ocupado en el diario «El Pais» durantes estos últimos días, no es ni de lejos comparable con el trato que el diario ex independiente ha dado para contribuir con el acoso y derribo de Chávez cualquiera de los días de las últimas semanas de campaña, y muy especialmente si lo comparamos con el trato que recibió el mandatario venezolano el domingo de marras tan magníficamente analizado por el periodista de rebelión.org Pascual Serrano.

Segundo, solo tenemos que observar el sector de la sociedad venezolana por donde la oposición ha tratado de atacar a Chávez (los altos mandos del ejército), para olernos que algo turbio se encierra en este planteamiento. Efectivamente, ha faltado tiempo para que el cuerpo militar haya salido a relucir en el discurso de los opositores. El otro día, los jefes del Ejército, la Marina, la Aviación y la Guardia Nacional, junto con el presidente Chávez, se vieron obligados a convocar una rueda de prensa para negar que estos primeros hubiesen presionado al presidente en la noche del domingo, con el fin de que admitiera y aceptara la derrota en el referéndum. El día anterior, Lugo Galicia, periodista del diario ultra derechista «El Nacional», acusaba al presidente de haberse negado a aceptar la derrota. En declaraciones al programa de Daniel Viotto en CNN en español, Lugo Galicia afirmó que «Chávez fue presionado por la fuerza armada para aceptar el resultado del referéndum», y que «uno de los altos cargos había presentado su renuncia», ante lo cual Chávez no tuvo más opción que resignarse a su fracaso y aplacar sus deseos de manipular el resultado. Casualmente, en pocas horas el discurso de la oposición había pasado de sembrar la sospecha sobre una supuesta negociación política donde se pactó con el presidente dar un resultado de la consulta más ajustado en la victoria del No de lo que realmente fue, a una supuesta implicación de los altos mandos militares en la aceptación del resultado electoral por parte del presidente. Este repentino cambio parece algo así como el paso que va desde una estrategia poco elaborada, diseñada sobre el terreno para salir del paso de la magnifica lección de democracia dada por Chávez a todo el pueblo venezolano y el mundo, a una estrategia diseñada y repensada para encajar fielmente dentro de un marco más amplio de actuación política, un marco golpista como el que se viene desarrollando desde la oposición y los medios durante los últimos meses. Además, todo esto sucedía mientras han salido a la luz, a través de un prestigioso y respetable diario norteamericano, las evidencias de financiación del movimiento estudiantil opositor por parte del gobierno estadounidense, y ya sabemos todos que el Tio Sam no da nunca duros a pesetas.

Pero lo curioso y verdaderamente significativo del tema, lo realmente sospechoso, es que estás actitudes denotan una clara contradicción entre lo que la oposición y sus medios nos han vendido durante la campaña, y las actitudes que han desarrollado después, una vea conocedores de su «victoria». Por ejemplo, si de verdad hubiera estado interesada la oposición venezolana y sus defensores políticos y mediáticos (de dentro y fuera del país) en ganar el referéndum constitucional, o, mejor dicho, si de verdad hubiera sido esto lo que buscaban con la brutal campaña que han desencadenado en las últimas fechas contra el presidente, la victoria del NO debería, por pura lógica, haber sido extensamente tratada en todos los diarios y medios de comunicación que están en contra de Chávez, ya que la victoria del NO, en cierta medida, podría considerarse también como una victoria de ellos, pues han sido ellos quienes más han machacado impunemente al presidente. Sin embargo, la victoria del NO ha ocupado un papel casi secundario en los medios de comunicación españoles. Entre el atentado de ETA, las peleas partidistas en la política antiterrorista y las elecciones rusas, la victoria del NO apenas si ha ocupado algunos espacios de relevancia en la prensa del estado, o, cuando menos, un espacio de mucho menor calado que el que ocupó Chávez cuando la polémica con el Rey o con algunas de sus recientes declaraciones sobre la situación de los bancos y las empresas españolas en Venezuela. Por tanto, lo que debiera haber sido una magnificación a ultranza de una victoria de sus planteamientos, con un trato extenso y sistemático de todos los pormenores de la victoria opositora, que ocupase infinitud de páginas en todos los diarios, y largos periodos de tiempo y análisis en todas las cadenas de radio y televisión del estado, ha quedado reducido prácticamente al trato que se le da usualmente a una noticia transversal, con un trato infinitamente menos enfático y vigoroso que el que anteriormente habían dando, entre insultos, mentiras, manipulaciones, falsedades, calumnias, injurias y demás aberraciones periodísticas, a la figura del presidente y su papel en el proceso electoral. He de confesar, que en un primer momento achaqué esta actitud a la lección de democracia que les había dado el señor Chávez el domingo a la noche. Después de haber vertido tanta basura contra él, ahora lo que menos les interesa es descubrir a los ciudadanos del estado español el comportamiento tan extraordinariamente democrático que ha tenido tras la derrota, pensé. Pero tras leer las declaraciones del señor Galicia, me he dado cuenta de cual equivocado estaba en mis percepciones. Si no han dado más información sobre la victoria del NO, es, simple y llanamente, porque todo lo acaecido durante y después de la jornada electoral, victoria del No incluida, no les es favorable para poder llevar a la práctica el verdadero plan que llevan urdiendo desde tiempo atrás, que no es otro que el derrocamiento del presidente y la revolución bolivariana a través de un golpe de estado.

Osease, que a la vista de estas contradicciones periodísticas entre el antes y el después del referéndum, podría deducirse que toda la campaña que desde la oposición y sus medios afines han montado en estas últimas fechas, no estaba destinada a que pudiera salir victorioso el NO en el proceso electoral, sino que tenía como único objetivo crear un clima social y político propicio a un levantamiento militar contra el gobierno, y que, a su vez, este fuera visto desde la opinión pública de los países occidentales como un levantamiento legítimo contra un gobierno represor, fraudulento y tirano. Y para eso, claro está, no les vale la victoria del NO y el posterior comportamiento escrupulosamente democrático del presidente, sino que les era mucho más valida y efectiva una victoria del Sí por un estrecho margen, algo que podrían haber vendido al mundo como una prueba inequívoca del carácter dictatorial del gobernante, y que hubiese puesto al país al borde de una guerra civil. A estas alturas, y en vista a los resultados de los sondeos que fueron filtrados horas antes de que se conociese el resultado oficial (todos ellos daban ganador al Sí por escasas diferencias), y tras volver a analizar la seguridad y la confianza con que el presidente se dirigió a la nación, propias de un hombre que se sabe ganador y en absoluto derrotado, donde denotaba más resignación que pesadumbre, incluso empiezo a dudar de si realmente el NO salió victorioso del referéndum, o si, por el contrario, la victoria cayó del lado del Sí por una diferencia escasa, pero el presidente, tras sopesar los pros y los contras, en una jugada estratégica acabó reconociendo un resultado que no fue el que legalmente se produjo, ya que el haber dado a conocer el resultado real hubiera sido a corto y medio plazo bastante más peligroso y desestabilizador que lo contrario. Evidentemente no tengo prueba alguna que pueda demostrar este pensamiento, pero es algo que me ronda por la cabeza y que como tal lo expreso. Además, teniendo en cuenta el clima de despropósitos y de barbaridades que se ha instaurado en el país sudamericano, especialmente del lado de la actitud de la oposición, la verdad es que algo así pudiera llegar a ser hasta perfectamente comprensible. El propio Chávez, en sus declaraciones en la rueda de prensa antes mencionada, vino a decir que «Para mí fue la mejor derrota» porque la «victoria pírrica de la propuesta más bien hubiese sido catastrófica» y «a estas alturas este país estaría incendiado y nunca hubiera quedado claro quién ganó; las dudas hubieran apuntado con razón contra mí». No me digan que estas declaraciones, sumadas a los resultados de todos los sondeos dados con anterioridad al reconocimiento de su derrota, no suenan un poco sospechosas.

Además, ¿a qué viene si no eso de que salga ahora la oposición a remover las consciencias de los militares?, sembrado dudas sobre la fidelidad que estos le tienen al presidente, y dando al cuerpo militar un carácter democrático que se contrapone con el carácter dictatorial del jefe del estado. ¿No han ganado el referéndum, qué más quieren?, ¿o acaso ellos saben que no han ganado y que la victoria del NO fue un mal menor escogido por Chávez ante la campaña feroz que hubiera venido después de manos de la oposición y que seguramente ya tenían preparada en estrecha colaboración con los medios de comunicación venezolanos opuestos al gobierno, los medios españoles y el gobierno de los EEUU? Si se fijan, en el relato del señor Galicia, el ejército juega el papel de garante de las libertades democráticas, frente a la mentalidad totalitaria de Chávez. Vamos, todo lo necesario como para servir de alegato en favor de una revuelta de los militares contra su alto mando, basándose en el supuesto carácter democrático de la institución a la que representan frente a la dictadura que les quiere imponer Chávez. Ya durante la campaña electoral, el «Miami Herald Tribune» publicó un artículo donde citando supuestas voces anónimas de mandos altos e intermedios del ejercito venezolano, se hablaba de que existía un creciente malestar entre los integrantes del cuerpo armado respecto de las políticas del presidente Chávez, que hacían real la posibilidad de que se produjese un alzamiento militar contra el régimen. Toda una declaración de intenciones, sin duda.

Así, si mezclamos ambos campos de actuación (el de los medios españoles y el de la oposición venezolana), el mensaje parece claro: La victoria del No es insuficiente y hasta contraproducente para los planes de la oposición y sus fuentes de financiación extranjeras; el único medio efectivo para acabar con Chávez es el golpe de estado. Haberle dado demasiada voz a la victoria del No en los medios españoles, podría haber contribuido a crear un clima de opinión menos adverso contra el presidente, ya que con su comportamiento tras la derrota había hecho caer muchas mentiras, y eso el pueblo, que puede ser manipulable e influenciable, pero no tonto, sabe apreciarlo. Y con un clima menos adverso, legitimar un golpe de estado es mucho más complicado. De la misma manera, haberse centrado la oposición en la celebración de la victoria electoral, sin sembrar dudas sobre el proceso, ni atacar la actitud del presidente durante el Domingo, hubiera sido como aceptar la legitimidad de los años de mandato que aún le quedan a Chávez. Y levantarse en armas contra un gobierno legítimo, difícilmente puede ser justificado en términos democráticos. En definitiva, cualquiera de las dos cosas hubieran sido de todo menos una contribución a continuar sembrando el caos y la inestabilidad en la vida política venezolana y la recepción que de esta se tiene desde el extranjero.

Si lo que se busca es dar un golpe de estado, cualquiera de esas dos actitudes, que hubieran sido lógicas y consecuentes con la mentalidad de quienes solo buscaban ganar un referéndum, desde luego que no ayudan a crear el clima político y social necesario, dentro y fuera de Venezuela, como para que tal golpe no fuera señalado como un golpe fascista. Si lo que se busca es dar un golpe de estado que además tenga que ser interpretado dentro y fuera de Venezuela como una necesidad obligatoria para llevar a cabo la regeneración democrática de una país que agoniza en su sistema de derechos y libertades democráticos, está claro que haber actuado de manera consecuente en relación a lo que se puede esperar con aquellos que ya han ganado el referéndum y, por tanto, cumplido su objetivo, no les sirve en absoluto. Por eso, han tenido que alejarse de lo que hubiera sido lo lógico, y han tenido que retomar el camino de la crispación y el enfrentamiento, primero minimizando las informaciones sobre la victoria del NO y el comportamiento de Chávez tras conocerla, segundo haciendo un llamamiento al ejercito para que se posicione contra el presidente, y por último, ya ayer volviendo otra vez a sacar de contexto declaraciones del mandatario venezolano para dar de él una imagen más apropiada a la imagen que nos han venido durante toda la campaña, y sobre la que está construyendo todo el proceso golpista de acoso y derribo a la revolución.

Y es que, si de lo que se trata es de derrocar a Chávez y de acabar con la revolución bolivariana, es decir, de poner en salvaguarda los intereses políticos y económicos de la oposición venezolana, las multinacionales, los grandes bancos y el gobierno de los EEUU, y que ahora se están viendo amenazados por un gobierno que los quiere dejar sin privilegios para poner los que antaño hubieran tenido a servicio del pueblo venezolano, está claro que la vía armada, la vía golpista, es infinitamente más efectiva que la vía democrática. En elecciones libres nadie les garantiza que vuelvan alguna vez a alcanzar el poder, ya que, aun a pesar de que fuera verdad que hubieran ganado el referéndum, eso en absoluto es garantía de que la oposición pueda ganar a Chávez un próximo referéndum revocador o unas nuevas elecciones presidenciales. Sin embargo, por la vía armada, como es sabido, una vez toman el poder, si la acción se consolida y la comunidad internacional y los propios mandos militares lo legitiman, ya no hay vuelta atrás, ya no lo sueltan. Luego ya se encargaran ellos, desde allí y desde aquí, con los medios de allá y con los de acá, con los políticos de por allí y con los de por aquí, de adormecer a la población para que a los pocos meses ya no se acuerden de nada. Así que ni elecciones ni referéndum, los intereses de las multinacionales extranjeras que pretenden monopolizar el país solo pueden ser defendidos eficientemente y con garantías de continuidad a través de un golpe de estado que salga victorioso. Ha pasado muchas veces, es una historia que desgraciadamente ya nos sabemos de memoria. Y mucho me temo que no van a parar hasta conseguirlo, o hasta que Chávez se canse y acabe definitivamente por reprimirlos con todo el peso de la ley. Tendremos que andar con ojo.