Que cualquier ciudadano consciente y con capacidad crítica no tenga derecho a recibir una información veraz y rigurosa en España es tremendamente triste, terrible, irritable y lamentable. Que monten una campaña mediática en torno a la liberada Betancourt (aquí y en casi todo el planeta) mientras se ocultan casi sistemáticamente los atropellos que a diario […]
Que cualquier ciudadano consciente y con capacidad crítica no tenga derecho a recibir una información veraz y rigurosa en España es tremendamente triste, terrible, irritable y lamentable. Que monten una campaña mediática en torno a la liberada Betancourt (aquí y en casi todo el planeta) mientras se ocultan casi sistemáticamente los atropellos que a diario sufren amplias capas de la población en Colombia a manos de nuestras empresas multinacionales con la complicidad gubernamental; que en unos y otros medios de comunicación, sus columnistas y analistas repitan como papagayos las consignas de sus empresas y de los partidos políticos a los que están vinculados; que se arme la que se ha armado con la detención de Karadzic y ya se lleven a cabo juicios paralelos en los medios de comunicación mientras se hace la vista gorda con los militares y políticos bosnios y de la guerrilla albanesa, por ejemplo, teóricos responsables de las matanzas contra los serbios; que algunos medios de comunicación insulten la memoria del poeta José Martí con tal de lanzar sobre todos su anticastrismo; que se tergiverse la crisis por la que atravesamos presentándola como un capricho del petróleo y no como algo endémico del mercado, a lo que se le pondrán parches para que suceda algo similar en unos años; que se le oculte al receptor de forma sistemática que existen unos poderes estructurales intocables que están por encima de sus presuntos representantes políticos… Todo esto es desalentador, vivirlo día a día es observar el proceso por el cual los seres humanos son reducidos a neosúbditos, esta vez informatizados y distraídos con multitud de cacharros.
Lo más detestable que puede hacer alguien es vender su talento y renunciar a decir lo que piensa para limitarse a afirmar una parte de lo que piensa, en función de que le pague un medio de comunicación cercano al PP, PSOE u Opus. No hablo de los redactores de base o de los jóvenes que intentan abrirse camino, esos tienen que apechugar con lo que sea, con los franquitos que han quedado después de Franco. Hablo de quienes se suponen que tienen dónde caerse muertos pero que por dinero y algo de notoriedad escriben al dictado y le dicen a un público ávido de «sangre» contra unos u otros, aquello que desean oír o leer, no lo que es sino la mitad de lo que es. Deberían avergonzarse con tal comportamiento y supongo que lo están pero lo de «toma el dinero y corre» y sentirse queridos y promocionados tiene una enorme dosis de seducción.
Ahora bien, la gente se está hartando de estos individuos, del periodismo baboso que proyectan. El periodismo y sus «expertos» no están a la altura de las circunstancias, por regla general. El mensaje periodístico no es más que un altavoz de los dueños de los medios de comunicación y eso que yo defiendo aún al periodismo de referencia por su capacidad formativa pero si se tiene una base metodológica previa que se supone que te la da la familia, el colegio, el instituto y la universidad. Pero no, esa base ya se va perdiendo, yo apenas puedo exigir a mis alumnos -de 5º de carrera de Periodismo, de 5º, no se olvide- respuestas a preguntas que les obliguen a interrelacionar fenómenos, datos históricos, acontecimientos. La forma de expresarse es casi de instituto y el contenido de las respuestas, banal. Eso al margen de grandes vacíos históricos. Con tales vacíos es evidente que no son más que carne de mercado, tornillos y tuercas de un enorme engranaje elevado sobre la falta de conocimiento, un concepto que se confunde con el de la posesión de ordenadores y otros utensilios que no son fines en sí mismos sino medios. «Vamos hacia la sociedad del conocimiento», oigo decir a algunos políticos. Miren, perdonen la expresión, pero una mierda para ustedes y para los sacerdotes del éxtasis cibernético: vamos hacia la sociedad neototalitaria, construida sobre la base de los datos, no de las comprensiones del significado de esos datos. Y para hacer efectivo el empeño se les indica a los profesores funcionarios de universidad que se jubilen con 58, 60 ó 65 años, de esta forma se van abaratando costes y van entrando profesionales competentes -no lo niego- pero inexpertos y en la universidad y en la enseñanza en general el magíster es alguien imprescindible.
La monotonía y la descarada parcialidad de los medios originan el hastío y el abandono de los lectores más exigentes; que para acercarse a saber «lo que pasa» uno tenga que leer al menos dos diarios de referencia es un atropello al derecho constitucional de recibir una información veraz; comprobar cómo cada medio de comunicación apoya a los miembros de sus «tribus» (escritores, actores, etc.) e ignora a los demás es deleznable y patético. Los medios no permiten que el tratamiento de un acontecimiento desde todas sus aristas les estropee su intencionalidad manipuladora. El periodismo actual carece de afán transgresor. El Jueves lanzó la famosa portada en la que el príncipe Felipe y su señora copulaban y un año después ha ganado 100.000 lectores. No entro en si era o no era adecuada la viñeta pero sí en que esta revista se saltó la costumbre de babosear a la Casa Real y un segmento de gente ha respondido de manera favorable. Hace algún tiempo me dijeron que determinados catedráticos, escritores o periodistas se venden por menos de lo que uno imagina. Me resistía a creerlo pero ya empiezo a cambiar de opinión y eso que no les cuento ni la mitad de la misa. Todo se andará.
Aquí en España lo importante no es que uno o un grupo de personas presente una iniciativa interesante ante una institución pública o privada sino que lo auténticamente relevante es quiénes son los que la presentan, de qué cuerda, por dónde respiran. El pensamiento libre es peligroso, España tiene un problema gravísimo: su clase política es mediocre, bisoña e ignorante, por regla general; es una marioneta cuyos hilos están movidos por manos contaminadas. Y, como consecuencia de ello, todo se está llenando de cargos, carguitos y carguillos, mediocres, bisoños e incompetentes. Hemos traído una democracia para levantarle un altar a la papanatería y para que el periodismo sea una actividad dócil que habla a todas horas de declaraciones políticas, sucesos, Real Madrid, Barcelona, Nadal, Alonso, pingüinos que ponen huevos en los zoológicos o de si en verano hace calor y en invierno frío. Poco más se puede hacer, las estructuras de poder que están detrás de los medios lo determinan todo. El periodista honrado está atenazado por los accionistas, la publicidad, la política y los públicos. No es libre, de ninguna manera.
El comprador de prensa -que no lector- ya no suele hablar de cabeceras sino de productos: «Hoy tengo que comprar la película tal o el regalo cual». En el quiosco de prensa te venden un objeto a precios especiales, que va acompañado por un artilugio que se llama periódico. Dentro de él, como decía el magnate Hearst, encontramos unos textos entre los anuncios. Los llaman noticias. Esos anuncios te dicen quiénes mandan en el periódico. En la radio esos mismos mandamases patrocinan noticias. Prensa, radio y televisión están repletos de falsas noticias, de publicidad encubierta. Y hay otros dueños que no se ven, pero que vigilan.
En el pecado llevan los medios la penitencia: la lectura de prensa ha bajado en todos los países desarrollados, esos que inventaron el periodismo. Como los medios o son A o son B, como lo importante es el servilismo y la parcialidad, están sufriendo la mayor humillación de su historia: los receptores los abandonan y, para evitarlo, deben venderle desde una taza para componer una vajilla hasta un cruasán, pasando por regalar un reloj o incluso una botella de vino. Beber para olvidar.