Con el apoyo de testimonios vívidos, el autor describe los diversos mecanismos utilizados en la privatización de YPF para prescindir del personal y desactivar toda posibilidad de organización de resistencia.
El ajuste neoliberal instalado en Argentina a partir de mediados de los 70 y cristalizado durante la década de los 90, involucró distintos procesos que transformaron sustancialmente la relación del Estado con el resto de la sociedad, desfavoreciendo claramente a los sectores trabajadores. Lo que se llamó ‘Reforma del Estado’, incluyó, como una de sus facetas más sustantivas, la política de privatización de las empresas estatales. Sin embargo, no se limitó a las privatizaciones, sino que comprendió toda la reorganización de las administraciones centrales y provinciales, la desregulación y la ‘libre’ apertura al mercado mundial, la subordinación de la moneda al dólar y la transformación de las leyes laborales.
Estas recetas impulsadas en los ’90 por el Consenso de Washington, dirigido a orientar la economía en sentido del neoliberalismo, estuvo -y está- conformado por una compleja interrelación entre el FMI, el BM, el Congreso de los Estados Unidos, grupos concentrados del capital, etc. Estos cambios se fueron dando en un contexto, en el cual Argentina no fue una excepción. No obstante, en materia de privatización, la Argentina llevó adelante un proceso de enajenación de un recurso estratégico y con gran virulencia en las políticas de racionalización del personal, proceso que casi no tuvo antecedentes en América Latina.
Pero más allá de los planteos generales en relación a la implementación de las políticas neoliberales, estas tuvieron consecuencias directas en la vida cotidiana de los trabajadores en general y en YPF en particular.
La racionalización de los trabajadores de YPF
Los procesos de racionalización empresaria han significado la eclosión de los mercados internos de trabajo, particularmente en las empresas privatizadas a inicios y en el transcurso de los años 90.
En primer lugar, se puso en marcha un plan de retiros voluntarios y jubilaciones anticipadas para los trabajadores que ya ‘no eran necesarios para la empresa’ desde el discurso del Gobierno, con el pago de altas indemnizaciones. A esta primera etapa de racionalización de personal se adhirió un gran porcentaje del personal de YPF. Desde la perspectiva de los ex trabajadores ‘eran retiros voluntarios obligatorios, que firmabas sí o sí’, dado el contexto coercitivo en el que se llevó a cabo esta política de retiros. Las amenazas constantes de las jefaturas eran moneda corriente en el espacio de trabajo. Fundamentalmente, a los que no se adherían a los retiros voluntarios, se los hostigaba con el despido y la pérdida del beneficio de la indemnización.
El sufrimiento por la pérdida inevitable de la empresa, sumado a un contexto que no daba margen para otra opción y la fragmentación del colectivo de trabajo permite pensar a los retiros voluntarios como ‘despidos ocultos’.
‘Yo me fui, me fui tranquilo, con la conciencia tranquila… Esa noche que yo la tomé, me atajó la guardia ese día y me dijo, ‘Nos van a echar a todos’. Entonces yo llamé al encargado, bien ortiva, viste, y le digo ‘¿Qué pasa acá con la lista de echados?’ ‘No, es una lista de ranking’, me dice, ‘No, a mi cantame la justa por que yo no me chupo el dedo’ ‘No, es una lista de echados’. ‘Bueno poneme primero, segundo y tercero’.
Salgo de acá me lleva el micro, llego a casa a las 5 y media de la mañana y le digo: ‘¡Gorda!’, ‘¿Qué pasa?’ me dice. ‘Me echaron, no trabajo más en YPF’, le digo.’Bueno, por lo menos vas a dormir todas las noches acá’. Eso fue lo que me dijo. Con eso me bastó y alcanzó para dejar la cabeza tranquila.'(Relato de un ex trabajador de la Refinería La Plata)
A principio de los ’90 se abrió el camino a un constante hostigamiento, donde el clima de incertidumbre y rumores respecto a los despidos tornaba traumáticas las experiencias individuales de los trabajadores.
Por otra parte, los cursos de capacitación, otra estrategia de racionalización de personal, constituyeron la antesala del despido del trabajador. Con esta política se alejaba de forma definitiva al trabajador del ámbito de trabajo. El trabajador debía elegir entre diversos cursos de capacitación para los que la empresa afrontaba todos los gastos requeridos. Los cursos duraban aproximadamente un año, y durante este tiempo, el empleado percibía normalmente su salario y beneficios sociales, como si se encontrara en el puesto de trabajo. El discurso oficial que justificaba los cursos se centraba en la posibilidad de los despedidos de poder insertarse nuevamente en el mercado laboral. Aunque se trataba de oficios y cursos que no reflejaban una capacitación orientada a las exigencias de un mercado. Los cursos, como estrategia empresaria, aceleraron el proceso de fragmentación de los trabajadores, desarticulando una cotidianeidad compartida durante años y fundamentalmente los alejaba de sus compañeros.
Los emprendimientos fueron una salida de los trabajadores frente a la inminente reestructuración de la empresa. El personal despedido de YPF se organizó tomando distintas formas jurídicas -ya sea como sociedades anónimas, cooperativas o SRL- para ofrecer el mismo trabajo/servicio que antes hacían desde el interior de la empresa, pero ahora como personal subcontratado. En un principio, YPF les aseguraba una subcontratación de dos años, y luego entrarían en la ley de la ‘libre competencia’. Pasado el tiempo estipulado de contratación, estos emprendimientos quedaron en su mayoría sin efecto, ya que debieron participar en procesos licitatorios con empresas más competitivas, mejor capacitadas tecnológicamente, frente a su inexperiencia en materia empresaria.
‘¿Sabés que fue eso? Engaña pichanga fue eso. Porque le daban la opción, pero qué pasa ¿con quién tenés que competir? Con empresas multinacionales, que van a poner, listo y se terminó’. (Relato de un ex trabajador, Refinería La Plata)
Parte de las consecuencias de una deficitaria política de inserción laboral para los trabajadores despedidos fue, en general, el fracaso de distintas experiencias cuentapropistas que se multiplicaron en las distintas zonas donde la empresa estatal ejercía su influencia.
A estas políticas de racionalización de personal que, en general, se utilizaron a lo largo de las dependencias y refinerías de YPF en todo el país, se suma la estrategia de despidos forzosos con la complicidad de la federación del sindicato. En la Refinería La Plata se llamó por todos los trabajadores ‘La Gran Echada’. En 1991 el sindicato filial Ensenada convoca a un paro nacional de actividades debido a un conflicto en la refinería de Salta. Este hecho, una de las últimas movilizaciones masivas convocadas por el sindicato, tuvo un alto acatamiento entre los trabajadores. Luego la huelga es declarada ilegal por el Ministerio de Trabajo de la Nación, y al día siguiente a la movilización, son despedidos aproximadamente 1500 trabajadores.
‘Una masacre fue, echaban de a 20 tipos por día. Y vos entrabas todos los días y no sabías si ibas a entrar. Entrabas al laburo como todos los días y había 10 milicos de prefectura con una sábana, que llaman a esos papeles gigantes. Y te decían: ‘Nombre’, ‘Fulanito’ y te buscaban en la sábana. Si estabas, no entrabas. Por ahí venía uno atrás tuyo y decían nombre, qué sé yo, ‘No puede entrar’, listo’. (Relato de actual trabajador de Refinería La Plata)
Estrategias similares se registraron en otras localidades, por ejemplo en Comodoro Rivadavia con lo que se dio en llamar la ‘huelga de la traición’:
‘Con la federación siempre fue horrible la relación. De hecho en aquellos momentos [década de los 90] nos hicieron hacer un paro que después echaron a todos. Fue el paro de la traición. Mandaron al muere a muchos compañeros. Con perforación hicieron un desastre’ (Ex delegado del SUPE, filial Comodoro Rivadavia)
La complicidad de la cúpula central del sindicato y su articulación con el proceso privatizador fue fundamental en la racionalización del personal. Desde la perspectiva de los trabajadores, el ex Secretario General Diego Ibáñez es indicado como uno de los responsables de la privatización de YPF.
‘Esto más o menos se arregló así. En ese tiempo estaba Estenssoro, cuando se hizo cargo de YPF, es decir, hasta ahí no habían echado a nadie. Se hace un viaje a Alemania entre Menem, Estenssoro y el compañero [irónicamente] Ibáñez…En ese viaje surge la discusión de con cuánta gente esta destilería podría funcionar…Y ahí arreglaron con Ibáñez, se fabricó un paro que no existió, nos sacaron a la calle, y después lo demás ya es historia conocida…’ (Relato de ex trabajador de YPF, Refinería La Plata)
Durante mediados de los ’90, a pesar de numerosas demostraciones de lucha como marchas, cortes de ruta, y solidaridad entre los trabajadores, el conflicto se logró situar en el plano individual. Los ex trabajadores de YPF a partir del proceso privatizador, fueron conformando experiencias condicionadas por la desocupación. Es decir, que se desestructuró al sujeto trabajador como sujeto social/colectivo y se impuso la experiencia de la desocupación en términos individuales. Dando origen a la fragmentación del colectivo de trabajo, a la vez que actuó como mecanismo de disciplinamiento sobre aquellos trabajadores que mantuvieron sus empleos.
Las distintas estrategias de racionalización de personal desestructuraron la totalidad de las relaciones que se sostenían en torno a la empresa estatal. La privatización de YPF implicó múltiples fracturas en distintos niveles en el colectivo de trabajo. En primer lugar, los que ‘quedaron dentro’ y lo que ‘quedaron afuera’. Los que se sumaron a los retiros voluntarios y los que decidieron resistir. Los que se convirtieron de la noche a la mañana de trabajador a ‘empresario’ a través de los emprendimientos. Y en el contexto de tercerización laboral y flexibilización, ‘los propios de YPF’ y ‘los de las empresas’, estos últimos haciendo referencia a los trabajadores tercerizados.
En la Refinería la Plata hay aproximadamente dos mil quinientos trabajadores, entre operadores de planta, técnicos, profesionales, profesionales inspectores de la tercerización y personal tercerizado, aunque sólo seiscientas personas conforman el personal contratado por YPF. El resto de los mil novecientos trabajadores es personal subcontratado. Esto configura como resultado una distribución de 24% de trabajadores de YPF, mientras que el 76%, es personal tercerizado, que corresponde principalmente al área de mantenimiento.
Una de las características de los trabajadores subcontratados es la profunda heterogeneidad que predomina entre los sujetos. A la diferenciación de los salarios, que varían considerablemente, se le suma el nivel de la formación. Estas diferencias conllevan distintas relaciones con el personal contratado de YPF, que se reflejan en la cotidianeidad del trabajo. Muchos de estos trabajadores deben realizar otros empleos para llegar a una remuneración a fin de mes que les permita la subsistencia, ya que los salarios de algunos de éstos por su trabajo subcontratado son visiblemente bajos.
Esta situación en general lleva a una importante fragmentación del colectivo de trabajo, configurando un espacio en el cual se encuentran en el mismo lugar sujetos de distintas empresas que pertenecen a distintos gremios, con convenios y remuneraciones diferentes y condiciones de trabajo totalmente asimétricas.
A casi una década de la reestructuración y privatización de YPF y de otras empresas estatales, podemos decir que las consecuencias e implicancias que acarreó este proceso privatista, todavía no fueron investigadas ni registradas en su profunda complejidad.
* Hernán M. Palermo es Licenciado en Ciencias Antropológicas. Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Miembro del MORENO.