El 21 de abril de 1931 el semanario satírico «La Traca», a la venta por 15 céntimos, salía a los quioscos con el exmonarca Alfonso XIII vestido de general, al que una pierna de labrador con la leyenda tatuada «pueblo español» le propinaba una patada en el trasero con un sol de fondo en representación […]
El 21 de abril de 1931 el semanario satírico «La Traca», a la venta por 15 céntimos, salía a los quioscos con el exmonarca Alfonso XIII vestido de general, al que una pierna de labrador con la leyenda tatuada «pueblo español» le propinaba una patada en el trasero con un sol de fondo en representación de la República. Rodean la viñeta de portada ratas que huyen y legajos con membretes que caracterizan la obra regia: «caciquismo», «monopolios», «opresión», «negocios sucios»… La corona y el cetro de Alfonso XIII aparecen desperdigados en la escena. Un texto editorial, en el centro de la página, define al «Muy funesto señor don Alfonso de Borbón Llapisera y Gutierres» como «rey de Jauja», «Emperador de Annual», «chupóptero de los monopolios», «Presidente honorario de las Suciedades el Polo, el Tenis o el Parchís». Primer agricultor del reino, primer cazador del reino, primer «peixcaor» del reino, Alfonso XIII «l’ha dinao» cuando se disponía a crear el «gloriosso fassio español».
«La Traca» se definía como un periódico «festivo» y «republicano». Publicado en Valencia durante diferentes etapas, alcanzó su gran éxito de público en los años 30 del siglo XX, asociado a la figura del editor Vicente Miguel Carceller (1890-1940): en esa época «La Traca» se vendía en todo el estado español y alcanzó tiradas de medio millón de ejemplares, lo que suponía pulverizar cualquier registro. Carceller fue un empresario hecho a sí mismo, de escasa formación cultural, que montó su primer negocio editorial a los 20 años. Además del semanario satírico y popular, lanzó otras publicaciones como «El Piropo», el periódico taurino «El Clarín» (que en los años 20 superaba los 20.000 ejemplares de tirada media), «El Fallero», «Nostre Teatro», otros como «La Chala» y «El Chorizo Japonés», además de numerosas colecciones, libros y folletos.
El producto estrella del «universo Carceller» fue «La Traca», un semanario de cuatro planas de «pólvora y fiesta, radicalismo de motín y barricada, que recrea la vida de los de abajo, de los que apenas aparecen en prensa y revistas si no es por motivos extraordinarios», define el profesor de Historia de la Comunicación de la Universidad de Castilla-La Mancha, Antonio Laguna, quien acaba de publicar el libro «Vicente Miguel Carceller. El éxito trágico del editor de La Traca» (Ed. El Nadir). «Fue uno de los editores más relevantes del primer tercio del siglo XX en España, y lo fue desde un punto de vista republicano, laico, de izquierdas, popular y antimonárquico», ha añadido el actual Decano de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Castilla-La Mancha, que ha presentado la publicación en el Centre Octubre de Valencia. «El libro intenta hacer justicia al personaje».
La tragedia acompañó al éxito del editor, de ahí el título del libro, por el final de sus días. Vicente Miguel Carceller fue fusilado el 28 de junio de 1940 en el cementerio de Paterna (Valencia) después que lo juzgara un tribunal militar. Murió junto al caricaturista Carlos Gómez Carrera («Bluff»), también colaborador de «La Traca», por «auxilio a la rebelión» y su oposición a la dictadura. Después de su fusilamiento, la obra y recorrido editorial fueron relegados al olvido. El editor de «La Traca» se comprometió con la cultura popular, lo que en el primer tercio del siglo XX implicaba enfrentarse a la cultura hegemónica, en manos de la iglesia católica. El anticlericalismo era, por tanto, un contenido medular del semanario satírico. Las páginas de la publicación destilaban una «filosofía traquera», caracterizada por el vitalismo, la diversión, también el machismo («las mujeres son representadas como objeto sexual», recuerda Laguna), y la defensa de una lengua -el valenciano- sin normativizar, escrita en el periódico tal como la usa el pueblo. Prueba de la vitalidad de la publicación era su lectura pública en locales, bares y fábricas.
Publicada hasta 1938 por razones como la falta de suministro de papel y la coyuntura bélica, «La Traca» era básicamente prensa «de batalla», pero también recogía propuestas como los textos de Blasco Ibáñez en valenciano, de Carles Salvador, Maximilià Thous, o tenía como referentes el teatro popular de Bernat i Baldoví y Eduard Escalante. Las páginas del periódico satírico alumbraron personajes como «La Nasia», con los que el lector no sólo se identificaba, sino que escribía cartas pidiendo datos más concretos. Antonio Laguna subraya la «conexión» entre el público y los personajes del semanario, lo que revela la importancia que tenían las viñetas y caricaturas -eróticas, anticlericales, sicalípticas- en «La Traca» y en la prensa popular de la época. «La caricatura fue muy utilizada durante la primera y segunda guerra mundial», explica Antonio Laguna, «aunque su influencia llega hasta hoy, como se vio en el caso del Charlie Hebdo».
Puede trazarse un paralelo entre la ideología de Carceller y la de su semanario «estrella». De convicciones valencianistas, defendió estos planteamientos dentro del Partido de Unión Republicana Autonomista (PURA), la organización política de Vicente Blasco Ibáñez, político y escritor carismático por quien el editor sentía predilección. Pero con el acercamiento del «blasquismo» a Lerroux durante la II República, Vicente Miguel Carceller se orienta hacia Izquierda Republicana y evoluciona finalmente hacia posiciones anarquistas. Este ideario se traslada a «La Traca». Ya en el segundo número, recuerda Antonio Laguna, en la portada del periódico figura Alfonso XIII alzado sobre una calavera, con el «desastre» de Annual como trasfondo. El editor era asimismo un fiel partidario de la «acción directa», y en los dibujos de «La Traca» se apelaba directamente a sajarle la cabeza al monarca. En mayo de 1931 se mostraba a favor del asalto y quema de instituciones religiosas, de hecho, el anticlericalismo de «La Traca» tuvo enorme influencia aunque, matiza Laguna, «uno de los problemas es que la prensa semanal satírica ha sido postergada en favor de los periódicos diarios».
Cuando sobrevino el golpe de estado de julio de 1936, el semanario arremetió con virulencia contra el fascismo. Una portada de noviembre de ese año muestra a tres niñas y dos niños con un bebé y los destrozos ocasionados por las bombas que lanza un avión. «Los huérfanos de la guerra», afirma el titular. «La canalla fascista, bárbara y cruel, asesinó a sus padres; sin hogar y sin familia, las pobres criaturas levantan el puño clamando venganza contra los crueles asesinos», explica el texto. En la contraportada el lector podía encontrar uno de los contenidos recurrentes del semanario: una mujer de voluminosos pechos frente a un clérigo obnubilado, y el titular de la viñeta: «La vanguardia»; o una mujer con una cruz colgante y un trasero prominente, caracterizada como «La retaguardia». Otra viñeta titulada «El ideal del fascismo» figura adjunta a un cúmulo de cadáveres, el cerebro de un fascista aparece representado como una calabaza, mientras que el de un republicano sí dispone de masa gris. Dibujos y gráficos son el argumento de la revista para la batalla: «El progreso de la iglesia» es un párroco trabucaire que sobre un mulo, con la consigna de «Arriba España» y la espada ensangrentada, lleva a rastras a unos niños que lloran.
A Franco se le dibujaba, como en un número de 1938, «invertido», boca abajo, exclamando «¡Estos malditos rojos!». En las caricaturas del futuro dictador, la revista satírica subrayaba su homosexualidad. Al general Queipo de Llano «La Traca» le calificaba como «borrachín», a lo que éste respondía en Radio Sevilla que destrozaría a Vicente Miguel Carceller en 80 pedazos. ¿Qué es la «España negra» en los cómic de «La Traca»? Mártires, frailes, políticos «y demás gentes de malvivir». Carceller fue también empresario taurino (le acusaron de promocionar a toreros a cambio de dinero en «El Clarín»); diversificó negocios y capitales en cuentas bancarias internacionales, se dedicó a la construcción inmobiliaria. Al tiempo que fue un empresario comprometido con la cultura popular.
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