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México

La violencia política y la política de los medios

Fuentes: Argenpress

2006 ha sido un año clave del tiempo presente de México… ¡y estamos apenas en los inicios de noviembre! Es decir, todavía falta su conclusión, la cual todos los índices apuntan a que estará a la altura de los hechos que hemos presenciado en los meses anteriores.Estos momentos políticos están determinados por la insurgencia oaxaqueña, […]

2006 ha sido un año clave del tiempo presente de México… ¡y estamos apenas en los inicios de noviembre! Es decir, todavía falta su conclusión, la cual todos los índices apuntan a que estará a la altura de los hechos que hemos presenciado en los meses anteriores.

Estos momentos políticos están determinados por la insurgencia oaxaqueña, y al decir esto nos referimos, por supuesto al papel primordial que ha desempeñado en ella la propaganda y los medios electrónicos. No es exagerado decirlo y creo que todos estaremos de acuerdo: el surgimiento de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) representa un hito de la lucha social en México.

El pasado 2 de noviembre, durante la ya legendaria batalla de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO), fue Radio Universidad el centro de la misma. Por parte de las fuerzas de la policía federal preventiva (PFP) porque buscaban ocupar el campus para, entre los objetivos más importantes de su acción represiva, callar esa ‘voz de los sin voz’, en la que se convirtió esa emisora y para los defensores de ese bastión esencial de la APPO porque la transmisión en vivo y en directo de las jornadas de rebeldía oaxaqueñas es un acervo insustituible para conseguir la victoria. La batalla de la Universidad fue trasmitida por Radio Universidad y escuchada atentamente no sólo en la ciudad y el estado mismos así como en los estados vecinos sino más allá de las fronteras nacionales en Estados Unidos y al otro lado del Atlántico. Decenas, posiblemente cientos de miles de radioescuchas en todo el mundo siguieron con atención y en vivo los sucesos de ese histórico 2 de noviembre.

La crónica de un camarada oaxaqueño reproducida en la revista UMBRAL (número 39, octubre de 2006) lo dice muy elocuentemente y cito en extenso:

Algo que ha evidenciado la ingobernabilidad es la pérdida que ha tenido el gobierno del control de los medios locales. Desde hace un año el magisterio ha venido construyendo la estación Radio Plantón, en la cual se denunciaban los desaciertos de URO (Ulises Ruíz Ortiz), por ello el primer objetivo de la represión del 14 de junio fue la destrucción de dicha estación.

‘Ese mismo día, Radio Universidad de Oaxaca fue tomada por estudiantes simpatizantes del magisterio. A partir de ese día dicha estación, que hasta entonces era la menos oída por los oaxaqueños, se convirtió en la voz de los sin voz. Niños, jóvenes, maestros, obreros, pequeños empresarios, señoras, ancianas….multitudes de oaxaqueños llamaban, se presentaban, tomaban el micrófono, se quejaban, oraban, insultaban, cantaban, recitaban, sugerían, bendecían, maldecían….En un mundo en el que nadie escucha a la gente, ni el gobierno, ni los medios, Radio Universidad se convirtió en el lugar de desahogo y denuncia en contra del régimen de URO y por supuesto la estación más oída.

‘Desde entonces, los oaxaqueños nos hemos acostumbrado a tener medios a nuestro servicio y si son más de uno mejor. El 1° de agosto, mujeres simpartizantes de la APPO marcharon por el Centro de la ciudad y a alguien se le ocurrió tomar los medios en poder del Estado. tan espontánea fue la sugerencia que la Corporación Oaxaqueña de radio y televisión esperaba desde hace tiempo que esto sucediera, pero ese día se vieron sorprendidos. Por primera vez la televisión estatal en verdad fue ‘la televisión de los oaxaqueños’ como rezaba su slogan. Indígenas, amas de casa, organizaciones campesinas perseguidas por el régimen aparecieron a cuadro. Además se presentaron programas que trataban sobre la represión en Atenco, la Revolución Cubana, la explotación de los obreros y campesinos en distintas partes del mundo, el asesinato de Digna Ochoa, las Megamarchas oaxaqueñas, el mundo de Foxilandia…Además, en FM la estación radial del estado se convirtió en Radio Cacerola, la voz de la mujer oaxaqueña….El día 21 de agosto todas las estaciones comerciales amanecieron tomadas, aunque paulatinamente han sido regresadas a sus propietarios. Hoy en día la APPO controla cuatro estaciones y éstas se han convertido en importantes organizadoras de la rebelión. Por cierto, Radio Universidad también fue atacada una vez por un comando y en otra por un infiltrado que vació un ácido en la consolña, lo cual la tiene fuera de combate’.

Hemos citado ampliamente estos párrafos por considerar que la elocuencia transparente que irradian se perdería al sustituirlos con otras palabras. Y queremos que la descripción que dan de una lucha ejemplar sea la imagen plástica que tengamos presente a continuación. El lema que engloba esta crónica es: ‘De cómo los medios pueden servir para reprimir, pero para también para organizar’. Título que bien podríamos tomar para la presente ponencia.

Leamos de nuevo estas frases: ‘La voz de los sin voz’, ‘organizadores del movimiento’, ‘medios populares’. ¿Qué nos dicen? Estamos ante una situación en que son los medios el centro del discurso, los medios aliados a la APPO (Radio Universidad, Radio Plantón, Radio Cacerola, la TV en manos de los insurgentes, en especial mujeres, etc.) en el centro de la rebelión oaxaqueña. He aquí el salto dialéctico que implican las rupturas sociales y políticas y que, en nuestros tiempos postmodernos, necesariamente tienen a los medios de comunicación como a uno de los protagonistas centrales: tanto de los dominadores como de los dominados.

Para los dominadores son esenciales para el ejercicio de su dominación; para los oprimidos son fundamentales para su emancipación. Los medios son, pues, factores centrales de gobernabilidad y de liberación. Perderlos significa el inicio de la ingobernabilidad o, puesto de otro modo, este salto dialéctico se convierte en el único o por lo menos el embrión de otra gobernabilidad, de otras relaciones sociales y políticas.

Como siempre ha acontecido, los momentos de crisis sociales agudas son escenarios apropiados para la radiografía social. Surgen desnudos los nervios, las articulaciones de la sociedad, es imposible ocultar sus contradicciones, se siente intolerable soportar por más tiempo la opresión del sistema imperante y el cinismo que acompaña a los poderosos se muestra en su crudeza tal como es sin el maquillaje rutinario de los días ‘normales’.

La pregunta más sencilla y reductora es: ¿podemos imaginarnos por un momento lo que sería un movimiento que aquí en la ciudad de México ocupara los estudios de Televisa y de TV Azteca, algunas de las radiodifusoras de AM y FM más importantes y que el Canal 11 del IPN se convirtiera en la ‘voz de las mujeres sin voz’ de la megametrópoli? Un tal panorama, que los acontecimientos oaxaqueños están planteando como una posibilidad real en la medida que el descontento masivo y el consiguiente ascenso popular se incrementen, es la lógica negación de la situación hoy día imperante. Representa una dinámica de transformación que lleva cargas explosivas sociales y políticas auténticamente revolucionarias.

La crisis social y política mexicana está mostrando rápidamente las grandes contradicciones que determinan la situación de los medios en un sistema decadente, antidemocrático y subordinado a los intereses de una élite económica nacional e internacional.

La ley sobre los medios promovida recientemente por el gobierno de Vicente Fox, llamada con tino Ley Televisa, aprobada unánimemente en la Cámara de Diputados, representa la realidad nada atractiva que impera hoy en los medios de comunicación, en especial en lo más influyentes social y políticamente, los electrónicos. Esta es una realidad condicionada por la existencia de dos poderosos monopolios Televisa y TV Azteca: con el primero controlando el 50.3% de las estaciones de televisión y el segundo el 30 %, quedando el resto del mercado televisivo en manos de los gobiernos y otras agencias. Azcárraga Jean y Salinas Pliego, sus propietarios son multimillonarios, representantes de un sistema al que sus cadenas televisivas (y también radiofónicas en el caso del primero) justifican y defienden en tanto fundamentales difusoras de la ideología competitiva, egoísta-individualista, pronorteamericana, pro libre mercado, antisocial y reaccionaria dominante.

De hecho, el escenario neoliberal en los medios de comunicación representa un cambio radical de su papel en la sociedad en comparación al que tenían hace veinte años. El poder de los medios estaba entonces al servicio del PRI, el partido oficial y hegemónico. Eran los tiempos en que el padre del actual amo de Televisa, Emilio Azcárraga Milmo, decía con motivo de la elección presidencial de 1988, cuando el fraude colosal de se ese año llevó a Carlos Salinas de Gortari a la presidencia de la República. ‘Yo soy un soldado del PRI y Televisa está a su disposición’. Y en efecto el 90 por ciento de la información y los programas sobre estas elecciones en los canales de esta cadena hablaban y elogiaban al candidato oficial cuando en las urnas, de acuerdo con las cifras oficiales apenas logró superar por unas décimas el 50 por ciento. Tiempos que parecen ya lejanos en los que un diputado priista pudo decir sin vergüenza alguna: ‘Salinas es la esencia de México’.

Pero a partir de las contrarreformas salinistas y zedillistas se inició un cambio radical de la situación. Los medios se fueron ‘independizando’ de la política, convirtiéndose en el ‘cuarto poder’ con su propia política, un poder más entre los poderes estatales. Periodistas que saben de lo que hablan como columnistas políticos durante décadas lo constatan. Carlos Ramírez lo dice así: ‘Los medios de aparatos ideológicos y educativos del régimen priista han pasado a ser aparatos ideológicos de sí mismos’. (‘Auge y crisis del periodismo político’, Revista Mexicana de la Comunicación, núm. 100, agosto de 2006).

Aún más franco ha sido Federico Arreola, quien al apoyar abiertamente a López Obrador se ganó su expulsión del diario Milenio, cuyo dueño apostó por Calderón. Sin tapujos ha escrito posteriormente que los medios de prensa son hoy instrumentos serviles de sus propietarios a quienes los periodistas deben rendir cuentas como antes los hacían al PRI-gobierno. (La Jornada, 6.11.06).

De los medios de comunicación fueron los medios electrónicos quienes avanzaron más rápido hacia la nueva situación. Se trata del ámbito en donde dominan los grandes capitales, las cadenas televisivas. La prensa escrita debió adecuarse a la tendencia imperante, aunque es el sector de los medios que mantiene todavía algunos de los baluartes de la vieja tradición de independencia y de crítica, aunque es también el sector menos influyente al nivel masivo.

Las campañas políticas en el periodo neoliberal, en especial a partir de la fundación del IFE (Instituto Federal Electoral) han fortalecido aún más la importancia y la autonomía relativa de los medios electrónicos. El gobierno de Fox llevó esa tendencia hasta el extremo de promover leyes para la disminución del tiempo que por ley le correspondía al gobierno. Así hemos sido testigos del escandaloso espectáculo de que los enormes montos de dinero que reciben los partidos por sus prerrogativas para participar en las elecciones, en especial las presidenciales, en su mayoría acaban en los bolsillos de Azcárraga y Salinas Pliego. Los dos candidatos presidenciales principales este año desembolsaron cerca del 70 por ciento de su caudal financiero en los medios electrónicos: el PAN gastó en la precampaña y campaña de Calderón 682 millones de pesos en 66,634 anuncios de TV y radio y la Coalición por el Bien de Todos que postuló a López Obrador gastó 586 millones de pesos en 31,160 spots en radio y TV y en 115 programasen TV Azteca. Y el PRI no se quedó muy atrás con su candidato.

La relevancia política de los monopolios televisivos creció desmesuradamente en el sexenio foxista. Una de las consecuencias naturales de ello fue su no tan sutil inclinación por el candidato panista. El tremendo poder e influencia de los señores de los medios se hizo notorio en los noticieros, en los diversos foros de opinión e incluso en los programas de entretenimiento cómicos que se presentaron durante las campañas. La trivialización de la política característica del neoliberalismo, promovida por las cadenas televisivas llegó a su apogeo en uno de los programas de mayor rating. Nos referimos al programa cómico de Televisa El privilegio de mandar en donde al mismo tiempo que se ridiculizaba a los señores (y señoras) del grupo dominante, sin exceptuar al presidente Fox, se enviaba un mensaje claramente favorable a la continuación de la política oficial. El último programa de la serie, incluso, cerró con una catilinaria antilopezobradorista lanzada por el personaje que imitaba a Cantinflas, en la cual se convocaba a Andrés Manuel López Obrador a que ‘no perdiera su credibilidad y simpatía’, que aceptara el resultado electoral porque ‘no había ni vencedores ni vencidos, pues todos somos México’.

De tal manera, la lección era contundente, Televisa, además de ser la destinataria de cientos de millones de pesos de la propaganda partidaria, se daba las ínfulas de aconsejar a los políticos el curso a seguir. La legitimidad ganada si no como la principal fuente ideológica del régimen, sí como una de las fundamentales, le daba todo el derecho a dar su opinión política, convergente por completo con el grupo gobbernate en Los Pinos que con Calderón asegura su continuidad.

Los medios monopólicos electrónicos son fundamentales para los gobiernos neoliberales. Son ellos los que forman la opinión pública en el sentido que quieren los grandes negocios y los funcionarios gubernamentales: mantener un orden social estable, anatematizando toda protesta u oposición que salga fuera de los límites tolerados.

En mayo pasado los acontecimientos sucedidos en Atenco fueron una lección terrible del uso antipopular y con propósitos represivos de estos medios, en especial de los televisivos. Fueron ellos los que, aprovechando una provocación en la que cayeron los colonos rebeldes de Atenco, divulgaron hasta la saciedad las escenas de una golpiza que éstos propinaron a un policía, preparando y de hecho azuzando dolosamente la intervención represiva sangrienta de la policía que al día siguiente se vengó con creces de lo sucedido un día antes. Por supuesto, las más terribles escenas de esta represión apenas se vieron por los canales del duopolio televisivo.

La contradicción que define la situación de los medios de comunicación en nuestras sociedades de la globalización capitalista actual es la misma que define a la situación de los medios de producción, de comercio y de finanzas, pero tiene rasgos que la hacen específicamente aún más flagrante e intolerable. Se trata de medios que llegan literalmente a los lugares más íntimos de las amplias masas populares. A través de ellos la ideología dominante expande sus estereotipos y fometa el egoísmo social, la privatización generalizada, el consumismo enajenante, la trivialización de la existencia, el culto por los fetiches y los mitos necesarios para el desarrollo sin problemas de la rutina de la sociedad opresiva y explotadora que es la capitalista. Son medios de comunicación social por definición en poder de unos cuantos plutócratas que determinan el entretenimiento y los gustos de millones de mujeres y hombres en todo el planeta.

Volvamos a Oaxaca. Las ocupaciones de las bases populares de la APPO de las televisoras y de las radiodifusoras de la ciudad, comenta nuestro cronista, hicieron que sus lemas se hicieran por primera vez realidad: se convirtieron verdaderamente ‘en la televisión y la radio oaxaqueños’.

La conclusión tiene validez universal: para que los medios de comunicación del mundo se conviertan en auténticos medios de comunicación de la población deben pasar a manos de los pueblos del planeta.

Esta es la tarea fundamental de las fuerzas sociales vitales y progresistas que en México y el mundo luchan porque nuestras sociedades se transformen en sociedades democráticas, independientes e igualitarias con gobiernos realmente representativos de los intereses populares. Socializar al nivel de la propiedad lo que ya de hecho se ha socializado es la función de los movimientos que luchan por el surgimiento de una nueva sociedad, de otro mundo posible. La propiedad privada de medios sociales tan importantes como los medios de comunicación es una violación flagrante de los derechos de la colectividad, de sus demandas y sus intereses. La colectividad es la depositaria y el objetivo natural de dichos medios, ella debe ser también su propietaria. La socialización de los medios de comunicación de facto debe hacerse también de jure.

El movimiento socialista revolucionario de los trabajadores ha enfocado esta cuestión ya en algunas experiencias históricas. En la revolución rusa de octubre de 1917 se planteó en sus inicios pero la devastadora y cruel guerra civil y después la rápida burocratización que le siguió impidieron que sus respuestas a esta cuestión se desarrollarán a satisfacción. Hubo que esperar hasta los movimientos revolucionarios de los años sesentas y setentas del periodo histórico abierto en el año axial de 1968 para que se presentaran las experiencias más importantes y surgieran las teorizaciones pertinentes. Destacó al respecto el debate surgido durante ‘la revolución de los claveles’ de Portugal en 1974-75 con motivo de la ocupación de los órganos de prensa por los sindicatos y los partidos de los trabajadores.

La socialización de los medios de comunicación (como los de producción y de cambio), en la medida que se da dentro de los límites de un estado o nación, equivale a su nacionalización (o estatización, sin que esto se identifique con la estatización estalinista o totalitaria). ¿Quienes son los depositarios o usufructuarios directos de dicha nacionalización? Obviamente los trabajadores de los medios de comunicación, todos ellos: los técnicos, los administradores, los intelectuales, los artistas, etc. Pero como su función pública de información y opinión es la prioritaria, en los medios de comunicación deberán participar en sus programas, sus tiempos y planeación todas las corrientes de trabajadores y ciudadanos del país y sus organizaciones de todo tipo. Los órganos de prensa, las radiodifusoras y las televisoras deben expresar tanto los intereses de sus trabajadores como los de los demás sectores de la sociedad. Los trabajadores tendrán derecho de responder cualquier opinión o declaración que consideren conveniente, pero no deberán tener derecho de veto, sólo en el caso de una posición de convocatoria a la violencia contra la nueva sociedad.

Ninguna idea, ningún argumento podrá ser censurado. La libertad de expresión será total e irrenunciable. La nueva sociedad se caracterizaría, entonces, por esa libre y amplia circulación de ideas para mejor construirla. Los medios estarán a disposición de ese florecimiento múltiple de posiciones, invenciones y especulaciones que hoy son arrinconadas por el totalitarismo de un solo discurso sin alternativas forjado por los medios sometidos a los intereses capitalistas.

Se preguntarán: ¿es lícito hacer tales especulaciones en este tiempo nuestro en que la simple resistencia es la actitud obligatoria ante la ofensiva neoliberal? Si y no. No, si estas especulaciones sobre el libre florecimiento de los medios de comunicación nos apartan de las tareas irrenunciables del día sin cuya realización no avanzaremos una pulgada. Pero sí, si entendemos que el porvenir ya lo estamos forjando desde hoy. Que somos los hombres del futuro de nuestros antecesores que lucharon por nosotros guiados por la idea de una colectividad superior y que nuestras luchas deben preparar las de las próximas generaciones. La sociedad socialista, la sociedad armónica, igualitaria, democrática, cuyos miembros serán seres plenamente independientes y solidarios es todavía un ideal. Pero sin esa idea no habría movimiento hacia adelante del cual depende la superación de las crisis actuales.