No hay sorpresas. El diario de don Cebrián y acólitos sigue su marcha inexorable hacia su ubicación definitiva en la derech(ísim)a extrema informativa (no es ésta una afirmación contradictoria con el reconocimiento del loable y dignísimo trabajo que algunos, que muchos de sus periodistas realizan en circunstancias nada fáciles y con infames condiciones laborales. La […]
No hay sorpresas. El diario de don Cebrián y acólitos sigue su marcha inexorable hacia su ubicación definitiva en la derech(ísim)a extrema informativa (no es ésta una afirmación contradictoria con el reconocimiento del loable y dignísimo trabajo que algunos, que muchos de sus periodistas realizan en circunstancias nada fáciles y con infames condiciones laborales. La edición catalana del diario es una clara y admirable ilustración de lo que intento señalar).
Tomo pie para justificar mi afirmación en la edición del pasado martes 19 de febrero de 2013.
Titulares de Francisco Perejil tras el triunfo de Rafael Correa en las elecciones ecuatorianas del pasado domingo: «Correa conquista su tercer mandato con poder absoluto en la Asamblea» [la cursiva es mía]. No con mayoría absoluta sino por poder absoluto. ¿Se imaginan un titular así tras el (no deseado) triunfo de Rajoy o Rubalcaba en España? ¿El País lo diría así si Merkel revalidara su mayoría en Alemania en este próximo otoño? El subtítulo de la «noticia» no desentona desde luego. El presidente de Ecuador, señala FP, promete una ley contra la prensa «corrupta» (las comillas son del periodista). Ya se imaginan el efecto político-cultural de la confluencia de ambas afirmaciones. En la página posterior, la 5, otro titular para abonar el mismo recorrido: «El alumno aventajado de Hugo Chávez».
En el desarrollo del primer artículo Alberto Acosta es presentado no como un candidato de izquierdas o de la izquierda sino como un izquierdista. La vieja cantinela despreciativa, a lo Vargas Llosa e hijo, y eso que todo vale contra Correa.
No es en todo caso lo peor. Las páginas 2 y 3 del diario están dedicadas al regreso de Hugo Chávez a Venezuela, un presidente que, como es sabido, sigue enfermo, en situación delicada.
Aquí escriben Israel Centeno y Ewald Scharfenberg. ¿De dónde los sacan? ¿Cómo consiguen sumar tanta y tanta reacción vomitiva? Los titulares: «Una bienvenida muy devaluada»; «La conflictividad social ha aumentado durante la ausencia del presidente»; «Chávez vuelve a Caracas sin dejarse ver».
En los desarrollos de los artículos pueden verse lindezas «objetivas» de este valor y tamaño: «En 2012, el gasto público se multiplicó para ganar la lealtad de los votantes en las elecciones presidenciales del 7 de octubre…».
Lo «mejor» en todo caso es otro paso. Las palabras finales del artículo del «escritor venezolano» Centeno superan los alcances y logros de cualquier imaginación fascistoide (que muestra, por supuesto, el temor e inmensa rabia a un tiempo que algunos grupos sociales privilegiados sienten ante los logros de la revolución bolivariana). El estoque «israelita» final «Es lamentable que muchos vean en la enfermedad de Chávez un afortunado castigo, una coyuntura política feliz, la posibilidad de retomar los caminos de la modernidad. Olvidan que la enfermedad no es un castigo. Y sobre todo olvidan que la salida de Hugo Chávez del escenario no será política: será religiosa. Acá no existe la vida ni la muerte. Y todo esto será una garantía de las consabidas manipulaciones de su «fuerza espiritual» para su persistencia como realidad y mito. Lo peor: quedarán intactos los vicarios de Chávez en la tierra, con el petroEstado a sus pies: el militarismo fascista, la cultura populista y rentista del venezolano y una dramática ausencia de instituciones«. Soy yo quien destaco.
El título y subtítulo de la infamia -«Épica para el más acá. El comandante no muerto ascenderá a la inmortalidad, estará sentado a la diestra del Libertador padre y gobernará la tierra. Su reino no fue nunca de este mundo.»- están a la altura del fragmento seleccionado.
A eso le llamaban información independiente; a eso le siguen llamando información objetiva y contrastada. Eso se publica en un diario que se las sigue dando de «progresista». ¡Qué infamia!
Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría
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