28/03/2020. Miembros de un equipo médico atendiendo una UCI italiana colapsada. REUTERS/Flavio Lo Scalzo
Australia ardía, recuérdenlo. Así empezó el 2020, con unos impresionantes incendios forestales en la isla continente, imágenes de gente huyendo por caminos polvorientos, columnas de humo que se veían desde el espacio, koalas rescatados en el último minuto. Cambio climático, verdad incontrovertible convertida en llamas. Parecía que ya teníamos la gran catástrofe de este año. Pero no.
Veintisiete de marzo de 2020. Con cientos de miles de infectados y miles de muertos por todo el mundo, el ministro de finanzas de los Países Bajos acusa a Italia y España de no prevenir la catástrofe del coronavirus. Obvia que su país quiere «exportar» enfermos a Bélgica, se calla que los países del centro de Europa salieron beneficiados de una crisis donde colaboraron, con su inacción, con los fondos buitre que saquearon la deuda soberana de sus socios del sur. El primer ministro de Portugal, el socialista António Costa, le puso en su sitio calificando las declaraciones de repugnantes. Inconsciencia absoluta, mezquindad recurrente, añadió Costa, avisando que la supervivencia de la UE peligra con estas actitudes.
La narrativa, la maldita narrativa. Esa forma de entender la política tan sólo como un juego de fantasmagorías donde lo único importante es trazar una línea discursiva exitosa. En este caso la de que los perezosos habitantes mediterráneos no se tomaron en serio la amenaza y que ahora vienen a lloriquear a los laboriosos europeos, los de verdad, condición que nos adjudicaron pero nunca se creyeron salvo para desindustrializarnos y convertirnos en un gigantesco bar con playa donde orinar su calvinismo. Algo parecido dice la derecha española, tan patriótica contra los catalanes, tan timorata contra los que tienen el dinero. Pero no, de nuevo. La política no es sólo una narración, es transformar lo real y a ser posible hacerlo en términos equitativos.
¿Es cierto que Europa es uno de los epicentros de la enfermedad debido a la imprevisión italiana y española? En los párrafos que siguen intentaremos explicar que, aunque aún no se sabe a ciencia cierta cómo se ha extendido el covid, sí podemos afirmar que no lo ha hecho como la narrativa centroeuropea derechista afirma. Ya es hora de defender nuestra dignidad y soberanía.
Origen de la pandemia
El 31 de diciembre de 2019 el Gobierno chino informa a la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la aparición de casos de neumonía de una etiología o causa desconocida en Wuhan, ciudad de la provincia de Hubei. La OMS hace público el informe el día 5 de enero de 2020, comunicando que existen 44 casos detectados. De acuerdo a las autoridades algunos pacientes eran trabajadores del mercado de pescado de Huanan, aunque de acuerdo al equipo de investigación chino no había evidencia de transmisión entre humanos.
¿Mentía el equipo chino?¿Qué sentido tenía hacerlo si ya habían dado aviso al mundo entero del problema?¿El virus aún no era tan contagioso o simplemente lo habían valorado erróneamente?
La OMS en el comunicado del 5 de enero no recomendaba «ninguna medida específica a los viajeros. En caso de síntomas de enfermedad respiratoria durante o después del viaje (a Wuhan), los viajeros deben buscar atención médica y compartir su historial de viaje con los sanitarios».
El 1 de enero se cierra el mercado de Wuhan. Entre el 9 y el 16 de enero se registran las primeras muertes, la autoridad sanitaria de la capital de Hubei lo hace público. El 20 de enero se confirma la transmisión entre humanos. El 23 de enero se cierra la provincia de Hubei, lo que el representante de la OMS en China califica de medidas sin precedentes.
El 13 de marzo de 2020 el South China Morning Post publicó que, según documentos del Gobierno, el paciente número 1, un hombre de 55 años, se infectó el 19 de noviembre en la provincia de Hubei. Se asume que el 20 de diciembre había unos 60 casos y aunque aún se desconocía la causa los síntomas eran coincidentes a los del covid. Si el virus estuvo circulando un mes libre sin que aún nadie reparara en él, y si la trazabilidad de los casos es correcta, debemos deducir que el virus aún no tenía la misma capacidad de transmisión que el actual. El paciente cero, el que supuestamente contrajo la enfermedad al estar en contacto con algún animal, aún no ha sido hallado. Algo que es de vital importancia ya que esto podría ampliar nuestro conocimiento sobre la nueva enfermedad.
En todo caso, incluso con una hipotética capacidad de transmisión limitada, aun con unas medidas sin precedentes por parte del Gobierno chino, el virus tuvo casi dos meses, del 19 de noviembre de 2019 hasta el 23 de enero de 2020, cierre de Hubei, para expandirse fuera de su presunta zona de inicio. Todo había comenzado.
España e Italia, escenografía de un desastre
El día 30 de enero de 2020 Italia registra su primer caso importado de coronavirus. En el país transalpino los positivos son un par de turistas chinos que muestran síntomas en un hotel de Roma. Como procedían de Wuhan rápidamente se toman todas las medidas de contención, los pacientes son confinados e incluso se clausura el hotel para desinfectarlo. Los turistas llegaron al aeropuerto de Malpensa, en Milán, el 23 de enero y pasaron hasta llegar a la capital italiana, el día 28, por Verona y Parma. A las 10 de la mañana del 31 el Gobierno italiano declara un estado de emergencia (potencial) por seis meses y bloquea los vuelos con China. Francia desvía un vuelo con la misma procedencia a la base militar de Istres y decreta el confinamiento de sus viajeros. Rusia cierra fronteras con China. Dos casos se confirman en el Reino Unido. La OMS declara la emergencia sanitaria global.
El primer caso registrado en España se da el 31 de enero de 2020 en La Gomera. El paciente es un turista alemán. El segundo caso en España es un turista británico en Palma de Mallorca, el 10 de febrero. El 12 de febrero se cancela el Mobile World Congress en Barcelona. Estamos en ese momento en que los titanes de la comunicación, Ana Rosa Quintana y Eduardo Inda, califican en el programa de la reina de las mañanas de «ejercicios espirituales» el confinamiento de 19 repatriados de Wuhan y de «exageración y barbaridad» las medidas de precaución ante los casos. Guarden, no obstante, la procedencia de los primeros casos en España, alemán y británico, en un rato les explico por qué.
En Italia el 14 de febrero un hombre de 38 años va al médico y sus síntomas son catalogados como los de una gripe. Empeora y va al hospital el día 16 de febrero, nadie toma medidas especiales, hasta que el 19 su mujer comunica que ha estado en contacto con un amigo que había venido de un viaje a China: es entonces cuando se disparan las alarmas. El día 20 se registran tres nuevos casos de neumonía. El día 21 ya son 15 las personas contagiadas. Cinco médicos y tres pacientes del hospital de Codogno, en Lombardía, donde acudió el paciente 1. Su mujer, embarazada, también tiene el virus. Tres clientes de un bar y el hijo del dueño, que había jugado al fútbol con el hombre infectado, más el médico de atención primaria, completan la secuencia. Se había dado inicio al clúster de Lombardía. Para el 22 de febrero ya son 76 nuevos casos. Guarden de nuevo un dato, el amigo del paciente 1 que había venido de China dio negativo en la prueba.
En España un médico y su mujer que han ido a pasar unas vacaciones en Tenerife, procedentes de Lombardía, dan positivo. Se aísla el hotel con 700 personas. Es el día 24 de febrero. El 25 se registran tres casos en la península, todos en personas que han venido de Italia. Para el 26 de febrero tenemos el primer caso local, en Sevilla, el paciente no había salido de España, pero presentaba síntomas desde el día 12 de febrero, esto es, cuando ni siquiera se ha registrado el clúster de Lombardía. Guarden de nuevo el dato. El 19 de febrero el Valencia CF se desplaza a Milán a jugar con el Atalanta. Unos 40.000 aficionados de Bérgamo se trasladan a Milán para presenciar el encuentro, unos cientos de valencianos acuden también a la cita, un acontecimiento que para la OMS resulta clave en la expansión del virus dentro de Italia. El 26 de febrero se descubre que un hombre murió en Valencia el día 13 de febrero por coronavirus. Había viajado a Nepal, que dista de Wuhan 2.929 kilómetros. Para el 4 de marzo se cancelan los congresos sanitarios y los eventos deportivos en los que concurran países afectados, mientra que el ayuntamiento de Madrid anuncia la construcción de una noria gigante. El nueve de marzo son 999 los casos registrados en España. Se cancelan las clases en Madrid, Vitoria y Labastida.
El día 10 de marzo los acontecimientos se suceden en cascada, se aplazan las Fallas, cesan los vuelos entre Italia y España, se prohíben los eventos de más de mil personas y se cierra el congreso por el positivo del parlamentario ultra Ortega Smith que había pasado unas vacaciones en Italia. El 12 de marzo se confina a la población catalana de Igualada, se cierra toda la educación en España y se suspende la liga de fútbol. El viernes 13 de marzo se anuncia el estado de alarma y el día 14, por encima de lo humano siempre lo divino, se hace oficial la suspensión de la Semana Santa sevillana.
La narrativa centroeuropea y de la derecha española abunda en dos aspectos: uno la imprevisión ante lo que sucedía en China, otro la falta de medidas. Como han visto en la sucesión de hechos ambos Gobiernos, el Italiano y el Español, tomaron medidas, vistas desde hoy, acertadas y desacertadas. Las incorrectas tuvieron que ver con un factor que quien escribe lleva señalando desde hace dos semanas: el mantenimiento de la actividad económica. De hecho, gobiernos derechistas como el de Reino Unido han esperado hasta el día 23 de marzo para confinar a su población, declarando abiertamente que preferían no dañar su economía antes que mitigar la expansión del virus. No en vano, dentro del Gobierno español, quienes apostaron por declarar el estado de alarma ya en la semana del nueve fueron los sectores progresistas del PSOE y Unidas Podemos.
Mantener las manifestaciones feministas del día ocho, como las Fallas, el fútbol, la Semana Santa, el congreso de Vox o el terraceo, fue un error. Pero hay que recordar que todos esos acontecimientos, los que se dieron, mueven mucha menos gente que una jornada laboral convencional en desplazamientos del centro a la periferia de las grandes ciudades. La derecha ha tomado el Día de la Mujer como chivo expiatorio, pero lo cierto es que ni la CEOE ni el sector de María Jesús Montero y Nadia Calviño deseaban paralizar la actividad económica. Y claro, para la derecha es más fácil culpar a las feministas que a los empresarios o al IBEX. Narrativa resuelta. Esto no exime al presidente Sánchez de haber actuado de forma más tajante algunos días antes, como tampoco a nadie que le acuse de imprevisión de no reconocer que el Gobierno español ha sido el Ejecutivo europeo en tomar las medidas más contundentes respecto al contexto que se estaba dando. O mejor dicho, que parecía estar dándose.
El día 30 de enero, el programa Hora 25 de la Cadena Ser entrevista a Santiago Moreno, el jefe de servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Ramón y Cajal de Madrid. Moreno explica respecto al coronavirus que «la tasa de mortalidad es baja pero las consecuencias si podrían ser devastadoras». Moreno hace referencia a algo con lo que ya nos hemos familiarizado, la curva de contagios. Puede que el virus no tenga una alta mortalidad, pero al contagiar a tanta gente tan rápido satura los hospitales con miles de enfermos. De hecho, el Informe Anual de Seguridad Nacional de 2018 dedica varias páginas al epígrafe «Seguridad frente a pandemias y epidemias». Resultan ridículas las informaciones que pretenden «destapar» que el Gobierno era consciente de la peligrosidad de la pandemia desde principios de marzo presentando documentos sobre lo esencial del material médico. Por supuesto que el Gobierno era consciente, tanto como el italiano. El problema, y volvemos a insistir, es que ambos actuaron, además de bajo la presión económica, en base a un contexto de confinamiento de contagios registrados que se debería haber dado en toda la Unión Europea. Pero no fue así.
El árbol de la tragedia
Ahora les pido que recuerden los datos que les pedí que guardaran. El del primer enfermo alemán en Canarias, el del segundo enfermo británico en Baleares. El de los primeros pacientes de contagio comunitario en España e Italia en los que no se encuentra al paciente cero. El del primer muerto en España antes de la mitad de febrero. ¿Desde cuando lleva circulando el virus entre nosotros? ¿De dónde es su procedencia directa, de China?
Existe un proyecto internacional de código abierto llamado Nextstrain, cuya misión es rastrear el árbol filogenético de las enfermedades. Como les hago tan poco puestos como yo en estas cuestiones vamos a intentar explicar en qué consiste.
Nextstrain toma la secuenciación genética de los virus, proporcionada de forma pública por gran cantidad de hospitales y laboratorios a lo largo del mundo, para construir cómo es el «árbol genealógico» del virus, es decir, cuáles son sus ascendientes y descendientes. No es que los virus tengan hijos o abuelos, pero en su proceso de infección, cuando asaltan las células del huésped para replicarse, hay veces que experimentan pequeñas mutaciones. Estudiando estas pequeñas mutaciones, estos cambios, se puede rastrear el origen del virus que un paciente concreto padece.
O dicho de otra forma, cuando un virus infecta a un animal, en este caso un ser humano, lo hace con el objetivo de replicarse. Para ello el virus se acopla a una célula del huésped y la utiliza para crear muchas más copias de sí mismo. El problema es que «rompe» esa célula. En el caso del coronavirus hablamos de las células del sistema respiratorio, con lo que los pulmones se inflaman, toman menos aire, presionan al corazón y pueden provocar un fallo catastrófico en el organismo. En estas replicaciones el virus cambia a veces su código, es decir, experimenta una mutación. Aunque esta mutación sea muy pequeña aparece en la secuenciación del código genético del virus. De esta manera tenemos una forma de saber de dónde provienen los tipos de un mismo virus que están activos. Gracias a que muchos organismos sanitarios secuencian el código genético del covid, Nextstrain está construyendo la forma en que el virus se ha transmitido a lo largo del mundo. Y lo cierto es que tiene muy poco que ver con la narrativa centroeuropea derechista que nos han vendido.
Nextstrain ha registrado 1.495 genomas del coronavirus, es decir, 1.495 variaciones de la enfermedad a lo largo del mundo. Pone a disposición de cualquiera una herramienta para analizar cómo ha sido el viaje de la enfermedad a lo largo del planeta hasta el día 20 de marzo. Y aquí es donde empezamos a encontrar lo que nadie nos había contado hasta ahora.
En España existen tres divergencias registradas, la 8006, la 7005 y la 5003. Esto significa que las autoridades sanitarias españolas han proporcionado la secuenciación del código genético del coronavirus obtenido en pacientes, dando como resultado tres variaciones activas en nuestro país. Insistimos, registradas.
La divergencia 7005 se registró en el Hospital General Universitario de Valencia y procede de la provincia de Hubei en un 50%, de Shanghai en un 33% y de Guangdong en un 4%. Su fecha estimada de llegada a España está entre el 16 de enero y el 21 de febrero y tiene una extensión en Burgos registrada el 4 de marzo.
La divergencia 8006 se registró en el Hospital General Universitario de Valencia y procede en un 99% de Inglaterra. Las fechas estimadas de llegada a España están entre el 28 de febrero y el 2 de marzo.
La divergencia 5003 se registró en el Instituto de Salud Carlos III y procede en un 40% de la Comunidad Valenciana, en un 13% Génova, en un 10% Madrid y en un 10% Galicia.
Las divergencias 5003 y 8006 proceden a su vez de la gran rama 3002, que proviene de Hubei en un 42%, de Inglaterra en un 37%, de Shanghai en un 7% y de Minnesota en un 3%.
Qué nos indican estos datos: una verdad inquietante en dos partes. La primera es que el virus, que ya ha sido secuenciado genéticamente, se introdujo en nuestro país en tres mutaciones, dos que venían de China y Reino Unido a través de Valencia, con una ramificación en Burgos, y otra que tiene procedencia italiana pero que saltó desde Valencia a Madrid y Galicia. Esto, insistimos, respecto a los casos que ha dado tiempo en este caos a secuenciar y que el proyecto Nextstrain ha compilado. Con fechas que se remontan a las dos últimas semanas de febrero.
Con esta misma secuenciación se ha deducido que el paciente 1 europeo, del que probablemente procede el paciente 1 italiano, es alemán. Se contagió a través de una compañera de trabajo que había estado en Shanghai entre el 19 y el 22 de enero, es decir, incluso antes de que se confinara a la ciudad de Wuhan. No es descabellado afirmar que los primeros focos de la extensión del coronavirus en Europa son alemanes y británicos, puesto que estos países son los centros empresariales con más contactos comerciales con China.
No es tampoco descabellado afirmar que el virus entró a España e Italia por múltiples vías, atendiendo a la secuencia periodística de los hechos y a la secuenciación genética de Nextstrain, pero que al menos es nuestro país existe una rama que proviene en un 99% del Reino Unido a finales de febrero. Si en ese momento ya teníamos un paciente de contacto comunitario en Sevilla podemos deducir que el virus ya circulaba indetectado por toda la península.
Toda esta secuencia de hechos no sólo invalida la narrativa de la derecha sobre la manifestación del 8M sino, y esto es mucho más importante, que sitúa la irresponsabilidad a la hora de contener el virus no en España e Italia sino en Alemania y Reino Unido. De hecho, observando el árbol de Nextstrain, el otro país importador de casos es Suiza, que no forma parte de la UE y conserva sus fronteras pero que es un epicentro de la actividad bancaria, por lo que tiene que tener un flujo incesante de viajeros con China.
Probablemente este artículo sea incapaz de cambiar la tendencia narrativa fijada en la opinión pública española mediante maniobras oscuras en redes sociales para extender el contagio narrativo de la imprevisión. Lo cierto es que, al margen de las dudas del Gobierno fomentadas desde el campo empresarial, el virus estaba ya en España y en Italia, en toda Europa, circulando desde las últimas semanas de enero.
Aunque estos datos no son especialmente concluyentes, los términos «gripe» y «neumonía», así como el de «influenza» en Italia, fueron significativamente más consultaos en Google que los picos invernales de años anteriores. En España «gripe» tuvo un valor 40 en la semana del 26 de enero al 1 de febrero de 2020, mientras que los picos de 2016 marcaron un 16, de 2017 un 30 y de 2018 un 32. En esa semana el término «coronavirus» y el de «gripe» competían en Google de 9 a 1, en la semana del estado de alarma el resultado era de 98 para el coronavirus frente a un 2 de la gripe.
Otro dato que tampoco ha sido expuesto a la lupa de la investigación es que España tiene al menos tres grandes conglomerados empresariales con sedes en Wuhan. La textil Inditex, la aérea IAG y la automovilística CIE Automotive. ¿Cuantos directivos viajaron entre Wuhan y España a lo largo de enero y febrero?
Conclusión: el virus se expandió en Europa desde Alemania, con sus hombres de negocios, y desde el Reino Unido, con sus turistas ebrios, además desde Suiza, con sus banqueros y maletines. España e Italia tomaron medidas cuando creían saber qué buscar, síntomas del coronavirus, y de dónde buscarlo, de China y en el caso de España de la propia Italia, pero no pudieron tener en cuenta que los centros del poder económico y financiero europeo, por lógica Berlín, Zurich y Londres, incluso sus propios directivos que viajaban a China, estaban expandiendo el virus al margen de los controles que se habían tomado.
La clave, siento contradecirlos, no es Pedro Sánchez, ni Giuseppe Conte, ni Fernando Simón, ni Pablo Iglesias, ni las feministas, ni siquiera los turistas chinos. Quienes trajeron y extendieron el virus por Europa fueron los centros financieros. La extensión física de las redes del dinero. Probablemente el último gesto de un cuestionable triunfo de la globalización.
Somos muchos más de los que pensamos
El Instituto de Estudios Avanzados de Viena publicó un informe el 19 de marzo que recogía conclusiones escalofriantes. Comenzaba explicando que: «El 16 de marzo de 2020, el Gobierno alemán tomó medidas drásticas para combatir la propagación del nuevo coronavirus SARS-CoV-2. Su objetivo es minimizar el contacto de las personas entre sí y, por lo tanto, limitar la propagación. El número absoluto de casos parece estar en cierto contraste: el viernes 13 de marzo, ¿solo hubo 504 casos? Incluso en el tercer día de las regulaciones del Ministerio de Asuntos Sociales sobre la ley COVID-19, solo había 1.471. Entonces, ¿son excesivas las medidas?».
Este centro de investigación ponía a la luz pública un hecho del que todas las autoridades europeas son consciente pero que no se atreven a hacer público: el número de infectados reales es exponencialmente mayor del registrado. Así calculaba para Alemania en la fecha del informe 177.229 casos reales, para Francia 459.955, para España 695.438 y para Italia 2.696.992. Una cruda pero exponencial verdad.
Las razones por las que España e Italia sufren colapso hospitalario y un mayor número de muertos vendrían luego: una mayor esperanza de vida, un mayor contacto social entre jóvenes y viejos, unos sistemas de salud precarizados por el austericidio de la anterior crisis e incluso divergencias genéticas con los habitantes centroeuropeos. Ser más guapos y carecer de endogamia también nos tenía que salir más caro en alguna parte. Permítanme la broma.
Esta reconstrucción periodística sobre el coronavirus será completada en unos meses por los informes científicos. Nadie les hará caso porque todos habremos comprado la narrativa centroeuropea y de derechas sobre la enfermedad. No está de más que alguien, aquí, ahora, intente arrojar algo de luz a cómo una enfermedad que empezó en un mercado de China ha transformado el mundo en un decorado de una película de Roland Emmerich. Quizá este artículo no es un meme, quizá no es un bulo de guasap, pero quizá merece ser leído y compartido para que los que siempre se salen con las suya esta vez no lo hagan. Que la única pandemia que suframos sea la vírica, no la de la desinformación.