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Entrevista al cámara y documentalista Javier Couso

«La prensa de izquierdas ha de aspirar a la máxima calidad y practicar los rudimentos del periodismo»

Fuentes: Rebelión

Activista social y periodista, especializado en el género audiovisual y los documentales, Javier Couso escribe una columna semanal en Hablando República. Acaba de estrenar junto al periodista e historiador, Mario Amorós, el documental «El Hilo Rojo. Memorias de dos familias obreras». También luchó por la justicia y la memoria de su hermano, José Couso, reportero […]

Activista social y periodista, especializado en el género audiovisual y los documentales, Javier Couso escribe una columna semanal en Hablando República. Acaba de estrenar junto al periodista e historiador, Mario Amorós, el documental «El Hilo Rojo. Memorias de dos familias obreras». También luchó por la justicia y la memoria de su hermano, José Couso, reportero audiovisual asesinado por el ejército de Estados Unidos durante la guerra de Irak, en el año 2003. Según Javier Couso, para competir con los medios del sistema, «la prensa de izquierdas ha de buscar la máxima calidad y practicar los rudimentos del periodismo; una cosa es la opinión o propaganda, y otra la labor informativa, que ha de ser veraz y partir de fuentes contrastadas»

-Desde la desaparición de «Público» y la frustrada aparición de «La Voz de la Calle» se discute mucho sobre por qué no es posible en España, por el momento, un medio de izquierdas. ¿Cuál es tu opinión?

-Creo que no podemos esperar nada de los grandes empresarios, ni siquiera de los que «van de izquierdas», tanto unos como otros maltrataron a sus trabajadores y primaron los intereses por encima de la ética que se le presupone a la izquierda. La única manera de levantar un medio de la izquierda real es que su público se identifique con el proyecto, lo sustente y lo apoye económicamente. Ejemplos hay, Gara salió por suscripción popular y Democracy Now se nutre de aportaciones y suscripciones y los dos, dentro de sus realidades y particularidades, son medios potentes en su entorno.

-¿Serías partidario de medios públicos que garanticen la autonomía del periodista?, como ocurre con los gobiernos progresistas en América Latina, ¿o mejor medios de corte comunitario y autogestionario?

-No creo que deba elegir, las dos cosas son buenas. Por supuesto bienvenidos los medios autogestionarios, pero sí se debería, tal y como recoge incluso nuestra Constitución en su artículo 20, dar acceso en los medios públicos a todos los sectores civiles, algo que no se cumple en ningún caso. La batalla de la comunicación es vital y los gobiernos de América Latina que quieren ser soberanos se dieron cuenta de que, si no hay medios independientes, el altavoz solo lo tienen las grandes corporaciones que son la voz de los bancos, los ricos y el imperialismo, por ese motivo se establece legislación sobre el espacio para medios públicos, comunitarios, etc… que, además de dar voz, suponen un contrapeso a la dictadura mediática de los grandes grupos de poder. Resulta curioso el ataque de parte de «periodistas» estrellas de nuestro país que, mientras proclaman una supuesta defensa de la Libertad de Prensa, lo que realmente defienden es la Libertad de Empresa para monopolizar la «información».

-Proliferan los mediosalternativos en la Red. ¿Hay un cierto caos? ¿Son necesarias tantas iniciativas? O, por el contrario, ¿resulta un indicador de diversidad?

-Tantas iniciativas, que son producto de un gran esfuerzo personal y/o de colectivos, son buenas, pero tienes razón, hay un poco de caos producto de la juventud del medio, lo que seguramente se irá corrigiendo con el tiempo quedando los mejores o los de mayor aceptación. Algo que normalmente va unido.

-Continuamos con la prensa alternativa o de izquierdas. ¿En qué términos formularías una crítica que permitiera mejorar? ¿Dónde están sus puntos débiles? ¿Qué medios sigues habitualmente?

-El amateurismo y la vocación de marginalidad son, a mi juicio, los puntos flacos. Se debería aspirar a la máxima calidad y a practicar los rudimentos del periodismo. Una cosa es opinión o propaganda y otra la labor informativa, que debe ser veraz y partir de fuentes contrastadas para poder competir con calidad y rigor a la prensa del sistema. Sigo habitualmente Rebelión, Cubadebate, Insurgente, Kaos en la Red, La Pupila Insomne y Hablando República.

-¿Puede que en estos medios se oscile con demasiada frecuencia entre el panfleto y un excesivo elitismo?

-Sí, has dado en el clavo, esos pecados alejan a mucha gente y consiguen medios aburridos y sectarios.

-¿Eres partidario de un periodismo comprometido, militante o simplemente de hacer periodismo?

-La equidistancia y objetividad que nos venden no son tales. Además de periodistas son personas y nadie escapa al libro de estilo del medio, a la orientación editorial o a la propia mirada personal. Hasta lo más trivial acaba siendo también político, entendiendo político como la acción humana para transformar la realidad.

-Con la terrible precariedad que aqueja a este oficio, ¿acabará convirtiéndose en una ocupación para el tiempo de ocio? ¿Está el periodismo en vías de extinción?

-El periodismo, como nos lo vendieron y como quizás existió en momentos puntuales, se ha acabado. La precariedad y el abaratamiento, con la consiguiente merma en la calidad, es el presente y el futuro pinta peor. La labor social del periodismo resulta imposible desde el miedo permanente al despido. Hay muchas formas de censura y el control por medio del despotismo empresarial y de la ausencia de derechos laborales es censura con mayúsculas.

-Por otra parte, has escrito recientemente sobre Palestina. ¿Consideras que los medios convencionales toman partido, o puede hablarse, como apunta Pascual Serrano, de una miserable equidistancia?

-Creo que se trata de una falsa equidistancia que al final toma partido. Si pones en el mismo plano al agresor y al agredido te cargas de facto el derecho a la defensa que recoge la Carta Fundacional de Naciones Unidas y hasta la esencia del Derecho Internacional. Pretender que un Estado con un ejército nuclear que practica la tortura, el terrorismo de estado, la limpieza étnica, legaliza la tortura y bombardea áreas civiles, es igual a un pueblo que está ocupado y que se defiende con medios artesanales es tomar partido por los poderosos.

-Resulta innegable el impacto de las redes sociales y sus efectos sobre el oficio del periodismo. ¿Lo consideras positivo? ¿Puede hablarse de un periodismo ciudadano o estamos ante la tiranía de los 140 caracteres?

-Lo considero muy positivo y creo que son medios complementarios. Las redes no sustituyen el oficio del periodismo pero sí dan voz y, sobre todo, altavoz a gentes que no tenían forma de llegar más que a los cercanos. Vivimos en un país que tiene libertad de expresión, pero únicamente mientras las ideas proscritas no tengan un amplificador que las expanda. Un ejemplo de la importancia de esta labor ciudadana de información es la documentación y denuncia de los abusos policiales en las manifestaciones. Siempre ha pasado, pero cuando lo denunciábamos nadie nos creía, ahora lo denunciamos y lo enseñamos, de ahí el interés del gobierno en controlar las redes y prohibir la toma y difusión de estas pruebas de cargo contra la represión cotidiana.

-Una cuestión práctica. ¿Cómo resolver, personal y colectivamente, el problema de la sobresaturación informativa?

-Con educación, incluso con autoeducación. Comprender el mundo requiere un esfuerzo y precisamente la saturación es una de las armas bajo las que se confunde e incluso se ocultan noticias no deseadas. Personalmente, y si te interesas, acabas diferenciando el grano de la paja, pero, como he dicho, solo unos medios al servicio del bien común y no de los grandes poderes permitirían la práctica del periodismo como herramienta para entender el complejo mundo que nos rodea. -Por último, ¿Por qué muchas personas adscritas a la izquierda continúan llevando El País bajo el brazo?

-Los vencedores de la Transición fueron los medios que crecieron al calor de ese PSOE que, vendido como socialdemócrata, no pasaba del social-liberalismo. Los gobiernos de Felipe Gonzalez y la evidente buena factura profesional de su prensa acabaron por hegemonizar toda la cultura de izquierdas. Prensa escrita, radial, audiovisual y producción literaria, formativa y de evasión, que no tuvo competidor ni en el área del PCE ni en el de la izquierda extraparlamentaria. Igual que en la Guerra Fría la industria cultural de Hollywood venció por goleada a la URSS, la mafia cultural y propagandística del emporio PRISA dominó todo presentando una fachada de izquierda. Hoy, y con las contradicciones neoliberales saltándoles las costuras, van perdiendo poco a poco el terreno, pero, por desgracia, todavía hay mucha gente que se lo sigue creyendo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.